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     Duele cuando tocan a emigrar. Duele. Echamos raíces. Siempre.
     Con estilo jocoso, demasiado alegre para ser natural, me comunica su nuevo domicilio.
     Le he contestado contándole lo del clavel que un buen día trajo a casa mi padre y que ahora mi madre conserva con mimo colgado de un alambre en la ventana que da al jardín. Clavel sin raíces, que vive del aire y florece normalmente, recuerdo de mi padre.
     Sí. Hay vidas y claveles sin raíces. También florecen. ¿Para quién?