Reúno en este pequeño diccionario de la vocación doscientas treinta y seis palabras publicadas en las hojas vocacionales.
Cada palabra va ahora enriquecida con una nota de color: un dibujo casi siempre de José María de la Torre y caligrafía de José María Altés.
Las lanzo al viento para que no se pierdan, pero deseando y esperando que no las lean las personas mayores.
[A las personas mayores les gustan las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os preguntan jamás por lo esencial. Nunca os dicen: «¿Cómo es su timbre de voz? ¿Cuáles son sus juegos preferidos? ¿Colecciona mariposas?». En cambio, os preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?». Sólo entonces creen conocerle. Si decís a las personas mayores: «He visto una hermosa casa de ladrillos rojos, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado...», no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: «He visto una casa de cien mil francos». Entonces exclamarán: «¡Qué hermosa es!» (Saint-Exupéry)].
No las he escrito para personas mayores, sino para amigos, niños y poetas.
[«Porque por más que se ría la gente, lo cierto es que a la corta o a la larga los poetas son los que mueven el mundo» (Maragall)].
El orden (el desorden) alfabético [Qué triste que la palabra Dios tenga que figurar en los otros diccionarios entre Diorita y Dioscóreo, entre un mineral y un vegetal, y en éste entre Diligencia y Divergencia] no oculta que estas palabras han sido escritas por capas temporales, es decir a lo largo de muchos años.
Un consejo: no hay que desvelar muchas palabras al mismo tiempo. Las palabras, como los niños, tienen mal despertar si no se hace poco a poco, suavemente, con ternura. Jorge Sans Vila
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