|
LA VOCACIÓN PERSONAL EN LA BIBLIA
La vocación es un
acontecimiento entre Dios y cada uno de los hombres a quienes
él incorpora a la realización de su plan de salvación.
Este acontecimiento viene configurado por elementos diversos:
1. EL SUJETO
1. El sujeto tiene siempre nombre personal y propio: Yahvé-Dios
es el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, que tiene una historia
común con el pueblo.
2. En el Nuevo Testamento tiene el nombre de Jesús. El
llama-envía. Jesús se arroga el derecho de llamar
en nombre del Padre. Esto se expresa con literalidad: "Sígueme",
"Yo os elegí y os destiné para que os pongáis
en camino".
3. En los escritos del Nuevo Testamento que describen la vida
de la Iglesia también aparecen como sujetos el Espíritu
Santo y la misma Iglesia con sus estructuras concretas y sus
dirigentes. Ella es continuadora de la acción vocacional
de Jesús. Ella tiene autoridad para llamar.
4. Dios llama en la armonía trinitaria y en armonía
con la Iglesia. La llamada tiene sentido en la experiencia concreta
de la encomienda de una misión. Dios consagra a las personas
no para apartarlas, sino para el cumplimiento de la misión
encomendada. Dios llama para enviar y consagra en orden a este
envío.
2. EL OBJETO
1. Es la persona humana concreta, con su propia circunstancia
la que aparece como objeto (acusativo, complemento directo,
"te"). Nunca es sujeto de vocación. En sentido
verdadero "padece" la vocación. Esto no quiere
decir que Dios trate a la persona como objeto; se resaltan sus
condiciones personales, pero dejando claro que no constituyen
estas condiciones la razón de la vocación.
2. La vocación-misión afecta a todas las personas
que viven en este mundo: todas son elegidas por el Padre para
ser enviadas por Cristo y ungidas por el Espíritu Santo
para realizar el plan de Dios sobre el hombre y la Historia.
3. La vocación-misión afecta a la entraña
de la persona, da sentido a su vida, le da identidad. El envío
no es algo exterior sino ontológico, englobante, existencial:
esto se manifiesta en expresiones como "Te consagré",
"Te designé"; por el cambio de nombre que dice
más que una simple consagración, el nacimiento
de una nueva persona. En ese sentido hay que entender la unción
del Espíritu.
4. La llamada resuena en lo más íntimo de la persona.
Se sitúa en íntima sintonía con lo más
profundo de ella misma. Se experimenta y vive como una inclinación
existencial, como una "seducción", como un
no poder ser de otra manera.
5. El "por qué" de una vocación-misión
no está en el deseo o las capacidades de la persona humana
cualquiera que sea su nombre. Más bien se pone de relieve
con extraordinaria insistencia y complacencia la incapacidad
radical del hombre para la misión, así como su
resistencia: "no sé hablar"; "no conozco
varón". El motivo de toda vocación-misión
es la situación del pueblo y, detrás de ella,
la actitud de Dios ante dicha situación: él baja para
liberar al pueblo, el se mantiene fiel a las promesas de salvación.
6. La actitud fundamental de la persona llamada-enviada no consiste
sino en la aceptación humilde y agradecida del envío:
"Heme aquí", Magníficat. Esta actitud
nace de la conciencia de no merecer los dones de Dios, de la
propia pobreza y la riqueza de Dios.
3. LA FINALIDAD (para
qué) DE LA VOCACIÓN
1. La finalidad de la vocación-misión nunca es
la propia persona del llamado, sino el pueblo a quien se destina
o envía.
2. La finalidad es siempre algo concreto con relación
a la condición-situaciones del pueblo de Dios. Pero no
se reduce a una simple acción a realizar, terminada la
cual se dé por terminada la misión. Se entiende
más bien como la encomienda de una función salvífica
(ser juez, profeta, apóstol, guía...) en favor
del pueblo, función que entraña una sucesión
constante de acciones múltiples y variadas.
3. La finalidad es siempre, en último término,
la alianza. La alianza entraña siempre una triple dimensión:
testificar la presencia-cercanía del Yahvé-Dios Padre
de Nuestro Señor Jesucristo, agente salvador del hombre en
la historia (martyría); realizar la liberación
de la situación-condición en que se encuentra
el pueblo (diakonía); acrecer y afianzar la comunión
del pueblo con Dios y de los miembros del pueblo entre sí
(koinonía). Para llevar a la alianza, meta absoluta de
Dios en su acción en la historia, es preciso, siempre,
reafirmar su actuación salvífica y sacar a los
hombres de la situación de esclavitud en que se encuentren.
4. EL MODO DE LAS MEDIACIONES
El llamamiento de Dios se hace audible al hombre a través
de varias mediaciones:
1. El primer mediador es el mismo Jesús. Él permanece
presente en medio de la comunidad.
2. Como sacramentalización de esta mediación de
Jesús aparece el pueblo de Dios, la comunidad, la Iglesia.
3. Se pone de relieve también la mediación de
personas concretas: Andrés-Pedro; Felipe-Natanael; Ananías-Pablo.
Para descubrir la presencia de Dios que llama-envía en
medio de la historia. La persona necesita de ordinario testigos
que le ayuden a asumir personalmente la encomienda que se le
hace.
4. Mediación de la historia o de las necesidades de los
hombres en su concreta situación histórica. Dios
encomienda una misión al hombre mediante los gritos de las
necesidades de los hombres. En ellas se hace presente la voz-grito
de Dios: "Lo que a uno de estos hicisteis a mí me
lo hicisteis". Las llamadas del pueblo son para cada hombre
concreto, en cada época de la historia, encarnación,
signo-sacramento del llamamiento de Dios.
|
|