volver al menú
 

Sacerdotes y laicos, ¿una unidad muy difícil? 

 

Se habla mucho de que la evangelización es cosas de todos los cristianos, pero no estudiamos ni sacamos las consecuencias de lo que llamamos las modalidades vocacionales distintas que han de unificarse dinámicamente en el “misterio de comunión” de la Iglesia  y en su única misión
Muchas veces son meras palabras las que se refieren a la común misión, y al hecho de que todos somos sujeto y objeto de la comunión  de la Iglesia y de la participación en su misión de salvación.
Es curioso cómo, a veces, se oye decir en algún pueblecito: “ a mi me gusta más la misa de la monja”, que se reduce a la liturgia de la Palabra naturalmente. ¿Qué idea se tiene de la misa y qué se esconde debajo de esas sencillas palabras?
En el fondo, creo que cuando hablamos de Iglesia ministerial nos referimos más a una Iglesia que tiene ministerios y no tanto a una Iglesia que es ministerial.

Presupuestos
        
Hay una serie de presupuestos que, como hoy se dice, son super-conocidos, pero no los tenemos suficientemente en cuenta. A veces no se tienen ideas claras sobre lo que implica la vocación laical y el ministerio presbiteral. Y también nos falta una conciencia más clara y precisa de lo que significa la misión de la iglesia. El resultado es evidente: surgen las imposiciones, los desenfoques pastorales, los choques ministeriales, los malentendidos y hasta las iglesias más o menos paralelas. Por eso, creo necesario recoger aquí los puntos principales que han de ser la base doctrinal y los puntos de acuerdo entre curas y laicos al servicio de la misma y única misión de la Iglesia. He aquí los principales:

“La eclesiología de comunión es la idea central y fundamental de los documentos del Concilio Vaticano II” (CLI, n.20)
Obreros de la viña son todos los miembros del Pueblo de Dios: los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los fieles laicos, todos a la vez objeto y sujeto de la comunión de la Iglesia y de la participación en su misión de salvación.  Todos y cada uno trabajamos en la única y común viña del Señor con carismas y ministerios diversos y complementarios.
Los laicos son Iglesia.  Los laicos no sólo pertenecen a la Iglesia, sino que son la Iglesia. Por el bautismo los laicos son hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y de su cuerpo, que es la Iglesia; son consagrados como templos del Espíritu y participan de la misma misión de Jesucristo. A su modo participan de la triple función de Cristo, profética, sacerdotal y real, lo que subraya su condición eclesial, su pertenencia a la Iglesia. Por eso, la Iglesia entera, y cada una de nuestras Iglesias particulares, no está plenamente constituida si, junto a los obispos, sacerdotes y religiosos, no existe un laicado adulto y corresponsable”  (CLI, n.24)
(Es como una silla de tres patas a la que le falta una y/o está coja de una de ellas. Esa silla no funciona, el desequilibrio es evidente y sumamente peligroso).
“la condición eclesial de los laicos, su pertenencia y participación en la vida y misión de la Iglesia, está caracterizada por su “índole secular”…Los laicos  concretan la inserción de la Iglesia toda en el mundo y para el mundo… Son llamados por Dios para santificar el mundo desde dentro a modo de fermento” (CLI n. 26)
El campo propio de su acción evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, etc. (27)
La participación de los laicos en la vida de la comunidad eclesial y su acción evangelizadora en la sociedad civil no son responsabilidades paralelas y acciones separables ni contrapuestas (28).
(En ningún caso, el laico ha de esconder su condición de cristiano, es más, ha de intentar, por todos los medios,  hacer cultura cristiana, “inyectar”, como decía Juan Pablo II, en las arterias del mundo el espíritu del evangelio).
Los laicos cristianos son Iglesia: miembros de la comunidad eclesial y ciudadanos de la sociedad civil, inseparablemente. Son el “alma de la sociedad”. Son Iglesia en el mundo (29).

Los cristianos laicos, por ser cristianos, miembros de la comunidad eclesial, han de participar activamente en la triple tarea evangelizadora: profética, litúrgica y caritativo-social. Como Iglesia en el mundo de la sociedad –familia, escuela, trabajo, descanso, medios de comunicación, política, marginación social…- han de confesar y denunciar las injusticias; ofrecerse a sí mismos y su actividad; servir al reino de Dios promoviendo la dignidad de la persona, la justicia, la verdad, la paz, la solidaridad con los pobres…(31)
         Por su parte, el sacerdote es el signo personal, visible, de Cristo Buen Pastor.
Lo que importa antes que nada es el ser. Y en el orden del ser, los cristianos son sarmientos de la única vid fecunda que es Cristo; son miembros vivos del único
Cuerpo del Señor edificado en la fuerza del Espíritu. Esta es la vida de gracia y santidad a la que cada uno de nosotros estamos llamados y ha de expresarse en el estado de vida que caracteriza a los sacerdotes y los diáconos, los religiosos y religiosas, los miembros de institutos seculares, los fieles laicos.
(De ahí que los laicos tienen su camino de santificación, sea en la vocación matrimonial o en otra situación de vida, pero siempre será el amor, la misma vida de Cristo la que circule por sus “venas”.)
En la Iglesia-Comunión los estados de vida están de tal modo relacionados entre sí que están ordenados el uno al otro.  Ciertamente es común -mejor dicho, único- su profundo significado: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor. 

(La modalidad no consiste, por lo tanto, en un sacristán-cura, o un laico para todo. Son modalidades a la vez diversas y complementarias, de modo que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisonomía, y al mismo tiempo cada una de ellas está en relación con las otras y a su servicio. La modalidad arranca no tanto del hacer cuando del ser, de la funcionalidad al servicio del Misterio de Dios, de Cristo y de la Iglesia que  representa).

(A algunos sacerdotes les cuesta aceptar que los laicos participan de la triple función de Cristo, profética, sacerdotal y real. Claro que esto exige tiempo de formación, dar espacio a la corresponsabilidad pastoral, distribución de tareas y lo que llamaría la “homilía del laico”. Recuerdo, a este propósito, que hace años en Roma, celebraba los domingos en una borgata cerca de Ostia, en un local destartalado que hacía de escuela. Pues bien, la homilía nos la repartíamos entre Bruna (de la Comunidad de san Egidio) y yo. Sin duda ninguna , Bruna lo hacía muchísimo mejor que yo, apuntaba a los datos de la existencia de aquellas gentes sencillas, conectaba perfectamente la Palabra con la vida, y finalmente ella daba los avisos y lo referente a la organización y vida de la pequeña comunidad. Yo me preocupaba de mantener el depósito de la fe, la unidad en la caridad. Pero sin Bruna, aquella misa sería bastante menos misa)
Todos los estados de vida, ya sea en su totalidad como cada uno de ellos en relación con los otros, están al servicio del crecimiento de la Iglesia; son modalidades distintas que se unifican profundamente en el "misterio de comunión".  (El estado de vida laical, por lo tanto, no es algo añadido al sacerdocio ministerial, una acción externa complementaria a la acción ministerial que es la que vale, o a las actividades del cura. Es algo mucho más profundo, que nace de la intima comunión y la unidad de misión, del trabajo en la única y común Viña del Señor)(Juan Pablo II, Christifideles laici, n.55).

Toda la Iglesia  está llamada a evangelizar y sin embargo en su seno tenemos que realizar diferentes tareas evangelizadoras. Esta diversidad de servicios en la unidad de la misma misión constituye la riqueza y la belleza de la evangelización (EN 66).
Estamos convencidos de que la evangelización se encuentra en una nueva situación histórica  (CLI n. 132). La participación de todos los laicos en la misión evangelizadora de la Iglesia es hoy especialmente urgente.  (43)

Al tema de los ministerios y servicios laicales, la Iglesia dedica especial atención e invita con insistencia a las Iglesia particulares y a las parroquias para que animen la disponibilidad de los laicos…, para ejercer aquellos ministerios que les sean confiados, y que tienen su fundamento en el bautismo y la confirmación, y, para muchos, además, en el matrimonio.

En este sentido, los obispos animarán a las Iglesias particulares a trazar un plan de sensibilización sobre la importancia y complementariedad del ministerio ordenado y los ministerios y servicios laicales, para alentar la vida de la comunidad e impulsar su dinamismo evangelizador; orientarán las líneas de acción para determinar los ministerios y servicios necesarios y convenientes en cada caso, y facilitarán la adecuada preparación de los candidatos, su formación permanente  y dedicación. (39)

Por último, el directorio es necesario para profundizar teológicamente y deducir las oportunas orientaciones pastorales sobre los ministerios y servicios que puedan y deban ser confiados a los laicos como exigencia de su común dignidad y específica vocación y misión. Para eso ha de servir el directorio de La Conferencia episcopal sobre los ministerios y servicios laicales, para aplicar las orientaciones generales, para reflexionar sobre la necesidad de los ministerios laicales; analizar los problemas teológicos, pastorales, jurídicos y litúrgicos que implica; indicar los criterios para confiar dichos ministerios y proponer cauces para la preparación de los candidatos (40 (Juan Pablo II, Christifideles laici, n.55).

 

Llegados a este punto, nos preguntamos: ¿qué hemos de hacer para que la relación curas-laicos sea eficaz y feliz?
Creo que es un tema fundamental de pastoral vocacional, de una catequesis seria
en la que queden claros los datos fundamentales de lo que implica la vocación de la iglesia y en concreto, la vocación del cura y del laico.

La  primera y fundamental catequesis para laicos y sacerdotes  ha de tener en cuenta los siguientes elementos:
* Lo primero, que  la vocación es un acontecimiento eclesial (PDV)
* Las vocaciones  nacen en la Iglesia, de la Iglesia y para la misión de la Iglesia
* Una Iglesia entendida no desde binomios, sino como comunión y comunidad de ministerios.
* Una Iglesia animada por el ES y guiada por los pastores.
* Para hacer una buena PV y poder presentar adecuadamente cada vocación, en concreto el cura y el laico, y orientar bien a los jóvenes es preciso tener una idea clara acerca de :
- la naturaleza, función, el para qué de esa función (el SER)
- la espiritualidad propia (el VIVIR)
- las actividades o tareas (el HACER).
 Cuando eso está claro, no hay peligro de división, enfrentamientos, malentendidos y cosas por el estilo
Las vocaciones, decimos,  nacen en la Iglesia, de la Iglesia y para ella..

La Iglesia ha sido entendida durante mucho tiempo como una sociedad de desiguales, comprendida a base de binomios: docente-discente; jerarquía-pueblo; clero-laicado; religiosos-no religiosos; vida contemplativa-vida activa... Imagen “piramidal”. Esa Iglesia TIENE ministerios.

Hoy la entendemos, a partir del Vaticano II y Magisterio posterior de la Iglesia, como misterio, comunión y misión (cf.CL). La eclesiología del Vaticano II es una eclesiología de comunión. Por ello, la Iglesia es una comunidad de vocaciones y ministerios.

En esta Iglesia misterio-comunión-misión, Cuerpo de Cristo animado por el ES, entramos por la fe y el bautismo. Por el bautismo somos hechos CRISTIANOS. La vocación fundamental, común a todos es la vocación cristiana. El laico es un cristiano, no hay cosa más grande. El grado de pertenencia a la Iglesia no se mide por el lugar que uno ocupa en la jerarquía de poderes y dignidades sino por la autenticidad y verdad del amor que hay en cada uno de nosotros. El criterio supremo de pertenencia es el amor.

El Dios que nos llamó a la existencia (como hombres y mujeres) nos llama a alcanzar la plenitud humana en Cristo: en  él estamos llamados a vivir en comunión con Dios y con los demás hombres, transformando el mundo e instaurando en él el Reino (cf. GS 19). Llamados a la santidad, como hijos y hermanos, y a participar de la misión de Jesús.
 
La  unidad de todos en la vocación cristiana precede a toda distinción desde las distintas vocaciones.

La imagen de esta Iglesia comunión es “comunitaria”. En ella prima la corresponsabilidad:
- todos somos Iglesia
- todos tenemos una tarea
- todos misioneros y evangelizadores
- todos protagonistas activos del profetismo, del culto, y de la vida y acción de la Iglesia..

Esta Iglesia no es que tenga ministerios sino que ES ministerial. Cristo le ha comunicado su Ministerio. Y en esta Iglesia ministerial, animada por el Espíritu de los dones y carismas, surgen las distintas vocaciones y ministerios. El Espíritu es imprevisible, actúa donde, cuando y como quiere. No hay vocaciones sin Espíritu, ni comprensión del misterio de Cristo ni unidad entre los evangelizadores sin el aliento y la presencia viva del Espíritu..

II. En esta Iglesia misterio-comunión y misión, se sitúan las distintas vocaciones. Curas y laicos hemos de tenerlo muy presente.

Ahora bien, ¿cuál es la misión de la Iglesia?
La Iglesia continúa en el tiempo la misión de Cristo Palabra, Siervo, y Reconciliador.
Jesús cumple su misión con su vida, muerte y resurrección: como Revelador del Padre, Palabra, (nos llama a ser hijos, revelándonos el rostro de Dios Padre-Amor); como Servidor de los hombres (son los signos abundantes de oración, liberación, cercanía acogedora...); como Reconciliador de los hombres con Dios y entre sí (perdonando los pecados, estableciendo una alianza nueva, sentándose a la mesa de publicanos y pecadores. La finalidad de su vida es inaugurar en el mundo el reino de Dios.
«Jesús de Nazaret lleva a cumplimiento el plan de Dios...La proclamación y la instauración del reino de Dios son el objeto de su misión» (RM 13)

Cumplida su misión, Jesús llama a la fe en él y al seguimiento para prolongar en el mundo su misión, su obra. Envía a todos sus discípulos a la Iglesia entera como «sacramento universal de salvación» (LG 14;48). Y en la Iglesia nos envía a todos y cada uno de nosotros.

«La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del reino» (RM 20)

“La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres partícipes de la redención salvadora y por medio de ellos ordenar realmente todo el universo hacia Cristo» (AA 2)

«La obra redentora de Cristo, aunque de suyo se refiere a la salvación de los hombres se propone también la instauración de todo el orden temporal. Por ello, la misión de la Iglesia no es sólo ofrecer a los hombres el mensaje y la gracia de Cristo, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico» (AA 5).

Pablo VI dice:
«La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (EN 14).

Es muy importante que tengamos en cuenta los que podíamos llamar elementos esenciales de la evangelización (EN 17-24):

1º. Transformación de las estructuras sociales y conversión personal: llevar la buena nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, desde dentro, renovar la misma humanidad; conversión de la conciencia personal y colectiva de los hombres, de la actividad en que están comprometidos, de su vida y ambiente
(hoy hablamos de la civilización del amor, de nueva evangelización)

2º. Testimonio de vida del evangelizador: comporta presencia, participación, solidaridad; un nuevo estilo de vida que suscita interrogantes a los que el evangelio será respuesta;

3º. Anuncio explícito: no hay evangelización verdadera mientras no se anuncia el reino, las palabras, las obras, el misterio de Jesús, Hijo de Dios;
(Cuando no llegamos a este punto es que nos quedamos en la pre-evangelización. A veces nos escudamos en que no es el momento adecuado, no estamos bien preparados, etc. Pero el testimonio de los apóstoles, su valentía, su amor al Maestro, la experiencia de Jesús Vivo, resucitado les animó a anunciar el evangelio en todo momento, con la radicalidad de su testimonio).

4º. Adhesión y entrada en la comunidad, acogida de los signos;

5º. Iniciativas de apostolado: el evangelizado se convierte en evangelizador (cf RM 41ss: testimonio, anuncio, conversión y bautismo, formación de comunidades locales).

 

* Juan Pablo II en Redemptoris Missio (RM) nos ofrece estas ideas acerca de la misión de la Iglesia:

a) "La Iglesia profesa que Dios ha constituido a Cristo como único mediador y que ella misma ha sido constituida como sacramento universal de salvación" (RM 9)
 Es la doctrina del Vaticano II en su Constitución “Lumen Gentium”

b) "La salvación consiste en creer y acoger el misterio del Padre y de su amor, que se da y se manifiesta en Jesús mediante el Espíritu..."  (n.12). No podemos olvidar nunca la relación fe-Trinidad-salvación

c) "Jesús de Nazaret lleva a cumplimiento el plan de Dios...La proclamación y la instauración del reino de Dios son el objeto de su misión..." (n.13).          Jesús es el Reino de Dios y su bienaventuranza. Nunca podremos separar a Jesús del Reino.

d) "El reino está destinado a todos los hombres. Para subrayar este aspecto, Jesús se ha acercado sobre todo a aquellos que estaban al margen de la sociedad, dándoles su preferencia cuando anuncia la "buena nueva". A todas las víctimas del rechazo y del desprecio Jesús les dice :Bienaventurados los pobres". Además, hace vivir ya a estos marginados una experiencia de liberación, estando con ellos y yendo a comer con ellos, tratándolos como a iguales y amigos, haciéndoles sentirse amados por Dios y manifestando así su inmensa ternura hacia los necesitados y los pecadores. La liberación y la salvación que el reino de Dios trae consigo alcanzan a la persona humana en su dimensión tanto física como espiritual" (n.14)

e) "El reino tiende a transformar las relaciones humanas y se realiza progresivamente, a medida que los hombres aprenden a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente...El amor con el que Jesús ha amado al mundo halla su expresión suprema en el don de la vida por los hombres, manifestando así el amor que el Padre tiene por el mundo. Por tanto, la naturaleza del reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios" (n.15)

f) "El reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa sujeto a libre elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible. Si se separa el reino de la persona de Jesús, no existe ya el reino de Dios revelado por él...Asimismo, el reino no puede ser separado de la Iglesia. Ciertamente, ésta no es fin para sí misma, ya que está ordenada al reino de Dios, del cual es germen, signo e instrumento. Sin embargo, a la vez que se distingue de Cristo y del reino, está indisolublemente unida a ambos..." (n. 18)

g) "En esta visión de conjunto se comprende la realidad del reino. Ciertamente, éste exige la promoción de los bienes humanos y  de los valores que bien pueden llamarse "evangélicos", porque están íntimamente unidos a la buena nueva. Pero esta promoción, que la Iglesia siente muy dentro de sí, no debe separarse ni contraponerse a los otros cometidos fundamentales, como son el anuncio de Cristo y de su evangelio, la fundación y el desarrollo de las comunidades que actúan entre los hombres la imagen viva del reino" (n.19)

La evangelización está al servicio del Reino. Tanto Pablo VI como Juan Pablo II nos lo han explicado maravillosamente. Por otra parte, la evangelización es vocación-misión de todo el Pueblo de Dios (EN 59), pero de un Pueblo de Dios entendido como el binomio "comunidad de carismas y ministerios", en el que cada uno ha de discernir su propio carisma para ponerlo al servicio de los demás. Curas y laicos, conscientes de su propia vocación, a la vista de la verdad del evangelio y de la misión de la Iglesia han de trabajar unidos, con el corazón lleno de la alegría del Reino.

Todos estamos llamados a ser portadores de la martyría, diakonía y koinonía y a celebrarlo en la liturgia, pero no todos de la misma manera (EN 66ss). Es el tema de las vocaciones específicas, de la armonía y complementariedad de las vocaciones: cosa en la que no es mi intención entrar por ahora.

Todo lo dicho hasta aquí es la teoría, otra cosa es el cómo llevar a la práctica estas ideas. Cómo hacer comunidad evangelizadora entre los 8 ó 10 pueblos que atiende un sacerdote, tal vez con alguna ayuda. Se necesita imaginación y audacia evangélica. El evangelio no nos presenta grandes proyectos, y los gestos ordinarios de Jesús son sencillos y para los humildes y sencillos especialmente. Las parábolas nos hablan de pequeñez, silencio, paciencia, pero también de libertad al sembrar, de echar las redes donde ya no cabe esperar nada, de búsqueda de la oveja perdida dejando las noventa y nueve, de rechazo de la violencia, intransigencia y desesperanza en las relaciones humanas, y por encima de todo, de amor que parece “locura” “Necedad” pero que es la fuerza y la sabiduría de Dios. La providencia de Dios está mucho más allá de nuestros proyectos y planes inmediatos. En él confiamos y por el trabajamos en su viña.

 

         Julio García Velasco