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RUMBOS NUEVOS PARA UNA PASTORAL VOCACIONAL RENOVADA

III

Luis Rubio Morán - José Carlos da Silva da Silva

III. NUEVOS CAMINOS DE ACTUACION: AGENTES, DESTINATARIOS, MEDIOS Y MODOS, LUGARES Y TIEMPOS DE LA ACCION VOCACIONAL

Los nuevos paradigmas y los nuevos rumbos operativos, que, como dijimos, aparecen ya en nuestras iglesias, nos llevan a subrayar aquí algunos caminos de actuación que creemos que deben ser potenciados aún más y tomados más en serio(43).

1. Pasar del "agente" o "delegado" de vocaciones a la "comunidad toda ella vocacional"

Existe ya una clara conciencia , sobre todo en los Documentos de la Iglesia, de que lo vocacional es una dimensión esencial de toda la pastoral, y de que, por lo mismo, la animación vocacional es asunto de todos. Toda vocación eclesial, y especialmente, toda vocación consagrada, es agente de pastoral vocacional y toda evangelización, si es genuina, es también vocacional.

Pero el hecho es que esto aún no se ha hecho operativo en buena parte de los agentes pastorales ni en la acción evangelizadora cotidiana. «Hasta que las comunidades diocesanas y parroquiales, las familias y las asociaciones no sientan el problema vocacional como algo suyo, será difícil encontrar una solución satisfactoria. En la mayoría de las parroquias, la pastoral vocacional está relegada a los momentos fuertes ofrecidos por la Iglesia universal o nacional» (Desarrollos... 60).

Por eso el nuevo rumbo ha de consistir precisamente en pasar de los "agentes" o "delegados" a que toda la comunidad, cualquiera que sea su rango, familiar, religiosa, parroquial, se convierta efectivamente en una "comunidad vocacional", que tanto en su vivir como en su acción, se preocupe de suscitar y acompañar nuevas vocaciones, continuadoras de su misión.

Para que esto suceda es necesario que todos y cada uno de los vocacionados que la configuran, redescubra la profundidad y la fuerza de su carisma, de su don ministerial. Y este redescubrimiento del propio carisma hará posible transmitir con fidelidad la experiencia del ser llamado por Cristo.

Una animación vocacional hecha por las comunidades todas y por todos los miembros de las mismas no será tan oficial, no tendrá acaso actividades muy específicas o momentos especiales, porque se identificará con su misma acción evangelizadora habitual. Es una animación vocacional que consiste en lanzar mensajes permanentemente a todos cuantos entran en contacto con la comunidad y con cada uno de sus miembros. Esto la hace mucho más extensa y radical.

Los actuales delegados o agentes deben dedicarse, como acción prioritaria, a acelerar los tiempos, a apresurar la llegada de ese momento, a hacer posible cuanto antes que su labor de promoción-reclutamiento de vocaciones ya no sea necesaria, por haber sido suplida y sublimada por la conciencia y la actuación de todos.

2. De la atención a "algunos" a la dedicación a "todos"

Esta comunidad toda vocacional ha de relanzar su llamamiento a todos, no desde la necesidad o la escasez, sino desde la convicción, como ya vimos, de que todos en la iglesia han recibido una vocación de Dios, de que la fe solo puede ser vivida como respuesta a un llamamiento dirigido por Dios a cada uno, "llamados por el propio nombre", mediado por la iglesia, dado y vivido en la Iglesia.

La vocación no puede ser dejada para el final o el colofón de la evangelización, sino que ha de colocarse como el comienzo, el alfa de la misma, porque su esencia es siempre una persona que llama. Y porque la vocación se sitúa, como vimos también, en lo profundo y como lo plenificador del corazón de cada hombre,y a nadie se le puede dejar de brindar la oportunidad de escuchar su propio corazón.

Por otra parte, es sabido que hay muchos jóvenes, cada vez más, que se preguntan por la vocación que en muchos de ellos se despertó en los momentos de la infancia o de la adolescencia, con ocasión de experiencias especiales de sus vidas, aunque luego desapareciera o quedara oculta por diversos motivos o circunstancias, pero que aflora permanentemente en sus vidas si se les proporciona la ocasión, la palabra, el ambiente propicios.

Ha de hacerse la propuesta a todos, no solo a los escasos "adictos", "cercanos", "buenos", "practicantes". Hay que dirigirla también a los "alejados", aunque nos parezca que no reúnen las condiciones mínimas ni aun para entender. Porque entre estos pueden encontrarse jóvenes con un profundo deseo de acertar, de santidad incluso, con grandes ilusiones y deseos de dedicar la vida a empresas grandes, de no consumirse, como tantas veces vemos en los "buenos", en la rutina o en la mediocridad. "Un joven apartado de la experiencia eclesial es capaz de dejarlo todo, de cambiar su vida para seguir a Jesús y su causa. Los "alejados" tienen también derecho a oír que alguien "los nombra", que alguien les está cercano, pronuncia su nombre, que el Dios en quien creemos se preocupa por él de forma personal, que tiene una misión original que cumplir en su vida,que su felicidad está precisamente en realizar esa misión desde él mismo, en plena originalidad y libertad. El "alejado" no puede quedar indiferente si se le anuncia un Jesús como alguien que le coloca ante una alternativa, que le invita a "vivir con él", que le ofrece una relación íntima de amistad revelándole lo más profundo que hay en su corazón, como lo hizo con Natanael, con Nicodemo, la samaritana o Saulo de Tarso.

Aquí tiene, pues, la pastoral vocacional un nuevo rumbo por el que ha de orientarse con toda su capacidad y energía(44).

3. Del discurso y la publicidad a la narración y la experiencia

La pastoral vocacional al uso continúa empleando, como modo ordinario de comunicación del mensaje, el discurso, la charla, la conferencia, la explicación. A él se añade la "propaganda", medios escritos (hojas, revistas, posters...), en los que se ponderan las obras que se tienen o dirigen, los lugares donde estamos, los "pobres" a los que asistimos. A veces no faltan las espléndidas instalaciones de las que disfrutamos, especial­mente en las casas de formación... Con todo ello se pretende atraer a los jóvenes (sobre todo a los menos jóvenes o a sus padres) desde las ventajas de una determinada vocación.

Pero bien sabemos hoy todos que los discursos-charlas ya no convencen a nadie . Y menos a las generaciones más jóvenes, hechos ya a otros aprendizajes y a otros caminos de asimilación de valores, acostumbrados ya a los caminos de la experiencia. Y es bien sabido también que ninguna publicidad es capaz de "vender" un producto que consiste en una forma de vivir, que luego se descubre tan exigente, tan distinta de lo ofrecido.

Por todo ello la pastoral vocacional ha de orientar sus esfuerzos a proporcionar a los jóvenes el realizar y vivir una experiencia de eso mismo que se quiere transmitir: conocer desde su propia vivencia lo que significa un carisma, una institución religiosa, una vocación eclesial. Es el método del «venid y veréis», de raigambre evangélica (cf. Jn 1, 39), que tan buenos resultados dio al propio Jesús, y el único que parece mantener por sí mismo una consistencia que resiste a todo los tiempos y a todas las características culturales de las distintas generaciones, la "regla de oro" de la pastoral vocacional, como acaba de calificarla Juan Pablo II (cf. VC 64).

La comunidad vocacional abre sus puertas y proporciona al joven hacer con ella un camino, el camino que ella intenta vivir: una comunidad de hombres o mujeres que celebran juntos al Dios de la vida, a la que le han entregado sus existencias, con los votos o con otros compromisos; libres en sus corazones y rebosando el gozo de vivir; unidos en un mismo proyecto de existencia y de acción salvífica en favor de los hombres, con unos lazos más profundos y satisfactorios que los simplemente afectivos o familiares; sin exageraciones voluntarísticas ni automutilaciones, sino con un corazón simple y agradecido; abiertos a la historia y a los hombres compartiendo con ellos angustias y dificultades y ayudando a sobrellevar la carga de la existencia a todos.(45)

En experiencias de este tipo, en estos ambientes, y que a la vez tengan un componente de misión, de servicio, de atención a pobres o marginados, de presencia y cercanía a personas necesitadas, de compromiso de testimoniar convicciones y valores, es donde es posible descubrir la vida como vocación, como donación y entrega, como respuesta agradecida a los dones recibidos, como misión a la que consagrarse en plenitud, descubriendo a la vez el origen de todo ese movimiento, la Palabra convocante y donante del Dios de la vida, del Jesús que le hace presente.

Para que estas experiencias puedan llevar a decisiones de vida han de ser bien motivadas y clarificadas en sus objetivos, para que no se dé una esquizofrenia entre lo querido por el animador vocacional y los objetivos buscados por los destinatarios. Y además no se deben quedar en la simple experiencia. Han de posibilitar y favorecer un proceso de decisión a partir de la misma experiencia, del impacto profundo que la experiencia provoca en la inteligencia, en la afectividad y en la vida del joven. La decisión es en realidad el recorrido abierto más allá de las impresiones recibidas en una experiencia(46).

Junto a la experiencia y formando parte de ella ha de colocarse la palabra. Una palabra no discursiva, sino "narrativa", una palabra que cuenta y relata la historia personal vivida y leída como "vocacional".

El agente de pastoral vocacional necesita él mismo, y para sí mismo, "hacer memoria" y narrar su propia historia vocacional, lo que le lleva a descubrir en cada etapa de la misma la presencia permanente de la convocación. Con ello recuerda y se recuerda el paso de Dios por la propia vida y las señales de su llamamiento, de su seducción, de su fidelidad, incluso en los momentos de mayor incertidumbre, duda, infidelidad y aun pecado. Con ella da razón de su propia esperanza, de su propio camino, y con ello podrá despertar la memoria del joven y ayudarle a que también él encuentre las señales del paso de Dios por su vida, a leer vocacionalmente los avatares de su propia existencia, a descubrir los proyectos acaso limitados, raquíticos, mediocres de su existencia. Una historia vocacional narrada es siempre interpeladora e iluminadora, abre horizontes, descubre honduras, ilumina senderos, suscita amores, promueve entusiasmos, remueve cimientos, suscita acordes acaso adormecidos.

A nadie se le oculta que este "hacer memoria" vocacional puede y debe ser enriquecida con los testimonios vocacionales de la historia del pueblo de Dios, tanto las que nos ofrece la Biblia en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, las conocidas "narraciones vocacionales" , que configuran en sí mismas un auténtico género literario, como las de las figuras señeras de la Iglesia, los santos, los fundadores y fundadoras de las distintas Congregaciones, tantos otros menos conocidos, que llevaron hasta el extremo las exigencias y condiciones de su vocación cristiana, sea religiosa, sea sacerdotal, sea matrimonial.

Como una concreción dentro de este campo habrá que cultivar y difundir el género "biografía", que vuelve a tener una especial aceptación e incidencia en la pastoral de jóvenes.

4. De los lugares y tiempos específicos al acompañamiento personal y permanente

Llevar a los jóvenes a hacer experiencia de carácter vocacional implica pasar de las actividades puntuales, aisladas, aunque sean impactantes, que nunca permiten una clarificación adecuada de la identidad vocacional, a los proyectos e itinerarios educativos, que suponen un proceso constante de personalización y una gradualidad en su desarrollo.

4.1. El acompañamiento personal o el diálogo profundo y cercano

Con este trabajo personalizado, el joven se encuentra consigo mismo al verse como reflejado en un espejo desde la actitud de profunda escucha y desde la empatía del acompañante; el mismo acompañado descubre caminos y pistas sobre su identidad, sobre la acción de Dios en su vida, penetra en los indicadores y pistas del camino dejadas por el paso de Dios junto a él y en él. Es el único camino para ayudarle a fortalecer sus decisiones de manera libre y responsable. El diálogo es el camino fundamental para que el acompañado pueda descubrir su propia interioridad, al sentirse escuchado y comprendido en todas sus dimensiones, y en ella y desde ella, hallar la luz que le oriente en la vida.

Este acompañamiento, y esto es ya también convicción común, no tiene por qué ser reservado a sacerdotes. Cualquier persona medianamente inteligente, -sea religioso, religiosa, laico- con una suficiente experiencia de Dios y de análisis vocacional, con una suficiente sensibilidad y aceptación del mundo juvenil, es apto para ofrecer este servicio.

Siendo este el modo fundamental de una pastoral vocacional nueva, hay que confesar que es aquí donde reside una de las mayores dificultades y retos para la misma, porque de hecho "la razón instrumental" sigue pesando tanto sobre los agentes pastorales que apenas se encuentran personas que tengan tiempo para ello (cf. Desarrollos... 86, 3). Por eso el "nuevo rumbo" a este respecto será, por parte de todos, el indicado con marcada insistencia y urgencia a los sacerdotes por Juan Pablo II en la Pastores dabo vobis: "los sacerdotes sean los primeros en dedicar tiempo y energías a esta labor de educación y de ayuda espiritual personal. No se arrepentirán jamás de haber descuidado o relegado a segundo plano otras muchas actividades también buenas y útiles si esto lo exigía la fidelidad a su ministerio de colaboradores del Espíritu en la orientación y guía de los llamados" (n. 40).

4.2. Acompañamiento permanente

El descubrimiento de la propia vocación es un proceso que se forja día tras día, que supone una atención permanente al propio pasado, que requiere a la vez una visión penetrante del futuro, decidiendo permanentemente el rumbo a seguir y los objetivos que se quieren alcanzar. Con todo ello , el propio sujeto, guiado por el acompañante, va realizando un itinerario formativo concretado en un proyecto personal de vida que permite al joven avanzar en un proceso gradual de búsqueda de la propia vocación.

El proyecto de vida, para ser auténtico y eficaz, debe contemplar y determinar las metas, los objetivos por etapas y por los valores vocacionales, determinando también los tiempos, los lugares y las actividades, así como los momentos de evaluación que permitan controlar los pasos dados, lo conseguido, y el camino que falta por recorrer. Solo de esta forma podrá fortalecer poco a poco sus decisiones de forma libre y responsable, sin quemar ni saltar etapas, adquiriendo una conciencia real de la vocación que desea vivir, una visión realista de sus actitudes, capacidades y límites, y tomando decisiones dirigidas cada vez más a una entrega total de sí mismo y para siempre.

Para que sea eficaz, convocante, este acompañamiento personal y permanente debe también afectar a la totalidad del joven, es decir, que cultive la inteligencia, las convicciones, pero también el corazón, los sentimientos y la voluntad(cf. lo dicho más arriba sobre "la belleza" de la vocación cristiana), que toque al joven en la sede más íntima de su "yo", y que, por lo mismo, pueda sacudirlo, provocarlo a una decisión.

Esto requiere que el joven que busca un acompañamiento personal sea fiel a dicho acompañamiento.

5. La oración

«A nadie se le oculta que la oración, en sus múltiples formas, debe ser considerada como el primer e insustituible servicio que podemos ofrecer a la gran causa de las vocaciones» (Juan Pablo II, Mensaje para la XXI Jornada de Oración por las Vocaciones).

Esta conciencia ha invadido ya a toda la comunidad eclesial y se observa con satisfacción que esta es la actividad más difundida y presente en toda la Iglesia (cf. PDV 38; VC 64; Desarrollos... 47-51).

La novedad de rumbo habrá que buscarla y procurarla tanto en la comprensión de esta oración como en la organización de la misma para que sea efectivamente "el servicio primero" para las nuevas vocaciones.

La oración por las vocaciones, en efecto, se comprende con demasiada frecuencia como un recurso fácil para desentenderse del problema: las vocaciones son cosa de Dios, él proveerá. Y esto, que en sí es teológicamente cierto, en la práctica y en la existencia se convierte en alienante siempre que por ello las personas y las comunidades le remiten el problema a Dios sin sentirse ellas comprometidas en el tema.

Orar por las vocaciones es, en primer lugar, ponernos en marcha para buscarlas, promoverlas, provocarlas. Se olvida con demasiada frecuencia que el texto "rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies", viene precedido de la constatación de la "compasión" de Jesús por las muchedumbres hambrientas y sedientas de la palabra, y que va inmediatamente seguido, por parte de él, de la designación y envío de los discípulos: la secuencia es: compadecerse, rogar, designar-enviar. No es legítima la oración por las vocaciones si no se termina con el envío de los participantes a la misión.

Orar por las vocaciones, además, es crear el ambiente, la atmósfera, donde sea posible y fácil escuchar ese envío de Dios, por mediación de la Iglesia, a hacer presente y efectiva la salvación de Jesús para los hombres. Es provocar que el joven haga experiencia de reconocer la diferencia entre sus deseos y los de Dios, aprenda a discernir la distancia del Dios "Otro" y distinto, a escuchar sus "silencios", a hacer la "experiencia de Dios".

Orar por las vocaciones es también exponerse a Dios para convertirse a la esperanza en este tiempo de inclemencia vocacional y, sin nostalgias del pasado, indagar y adivinar "lo que él quiere decirnos", qué tipo de vocaciones se precisan hoy, atender a las que él suscita, aunque no sean las que nosotros le pedimos(47).

Orar por las vocaciones es también mirar con ojos nuevos este mundo nuestro, sus necesidades, sus urgencias, y mirar a la vez a las personas que somos, a las que nos rodean, y poner en marcha la misión, haciendo la unión entre los carismas personales que se poseen y las necesidades que "claman" y "provocan".

Si tal es el sentido y las condiciones de una oración cristiana por las vocaciones, toda actividad de oración debería comprender siempre todos esos momentos:

* encuentro con la realidad de los llamados, con su testimonio existencial, con la "narración vocacional" viva y actual, que sea comentario-respuesta a las narraciones bíblicas escuchadas como "palabra de Dios".

* encuentro con las necesidades del momento histórico y del lugar donde se reza, sean las necesidades de la comunidad eclesial, en las dimensiones de la palabra, de la celebración, de la diakonía, de la comunión, sean las necesidades de los hombres tanto de "pan como de la palabra de Dios", que interpelen y provoquen.

* encuentro con los miembros de la comunidad que se encuentran en proceso de búsqueda de la voluntad del Padre, que apoyan a los que buscan, que estimulan su compromiso, que sugieren caminos de vida y de servicio.

* encuentro con la Palabra de Dios hecha historia viva de llamamiento y de respuesta en la historia de la salvación.

* encuentro con el compromiso concreto de una misión, que se propone explicita y públicamente y se asume en alguna concreción individual y comunitaria.

La pastoral vocacional, en esta su función "evocante", tiene aquí todavía un gran campo de acción: orar y educar para la auténtica oración por las vocaciones.

6. Una pastoral vocacional "provocante" y "designante"

Hace ya años que se lanzó desde las altas instancias la consigna de "pasar de la espera a la propuesta" y que Juan Pablo II nos impresionó con aquel grito: "no tengáis miedo de llamar" empujándonos a "bajar entre los jóvenes" y "llamarlos". Pero en general este rumbo aún no ha sido emprendido con coraje por la pastoral de las vocaciones.

Es ya hora de no estar a la espera de que aparezcan jóvenes que se ofrezcan, que hayan descubierto que "tienen vocación", sino de ir al encuentro de ellos para provocarlos a que vayan, a que no se puede pasar de largo ante el pobre herido por los ladrones, a que hay que hacerse samaritano y asumir su cuidado Hay que estimularlos a salir de sus proyectos y esquemas reduccionistas y cómodos, a desinstalarlos de su estar todo el día en la plaza ociosos porque nadie los contrató, de enviarlos a la viña, a la sementera, a la recogida de la cosecha.

Esto coloca al joven ante una vocación, ante un llamamiento que le supera, que va mucho más allá de sí mismo, que le trasciende. La pastoral vocacional provocante estimula para un proyecto que supera al hombre, que le hace salir de sí, que lo saca de la lógica humana que es siempre reductiva y que busca siempre y solo seguridades.

Pero hay más. En una comunidad toda vocacional, toda vocacionante y toda ministerial se debería llegar al proceso de "designación", a llamar para indicar misión, como se realizó en la Iglesia primitiva. Ante el vacío provocado por la muerte de Judas, la comunidad se reúne en oración, se hace el discernimiento de las condiciones objetivas que deben revestir los que hayan de sustituirle en el ministerio de Los Doce, y "designan", por el procedimiento entonces habitual, el echar a suertes, cuál de ellos es llamado por Dios para ocupar ese lugar. O como sucede en la Iglesia de Antioquía que, convencida de que el evangelio era también para los no judíos, se reúne en oración, y elige entre sus miembros aquellos que podían realizar esa misión, y envía a Bernabé y a Saulo, y de esta manera "el Espíritu del Señor" los segregó para la misión a que Dios los tenía llamados de antemano (cf. Hech 13, 1-4).

Son conocidos también los casos de vocaciones como la de S. Ambrosio, S. Agustín, y tantos otros, a quienes en un contexto de oración y discernimiento comunitario, una voz salida del pueblo los indica como hombres capaces para regir sus iglesias, y en esa voz se reconoce el llamamiento de Dios, y sin más reciben el ministerio.

Este parece que es el rumbo que se intuye ya como modelo y praxis de pastoral vocacional, al menos en el caso de los ministerios eclesiales: reunida la comunidad eclesial respectiva, analiza las necesidades que en ella y el entorno eclesial y humano se detectan dentro del ámbito de la misión evangelizadora, se disciernen los carismas de los miembros de la comunidad, y, por el procedimiento adecuado ─votación, aclamación, etc.─ se indica o designa la persona que podría asumir ese ministerio. Tanto la comunidad como la persona, desde un clima de fe profunda y de existencia cristiana radical, son conscientes de que por esa indicación-designación pasa y se hace presente y visible el llamamiento-designio de Dios, y lo acepta y asume en plena libertad, por una parte, y con profundo agradecimiento y alegría, por otra, las dos actitudes fundamentales que indican la presencia de una auténtica vocación.

7. El voluntariado(48)

Estamos asistiendo, entre sorprendidos y admirados, a este fenómeno reciente del voluntariado social, protagonizado fundamentalmente por los jóvenes. Su explosión un poco imprevista y simultanea en todas partes, el desarrollo del mismo, su organización, los servicios que presta, el compromiso que comporta, son factores que nos ayudan a hablar de él no solo como fenómeno social o una moda sino como un auténtico "signo de los tiempos". En lugar de la protesta, la subversión, las utopías un tanto destructoras y gloriosas de los años 60-70, el voluntariado ha optado por poner remedio directo, inmediato, a situaciones concretas, no sea que, como sugiere la M. Teresa de Calcuta, mientras llega la utopía y se cambian las estructuras, la gente se nos muera de hambre.

Aun cuando en sí mismo el voluntariado no sea un fenómeno provocado por la pastoral vocacional ni tenga claro sentido vocacional - de ordinario no comporta opción por una forma de vida ni por una dedicación permanente - sí tiene componentes y referencias fácilmente orientables vocacionalmente y, por supuesto, constituye un nuevo lugar para la pastoral de las vocaciones.

Por su parte, con su estilo y concreciones está ya a indicarnos nuevos rumbos para nuestra pastoral. Baste a este respecto recoger el hermoso párrafo que le dedica la Pastores dabo vobis con el que concluye el párrafo dedicado a contenidos y medios de la pastoral de las vocaciones: «Una pastoral vocacional auténtica no se cansará jamás de educar a los niños, adolescentes y jóvenes al compromiso, al significado del servicio gratuito, al valor del sacrificio, a la donación incondicionada de sí mismo. En este sentido se manifiesta particularmente útil la experiencia del voluntariado hacia el cual está creciendo la sensibilidad de tantos jóvenes. En efecto, se trata de un voluntariado motivado evangélica­mente, capaz de educar al discernimiento de las necesidades, vivido con entrega y fidelidad cada día, abierto a la posibilidad de un compromiso definitivo en la vida consagrada, alimentado por la oración; dicho voluntariado podrá ayudar a sostener una vida de entrega desinteresada y gratuita, y al que lo practica, le hará más sensible a la voz de Dios que lo puede llamar al sacerdocio. A diferencia del joven rico, el voluntario podría aceptar la invitación, llena de amor, que Jesús le dirige (cf. Mc 10,21); y la podría aceptar porque sus únicos bienes consisten ya en darse a los otros y "perder" su vida» (n. 40).

8. Los santuarios

La pastoral vocacional apenas ha explotado la energía vocacional que suponen los santuarios como lugares de profunda experiencia religiosa, especialmente los santuarios marianos. Comienza a aparecer ya en las praxis y en las reflexiones las referencias a esta energía(49).

Baste llamar la atención sobre una doble posibilidad a explotar: en primer lugar, la de arbitrar exposiciones vocacionales permanentes, guiadas, donde se presenten las diferentes vocaciones eclesiales; en segundo lugar, ofrecer servicios permanentes de atención personal a cuantos lo deseen, como un servicio de esclarecer el sentido de la vida.

Ambos servicios, u otros que podrían imaginarse, serían procurados sin duda alguna por muchos de los jóvenes que visitan los santuarios, sobre todo al término de peregrinacio­nes bien preparadas, donde se habrán suscitado en ellos interrogantes, búsquedas, inquietudes.

Uniendo todas las posibilidades de personas, de material, de locales de las diferentes congregaciones y carismas no parece dificil, en lugares como Fátima, realizar estas u otras iniciativas.

IV. ¿HACIA UNA HUELGA DE PASTORAL VOCACIONAL?

Para terminar señalaríamos un último apunte. Lo indico con el título de un artículo publicado en una revista francesa hace algunos años: ¿Hacia una huelga de Pastoral Vocacional?.

Cuando los delegados o animadores de la pastoral vocacional se sienten tan presionados por sus ambientes que les exigen permanentes cuentas de resultados numéricos (cuántas vocaciones has conseguido); cuando comienza a advertirse que disminuye el número de esos delegados o se les carga a la vez con otras tareas que de hecho les ocupan su mejores energías; cuando se enfrenta con las dificultades que los jóvenes experimentan al contacto con algunas vocaciones o comunidades; cuando experimentan el desinterés de los más por las vocaciones y que la mayor parte se desentienden de ese compromiso; cuando se advierte el desperdicio de tantas vocaciones subocupadas u ocupadas en actividades dificilmente comprensibles desde la proclamada consagración al Reino, la pregunta por la huelga, la tregua, "el periodo sabático" en el trabajo de PV parece surgir, si no legítima, sí espontánea.

La PV no puede declararse en huelga porque la causa que trae entre manos no es de ella, el perjuicio no es para ella ni para las familias a que puedan pertenecer, es para los destinatarios, y estos merecen siempre, a pesar de todas las dificultades, exigencias, inhibiciones y aún fracasos, todo nuestro respeto y desvelo. Si de huelga hubiera que hablar, habría que hablar de huelga "a la japonesa", una huelga de celo, de una mayor productividad, de un mayor empeño.

Hay un aspecto concreto en el que sí deberíamos hablar de huelga en sentido estricto: la de no volver a leer estadísticas vocacionales. A la siempre problemática exactitud de los datos hay que añadir la dificultad de interpretación de los mismos. Y sobre todo la huelga está justificada desde la razón simbólica de la que hablamos. Nunca unas estadísticas nos indican si hay "más signo", aun cuando haya "más o menos signos"

Si no cabe más que esa huelga, sí es cierto que esta pastoral debe seguir siendo , como lo ha sido en los últimos tiempos, un fermento potente y exigente de renovación, insistiendo en sus preguntas inquietadoras, en sus sugerencias estimuladoras, en sus exigencias de cambios profundos y radicales. Desde la conciencia de que si la crisis de vocaciones continúa a pesar de todos nuestros esfuerzos, a pesar de la multiplicación de actividades, de personas, planes, proyectos, Dios nos está queriendo decir algo muy serio.

a) Un primer interrogante de la pastoral vocacional a las iglesias, y su primer servicio, sería el de despertar la conciencia y exigir la realización de una profunda y adecuada "redistribución y reestructuración" de los efectivos vocacionales, sean sacerdotales, sean de vida consagrada.

En cuanto a los presbíteros, la Santa Sede hace ya años que viene insistiendo sobre ello, con Documentos, con Comisiones. No consta que haya tenido demasiada respuesta. Cuando vemos tantos sacerdotes acumulados en algunos lugares y vemos otros agobiados hasta caer de infarto en la brecha del ministerio la PV debería incentivar-exigir una mejor distribución del clero para continuar en su labor de promoción de vocaciones sacerdotales. Cuando encontramos tantas vocaciones encuadradas en existencias acomodadas, mediocres, rutinarias, profesionalizadas, en cierta medida desaprovechadas ministerialmente hablando, no parece que tengamos mucho derecho a seguir trabajando en favor de más vocaciones, pero sí de "otras". La huelga de celo exigiría aprovechar al máximo las que ya tenemos.

De manera semejante hay que hablar de la vida religiosa. Cuando hay tanta necesidad de presencia significativa de vida religiosa en tantos lugares y se comprueba la acumulación de tantos carismas semejantes en unas determinadas áreas geográficas, si la mies está abandonada en donde existe y los segadores se disputan las escasas espigas con hoces semejantes, parece que la pastoral vocacional debería exigir que las instancias respectivas pusiesen remedio a esta situación. O empeñarse en suscitar esas "otras vocaciones" que parecen responder más adecuadamente a las nuevas situaciones y necesidades.

b) Un segundo campo de actuación renovadora sería que la pastoral vocacional estimulara la creación de obras comunes atendidas por diversas vocaciones.

Cuando hay tantas obras atendidas por congregaciones con carismas muy semejantes, parece obligado , por convicción, y también por la coyuntura vocacional, ir hacia la creación de obras comunes (colegios, hospitales, universidades...) en que se incorporaran a la obra miembros de esas distintas instituciones semejantes. O, como ya sucede con mayor frecuencia, se incorporaran a obras cuya propiedad o gestión sea también conjunta, o de otras instituciones, religiosas o civiles.

Parece que se va vislumbrando una situación ideal: que la propietaria de todas las obras de apostolado fuera la iglesia particular, y que a ella se incorporaran, desde sus respectivos carismas, las distintas congregaciones con carisma para su desarrollo.

Las Congregaciones religiosas, en coherencia con sus opciones de pobreza y de servicio preferencial a los pobres, parece que no deberían ser propietarias de obras, para no ocultar su razón simbólica, y deberían estar permanentemente dispuestas a colaborar allí donde se las llamara, es decir, donde las iglesias particulares las necesitaran y pidieran su colaboración desde su específico carisma. Si hacia esto se caminara, se haría frente de manera racional a las necesidades de sus servicio carismático con menores efectivos numéricos.

c) En tercer lugar, la "huelga" debería encaminarse a no consentir en continuar el trabajo vocacional como francotiradores, en competitividad con las otras demandas eclesiales, sino exigir ya permanentemente encuadrarse en proyectos conjuntos, de tipo diocesano, que cultive todas las vocaciones, que permita, por consiguiente, la presentación y oferta de todos los carismas existentes en cada iglesia particular, sin privilegiar ninguno, aun cuando cada uno de ellos pueda tener sus representantes en los organismos adecuados y continúen a realizar el acompañamiento personal de aquellos jóvenes que en el proceso de su discernimiento vocacional se sientan en sintonía con uno u otro de esos carismas.

Que el Señor nos ilumine para vislumbrar los cambios de los vientos, y nos empuje a secundar los impulsos del Espíritu, con su acierto, con su fortaleza. Quizá en los años próximos nos toque abandonar los hábitos del pescador para vestir los del labrador: echar la simiente, cultivar el campo, alimentar la espera en la paciencia con la oración, descansar serenos sabiendo que la semilla crece y germina mientras dormimos, asumir y permitir que sean otros los que recojan la cosecha.

43. Cf. A. Cencini, Vocaciones ..., p. 53-92.

44. Cf. A. cencini, Coordenadas...en Seminarios, n. 140 (1996) 169-170.

45. A. Cencini, Vocaciones..., p. 58-65.

46. Acerca de las condiciones y peligros de las experiencias vocacionales que no llevan al compromiso, cf. E. Masseroni, La pastorale vocazionale di fronte alle nuove sfide culturali. Per un progetto operativo, en AA. VV. Cultura e vocazioni, Rogate, Roma 1994, 119-136.

47. Resulta aleccionador a este respecto lo que decía una religiosa italiana del Cottolengo: estamos rezando todos los días al Señor que nos envíe curas y monjas, y aquí nos llegan todos los días grupos ingentes de voluntarios y no sabemos qué hacer con ellos.

48. Resumimos aquí lo ya indicado en el Editorial del n. 118 de Seminarios, bajo el título "Voluntariado social y pastoral vocacional", 36 (1990) 401-408.

49. Las revistas Jeunes et vocations, del Centro Nacional de Vocaciones de París (cf. n. 78, 1995) y Vocazioni, del Centro Nacional de Roma han dedicado ya números específicos a este fenómeno. Cf. también nuestras reflexiones en el Editorial del n. 113 de Seminarios, sobre el Encuentro del Papa con los jóvenes en Santiago de Compostela, 35 (1989) 267-272.