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En el post-Año Sacerdotal

Hemos seguido con interés el proceso del Año Sacerdotal y lo hemos vivido con gozo y también con preocupación. Y al encontrarnos, ahora, en el post-Año Sacerdotal nos vemos ante una serie de preguntas a las que debemos dar respuesta: ¿La aportación del Año Sacerdotal ha sido tan decisiva como para marcar un cambio de etapa en la presentación del sacerdocio y de la vida del sacerdote? ¿Lo vivido entre nosotros nos lleva a hablar de un «antes» y de un «después» del Año Sacerdotal? Como respuesta decimos que, aunque la experiencia particular no haya sido para tanto, sin embargo, lo que se ha vivido en la Iglesia será en el futuro referencia para el nuevo planteamiento que se vaya haciendo del sacerdocio. Y decimos más: que nuestro momento sacerdotal tiene ya unas connotaciones propias, que pueden apreciarse y que pasamos a señalar.

- La grandeza del sacerdocio y la debilidad del sacerdote. Ha sido muy llamativo que al mismo tiempo que a lo largo del Año Sacerdotal abundaban afirmaciones espléndidas sobre la grandeza del sacerdocio, llovían denuncias escandalosas sobre los sacerdotes. Dos experiencias, aparentemente incompatibles, pero que se han ido armonizando. Ha sido un momento decisivo para una toma de conciencia ajustada en la Iglesia de lo mucho que es el sacerdocio, a pesar del comportamiento del sacerdote, y de todo lo que pide al sacerdote, aun en medio de su debilidad. Ha sido una gracia especial, porque el ministerio sacerdotal nos sitúa ante el misterio de la libertad de un Dios que es amor y el misterio de la libertad de un hombre llamado a vivir en superación constante.

- Un sacerdocio sin rebajas. No cabe duda de que ha sido un año de conversión y de intensa purificación; necesariamente nos ha llevado a mirar nuestra vida personal y nuestro comportamiento de sacerdotes. Está muy claro que la verdadera conversión nunca admite ni justificaciones ni rebajas, sino que siempre postula verdad con exigencia. La garantía de la conversión no es la rebaja sino la exigencia. El hecho es que Benedicto XVI, en el rezo del «Angelus» el día 13 de junio, a los dos días de clausurar el Año Sacerdotal, afirmó: «Los sacerdotes son bs primeros obreros de la civilización del amor». El punto de partida que explica esta afirmación no es sólo una aspiración de Benedicto XVI sino que es algo más profundo: la misma identidad del sacerdote, que es el amor.

- La necesidad de re-situar el sacerdocio ministerial en nuestras Iglesias particulares. Solamente hacemos una llamada de atención. Contamos con la realidad preocupante de nuestras diócesis, cuyo panorama a corto y a medio plazo está al alcance de nuestra mirada, si no tenemos los ojos cerrados; y contamos, además, con una visión acertada de lo que en las iglesias particulares es eLministerio sacerdotal. La labor que nos espera incluye discernimiento, valentía y decisión.

- El sacerdote diocesano «a la intemperie». Es una situación que, a nuestro juicio, merece una atención peculiar. Precisamente, porque la diocesanidad no ha sido abordada directamente a lo largo del Año Sacerdotal, aparece, ahora, con mayor notoriedad el desvalimiento del sacerdote diocesano. Creemos que el tema está exigiendo, y con urgencia, un adecuado tratamiento.

(Fuente: Editorial de la revista SURGE, n. 662)