El PERFIL DEL PASTOR QUE NECESITAN
HOY AMERICA LATINA Y EL CARIBE
Mons. Guillermo Melguizo Y.
Introducción
Percibo cada vez con mayor claridad, que los Seminarios Mayores donde se forman los futuros Presbíteros, y los cursos serios que preparan a los Formadores, no pueden iniciar una formación auténtica e integral, si no miran como en un espejo lo que se ha dado en llamar el perfil del Pastor que necesitamos hoy.
La verdad es que ya es abundante la literatura que ha corrido debajo de los puentes de la Iglesia al rededor de este apasionante tema. Y es que el asunto es obligado cuando se inicia un nuevo siglo; con mayor razón, cuando comienza un nuevo milenio; y desde luego, cuando los cambios socioculturales han sido tan profundos que ya se puede hablar de un nuevo espacio o de una época nueva en la historia de la humanidad.
Partimos de la base ciertamente, de que existe un marco fundamental e intransferible, del cual no nos podemos separar, y es que, en palabras del Papa Juan Pablo II, “hay una fisonomía esencial del sacerdote que no cambia, un rostro definitivo del Presbítero que apareció en Cristo, una dimensión destinada a durar y a reproducirse incesantemente; si bien el Sacerdote debe adaptarse a cada época y a cada ambiente de vida para producir sus frutos”.
¿Y por qué, cuando hablamos de un nuevo perfil o de una nueva tipología del Pastor que necesitamos hoy, marcamos el acento en América Latina y el Caribe? ¿No serán idénticos los pastores que necesita hoy la Iglesia en el universo mundo?.
Claro que no, porque las circunstancias cambiantes, el aquí y el ahora, las expectativas de nuestros pueblos, la mayor o menor maduración de la fe , la cultura dominante, el proyecto pastoral de la Iglesia, etc. todo ello condiciona de alguna manera el perfil del pastor.
Este perfil no puede en manera alguna prescindir de un contexto sociocultural que es la modernidad y la posmodernidad; no puede olvidar un presupuesto eclesiológico que es la Iglesia-misterio, la Iglesia-comunión, y la Iglesia-misión; no puede dejar de lado tampoco un proyecto global pastoral que se llama la nueva evangelización.
El tiempo también condiciona el perfil del Pastor. Porque hay elementos válidos del pasado que no se pueden desconocer; hay urgencias del presente, que no dan espera. Hay realidades pretéritas que hoy no nos dicen nada y que inclusive pueden llegar a ser nocivas y contraproducentes.
Una síntesis equilibrada del ayer y del hoy, condiciona necesariamente el mañana. Aunque ese mañana y ese futuro estén tan cerca que se vuelven actualidad. Los cambios son tan acelerados y tan profundos que el futuro se nos volvió presente como dijera Alvin Toffler.
Por eso preferimos la expresión “del perfil del pastor de hoy”, a la de “el perfil del pastor del mañana”. Pero antes del elaborar el perfil honrado del hoy, necesitaríamos recorrer la historia de la Formación Sacerdotal (su pasado y su presente), a la luz de la misma historia y de las exigencias de la Iglesia en sus múltiples y ricos documentos: los del Vaticano II para la Iglesia Universal, y los de las cuatro Conferencias Generales (Río de Janeiro, 1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo, 1992) del Episcopado Latinoamericano, para nuestro Continente y el Caribe.
De igual modo tendríamos que estudiar el marco situacional del mundo y de la Iglesia, particularmente el que nos ofrecen el Sínodo de 1971 (el Sacerdocio y la Justicia en el mundo), el Sínodo de 1990 (Pastores Dabo Vobis), el Sínodo para la Américas de 1997 (Ecclesia in America), y el Plan Global del CELAM (1999 – 2003).
Ahora, si el perfil tiene como finalidad ofrecer un desideratum o un espejo, para construir desde allí el pastor, desde su formación inicial, tendríamos que adoptar un esquema en cuatro dimensiones:
-desde su formación humana
-desde su formación espiritual
-desde su formación intelectual
-desde su formación pastoral, pero somos conscientes de que es necesario mirar todos los aspectos de su formación en sus mutuas relaciones e integralidades; y somos sabedores de que si separamos los campos, no es para dividirlos, sino para distinguirlos y acentuarlos.
Claro que ahora no vamos a desarrollar cada uno de esos presupuestos. Nos contentamos con enunciarlos. Tal vez vamos a acentuar el de la nueva evangelización que ciertamente se debe tomar en serio a la hora de elaborar el perfil.
- Perfil del Pastor de Hoy desde las cuatro dimensiones de la Formación Presbiteral
Hemos escogido el esquema de las cuatro dimensiones de la formación Presbiteral para señalar las mínimas exigencias de un perfil, pero somos conscientes de que un listado frío nada dice a quien no está en el contexto general de estos temas. Es verdad también que no pocos elementos se repiten, se entrecruzan y mutuamente se exigen y complementan.
- -Desde su formación humana el pastor de hoy debe ser:
-ante todo humano, fiel al hombre, maduro, disciplinado.
-amigo, sincero, servidor, solidario, hospitalario.
-discreto, prudente, comprensivo, escuchador.
-responsable, ordenado, metódico.
-justo, fraterno.
-comprometido.
-sensible.
-buscador y defensor de la verdad y la justicia.
-promotor de la vida.
-defensor de los derechos humanos.
-preocupado por su formación permanente.
Como telón de fondo podríamos sugerir: Flp 4.4-9; OT 11; PO 3; RF 39-44; PDV 5-10-43.
- Desde su formación espiritual el pastor de hoy debe ser:
-un hombre y un creyente con experiencia de Dios (hombre de fe y hombre de oración)
-fiel a Dios, a sí mismo y a la Iglesia.
-configurado con Cristo, y signo personal de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor.
-testigo del Evangelio (testigo, narrador de la memoria de Jesús), con un proyecto personal de vida a la luz del Evangelio.
-discípulo, contemplativo.
-lleno del Espíritu Santo; santo para santificar a la comunidad.
-preparado para dar el testimonio martirial de la Iglesia.
-casto, obediente, pobre (viviencia de los consejos evangélicos).
-signo visible de lo invisible.
-preocupado por su formación permanente en este campo.
Como telón de fondo sugerimos: Mt 5,48; Jn, 1-5; Gál 2,20; OT 8-13-15-16-17; PO 12-13-14;RF 44-58; P. DV 19-39.
- Desde su formación intelectual el pastor de hoy debe ser:
-competente teológicamente.
-poseedor de recta doctrina.
-sanamente crítico.
-estudioso y analítico
-abierto a los cambios
-actualizado.
-hombre de criterios seguros.
-promotor de la cultura.
-evangelizador de la cultura.
-conocedor de los medios de comunicación social
-preocupado por su formación permanente en el campo intelectual.
Como telón de fondo sugerimos: 1 Pe 3,15; OT 13-19-22; PO 19;RF 59-64; PDV 51-56; Fides et Ratio.
- Desde su formación pastoral el pastor de hoy debe ser:
-maestro de la Palabra (profeta).
-ministro de los sacramentos (liturgo).
-guía de su grey (pastor).
-el hombre de la misión (apóstol) y de la comunión (servidor).
-apostólicamente inmerso en el mundo.
-atento a los signos de los tiempos (caminar con la historia).
-inculturado.
-compañero de los hombres.
-testigo de la misericordia de Dios (buen samaritano).
-protagonista de la Nueva Evangelización.
-misionero.
-promotor de la unidad de la Iglesia y en su Presbiterio.
-interesado por la Pastoral de Conjunto.
-presidente de la fiesta de la vida y de la bendición.
-preocupado por su formación permanente en el campo pastoral.
Como telón de fondo podemos sugerir: Jn. 10, 1-17; Jn. 13, 12-17; 1 Cor. 9-19; OT 19-21; PO 3; RF 94-99; PDV 55-60.
- Perfil del Pastor desde la Nueva Evangelización
“No habrá Nueva Evangelización si no hay nuevos evangelizadores”, escribe Juan Pablo II en la Pastores Dabo Vobis (PDV 2) y más adelante señala la Nueva Evangelización como condicionante sobre todo de la Formación Permanente: “la Formación Permanente es hoy particularmente urgente, no sólo por los rápidos cambios de las condiciones sociales y culturales de los hombres y de los pueblos, sino por aquella “Nueva Evangelización” que es la tarea esencial e improrrogable de la Iglesia en este final del segundo milenio” (PDV 79).
Y en otro lugar: “la Nueva Evangelización tiene necesidad de nuevos evangelizadores, y estos son los sacerdotes que se comprometen a vivir su sacerdocio como camino específico hacia la santidad” (PDV 82).
El tipo de sacerdote del nuevo milenio y la formación que requiere, según el espíritu de Ecclesia in America, es el de un hombre que vive su encuentro personal con Jesucristo vivo, para ser agente cualificado de conversión, comunión y solidaridad, y poder así impulsar la Nueva Evangelización.
¿Y qué es la Nueva Evangelización?
Es una nueva etapa de la evangelización ya iniciada, pero adaptada a las circunstancias actuales. Es la proclamación actualizada del Evangelio, a partir de sus raíces más profundas, teniendo en cuenta las luces y sombras de la evangelización primera, y los desafíos históricos y culturales del momento.
La Nueva Evangelización busca un fortalecimiento y profundización de la fe del pueblo. Es la respuesta a una fe débil y superficial, no comprometida, y es una respuesta a la incoherencia real entre la fe y la vida, característica de nuestros pueblos.
En sus múltiples contactos con los países de este Continente Americano, el Papa Juan Pablo II se encontró con un hecho concreto y real: América Latina, con sus deficiencias y problemas, es cristiana a pesar de todo. Y es cristiana, gracias a la evangelización primera o fundante. Pero este cristianismo ofrece grandes contradicciones: coexistencia de fe e injusticia social; de fe y violencia; de fe y corrupción. Esta dolorosa realidad es un reto permanente, no tanto al hecho mismo de la evangelización, cuanto a la calidad y al contenido de la misma. Eso fue lo que lo hizo exclamar en todas partes: necesitamos emprender urgentemente una Nueva Evangelización que logre la coherencia entre la fe y la vida.
¿Cuál sería entonces el perfil de los Pastores de la Nueva Evangelización?
Anoto cinco aproximaciones complementarias:
- El Pastor de la Nueva Evangelización debe ser un hombre autoevangelizado.
Es el que está convencido de que la Nueva Evangelización comienza en sí mismo; el que ha logrado una profundización personalizada de su fe; el que ha logrado que su fe se convierta en verdadera experiencia religiosa personal y testimonial, porque ha hecho de ella una síntesis vital. “La Iglesia le va a pedir al Sacerdote que sea una persona profundamente creyente, y que lo sea cada vez más” (PDV 73).
- Debe ser un hombre que reconoce serenamente el pasado
Es el que tiene una idea clara y objetiva de la evangelización fundante o primera evangelización; el que acepta sin escandalizarse los vacíos, errores y equivocaciones de la Iglesia, pero se enorgullece de sus reales aciertos.
- Debe ser un hombre que asume con realismo los retos y desafíos del presente
Es un hombre delicadamente atento a percibir los signos de los tiempos. Es aquel que se compromete con la promoción integral del hombre y es consciente de los desafíos de la cultura dominante o nueva cultura. “Agente calificado, preparado y seguro ante los desafíos de la modernidad” (PDV 51).
- Debe ser un hombre que contemple con esperanza el provenir
Es un hombre que se siente instrumento del Señor Jesucristo, signo personal del Buen Pastor; consciente de que Jesús es el Señor de la Historia. Hombre que siembra y cultiva la esperanza y la misericordia en un mundo como el nuestro tan propenso al desaliento y a la desesperanza. Un hombre optimista con la salvación que ofrece el Señor a través de su Iglesia.
- Debe ser un hombre comprometido con su Formación Permanente.
Casi, casi, que las cuatro primeras aproximaciones se pueden sintetizar en ésta última. Porque se trata de la Formación Permanente que es “fidelidad al Ministerio Sacerdotal” y “proceso de continua conversión” como la llama tan atinadamente Pastores Dabo Vobis.Es buscar la unidad interior que garantiza la caridad pastoral.
Al terminar este recorrido, descubre uno que se quedan muchas cosas en el tintero. Me hubiera gustado por ejemplo, hablar de los “Relatos del Cura” con sus dilemas culturales y tensiones personales, al estilo de J. García Roca (Iglesia Viva, No. 145, p. 11-32 de 1990).
“Han nacido dice él, a lo largo de la historia, diferentes modelos que intentaban realizar la inspiración evangélica a través de unos registros socioculturales del pasado: el sabio griego, el profeta judío, el legislador romano, o el intelectual ilustrado, y es así como han aparecido los relatos del cura”:
-El relato del Guía, que nace inspirado por los relatos del Buen Pastor e incorpora su práctica a la dimensión sapiencial (el que cree lo que dice y dice lo que cree). Con la tensión existencial de lucha entre la teoría y la praxis y entre la ley y la libertad.
-El relato del Sacerdocio, inspirado en el sacerdocio levítico, mediador ante la divinidad, con lugar y personalidad sagrados. Con la tensión existencial de que va a descubrir que Jesucristo es el único mediador, y de que ya existen la secularización y la desacralización.
-El relato del Clérigo, que es el sacerdocio vivido como una profesión en un espacio social, con prestigio y poder. Con la consiguiente tensión existencial de una Iglesia estratificada, y con la pregunta de ¿si esa es la Iglesia que quiso Jesucristo?.
-El relato del Animador sociocultural, por deseo de encarnación, por la lucha por la justicia. Con la tensión existencial entre el apóstol y el profeta.
-El relato del Intelectual, cuando el cura se vuelve Presbítero, elitista. Es la ilustración que llega al Presbiterio. Su tensión aparece cuando no sabe si transmite más interrogantes que certezas. ¿quién prevalece, la tradición o la razón?.
Por eso, concluye diciendo García Roca, que hoy hay que trazar “nuevos y practicables caminos pastorales”. Todos los relatos expuestos tienen en común su pertenencia al mismo paradigma: la sobredimensión de la personalidad. La realidad actual es muy compleja. La sociedad actual es muy vulnerable a factores de influencia. Hoy, ante todo, hay que curar, ejercer un ministerio, un sacramento.La realización personal de este sacramento tendrá que ser forzosamente plural, tan variado como situaciones humanas existen, tan multiforme, como necesidades tiene la comunidad de Dios.
El cura homogéneo es hoy impensable. Ante la anunciada crisis de los relatos, hay que experimentar todavía nuevos registros para la situación actual. Tendrán un rasgo común: el acompañamiento. Es la capacidad de madurar procesos, de transitar a veces por la ambigüedad, y de no poder ofrecer a veces, más que la simple compañía. “Es el Presbítero del acompañamiento”.
Luis Rubio Morán (Evangelizadores Siglo XXI – Seminarios, 1999, no. 151, vol. 44, p. 25-67), piensa por su parte que tenemos que llegar cada vez más “al modelo existencial”, y que el diseño de la figura sacerdotal del nuevo evangelizador tendrá rasgos y características que no siempre responden a un modelo teológico claramente diseñado. Y que por eso es preciso pasar:
-Del celoso guardián del rebaño, a un corazón compasivo.
Es la caridad pastoral en la que el Sacerdote se configura con Cristo Buen Pastor.
-De reyes dominadores a servidores humildes de la grey.
Cristo es el Pastor. El siervo. El Sacerdote no es ni dueño ni propietario sino administrador y servidor.
-Del maestro doctor a la sabiduría de un corazón que escucha.
Hoy se requieren testigos del misterio, que hablen de lo que viven. Son contemplativos.
-Del residente al itinerante.
Es la misioneridad. No está atado a ningún grupo, sector o movimiento.
-De autosuficiente a pobre.
Es el desinteresado, magnánimo y auténtico.
-De predicador portavoz de Dios a testigo narrador de la memoria de Jesús.
Es el Ministro de la Palabra que garantiza la continuidad del Evangelio de Jesús.
-De gestor de la comunidad a Presidente de la Comunión.
Es el coordinador y animador de los carismas que hay en la comunidad.
-De la atención al rebaño al cuidado personal de las ovejas.
Hoy se exige pastoreo personal, para una cultura de la reconciliación y de la solidaridad.
-De oficiante de servicios religiosos a Presidente de la Fiesta de la Vida y de Bendición.
Es la cultura de la vida frente a la cultura de la muerte.
Podemos concluir entonces, que no es fácil diseñar el perfil de un Pastor, máxime cuando se trata de dar respuesta a las exigencias de un Continente tan original e irrepetible como es el nuestro de América Latina. Pero las cuatro dimensiones de la Formación Presbiteral tienen una palabra importante qué decir; la Nueva Evangelización por su parte, es exigente como la que más. Hay que inventar cada día nuevos caminos pastorales, y cada día hay que descubrir los auténticos modelos existenciales.
(Tomado de la revista OSLAM 36 [2000])
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