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 LA PASTORAL VOCACIONAL PRESBITERAL EN LA ACTUALIDAD I

Presentación de la Encuesta sobre la Pastoral Vocacional de la POVS (2008) con particular atención a las referencias latinoamericanas

Mario Oscar Llanos sdb 

Director del Instituto de Pedagogía Vocacional

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad Pontificia Salesiana - Roma

 

Introducción

La Pontificia Obra para las Vocaciones Sacerdotales había recibido en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Educación Católica, ya en el 2005, el mandato de redactar «un nuevo documento inherente la pastoral vocacional para el ministerio sacerdotal» 1. La redacción del mismo exigía una ilustración sobre la situación de la pastoral vocacional (=PV) para el ministerio presbiteral, que permitiera una reflexión operativa. Con este fin se pensó realizar la Encuesta.

1 PONTIFICA OPERA PER LE VOCAZIONI SACERDOTALI (A CURA), Le Vocazioni al ministero sacerdotale. Inchiesta rivolta ai Delegati per la Pastorale Vocazionale delle Conferenze Episcopale ai Direttori dei "Centri Nazionali Vocazioni", s/d 2008.

Se identificaron cinco preguntas fundamentales a partir de las cuales se articularon varios interrogantes que las concretizaban con mayor precisión.

1. La primera pregunta se refería a la PV para las vocaciones al sacerdocio ministerial en la pastoral de conjunto. Se preguntaba cuáles eran los signos de la PV específica y significativa para el sacerdocio ministerial a través de la pastoral de conjunto, el anuncio, el servicio, la comunión, la liturgia y la sinergia de los diferentes sectores pastorales del contexto eclesial.

2. La segunda pregunta analizaba la comprensión de la identidad de ministerio sacerdotal que se respiraba y se reflejaba en la vivencia vocacional local, en particular, entre los fieles, los sacerdotes, en la sociedad y en la cultura.

3. La tercera estudiaba la metodología de la propuesta de la vocación al ministerio presbiteral, pidiendo noticias respecto a las edades privilegiadas, los destinatarios preferenciales, el lugar asignado al pequeño clero (monaguillos) en cuanto destinatarios de la PV específica, las concretas modalidades de propuesta de la vocación sacerdotal, el servicio al conocimiento de sí, el discernimiento y el acompañamiento vocacional, los itinerarios y las propuestas sistemáticas existentes.

4. El cuarto interrogante investigaba la organización y la animación de la PV, preguntando en particular sobre los aspectos positivos y aquellos a mejorar, las necesidades formativas de los operadores vocacionales.

5. Finalmente, la última pregunta estudiaba las hipótesis para el futuro, los criterios y las estrategias que se pueden señalar a partir de las mejores experiencias prácticas, las indicaciones operativas más urgentes para la eficacia de la PV sacerdotal y las expectativas respecto al rol de la Pontificia Obra para las Vocaciones Sacerdotales en el campo.

 

 

Responsables. La encuesta fue elaborada con la participación de los Señores Consultores de la POVS, con los representantes de las Congregaciones de la Evangelización de los Pueblos, del Clero y de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. 

Respuestas. La encuesta recibió luego 52 respuestas en 7 lenguas, la mayor parte de los responsables de Centros Nacionales Vocacionales, alguna de Centros continentales, en particular, del CELAM, y alguna de algún Centro vocacional diocesano. Las respuestas fueron recogidas con la ayuda de los estudiantes del Instituto de Pedagogía Vocacional de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma, en un texto de 424 páginas. En ellas y en los datos apenas señalados se puede descubrir una particular resonancia de la vivencia eclesial en el sector.

Es particularmente digna de atención la falta de respuesta de tantos Centros Vocacionales Nacionales, y también el hecho que en las respuestas recibidas, se percibían resistencias, no siempre sometidas a la luz de la razón, y provocadas por el «tema» propuesto por la POVS en la encuesta. Se decía que el tema era reductivo, que no valía la pena tratarlo en forma aislada de las demás vocaciones, que no se debería «caminar para atrás» en este campo. Varias respuestas consideraban que  no era principalmente necesario estudiar este tema y hubiesen querido, en cambio, una mayor atención a las diferentes vocaciones en la Iglesia

Validez del tema. Más allá de los acuerdos y desacuerdos que la Encuesta en sí misma haya podido suscitar, tengo la convicción de que el tema en sí  mismo es válido y merece una reflexión profunda. En efecto, una seria motivación la expresaba el Papa Juan Pablo II diciendo: «la falta de sacerdotes es ciertamente la tristeza de toda Iglesia»2.

2 JUAN PABLO II, Pastores Dabo Vobis, 31.

Caracterización de los datos recogidos. El texto de las respuestas resulta una fuente particularmente fragmentada porque prende en paralelo los aportes de todas las naciones que han respondido. En consecuencia, con las respuestas dadas a un cuestionario totalmente constituido de preguntas «abiertas» por voluntad de la POVS, es imposible arribar a una cuantificación que permita generalizaciones de carácter científico, sino solamente relevar pareceres y visiones particulares y lógicamente parciales. Pero, si esto es un límite importante, por otro lado, la calidad de las personas o entes que responden y la amplitud y en general, la sinceridad y el realismo utilizado al momento de dar las respuestas permite tener una radiografía sugestiva y enriquecedora. Esto sobre todo si se piensa en relevar un cuadro de buenas praxis que pueda ser propuesto como elemento de confrontación para la praxis diversificada en las varias Iglesias particulares o locales.

Una nota característica de esta encuesta es el lenguaje simple, coloquial, familiar asumido por los informadores. En algunas de las respuestas se entrevé una formación teológico-pastoral no indiferente; en otras, una escasa cultivación en este campo. Por eso, no se puede esperar un tratado vocacional, sino sobre todo una expresión inmediata y sintética, que parte fundamentalmente de la experiencia y no de una reflexión científica articulada.

Además los elementos de la síntesis son provenientes de autores de contextos geográficos distintos con actitudes de fondo a veces dispares de frente a cuestiones de este tipo.

Las respuestas exigen una importante reflexión en el orden de la pastoral y de la pedagogía vocacional en la Iglesia, y no menos en el campo de la formación de los operadores en el sector. 

Finalidad de la relación. Esta relación se propone analizar, sintetizar, organizar y exponer los principales elementos emergentes de la condición de la PV en general, y en particular de la PV del ministerio presbiteral. Ha sido necesario elaborar algunos relieves críticos sobre la variada tipología de las respuestas recibidas, para pasar finalmente a descubrir las líneas inspiradoras y las

perspectivas operativas más urgentes y necesarias para la PV de la Iglesia, especialmente, en campo latinoamericano. 

1. La PV en la pastoral de conjunto 

La vocación a la santidad de todo el pueblo de Dios, como tal, es un elemento transversal a toda la pastoral. 

a) Pasos positivos

La Encuesta nos revela que en muchos contextos la PV ha asumido un particular relieve en la pastoral ordinaria y la integración, con cierta dificultad, se ha convertido ya en una praxis asumida. El indeleble interés por las vocaciones es percibido como una dimensión connatural y esencial en el trabajo pastoral de la Iglesia. Por ello, las comunidades sienten la PV como una preocupación prioritaria y se tiene la impresión que la pastoral de conjunto está al servicio de la PV, la cual es percibida siempre más como integrada, iluminadora y armónica con la pastoral de conjunto. 

A nivel de concepción de la PV, algunos contextos, en efecto, sienten que la renovación a nivel de visión no ha llegado todavía a la praxis cotidiana, pero, algunas se presentan como ineludible una PV comprendida como perspectiva originaria de la pastoral. Es convicción fuerte en los encuestados que la PV tiene que ser acogida por todos los miembros de la Iglesia con un compromiso fuerte y más decidido, porque no es un elemento secundario o accesorio, aislado o sectorial, más bien es una actividad íntimamente inserta en la pastoral general de toda Iglesia particular y tiene que integrarse e identificarse plenamente con la ordinaria cura de las almas como una dimensión connatural y esencial de la pastoral eclesial (cfr. PDV 31). 

En algunas naciones la Iglesia trabaja con gran convicción y ya desde muchos años la investigación y la reflexión conjunta de las distintas vocaciones ha generado las bases para la creación y la acción del Centro Vocacional Nacional. Hay varias instancias de estudio sobre la cultura de las mejores praxis en campo de propuesta, discernimiento y acompañamiento que apuntan a hacer de la vocación el verdadero «corazón» de la Iglesia. 

En todos los contextos donde se han  realizado, los Congresos continentales de PV (América Latina, 1994; Europa, 1997; América del Nord, 2002; Asia, 2007) han tenido gran influjo en la animación vocacional y también los congresos y proyectos nacionales y/o diocesanos, que generan el impulso para activar la realización de programas de atención a las vocaciones específicas, generando una sensibilidad común a grandes territorios. 

Concretamente, hay experiencias que denotan el esfuerzo de comunión en el «hacer» por la PV, y el mayor número de vocaciones se atribuye fundamentalmente a la buena relación entre PV y la pastoral de conjunto. Se descubre así, de modo experiencial la gran validez de la sinergia de los distintos sectores pastorales conectados con la persona en crecimiento (pastoral familiar, pastoral catequística, pastoral escolar, pastoral juvenil)3 y se crece en comunicación evitando el individualismo, la indiferencia o el aislamiento.

3  Ver, por ejemplo, los principales documentos de la Conferencia Episcopal de América Latina de Medellín 13,23; Puebla 886.885; Santo Domingo 80; Aparecida 314; Itaicí 8.

Surgen nuevas iniciativas para la promoción vocacional, servicios o centros vocacionales diocesanos y nacionales o crece la sensibilidad respecto a la transversalidad de la PV en la pastoral de conjunto (por ejemplo, la proclamación de un año vocacional a nivel nacional, que resulta un momento de fuerte sensibilidad social, comunitaria e individual respecto a la vocación). Notables esfuerzos se han realizado en algunas iglesias para insertar la vocación en la cultura, en los medios y en internet.

Hay también programas de promoción de la vocación presbiteral pensados en modo específico, pomo por ejemplo «Priests for Scotland», que se dirige a los candidatos al seminario y a la formación permanente de presbíteros para que puedan hacerse cargo de la promoción del sacerdocio en Escocia, con material publicitario, contacto con los jóvenes en las escuelas, parroquias y en las universidades con la posibilidad de que Dios pueda llamarlos también a ellos.

En algunas iglesias de mayor presencia misionera, la praxis de PV se consolida sobre todo a partir del proceso de asunción local de la responsabilidad de la vida de la Iglesia, por ejemplo, el proceso de «africanización» de la Iglesia en la R.D.Congo que ha dado como efecto un gran interés y compromiso local por las vocaciones. 

 

b) Dificultades

Algunos, sin embargo, piensan que la conciencia de la llamada universal a la santidad y la potenciación de la vocación bautismal promovida por el Concilio Vaticano II hayan en cierto modo provocado la «abolición» de la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Y también que la pastoral vocacional sufre de una imagen de «reclutamiento» en desacuerdo con los ideales de libertad promovida por la sociedad y los medios de comunicación. Además, se dice que la crisis de las vocaciones dura ya por decenios y el surgir de «nuevas vocaciones» que no realizan el ideal de los ancianos, deja una cierta sospecha sobre las vocaciones específicas. A este propósito, la promoción del compromiso de los fieles en la pastoral laical está a veces en oposición al ministerio ordenado y a la vida consagrada.

Algunos sostienen también que el tema vocacional está presente en la pastoral, pero que en la práctica no siempre se llega a una implementación adecuada. No obstante las convicciones, los esfuerzos y las buenas organizaciones para potenciar la promoción vocacional al ministerio pastoral, se requiere mayor compenetración entre las Conferencias Episcopales y los ministros ordenados, los consagrados y los movimientos eclesiales, y mayor atención al trabajo a nivel parroquial. Otros, más aún, habla de una «ausencia» de la vocación en la pastoral cotidiana, a causa de una ceguera de la sociedad contemporánea, porque la Iglesia no funciona más como un cuerpo unido. En efecto, algunas propuestas pastorales fragmentarias han llevado a perder de vista la unidad defendida por los documentos eclesiales.

En algunos contextos la pastoral de conjunto y la PV se mantienen a distancia sin total integración a nivel de praxis, caminando en forma paralela, sin llegar a un proceso sistémico e integrador que incorpore realmente la PV, porque la pastoral de conjunto no llega a darle la importancia que tiene, y se siente la necesidad de «vocacionalizar» siempre más toda la pastoral. Se requiere un salto cualitativo en el cual la PV deje de ser un departamento de la pastoral de conjunto para convertirse en una verdadera dimensión de toda la pastoral para robustecer la cultura vocacional en la Iglesia, un salto de calidad que conecte el nivel de los planes y programas con el del compromiso concreto. 

En este contexto, la vocación sacerdotal o consagrada es poco presentada, y a menudo las tareas referentes a las vocaciones se dejan en mano a un responsable diocesano, olvidando que las vocaciones son tarea de todos los llamados.

En algunos países no existe una estructura orgánica para el trabajo de la PV a nivel nacional; en algunas diócesis existen equipos responsables, en otros esto se confía y se concentra en el servicio de los seminarios y/o de los delegados donde no hay seminarios. Alguno afirma también que allí donde existe disenso con la enseñanza de la Iglesia, el desarrollo de brotes de la vocación ministerial es minimizado o virtualmente no existen. La vocación no está suficientemente valorizada y respetada a causa del influjo de la situación estructural y del desarrollo financiero.

A nivel diocesano, muchos Obispos no hacen de las vocaciones la prioridad clave en su ministerio; concentrados sobre la manutención de los edificios y de las estructuras no miran suficientemente a las necesidades vocacionales de sus diócesis. Muchas diócesis no tienen un responsable para las vocaciones y otras tienen alguno escasamente activo.

En algunos contextos los consagrados no entran en la lógica de la pastoral de conjunto y con la discontinuidad de las personas crean dificultades serias a la realización de los programas que los empeñan. Algunas dificultades se presentan también a nivel de la relación con los movimientos eclesiales, desafíos particulares en el discernimiento, rechazos o negligencias, respecto a la PV y a la pastoral de conjunto. 

En algunos sectores, como la catequesis de iniciación cristiana, la preparación a los sacramentos es necesario acrecentar la dimensión vocacional; trabajar la identidad cristiana o reflexionar fuertemente el área humana, cristológica y eclesial que se convierte en una tarea fundamental de la PV.

Aspectos de la PV que exigen una decidida actualización. Varios son los aspectos de la PV para el ministerio pastoral que requieren una decidida actualización, un empeño y un trabajo serios, según el parecer de los participantes a la encuesta.

Nueva evangelización: Un nuevo anuncio y una nueva evangelización vocacional que sepan recrear el sentido de una más difundida «cultura vocacional», el humus fecundo para la propuesta y el crecimiento vocacional en nuestras comunidades cristianas. 

Teología: Subrayar la concepción de la vida como vocación y la opción de sacerdocio «para hacer el bien». Una seria reflexión teológica sobre la temática vocacional y la ponga con la ayuda de una modalidad comunicativa nueva en los lenguajes y en las formas, más atentas al contexto actual, mensajes breves e incisivos, la reformulación de los subsidios vocacionales y una propuesta vocacional continuada.

Acercar la vocación a los jóvenes de hoy, promover el sentido de la vida; es necesario establecer estrategias para responder a la cultura postmoderna, confiando la promoción vocacional a un responsable diocesano; elaborar un plan de promoción y acompañamiento vocacional de los estudiantes; creación de la cultura vocacional y uso de los medios, explícitamente se reflexionará sobre la importancia del discernimiento.

Asunción de la responsabilidad sobre la Iglesia por parte de los jóvenes: Dar a los jóvenes la posibilidad de especializarse en una profesión de internalización de la idea del cuidado de la Iglesia local y de la conciencia de los cristianos. También es necesario ofrecer formación y actualización pare el trato con personas, saber mantener buenas relaciones humanas, técnicas de acompañamiento y discernimiento, planes pastorales y vocacionales, estudio de la psicología, laboratorios para el descubrimiento de la vocación. Reconstrucción del tejido humano destruido por la violencia, consultoría psicológica y dirección espiritual. 

Comunicación positiva: formación a la comunicación positiva sobre las vocaciones específicas, que mejore la visibilidad de la pastoral vocacional en la Iglesia y la sociedad.

Expresiones típicas de la PV: organización de campamentos vocacionales, jornadas vocacionales, grupos vocacionales parroquiales, formación de los animadores y acompañadores vocacionales; estructuración del Centro Vocacional Nacional; preparación de recursos humanos para una mejor colaboración y dinamismos concretos; encuentros de formación ricos de contenido, organizados a nivel diocesano.

Renovación de los medios para tener un amplio y prudente «reclutamiento»: discernimiento y formación como los de la medicina y de la psicología para la evaluación de los candidatos a la vida sacerdotal, fundados en una antropología cristiana que esté en sintonía con la enseñanza de la Iglesia. Instrumentos, fichas para el discernimiento y el

 

 

acompañamiento; reducir la distancia entre los chicos y los sacerdotes; renovar las modalidades de «reclutamiento» (sic); sensibilizar correctamente respecto al celibato.

Sinergia de los sectores pastorales: PV, pastoral juvenil, pastoral familiar y el voluntariado, la formación de los formadores vocacionales.

Concientización de todos los operadores sobre el carácter vocacional de toda la pastoral y sensibilizar las pastorales afines. 

Concientización del clero respecto a su responsabilidad: a nivel individual, a nivel de los Centros catequísticos diocesanos, de parte de los miembros de los grupos de oración y las pías asociaciones, es muy importante la colaboración de los presbíteros a través del testimonio y una actualización de la pedagogía vocacional que responda a los desafíos de hoy para generar una cultural vocacional.

La formación de los operadores de la PV: la PV no se improvisa y tampoco el operador calificado en el sector; se requieren programas específicos y serios que preparen en varios aspectos teórico-prácticos, de las ciencias humanas, de las habilidades proyectuales y organizativas etc., a quienes trabajan en este campo.

 

2. La praxis pastoral y las vocaciones 

La Iglesia ejerce una acción pastoral multiforme en la cual están presentes todas sus variadas articulaciones: martiria (predicación), koinonía (grupos y comunidades), diaconía (caridad), liturgia (sacramentos y oración). 

En algunos ambientes las preferencias se refieren prioritariamente a las acciones kerigmáticas y litúrgicas, predicación y sacramentos, en otros en menor número privilegian la predicación y la caridad. Alguna respuesta ha tentado también a señalar una jerarquía, indicando que el culto es la acción principal y que luego siguen la palabra, la edificación de la comunidad y el servicio de la caridad. Para algún otro, todavía, las mismas funciones eclesiales se viven en manera diferente según los contextos de las personas: hay quien prepara muy bien la liturgia y la vive, está también quien la vive en modo chato, non convincente y con el reloj en mano; en otros ámbitos, todavía, los jóvenes sacerdotes están orientados hacia expresiones cultuales, mientras los más ancianos están más atentos a la caridad.

Como anticipo y en síntesis, se puede decir que en la praxis pastoral, sobre todo si se pretende que ella sea verdaderamente promotora de cultura vocacional y de vocaciones se requiere un claro equilibrio entre las diferentes funciones:

La vía de la caridad, la opción por los pobres y humildes que es fuente de espiritualidad, experiencia formativa y misión pastoral, para operadores pastorales y destinatarios.

La vía de la comunión; vocación y comunión se sostienen entre sí y el sacerdote, primer constructor de la comunión, es cabeza y corazón de la comunidad en la promoción vocacional actuada en equipo, y en una fecunda relación con el Seminario.

La vía del anuncio; la Iglesia toda a comenzar por los sacerdotes debe actuar una nueva evangelización vocacional y una propuesta a todos, con programas específicos para la vocación presbiteral.

La vía de la liturgia y la oración; «every vocation is born from in-vocation». Todos los educadores vocacionales deben enseñar a orar y destacar el carácter vocacional de la liturgia y de la oración (JMOV).

 

Es necesario establecer un criterio para determinar la validez de las opciones pastorales, esto es la verdadera necesidad comunitaria. Estas acentuaciones pueden ser temporáneas o permanentes. El criterio para evaluar la corrección de la praxis en este caso es si lo actuado o el

aspecto preferido obedece a una necesidad verdadera y a una actitud no ideológica o fundamentalista. La preferencia por un aspecto es válida cuando responde a una necesidad concreta y no se cierra a la totalidad de la praxis eclesial. Procedamos al análisis de la dimensión vocacional de las diferentes funciones pastorales que fueron objeto directo del estudio.

a) La comunidad, promotora vocacional por la vía de la caridad

El ideal de comunidad cristiana es el de un grupo de personas que viven la unidad y la caridad, personas que viven para los demás. Se espera un testimonio hecho de presencia, de atención, de servicio al mundo de los pobres, los preferidos de Dios, a través de la valorización de los grupos «Cáritas» y otras asociaciones.

La Iglesia en algunos contextos, por ejemplo, América Latina, ha identificado siempre mejor a los pobres y los excluidos (indígenas, afro-americanos, portadores y víctimas de enfermedades graves, migrantes, muchachos y chicas sometidos a la prostitución infantil, víctimas de la violencia, no sólo explotados, sino también convertidos en elementos superfluos y descartables. Por eso, el pueblo de Dios siente la necesidad de discípulos-presbíteros, con profunda experiencia de Dios, configurados con el buen Pastor, atentos a las necesidad de los pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los débiles y promotores de la cultura de la solidaridad, ocupados en la atención especial a los niños pobres, marginados ofreciéndoles incluso un verdadero camino vocacional. La «Opción preferencial por los pobres», sin radicalizaciones políticas o ideológicas, con madurez y amplitud, es muy importante en la vocación, en la formación y en la actividad pastoral de los sacerdotes. La cercanía de los sacerdotes a los pobres en los sectores periféricos de las grandes ciudades y sus cordones de miseria es uno de los aspectos de mayor fuerza. La presencia entre aquellos que son más vulnerables y la ayuda humanitaria en los desastres naturales es siempre significativa y eficaz. Esta presencia se le pide al sacerdote también de parte de los laicos. Frente a la riqueza y al poder surge una masa de necesitados y pobres que tocan más de cerca el testimonio y el servicio de caridad de los sacerdotes y de sus comunidades. La Iglesia valoriza estas actitudes sacerdotales también cuando la sociedad no los nota o reconoce. Sin embargo, el porcentaje que se destaca por este servicio es muy bajo todavía y sobre todo concentrado en las comunidades rurales indígenas, en las periferias de las grandes ciudades y en la atención a los enfermos, en las comunidades de base, donde han surgido muchas vocaciones.

Por eso, la propuesta de la liberación a través de la no violencia y la ausencia de dominio es la vía más eminente para discernir la propia vocación en un programa o proyecto vocacional. En efecto, la experiencia del servicio, especialmente donde esta está bien preparada, guiada y enriquecida con un significado confiable y con una experiencia de gran humanidad, conduce la persona a conocerse mejor y a sentir la dignidad del altruismo, como así también la belleza de dedicarse a los demás, y genera una vocación de servicio para la Iglesia y el mundo, que mejora el camino vocacional de los jóvenes, de los seminaristas y de los jóvenes sacerdotes.

En algunos casos el compromiso social de los sacerdotes se realiza como oposición al culto y no en el orden de la fe. Por tanto, el compromiso no es practicado a menudo a causa de la reducción del ministerio sacerdotal a los servicios litúrgico-sacramentales, o bien vence la burocratización del servicio pastoral, el activismo pastoral o la falta de deseo de los sacerdotes de estar con los pobres de la comunidad.

El voluntariado, la Caritas juvenil, la participación en ONG, en los grupos misioneros pueden  ser auténticas escuelas de vocacionales. Pero depende de país a país; en algunos casos el voluntariado produce vocaciones sacerdotales, en otros mucho menos, o bien la experiencia no es tan conocida. Igualmente, la vocación al sacerdocio y/o a la vida consagrada difícilmente se sentiría preocupándose solamente por promover vocaciones para el voluntariado social cristiano. En el itinerario de la fe, de la oración y de la vida cristiana como seguimiento de Jesús

toda persona puede sentir su vocación específica. La PV tendría que fomentar en las parroquias y en las escuelas católicas la intensificación de la acción de caridad entre los jóvenes, subrayando la gratuidad de la acción misma en forma periódica y constante para llevar a vivir la caridad, ayudándoles a realizarse y habilitándoles para donar su tiempo y su energías en modo altruístico.

b) La promoción de la vocación a través de la construcción de la comunión

Vocación y comunión eclesial son elementos co-generadores el uno del otro. Una comunidad unida convoca, y una comunidad que convoca se mantiene unida.

Las respuestas de la encuesta nos dicen que el sacerdote es el director de la «sinfonía del sí» en la PV ordinaria. Considerado como una guía espiritual, un acompañador y su presencia cristiana ofrece sentido al grupo. Él es la cabeza y el corazón que unifican y animan a todos los miembros haciéndose pro-activo en la promoción vocacional. Siendo aquel que transita por todas las pastorales y los servicios de la comunidad puede más fácilmente establecer la comunión entre todos (la formación para este tipo de presencia inicia ya desde el seminario). Todo evento de la vida de la comunidad eclesial, catequesis, reuniones, encuentros, reflexiones, concursos vocacionales, peregrinaciones son oportunidades para crear la pertenencia a la Iglesia a través de la animación y la formación.

La PV se debe realizar también en grupo, en comunión, en equipo, constituidos e instruidos para actuar con las familias, las comunidades, las escuelas, los grupos de adolescentes y jóvenes a través las semanas vocacionales, las visitas esporádicas a las escuelas y los grupos, en la preparación a las ordenaciones sacerdotales y otros pasos vocacionales. «Es necesario que la tarea de promover las vocaciones se desarrolle en modo tal que aparezca siempre más como un compromiso coral de toda la Iglesia» (Juan Pablo II).

En estos grupos o equipos la presencia sacerdotal comprometida ocupa un rol central en la vida de las comunidades y de los movimientos a través de la predicación y la celebración, el discernimiento de los dones y de los ministerios en la comunidad alentando con su vida la santidad, la oración, el compromiso moral y la vivencia litúrgica además a ser el garante del servicio de la caridad. Líder y pastor, se hace guía y maestro de todos los miembros de las comunidades que anima, acompaña y fortifica, un pedagogo, un maestro, un compañero en la aventura espiritual convirtiéndose en el hombre más importante y de confianza de sus poblaciones. La presencia del presbítero es fundamental para los grupos y/o los movimientos, por su capacidad de orientar y calificar el camino de búsqueda de sentido de la vida y de espiritualidad ínsitos en estas propuestas. En algún movimiento el presbítero es funcional al camino de grupo impidiendo al presbítero ser plenamente sí mismo y estar siempre en plena sintonía eclesial con el resto de la comunidad cristiana. Por tanto, es claramente importante rol en el compromiso de más personas y grupos en el servicio a las vocaciones juega el sacerdote. Pero no siempre los sacerdotes son muy conscientes de cuanto deberían respecto a la responsabilidad de animación vocacional entre los operadores pastorales, docentes, operadores de la orientación escolar, fieles, catequistas, religiosos y religiosas del contexto, etc. Pero allí donde esto se concretiza positivamente, este tipo de animación sacerdotal se caracteriza por la amistad, la corresponsabilidad, la cercanía y la formación ofrecida a los operadores. 

El Sacerdote tiene también un rol importante en la conexión entre comunidad cristiana y su relación con el Seminario, estableciendo una relación hecha de simpatía y cercanía que ayude a los fieles a valorizar las vocaciones jóvenes y a ayudarlas en modos concretos, especialmente, favoreciendo la confianza de la gente y la credibilidad del Seminario y de los seminaristas con el propio testimonio. Si el Seminario está lejos, y esto depende fundamentalmente de la actitud de los formadores, la confianza en el Seminario y en la vocación sacerdotal disminuye. El Seminario ha vivido una clara evolución como institución, pasando de una visión de lejanía y extrañeza a

constituirse en un lugar-signo siempre más abierto a la vida eclesial diocesana y en un punto de referencia para el camino de los chicos de primera comunión, los confirmandos, los monaguillos.

Además, es siempre muy importante considerar que las vocaciones surgen en mayor número allí donde la vida de grupos, comunidades y movimientos permiten la pertenencia activa a experiencias intensas y activas.

c) La promoción vocacional presbiteral a través del anuncio específico

«El pluralismo cultural y religioso, en la complejidad del mundo actual, muchas veces confunde y desorienta los miembros de la comunidad. Es indispensable una catequesis evangelizadora que eduque los cristianos a vivir su vocación de bautizados en este mundo plural, manteniendo su identidad de personas que creen y de miembros de la Iglesia abiertos al diálogo con la sociedad y el mundo» (Directorio Nacional de Catequesis – Brasil, 215). Experimentando y anunciando esta buena nueva que es Jesucristo, los catequistas contribuyen al despertar y al incentivo vocacional en la medida en que proponen la llamada que Él hace a sus discípulos y sigue haciéndola a nosotros hoy. No se puede separar la maduración de la fe y la vocación; allí donde no hay un despertar de la fe, un encuentro con Jesús, no puede resonar la voz de Dios. Algunas respuesta subrayan que las dificultades vocacionales se colocan no tanto a nivel de PV, sino a nivel de la pastoral de la fe. Donde hay personas iniciadas en la vida cristiana, allí surgen vocaciones. Sólo la fe orada, celebrada, vivida, personalizada, estudiada, profundizada, sufrida y probada garantiza y robustece la opción vocacional.

Se requiere una nueva evangelización «vocacional» que sepa recrear el sentido de una más difundida «cultura vocacional» realizada en la sinergia de las vocaciones a partir de una relectura eclesiológica y cristocéntrica de los contenidos vocacionales.

Es necesario que los sacerdotes hablen continuamente de la bondad de ministerio ordenado, antes bien que señalar siempre la crisis numérica de los sacerdotes.

Es necesario hacer una propuesta directa, clara, a todos los que parecen no oponer resistencia y a veces también a los que la ponen; muchos se preguntan sobre la vocación sacerdotal concretamente, lo dicen también en las encuestas. El anuncio se debe proponer a todas las edades y circunstancias (sacramentos, ordenaciones, profesiones religiosas, Jornada mundial de oración por las vocaciones, sacramento de la penitencia, los evangelios vocacionales de los primeros domingos del ciclo ordinario del año litúrgico, retiros, eventos particulares, Jornada del Seminario, etc., sin limitarse a los aspectos sacramentales  y/o dogmáticos del sacramento del orden y va realizado con una comunicación positiva y con una formación para la comunicación positiva sobre las vocaciones específicas.

La motivación del anuncio no obedece a los números deficitarios de los seminaristas, sino a una visión marcada por una esperanza evangélica que el Dueño de la Mies sabe ir más allá de nuestras ansias pastorales s y personales, no obstante sean legítimas y comprensibles.

Renovación vocacional de los subsidios catequísticos. Los diferentes textos utilizados en la Catequesis, especialmente en aquellos destinados a la preparación de los niños a la primera comunión o a la Confirmación o a la preparación de los padres al bautismo de los hijos hay temas que ayudan a tomar conciencia de la diversidad vocacional en la Iglesia. Vocación y vocaciones tienen un énfasis específico en muchas actividades catequísticas, libros y materiales, pero no hacen referencia una «dimensión vocacional», más bien a menudo se presentan como una parte importante entre otros elementos de catequesis.

Programas específicos para el anuncio de la vocación presbiteral. Existen programas específicos para el anuncio de la vocación, por ejemplo, el «Fishers of Men» de los Estados Unidos, que ofrecen servicios bien organizados con un programa de animación, entrevistas a los sacerdotes, laboratorios presbiterales, compartir y seguimiento a nivel nacional.

d) La promoción vocacional a través de la liturgia y la oración

«Every vocation is born from in-vocation». Toda vocación ha nacido de la invocación… Solo la comunidad que ora obtiene vocaciones… hay que pedirlas como dice el Señor, por eso toda celebración vocacional es un evento, un encuentro con la Trinidad que llama a cada hombre o mujer de este mundo. 

Las comunidades cristianas han creado iniciativas de todo tipo para orar por las vocaciones, hasta, incesantemente, también día y noche. La oración es la primera tarea pastoral, una acción imprescindible, un trabajo pastoral. «Si la oración es la vía natural de la búsqueda vocacional, hoy como ayer, o mejor como siempre, se necesitan educadores vocacionales que oren, enseñen a orar y eduquen a la invocación» (NVNE, 35).

La celebración litúrgica es una ocasión única para la promoción vocacional. Habría que evitar que algunos momentos de oración quiten a la liturgia su rol específico e integral como campo de animación vocacional. La celebración bien realizada muestra a los fieles la belleza de las cosas sagradas e incentiva el deseo de imitarlas. Las intenciones de oración y las homilías son momentos privilegiados de las celebraciones litúrgicas para insertar las cuestiones vocacionales, también en las festividades o recuerdos particulares (Domingo del Buen Pastor, Jornada por la Santificación del Clero, Sagrado Corazón de Jesús, las fiestas de los santos, las fiestas marianas), como así también las experiencias de «lectio divina» y los grandes momentos de agregación creyente de los jóvenes (JMJ), u otras formas locales como el encuentro del Obispo con los jóvenes en catedral. La propuesta de la vocación sacerdotal podría estar mucho más presente y consistente en las distintas ocasiones litúrgicas, sobretodo, a través del «ser celebrante» de la comunidad y de las ricas dinámicas interpersonales y relacionales con su gente. La preparación de una liturgia, el modo de vivirla y de celebrarla median un mensaje extraordinario, incisivo a nivel vocacional.

Especial atención del sacerdote merecen los «monaguillos», categoría privilegiada para la propuesta vocacional sacerdotal.

Momento especial de oración y generador de oración por las vocaciones y la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, antes del cual se han muchas iniciativas preparatorias. Es un momento privilegiado para suscitar vocaciones en  las parroquias y en otros ambientes pastorales, como la escuela, la familia, incluso entre los más lejanos o en los medios.

 

3. La imagen de sacerdote que emerge en la encuesta

La imagen o perfil sacerdotal que emerge en la encuesta asume una gran importancia a la hora de proyectar una intervención pastoral y formativa válida en materia de PV de la vocación presbiteral.

Un reto de gran trascendencia eclesial a conocer y profundizar. La identidad de los sacerdotes insertos en la cultura actual es una de los principales retos en la vida de la Iglesia. Los operadores de PV están llamados a conocerla para sembrar en ella la semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una llamada válida, comprensible, esperanzadora y relevante para vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para los adolescentes y jóvenes.

a) Rasgos positivos del compromiso sacerdotal

Parte del reto eclesial es mantener los elementos considerados como positivos en la imagen sacerdotal. Los responsables de la PV de las naciones manifiestan varios aspectos positivos del compromiso de los sacerdotes en el sector: su dedicación al ministerio, el buen ejemplo de muchos, la serenidad y la alegría de la propia vocación que suscita vocaciones. En algunos países se nota que un altísimo porcentaje de sacerdotes ha manifestado el influjo positivo de algún otro sacerdote respecto a su decisión vocacional personal. 

Lo que se valoriza en el sacerdote. El pueblo de Dios valoriza de sus sacerdotes la santidad, el testimonio, el trabajo misionero, la creatividad pastoral, la presencia en lugares difíciles, la cercanía a la realidad laical, su compromiso con el camino de la comunidad, el estilo relacional simple y directo, positivo, el testimonio de oración y de vida interior, la capacidad de dar vida a los momentos de la comunidad. Muchos sacerdotes demuestran su identidad completa como pastores, ministro del culto y profetas de Cristo y se mantienen en los clásicos puntos firmes de la doctrina del sacerdocio obedientes a la Iglesia, sin anteponer acentos teológicos individuales. Se valoriza y espera un líder espiritual que sea fiel a los consejos evangélicos, que esté en contacto con el mundo del sufrimiento, la enfermedad, las cárceles, para llevar consuelo, a imagen de Cristo Jesús, cabeza y pastor de la Iglesia, que esté lleno de iniciativa y creatividad, un hombre de Dios, un hombre santo, de confianza, el hombre de lo sagrado. 

Lo que se espera del sacerdote. Se desea un sacerdote de vida de oración, disponible y con capacidad de servicio gratuito, un buen pastor, activo y paciente, pronto a recibir la confianza y a escuchar, listo para ayudar también económicamente a los más pobres, capaz de predicar, abierto a todos, respetoso de todos, capaz de dar participación a todos. Se subraya la grandeza del sacerdote cuando él se manifiesta disponible, humano en el trato, coherente en la vida, amable, alegre, atento a los momentos importantes de la vida de los demás, la simplicidad, la fineza de la celebración, el manifestarse como un maestro y testigo, el ser un puente entre Dios y los hombres, cuando es capaz de un liderazgo responsable.

La percepción positiva de los jóvenes. En algunos contextos, la opción del sacerdocio, para los jóvenes de las comunidades locales es una opción de sacrificio en modo especial, más aún, el sacerdocio ministerial es servicio, abnegación, sacrificio, auto-donación de amor y es valorizado cuando es sinónimo de testimonio y cuidado de los que sufren, de los marginados, de los que viven en peligro. Muchos sacerdotes se manifiestan orientados al servicio, ministros de la Palabra, sacerdotes del altar, gentiles y felices custodios de los pobres.

b) Rasgos preocupantes

También hay que tener presentes los signos preocupantes o claramente negativos relevados por los encuestados que expresan como el activismo y el descuido de algunos debido a razones o crisis evolutivas, afectivas, pastorales, espirituales o sociales, desgastan su prestación reduciendo la intensidad vocacional personal, transformando el ministerio en un rol formal o funcional, llevándolos al desánimo y a la tristeza. Ellos señalan que en algunos sacerdotes hay una cierta adaptación, una progresiva caída de tensión espiritual, una vida solitaria y psicológicamente aislada, la dedicación a cuestiones extrañas a l ministerio sacerdotal generan en sí actitudes de indiferencia o apatía, que los hacen infecundos desde el punto de vista del influjo vocacional sobre otros eventuales candidatos. Alguno del continente europeo nota como «el invierno vocacional» de este tiempo produce en los sacerdotes diferentes reacciones con un denominador común: la pena, la preocupación, experimentada como una prueba grande y un influjo maligno para la comunidad cristiana. Algunos han señalado la riqueza de muchos sacerdotes ancianos, que, no obstante la edad tienen un rol prioritario en la propuesta vocacional para otros muchos, mientras en algunos jóvenes se manifiesta un prematuro negativismo de frente a la tarea vocacional.

Sostienen los encuestados que es muy negativo para la PV presbiteral, ver sacerdotes «ocupados, molestos, irritados, tristes…», o demasiado ligados a funciones burocráticas o a superficialidades de imagen, o bien, cuando el sacerdote «no es un hombre de este mundo, sino de otro». Más aún, en algunos contextos los laicos, las familias y los catequistas parecen estar más interesados por la vocación que los mismos sacerdotes.  

De todos modos, la percepción sociocultural, la valorización cultural del sacerdocio depende mucho de la constitución sociocultural y de la historia concreta de los países y de la ciudad, de la

inmigración extranjera y de las migraciones internas que configuran el perfil cultural y religioso de un país; en determinados ambientes sobre todo por el influjo de los medios hay una evidente animosidad a causa de los escándalos de los abusos sexuales de sacerdotes que debilitado el respeto y la valorización del pueblo por la figura sacerdotal. Más todavía, los fieles laicos no toleran más los actos pecaminosos de los sacerdotes. Por eso, el sacerdocio sufre una mala imagen colectiva que deja poco espacio a la publicidad para las vocaciones y el monitoreo de la convocación.

Se evalúa negativamente la presencia sacerdotal cuando ésta es lejana del ideal predicado. Muchos sacerdotes viven como «presurizados» es decir, siempre más aislados rechazando la fraternidad sacerdotal, la oración personal y la actividad pastoral, quedando emarginados, percibidos como «trabajadores sociales», distribuidores de sacramentos y funerales. Los sacerdotes parecen perderse a sí mismos y su identidad, como resultado de su orientación preferencial hacia el nivel parroquial o comunitario.

Se contesta a los sacerdotes la falta de puntualidad, de testimonio, el favoritismo, la presunción, el abuso de poder, el lucro con el ministerio, la secularización, la prepotencia, el rechazo del cuidado de los enfermos o de los que sufren, la apatía y al aburrimiento, la falta de comprensión de los límites de los demás, la falta o la doble vida en campo moral y celibatario o en el mínimo respeto a las personas, la predicación vacía, obsoleta o aburrida, la arrogancia y la pedantería, el clericalismo, el descuido del tiempo para la presidencia de las asambleas litúrgicas y la buena predicación o para la dirección espiritual y la consultoría para la orientación de sus destinatarios, el estilo dictatorial en las relaciones interpersonales, el pesimismo y el negativismo, el apego y la búsqueda de dinero o de bienes materiales permitiéndose vivir él en la opulencia, mientras sus destinatarios viven en territorios de gran pobreza en condiciones muchas veces inhumanas. Se le critica también la pobreza y la escasez de su formación permanente. Son objeto de crítica también los sacerdotes mezclados en esa política que se caracteriza por grandes palabras vacías de acciones. 

El sacerdote, en fin, para hacer de su presencia un verdadero factor vocacional tiene que evitar que los jóvenes digan o piensen: «yo quiero hacerme sacerdote, pero yo no quiero ser como tú».

c) El influjo teológico sobre la PV

El influjo de las connotaciones teológicas referentes a la identidad del sacerdote ha provocado algunas reflexiones entre las personas que han respondido a la encuesta. Las indicaciones respecto al uso de la autoridad, a la liberación, a la predicación influyen enormemente sobre los procesos de promoción y crecimiento de las vocaciones. A veces también las sectas propagan una predicación anti vocación sacerdotal. Sin embargo, la identidad vivida, se concluye, es la que cuenta entre los jóvenes para la necesaria confrontación e iluminación de sus decisiones para un estado de vida sacerdotal.

d) Motivos de aumento y disminución de sacerdotes

Las vocaciones aumentan o disminuyen en relación con factores socio-económicos, culturales, familiares y eclesiales. Las respuestas acentúan motivaciones diferentes

A) MOTIVOS PARA EL AUMENTO DE LAS VOCACIONES PRESBITERALES

Las naciones que señalan un crecimiento de vocaciones y lo atribuyen en general al buen testimonio sacerdotal y de los consagrados y consagradas, al cultivo serio y sistemático de la pastoral juvenil a través de las convivencias y encuentros, la catequesis, a la sólida vida sacramental, a la sistemática dirección espiritual y a la proyección pastoral-misionera de los jóvenes. Se siente la fuerza de la oración perseverante, donde percibir el llamado de Dios y adquirir

el valor para expresarlo, la alegría y entrega del sacerdote en su ministerio. [Guinea, Argentina, Honduras, México, Perú]. No sintiéndose satisfechos de la sociedad, un considerable número de jóvenes encuentran un sentido y una misión para sus vidas en el evangelio y asumen el desafío de [Brasil]. 

Son motivación positiva para la vocación presbiteral hoy, el voluntariado juvenil, las actividades juveniles parroquial, diocesana, nacional y la participación de los laicos en los distintos niveles de la vida eclesial [Honduras]. También constituyen una fuerte motivación para el aumento de las vocaciones el apoyo incondicional de los sacerdotes que acompañan a los jóvenes, la prioridad dada por el obispo a la PV, y su apoyo al seminario demostrado en la previsión de un suficiente número de formadores. Ayuda a generar más vocaciones una promoción vocacional presente en los presbiterios, en las parroquias en toda la diócesis con una eclesiología de comunión y la inversión en recursos humanos y materiales [México].

Son de gran ayuda para el surgimiento de las vocaciones, la fidelidad en el hogar, los hogares bien constituidos [Perú]. 

En otros contextos, en medio a las guerras y a procesos de transformación social, la figura sacerdotal es fuente de esperanza porque la sociedad está en búsqueda de valores y de personas o modelos de referencia ética y moral. Pero sucede también que esta figura es puesta en discusión aún por los mismos sacerdotes

B) MOTIVOS PARA EL RECHAZO O PARA DIFICULTADES EN EL SURGIMIENTO DE LA VOCACIÓN  

Entre otros aspectos más ligados a la experiencia personal de cada candidato, tenemos los siguientes:

En el contexto global:

o El materialismo y el hedonismo [Brasil, Ecuador]

o El individualismo y el capitalismo han marginado la llamada vocacional dificultando el despertar vocacional; el ambiente consumista que no entiende de entrega y desprendimiento [Brasil, Colombia]. Los vicios sociales, droga, delincuencia, ambiente pansexualista [Perú].

o La falta de una evangelización profunda para el verdadero encuentro con Jesucristo [Honduras].

o La desconfianza en la estructura eclesial asimilada como una estancia de poder [Colombia]

o Publicidad contra la Iglesia católica y el sacerdocio [Antillas]. 

Entre los jóvenes:  

o La escasa madurez de los jóvenes en edad de elección y proyección, y el sucesivo ingreso al seminario sin madurez humana y afectiva [Congo, Colombia]

o La propuesta de fáciles caminos de realización [México].

o El ambiente erotizado [México], la promiscuidad, las relaciones sexuales no compatibles con el celibato en edad temprana [Colombia, Antillas].

o La falta de compromiso juvenil a largo plazo [Honduras]

o La situación de partida de los candidatos con familias problemáticas a las espaldas hace más difícil el descubrimiento y la aceptación de la vocación, y todavía más, cuando los jóvenes han desarrollado la capacidad de decisión, tienen miedo de comprometerse con una vocación de por vida. 

o La idea de vocación. Por otro lado, por razones culturales o de escasa o de ausente evangelización, «la vocación es una palabra y una realidad oscura» para la comprensión de un joven de siglo XXI, porque no saben de ser llamados desde el

 

 

día de su nacimiento, por tanto, mucho menos pueden pensar a qué cosa son llamados. 

o Ausencia de discernimiento. Más todavía, muchas veces pasan la vida sin un adecuado discernimiento sobre el plan de Dios en sus vidas. Igualmente, la crisis ética y moral del mundo contemporáneo no favorece las vocaciones. Los candidatos llegan a menudo con taras no indiferentes. 

En familia:  

o La desintegración familiar, la familia dividida, padres solteros y madres solteras, hijos abandonados [Ecuador, Perú].

o La disminución del número de hijos por familia y el deseo de los padres de que sus hijos se casen y tengan hijos [Antillas, Colombia]. 

o La extrema pobreza de las familias (más cultural y religiosa que económica), y la consecuente falta de educación integral [Honduras]. Razones de orden económico; la falta de motivación en el hogar [Costa Rica].

En la promoción vocacional:

o Una promoción vocacional sin una pedagogía vocacional [Perú], sin mentalidad eclesial y espiritualidad de comunión [Perú], sin grupos juveniles en las parroquias [México]

o El escaso número de sacerdotes en los pueblos y comunidades [Perú].

o La falta de información, de promoción vocacional más impactante, de proyección a los lugares donde se encuentran los jóvenes [Colombia].

En el sacerdote:

o El fracaso del sacerdote en el ministerio que lleva a que simplemente no le interesa más actuarlo coherentemente [Costa Rica].

o Los escándalos de moda en los sacerdotes, tanto a  nivel universal como local, influyen más en las personas jóvenes que son más vulnerables [Colombia, Ecuador, Perú]. 

o La falta de comunión entre los ministros de Dios [Perú].

o La soledad de los sacerdotes después de la ordenación 

o El abandono de lecturas  e investigaciones para el reciclaje y la especialización [Camerún].

o La falta de motivación de los sacerdotes para animar a los jóvenes [Colombia], y la falta de compromiso tanto del obispo como del presbiterio [Perú].

 

e) La necesidad de una imagen «legible»

Se hace necesaria la luz del Concilio Vaticano II que ha respondido y anticipado los cambios sociales y la visión y el lugar del sacerdote en el mundo contemporáneo. Es necesaria una imagen «legible» del sacerdote en la sociedad y en la Iglesia. Entonces, mientras es necesario subrayar la concepción de la vida como vocación y tiene que ser fuerte la voluntad de evidenciar de sacerdocio como opción «para hacer el bien», «para donarse a los otros», no tiene que resultar clandestina la idea que se ha sido llamado por Dios y que en consecuencia la vocación sacerdotal no se trata sólo de una buena inclinación personal o de un trabajo o de un simple servicio.

Sucede a menudo que se habla más de las tareas pastorales del sacerdote que de su configuración con Cristo sacerdote. Sería importante, en cambio preguntarse si la vida sacerdotal se vive como actuación «in poersona Christi», o bien como el rol de un agente comercial, económico, etc. 

La PV tendría que mostrar, a través de sus sacerdotes, el rostro de una Iglesia capaz de escuchar las inquietudes de sectores menos protegidos de la sociedad.

 

(Fuente: CELAM 2011)