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LA PASTORAL VOCACIONAL HOY

Cuando en la actualidad oímos hablar de PV no cabe duda de que enseguida la identificamos con algo que nos preocupa a casi todos los grupos eclesiales. Y, sinceramente, mi  opinión no anda lejos de esa preocupación, aunque no en todos los aspectos que normalmente salen a la luz. Preocupa a la Iglesia en general y a casi todas las instituciones de religiosos y religiosas en particular. No me voy a detener en este el momento ni en describir la situación vocacional de la Iglesia y de nuestras instituciones ni tampoco en analizar causas. Lo que me interesa y es cierto es que la realidad del día a día vocacional nos va dejando una sensación de desánimo  y, junto a ello,  como las carencias no aparecen de golpe y al cien por cien, vamos encajando esta preocupación sin grandes sobresaltos pero sí asumiendo cada vez con más incertidumbre que el futuro no va a ser nada fácil para la mayoría de las instituciones eclesiales. Unos grupos lo ven y experimentan  con más nitidez y urgencia que otros. Así y ahí estamos y la verdad es que sin llegar a ver con una cierta lucidez por dónde encaminarnos.

No  voy  a insistir  más en esa experiencia de incertidumbre porque todos lo vamos experimentando en la propia carne y sabemos de cerca lo que supone. Pero uno no puede dejar de hacerse la pregunta: si esta realidad de las vocaciones es tan importante en la vida de la Iglesia, entre todos, ¿por qué no hemos sido capaces de ver lo que se nos venía encima  y de afrontar esta situación con una cierta previsión  y de forma eficiente?

La verdad es que llevamos ya bastante tiempo viendo venir y gestarse la situación actual: en Europa, hemos ido percibiendo que cada vez hay menos vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa, y de la vocación laical es mejor no hablar,  y creo que hemos hecho buenos análisis, digo análisis, de los muchos factores que intervienen para que se dé esta situación, pero en alguna medida nos quedábamos tranquilos porque en otras partes parecía que se notaba menos esa disminución.

Por eso, no está de más que comencemos haciéndonos el siguiente cuestionamiento: ante esta realidad constatada y preocupante, ¿nos lo hemos tomado y nos lo estamos tomando en serio? No sabría decirles si siempre en la correcta dirección pero de hecho me parece que sí se ha tomado en serio y seguimos tomándonoslo en serio. Y permítanme que me remita a mi propia institución. Quizá nuestro Instituto Vocacional Maestro Ávila pueda ser un baremo muy excepcional de clarificación de lo que estamos hablando. En mi opinión, y por supuesto con una gran modestia, el Instituto MA ha sido un gran revulsivo y ha ido roturando decisivamente el terreno de la PV, sobre todo en España y otros países de América latina. Las instituciones religiosas mandaron al Instituto a muchos de sus miembros para prepararse y de este modo planificar su PV. Los cursos del Instituto han sido numerosos y con un abanico de contenidos vocacionales amplio a lo largo de estos años. Después y al mismo tiempo, es cierto, otras instituciones como la misma CONFER o el mismo secretariado de la CEE han ido teniendo sus jornadas formativas de PV. Viendo la trayectoria podemos decir que, anticipada e iniciada la preocupación vocacional entre los religiosos, luego apareció esta preocupación también en las diócesis. Todo esto hay que anotarlo en el lado positivo de la PV. Por tanto, no tenemos derecho a expresar que en PV estamos en el “año cero”.

¿Qué se ha ido constatando?  Lo primero que se constató es que la PV tenía que clarificarse en su misma definición porque teníamos una visión reduccionista de ella y en algunos casos seguimos teniéndola. Los criterios vocacionales no han sido muy depurados, la verdad. ¿Para qué tanta clarificación si no van saliendo más  vocaciones? Ésta ha sido una pregunta que se han hecho y se hacen algunos grupos, créanlo. Esto ya nos orienta y nos ofrece pistas para ver en qué tenemos que insistir al tratar acerca de la PV.

Después de ir avanzando en diferentes direcciones en el campo vocacional  por parte de unos y otros y en más de un caso de forma poco precisa, con falta de planificación o sin asumir las nuevas exigencias de la PV, lo cierto es que la Iglesia a nivel institucional quiso afrontarla con un documento oficial, elaborado en este caso con personas expertas en el ejercicio de la PV que dejaron sin duda su impronta y su propia experiencia en el campo de las vocaciones: “Nuevas vocaciones para una nueva Europa” (1977). En mi opinión, un documento muy enriquecedor y que creo sinceramente que todavía no se ha digerido ni desentrañado. Piensen que hace diez años que se publicó. Para no recargarles demasiado, les invitaría a que empezaran por leer especialmente los números 13 y 26 del documento. Nos va situando en lo que debería ser en la actualidad la PV. Es una buena base de reflexión para una praxis vocacional realista.

Hecha esta anotación, y siguiendo con la trayectoria de la PV, hay que indicar positivamente que han ido preparándose un buen número de agentes pastorales de las diócesis y de las instituciones religiosas en este campo de la PV. Desde la auto-experiencia  en el campo vocacional se ha ido viendo con el tiempo que eso no bastaba,  aunque la razón que asomaba subrepticiamente no es ni era convincente: se decía que no había más vocaciones. Lógicamente se intentó buscar nuevos métodos de trabajo y de hecho se dispone de mucho material y bueno en el ámbito de la PV: buen material pues, buenas revistas, buenas jornadas de formación, buenos multimedia vocacionales…

 Cuando el objetivo de la PV seguía siendo el mismo, al menos subliminarmente, es decir, el tener más vocaciones, se vio que todo este esfuerzo de recursos humanos y materiales tampoco  solucionaba mucho o al menos no era suficiente y en consecuencia siguieron buscándose otros medios, otros filones de trabajo pastoral: nos fuimos dando cuenta de que había que hincar el diente a la realidad del mundo juvenil tan distanciada de etapas anteriores, con los desafíos evangelizadores que esa realidad estaba suponiendo. Es verdad que esto tampoco  ha sido panacea pastoral, pero al menos nos vamos percatando de algunos parámetros para el trabajo con ellos en este momento. Han aparecido estudios sobre  este segmento social, especialmente sociológicos, muy importantes, con notas desconocidas y hasta sorprendentes  (17% de los jóvenes han tenido una inquietud vocacional). Junto a esta preocupación por el mundo juvenil, aquí señalaría, aunque sea colateralmente,  el interés vocacional de las instituciones  por poner en internet sus páginas vocacionales y llegar a más gente. Siempre sería una ventana abierta al exterior. Creo que es otro esfuerzo bueno, aunque tal vez no hemos dado todavía con el quid para llegar sobre todo al mundo de los jóvenes, que en verdad es el que más nos interesa. Y hay que ir mejorando en contenido y diseño. En este momento, no está de más que les diga que sigamos haciendo un esfuerzo en esto. Creo que merece bien la pena.

Se están llevando a cabo otras claves pastorales muy importantes como puede ser el acompañamiento personal y vocacional. Evidentemente con su riqueza de ayuda y de discernimiento. Creo que ya nos hemos ido convenciendo de la necesidad de orientar y valorar la pastoral vocacional de modo  más personalizado. Según mi punto de vista,  ha sido un buen redescubrimiento, y digo redescubrimiento porque no es nuevo en absoluto. Y en este ejercicio pastoral los agentes vocacionales tienen que estar muy preparados, no tengo la menor duda. No vale para ello cualquier persona y recurso. Podemos concluir pues que la convocación y el trabajo con jóvenes y otros destinatarios tienen que tener una buena dosis de  personalización, aunque tampoco excluimos evidentemente la dimensión comunitaria.

Pues bien. Si todo esto ha tenido su riqueza en el itinerario histórico y específico de la PV, en el momento actual se está vislumbrando  con cierta evidencia que una PV madura tiene que estar integrada como un sustrato o humus constituyente de todo el conjunto de la pastoral evangelizadora de la Iglesia y que, por tanto, hay que verla como una realidad trasversal de toda la pastoral. La pastoral vocacional es la vocación de la pastoral, nos dice muy acertadamente NVNE, y que se complementa con esta otra expresión tal vez más incisiva: “La pastoral vocacional es la perspectiva originaria de la pastoral general”. Esta connotación no es una moda del momento, ni es algo que pueda improvisarse ni puede quedar sólo a nivel de discurso. Se van dando pasos, es verdad, y poco a poco se van descubriendo cosas. Se ha visto p.e. que no puede hacerse una pastoral vocacional seria sin la colaboración explícita y animadora de los sacerdotes, es verdad que debe existir una comprensión adecuada de la PV, porque si no es así, su colaboración puede ser hasta negativa. Se ha visto que en la parroquia toda la pastoral tiene que estar configurada con una pedagogía vocacional (Cencini). Gran desafío pues por lo distantes que estamos de ello. Al mismo tiempo, se está viendo muy claro que toda la comunidad cristiana tiene que estar implicada en la PV, y no en el sentido de que todos tenemos que hacer PV y rezar por las vocaciones, que está muy bien y se supone, sino que toda la comunidad creyente necesita dar razón vocacional de lo que es y supone su vida cristiana (diría que a lo mejor necesitamos una pastoral de iniciación o de reiniciación en muchos casos). Actualmente y si nos palpamos bien tenemos que decir que nuestra vida creyente no tiene muy clara ni asume su dimensión vocacional como realidad constitutiva e ineludible de nuestra identidad creyente. Tenemos que decirlo con claridad. Y es aquí donde nos la jugamos y donde se nos clarifica que la PV no tiene que centrarse exclusivamente en  las vocaciones para mi grupo sino en las vocaciones de y en  la Iglesia o, mejor aún, en una Iglesia toda ella vocacional.

 

Después de este sumario de la trayectoria de la PV, expuesto como suele ocurrir casi siempre a muchas matizaciones, ¿qué puntos podríamos o tendríamos que  tener en cuenta en la actualidad de cara a un trabajo en el  ámbito de la PV? Por supuesto que no vamos a agotar todas las posibilidades ni todas las orientaciones. Iremos viendo diferentes aspectos a lo largo del curso o del taller de trabajo que al final completarán todo el entramado.

En nuestro interés y trabajo  vocacionales, en mi opinión creo que hemos de empezar por hacer una correcta priorización. ¿En qué sentido? La legítima preocupación por las vocaciones para nuestras instituciones tiene que posponerse o al menos sincronizarse al hecho de ir concienciando a los destinatarios de nuestra evangelización de la constitución vocacional de la Iglesia como algo esencial  que no puede soslayarse. En principio, y no tiene que haber la menor duda, lo importante, la primacía la tiene la vocacionalidad de la Iglesia. Si no trabajamos por esta concienciación de que toda la Iglesia es vocacional (y aquí queda mucho o casi todo por hacer), me temo que no tendremos vocaciones. Desde una Iglesia toda ella vocacional, todos nos hacemos responsables de todas las vocaciones. Se amplía pues el horizonte de nuestra pastoral vocacional.

Este proceso de concienciación de que toda la Iglesia es vocacional supone actualmente para todos nosotros unas tomas de postura pastorales:

el saber que este proceso tiene un recorrido de corto, medio y largo plazo. Y tenemos que acostumbrarnos sobre todo al largo plazo. Se necesitará por tanto una paciencia institucional, una paciencia pastoral y también, ¡cómo no!, una paciencia psicológica. Cuando digo paciencia en ningún momento me refiero a una lentitud, a una ralentización del empuje y audacia de la pastoral vocacional ni ceder al desánimo por los resultados vocacionales que vamos viendo, y que por nuestra parte tendemos a cuantificarlos y a compararlos. El proceso de evangelización es largo. Los resultados vocacionales dependerán en buena medida de la calidad y acierto de todo ese proceso evangelizador, de los itinerarios vocacionales que vayamos diseñando y actualizando.

el aceptar  como enriquecedora  la experiencia de estar llegando a tocar  fondo en nuestra crisis vocacional. Y digo esto porque creo que no nos irá mal la experiencia de recomenzar humildemente desde abajo. Estoy totalmente convencido de ello en nuestra realidad  eclesial actual, si es que se puede decir en algún caso la palabra “totalmente”. Es verdad que puede resultar muy  desgastador en las personas el  tener presente día tras día en nuestras casas la situación actual y lo que fue durante muchos años (teníamos tantos, se ordenaban tantos, en nuestro noviciado había, nuestros caserones estaban llenos, ahora, ahora, ahora…).  Es verdad también que mientras tanto nuestras instituciones y nosotros mismos vamos envejeciendo  de tal forma que hasta sentimos el temor de si podremos o se podrá seguir adelante en el futuro. Nos queda, sin embargo, algo siempre pendiente en nuestra vida consagrada:  el procurar que nuestra empeño vocacional (por muchos años y cicatrices que tengamos) y nuestro carisma no envejezcan. La vivencia vocacional la recreamos todos y el carisma lo actualizamos todos. Bien seguros podemos estar que en  la PV de la Iglesia y de nuestras instituciones no hay outsiders.

el ir más allá de lo que algunas veces solemos decir: “con todo esto que estamos pasando, algo nos querrá decir el Señor”. Algo sin duda nos quiere decir, pero tenemos que atrevernos a descifrar honrada y valientemente lo que llamamos crisis vocacional, tenemos que imaginar y hasta soñar lo que supone y exige una Iglesia toda ella vocacional; tenemos que estar dispuestos a liberarnos de puntos de vista excesivamente rígidos, excesivamente calculadores, excesivamente endogámicos.. Tal vez, y así lo sugiero, haya que ir asumiendo la necesidad de unir grupos con carismas cercanos y hasta complementarios.

En PV, si nos  preguntarnos cómo incrementar el número de vocaciones para nuestra institución (que es lo que solemos hacer), no podemos dejar tampoco en el aire  los desafíos específicos que se le presentan hoy en nuestro mundo a nuestro carisma, si es que se le presentan. Es decir, hemos de preguntarnos, ¿para qué necesitamos vocaciones? , o mejor aún,  ¿para qué necesita nuestra Iglesia esta vocación específica de nuestro grupo? Si no tenemos respuesta a estas preguntas, no hay por qué seguir adelante, apaga y vámonos. No es suficiente ni acertado diluir nuestro carisma y nuestro espíritu fundacional en respuestas pastorales de corte generalizado. Lo que la Iglesia nos pide especialmente es nuestro carisma específico, eso sí, sin olvidar  ni infravalorar lo que nos exige a todos los creyentes.

Advierto que aunque esto que acabamos de decir es muy importante, no es algo único  en el planteamiento de la PV. Nuestra comprensión de la PV no se agota en las necesidades ni en los desafíos que se nos plantean. Cuando asumimos que toda la Iglesia es vocacional, asumimos que todas nuestras vocaciones, aun contando con su riqueza indudable, adquieren sentido en la armonización eclesial, en la vocación de la Iglesia. De ahí que nuestras vocaciones y nuestros carismas no sean nuestros, son de la Iglesia y para la Iglesia. Creo que esa interrelación entre nuestras instituciones y la Iglesia nos la expresa perfectamente Benedicto XVI con una preciosa imagen.  En el concierto que ofreció en su honor  el Cuarteto Filarmónico de Berlín, el Papa, cuando posteriormente les habló a todos, les dijo: “La historia del mundo es una sinfonía maravillosa. Aunque a nosotros la partitura a veces nos parece compleja y difícil, Él la conoce desde la primera hasta la última nota. A nosotros no se nos llama a coger la batuta del director y menos aún a cambiar la melodía a nuestro gusto, sino que cada uno en su puesto y con la capacidad propia colaboramos con el Maestro en su gran obra. En el curso de la ejecución se nos irá mostrando el grandioso diseño de la partitura divina…”. Usando la misma imagen podemos ver la gran vocación de la Iglesia, dirigida por el Señor, y las diferentes vocaciones que colaboran en el proyecto salvífico de Dios, en esa sinfonía maravillosa. Hemos de ir soltando carga de nuestro propio proyecto, de nuestra hiperlocalización, para adentrarnos con fuerza y con todo el amor en el proyecto global y universal de la vocación eclesial. Sólo en ese proyecto global irá adquiriendo relieve nuestro propio bregar por las vocaciones para nuestras instituciones. Ahí sí que no saldremos desanimados. Como antepongamos nuestras vocaciones, de seguro que saldremos defraudados. Las componendas serán más importantes que las soluciones.

Una vez que hemos intentado aproximarnos al hecho concreto que nos habíamos propuesto:  la PV ¿cómo está hoy?, creo que a todos nos gusta ir aterrizando, si es que se puede, en algunas realidades concretas que podamos identificar, ir realizando  o al menos planificar, sin menoscabo por supuesto de todo lo que hemos visto hasta ahora. Es decir, tenemos claro que hay que ir cambiando algunas ideas, algunas actitudes, algunas prioridades, algunos métodos de la PV. Un cambio que Juan Pablo II lo llegaba a calificar como “salto cualitativo”. Esta afirmación presupone un gran cambio y un poner manos a la obra, yo diría que desde muy a pie de obra. ¿Cómo podemos pues ir empezando? Es verdad que aquí se nos acumulan infinidad de dificultades: el hecho de la convocación, nada fácil en la actualidad, la catequesis, la familia, el contexto en el que vivimos, las inquietudes del hombre de hoy, el laicismo de la sociedad.... Hay que hacer sin duda opciones, que ni siquiera me atrevería a graduarlas en lo que se refiere a su urgencia e importancia.

 

Yo comenzaría diciendo que hoy en esto de la PV hemos de tender a implantar una educación vocacional, extendida a todos los destinatarios y ámbitos de nuestra evangelización. El trabajo vocacional requiere eso. No podemos conformarnos con un jugar a los barcos, tocado y hundido, tocado y al noviciado o al seminario. Es verdad que seguramente faltan materiales elaborados de forma sistemática para esta educación según los distintos destinatarios y situaciones religiosas, pero ya se está trabajando en esa dirección y seguro que prestarán un buen servicio. Piensen p.e. en el material elaborado por la parroquia Ntra. Sra. De Guadalupede Madrid y que aparece en la revista “Todos Uno”. Y en última instancia todos estamos invitados a trabajar en ello y a ir imaginando soluciones.

Por tanto, el animador vocacional deberá llegar a ser cada vez más educador en la fe y formador de vocaciones. Fíjense cómo ha cambiado hasta la terminología: promotor de vocaciones, el cirineo vocacional del que habla NVNE y otros términos parecidos.

¿Y qué actitudes se exigen a estos educadores? Sin adentrarnos en este momento en actitudes básicas de la PV, como pueden ser la oración, la expresión clara de lo que es y supone nuestra identidad de religiosos, podemos indicar algunas actitudes necesarias para la PV en cualquiera de sus agentes:

Asumir la prioridad de la tarea vocacional sobre otras muchas de nuestro trabajo evangelizador. Asumir la prioridad indica que en la práctica la incorporamos a nuestro programa concreto de trabajo y que lo planificamos y lo evaluamos.

Es muy importante la calidad de nuestro testimonio evangélico. Tal vez hoy han perdido fuerza en la sociedad posmoderna algunos signos y hasta el mismo testimonio personal. Pero hay signos de calidad en las personas que sí son interpelantes y pueden desempeñar una función movilizadora y profética en nuestra sociedad..

La vivencia de la alegría. La alegría, prescindiendo de otros aspectos que denotan el tener un carácter y una psicología jovial, es vivir centrados en nuestra misión, sentirse bien en la propia piel, sabiendo encajar los contratiempos, las dificultades. Mirar el lado positivo de las personas y de las cosas, ser inmunes al desaliento, al pesimismo, al mirar de reojo a lo que comíamos en Egipto… Ya sé que esto no es cuestión de voluntarismo, pero es algo que entra de lleno en nuestra estrategia pastoral, más allá de unas tácticas pastorales en situaciones concretas. No es lo mismo táctica que estrategia.

La proximidad. Proximidad como trato frecuente y familiar sobre todo con los jóvenes. Creo que estamos en un momento más propicio para esta relación. Se van perdiendo  bastantes prejuicios. Ésta es mi experiencia en la universidad. Y proximidad también por una actitud más interior: la aceptación positiva de los jóvenes con sus virtudes, defectos y con la trasparencia de nuestras propias virtudes, defectos, estancamientos, temores. Nosotros, a  pesar de nuestros años, tenemos que entrar en el mismo proceso vocacional de los destinatarios de nuestra PV. Actualizando pues permanentemente nuestra propia vocación.

La preparación adecuada. La PV, como toda pastoral, requiere un aprendizaje teórico y práctico, una formación. No podemos arrojar la toalla por nuestros años o por nuestros cansancios o por sentirnos ya incapaces (no conecto).. Se nos ofrecen cursillos, jornadas, encuentros, lecturas apropiadas. Todo ello puede ser muy valioso y creo que en general la mayoría estamos dispuestos. Aprovechemos todas oportunidades. Sin duda van dejando su poso.

 

Después de seleccionar  estas  actitudes personales en el ámbito de la PV, me gustaría indicar algunos puntos para el trabajo de PV como instituciones religiosas.

Visto lo visto,  aunque sea de vuelo  bajo, estamos en un momento en el que bien podemos afirmar que  la PV deja de verse ya como una actividad pastoral especial adosada a la pastoral general y dirigida a unos pocos en una determinada fase de la vida, y pasa a ser considerada como enfoque de toda la pastoral general e incluso como el objetivo último de toda pastoral y de toda la pastoral.

Creo que esto tiene sus implicaciones importantes en el ejercicio pastoral. En la base de todo este planteamiento está la concepción de la fe como llamada/don y respuesta; la concepción de la Iglesia como convocación a la comunión y a la misión, a imagen de la Trinidad; la concepción de la vocación como un estado permanente y dinámico de llamada-respuesta que se va haciendo realidad a lo largo de toda la existencia del cristiano.

Más al fondo aún se encuentra la concepción de la misma vida humana como vocación:  llamada-respuesta. Dado que esta visión del hombre se va perdiendo o se ha perdido ya en nuestra sociedad (sociedad con una cultura sin vocación), es lógico que la evangelización se vaya decantando hoy como pastoral vocacional. Con ello no queremos decir que la pastoral vocacional actual va por estos derroteros porque no hay vocaciones. El no haber vocaciones no es algo causal para esta visión que propongo sino la lanzadera que nos impulsa a ir descubriendo la realidad de la PV.

Se trata pues de plantear “vocacionalmente” toda la pastoral: para los que están en nuestras comunidades (que no viven la vida como vocación o la viven sólo a medias) y para los alejados o no creyentes (en caso de poder llegar a ellos); de manera muy especial para los niños y adolescentes que van iniciándose en nuestras comunidades y colegios.

Me gustaría hacerles una propuesta que creo que tenemos que presentarla  no sólo como propuesta sino como realidad: crear un “instrumento de evangelización vocacional”, común a toda la Congregación, a toda la Institución. Una especie de “catecumenado vocacional” de varios años de duración, con objetivos, fases, temario, método  propios. Los agentes empezarían por ser todos los religiosos/as que trabajan en plataformas de base: parroquias, colegios, institutos..

En cuanto al método, señalo  dos notas fundamentales: buscar la experiencia personal de fe a base de un trabajo individualizado (o sea, que el itinerario sea personal, dado que hoy en día no se pueden pretender grandes cosas sin un trabajo de interiorización); y compartir y celebrar en grupos pequeños (podemos decir que en  pequeñas “células”), no necesariamente en las parroquias.

Sea cual sea la valoración de esta iniciativa (propagada por un compañero: V. Hernández), algo deberíamos tener claro a la hora de ponernos a elaborar un proyecto común institucional de PV:  no podemos pensar sólo en jóvenes como destinatarios del plan ni sólo en unos responsables de las instituciones; creo que ese esquema ya está desfasado en los tiempos que vivimos. En una época en la que se ve claro la necesidad de una nueva evangelización, la PV también tiene que ser nueva. Pueden estar seguros que eso es lo que he intentado a lo largo de estos folios.

 

Francisco Lansac