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(Aunque este editorial tiene ya varios años, creemos necesario volver a recordarlo)

LA FORMACIÓN DE LOS SEMINARISTAS PARA LA PASTORAL FAMILIAR

La Congregación para la educación católica nos está sorprendiendo con sus frecuentes y oportunas intervenciones sobre aspectos cada vez más importantes y significativos de la formación de los futuros presbíteros.

La agradable sorpresa aumenta cuando observamos el carácter eminentemente práctico de estos documentos, que ya no son orientaciones, como solían serlo los de algunos años atrás, sino directrices, es decir, sugerencias concretas o modalidades de actuación que se derivan no tanto de los grandes principios o verdades doctrinales sino de los profundos análisis de la realidad concernida.

En este caso el punto de partida son las lagunas que la misma Congregación observa en la formación actual, lagunas detectadas por medio de los innumerables cauces que la misma Congregación ha podido poner en marcha: "una encuesta a las conferencias episcopales, las visitas apostólicas a los seminarios, las visitas "ad limina", contactos directos con las realidades locales, consultas de expertos, opiniones recabadas de comunidades diocesanas y parroquiales" (n. 3).

Como siempre que nos hacemos eco de los documentos eclesiásticos en este espacio, nuestro deseo es ofrecer algunas reflexiones con el ánimo de subrayar yde concretar aún más algunas de las sugerencias que el propio documento ofrece.

1. La necesidad de un nuevo modelo de seminario: el seminario pastoral

Lo primero que llama la atención es la invocación ya explícita a un nuevo modelo de seminario que podríamos designar con el nombre de "seminario pastoral".

Las numerosas lagunas detectadas en la formación del seminario actual en lo que se refiere a la atención al matrimonio y a la familia (cf. nn 3-12) llevan a formular esta clara conclusión: "de ello se deduce que el sistema formativo en este sector necesita una atenta revisión y, si es necesario, un verdadero salto de calidad" (n. 13).

Pero lo que aquí se afirma con relación a la familia se ha ido afirmando sucesivamente, por parte de la misma Congregación o de otros organismos romanos competentes, con relación a otros muchos e importantes aspectos, dimensiones y materias: la formación en la doctrina y apostolado social, para los medios de comunicación social, para la educación en el celibato, para la formación teológica y la enseñanza de la moral, para la formación artística y defensa del patrimonio, para la formación litúrgica.

En todos ellos se comprueban lagunas que se quieren subsanar aumentando temas y materias. Unido a otros muchos aspectos más de tipo psicológico o espiritual los responsables de los seminarios han ido intentado poner remedio ampliando los años de la formación: ha surgido el pre-seminario, se instaura cada vez más la "etapa pastoral".

Pero las deficiencias no son sólo de espacio y tiempo. Es también, y sobre todo, de orientación, de estilo, de "modelo educativo". Lo formuló perfectamente el cardenal Pío Laghi, en la presentación de estas Directrices: "se espera de modo especial que en los centros de formación sacerdotal se madure una conciencia pastoral nueva, más sensible y más viva, para que todos los desafíos del momento presente puedan ser acogidos y valorados con la necesaria competencia y recibir una adecuada respuesta" (Boletín de la sala de prensa de la Santa Sede, n 216/95, 5).

Este aspecto se apunta también en las Directrices cuando se habla de la falta de "preparación para el ministerio de la reconciliación, para la dirección espiritual y para la formación de las conciencias de los fieles... Esta constatación hace surgir la pregunta de si la responsabilidad por este estado de cosas no recaiga también, al menos en parte, en las carencias de la formación y en el estilo de vida practicado en los seminarios" (Directrices, 8).

Y muy especialmente cuando se subraya la necesidad de adquirir una "visión pastoral" de la situación de la familia (n. 41), de analizar y conocer la realidad "en sus facetas pastorales" (n. 42), de un "tratamiento pastoral del problema de la paternidad y maternidad responsables y de la planificación familiar" (n. 49), de la "atención pastoral de las familias que están en situación difícil" (n. 53).

Esta "visión pastoral" exige un verdadero "salto de calidad" en el seminario, un seminario nuevo, un "seminario pastoral". La gravedad de la situación actual... es una invitación que compromete a todos, y, de modo particular, a los responsables de la formación sacerdotal. Invitación a revisar no tanto algún capítulo especial de la vida seminarística, cuanto más bien toda la obra formativa en su aspecto intelectual, espiritual y pastoral" (n. 64). O, como decía el mismo card. Laghi en la mencionada presentación glosando este aspecto: " a este respecto son llamados en causa en primer lugar los estudios, pero también la formación espiritual y humana, la preparación pastoral teórica y práctica y todo aquello que afecta a la solidez y eficiencia organizativa de los centros de formación", "lo que verdaderamente importa para un buen éxito de tal revisión no es tanto algún capítulo parcial de la vida seminarística, cuanto más bien su globalidad, toda la pedagogía en sus aspectos intelectual, espiritual y pastoral" (Boletín, p. 3., n. 1).

En un seminario tal el núcleo organizador será la "formación del pastor", que conlleva una "nueva organización de los estudios" (n. 58), un tratamiento y comunicación de las doctrinas con una orientación adecuada a la acción pastoral. Allí se posibilita al máximo el contacto y encuentro con las verdaderas situaciones de las personas, en este caso de las familias, en esa perspectiva específicamente pastoral. Lo disciplinar no será obstáculo para dicho contacto, como parece suceder con frecuencia en el modelo actual, como lo sugiere el Documento cuando dice que "las salidas de los jóvenes por la tarde o por la noche para participar en las reuniones de los grupos familiares a menudo turban el orden disciplinar de los seminarios" (n. 11).

2. Algunas sugerencias prácticas

Entre las diversas sugerencias que el Documento ofrece nos parece deber subrayar para nuestro contexto eclesial las siguientes.

a) La consideración de la pastoral familiar como una dimensión esencial del ministerio presbiteral. "El apostolado de la familia es una tarea que no compete solo a los pocos sacerdotes que están o estarán encargados de la pastoral familiar, sino que es hoy una dimensión esencial y, se puede decir, omnipresente del apostolado cristiano que todos los sacerdotes están llamados a realizar en modo y grado diverso de compromiso" (Directrices, n. 14).

Las Directrices aportan a esta consideración la permanente tradición de la Iglesia y la abundante documentación pontificia reciente (cf. n. 25) en la que la familia es proclamada como la célula social original, la primera realización y concreción de la Iglesia, como lo sugiere la denominación hecha ya clásica de "iglesia doméstica" (cfr. n. 35); el "centro de la nueva evangelización " (n. 1) y el "primer agente evangelizador", el "primer rsponsable de la nueva evangelización " (n. 36); la "primera comunidad evangelizadora", el "primer espacio del compromiso social", el "lugar primero de humanización de la persona y de la sociedad" (n. 35); y, aunque aquí no se aduce, se podrían traer a colación, en el contexto de la formación sacerdotal, la tan cacareada consideración de la familia como "el primer seminario", la primera fuente de las vocaciones.

Por eso Directrices puede afirmar, a modo de síntesis y conclusión: "la preparación para la pastoral familiar alcanzará en los seminarios sus verdaderas finalidades solamente cuando todos, formadores y formandos, estén convencidos de su importancia esencial e ineludible y hagan efectivamente de la familia el primero y más importante camino de su ministerio" (Dir. 12, citando la Carta a las familias, n. 2).

b) Nos parece una indicación especialmente sugestiva y adecuada la que se hace sobre el estudio en los seminarios de los documentos oficiales de la Iglesia sobre el tema de la familia.

A este respecto nos parece necesario insistir en que este estudio sea dirigido por los responsables inmediatos del seminario. Las Directrices insisten con toda razón en la responsabilidad de los profesores en este campo y en que debe formar parte de la formación intelectual, como parte integrante e integradora de varias de las materias del curriculum de estudios (cf. n 25). Pero aun en el caso de que esto sea así, los educadores inmediatos pueden y deben hacer una lectura de otro tipo.

Se tratará de una lectura cursiva o a modo de glosa, al estilo de la "lectio divina" de la Escritura, con una orientación y metodología "pastoral", sapiencial, hecha desde la fe, y no tanto desde la fundamentación científica o técnica, que será la formalidad propia del profesor.

Esto supone hacer una lectura creyente, en docilidad al magisterio, iluminadora de la realidad desde la fe, con esa visión y sentido pastoral, que lleve al seminarista a ir adquiriendo la mentalidad de pastor, a proyectar su estudio en orden a la misma acción pastoral. De esta manera será posible ya en el mismo seminario hacer un "estudio pastoral", que será una de las características de ese "seminario pastoral" del que antes se hablaba.

Es en este estudio-lectura cursiva, mucho más que en las aulas, donde se podrá hacer resplandecer en toda su novedad y belleza "la relación que hay entre la llamada a la virginidad y al matrimonio como dos dimensiones de una única vocación a la santidad" (n 32), donde se adquirirá esa sensibilidad que en la atención a los matrimonios vaya más allá de lo puramente sexual (cf. n. 34), donde se adquiera destreza para "acompañar y estimular a las familias en sus compromisos apostólicos" (n. 36).

c) Especial relieve adquiere la sugerencia sobre las prácticas pastorales en el ámbito de la pastoral familiar (cf. nn. 9.11.l2.54).

Nos complace subrayar aquí la doble advertencia del Documento: por una parte, la incorporación de alguien experto en la temática familiar que haga "más presente el tema del matrimonio y de la familia en las diversas disciplinas y para asegurarle una eficaz cooperación interdiciplinar" (n. 56); por otra, el cuidado especial que con relación a este campo debe tener el "encargado especial de las actividades pastorales del seminario" en colaboración con el profesor de teología pastoral (n. 54).

Esta figura del "moderador de pastoral" va adquiriendo cada vez más consistencia en los Documentos. Y sea cual fuere su concreción, al menos la función no debería faltar en ningún seminario. En ese seminario pastoral que se delinea será sin duda la figura más significativa. O acaso sea ella la que haya de asumir esas funciones de dirección, orientación unitaria y animación de la comunidad educativa que ahora se atribuyen al rector.

Con sumo gusto recogemos aquí literalmente la hermosa serie de posibles "experiencias, contactos y campos de apostolado" que recoge las Directrices con el fin de contribuir a crear y madurar aptitudes pastorales en orden a la familia: "contactos dirigidos con movimientos y asociaciones familiares; visitas a los tribunales eclesiásticos, a los consultorios y a otros centros de la pastoral familiar; invitaciones al seminario de exponentes del apostolado familiar, de parejas de esposos comprometidos en el apostolado, a fin de conocer sus experiencias; reflexión en común sobre casos diversos pastoralmente significativos y su análisis a la luz de los documentos de la Santa Sede y de las Iglesias locales" (n. 54).

No debería omitirse en este elenco lo que el Documento incluye en otro contexto (cf. n. 49), a saber, el conocimiento y la información sobre los "centros de orientación familiar" o semejantes, creados en muchos lugares por las autoridades civiles, para poder juzgar de su orientación, mentalidad, prácticas de planificación de la natalidad y poder orientar moralmente a los fieles.

d) Una última sugerencia, hecha como de pasada en las Directrices (cf. n. 33), merece una especial insistencia por nuestra parte: la de crear en el seminario un ambiente de verdadera familia donde de alguna manera se incorporen las funciones y el estilo de las relaciones familiares auténticas y perfectas. Donde los educadores sean verdaderos padres-madres de los alumnos; donde las relaciones interpersonales entre éstos se fundamenten y ejerciten desde la conciencia de la fraternidad íntima, fruto de una misma fe y de una aspiración a una vocación común, a un mismo servicio eclesial; donde se experimente y adelante la vivencia del presbiterio como auténtica familia espiritual.

Este clima de familia se hará tanto más eficiente y significativo cuanto más el seminario posibilite, por una parte, el encuentro, el contacto y la presencia de mujeres y madres que aporten su carisma específico de feminidad-maternidad dentro de la misma organización y estructura educativa, y, por otra, cuanto más frecuente, íntima y profunda sea la relación del seminario con las familias de los seminaristas.

De esta manera, los seminaristas irán teniendoun conocimiento "pastoral" de los ambientes familiares y a la vez ya un real entrenamiento de actuación en los mismos y , a su vez, las familias serán agentes efectivos de la formación humana y vocacional de sus hijos llamados al ministerio presbiteral.

Sirva como conclusión de estas reflexiones la misma con que terminan las Directrices: "Se trata ... de dar al problema de la pastoral familiar en todo el sistema formativo la centralidad que le permita poner en marcha la deseada renovación espiritual y moral de la Iglesia y con ésta la de la entera familia humana. Tarea que se impone no sólo por el interés de salvaguardar el bien espiritual de los fieles, sino también por el de poner los fundamentos indispensables para un mejor porvenir de la humanidad" (n. 65).