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    El Congreso se realizó en el marco de la Exposición internacional "Agua y desarrollo sostenible"
     

    ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE?

    Rino Fisichella

    La pregunta no es retórica y merece una respuesta, especialmente ante la gran expectativa que este evento está generando en la Iglesia.

    Benedicto XVI dio una primera motivación cuando lo anunció. "La misión de la Iglesia, como la de Cristo, consiste esencialmente en hablar de Dios, en hacer memoria de su soberanía, en recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su identidad, el derecho de Dios a aquello que le pertenece, es decir, nuestras vidas. Dar un impulso renovado a la misión de toda la Iglesia para sacar del desierto a la gente que a menudo se encuentran en él , hacia el lugar de la vida, de la amistad con Cristo, que nos da la vida en plenitud ".

    Esta es la intención principal. No olvidar  el hecho que caracteriza a nuestra vida: creer. Salir  del desierto que conlleva el silencio de los que no tienen nada que decir, y devolver así  la alegría de la fe y comunicarla de forma renovada.

    Este año, por lo tanto, se dirige en primer lugar  a toda la Iglesia porque ante la dramática crisis de la fe que afecta a  muchos cristianos es capaz de mostrar todavía con un renovado entusiasmo el verdadero rostro de Cristo que nos llama a que le sigamos.

    Es un año para todos nosotros, porque en el camino perenne de la fe, sentimos la necesidad de acelerar el paso, en ocasiones lento y cansino, y dar un testimonio más eficaz. No pueden sentirse excluidos quienes son conscientes de su propia debilidad, que a menudo toma la forma de indiferencia y de  agnosticismo, para encontrar el sentido perdido y entender el valor de la pertenencia a una comunidad, verdadero antídoto a la esterilidad del individualismo de nuestros días.

    En el motu proprio Porta fidei Benedicto XVI ha escrito que esta puerta "de la fe está siempre abierta”. Esto significa que ninguno puede sentirse excluido de ser positivamente provocado sobre el sentido de la vida y sus grandes cuestiones que sobre todo en nuestros días se hacen notar por la persistencia de una crisis compleja que incrementa los interrogantes y eclipsa la esperanza.. Por supuesto, la cuestión de la fe no equivale a alejarse del mundo, sino más bien que la gente tenga conciencia de la responsabilidad que tiene hacia la humanidad en este momento histórico.

    Un año durante el cual la oración y la reflexión podrán conjugarse mejor con  la inteligencia de la fe, de la que todo el mundo debería sentir la urgencia y la necesidad. No puede ocurrir, de hecho, que los creyentes sobresalgan en diferentes campos de la ciencia, para hacer un trabajo más profesional,  y al mismo tiempo posean un conocimiento débil e insuficiente de los contenidos de la fe. Un imperdonable desequilibrio que no ayudaría a crecer en la identidad personal y que impide saber dar razón de la elección que se ha hecho.