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LA NOVEDAD DE LA EVANGELIZACIÓN
EN EL ACTUAL CONTEXTO SOCIO-CULTURAL

IV

IV. LA NOVEDAD DE LOS PROCEDIMIENTOS

      Al lanzar el programa de una nueva evangelización el Papa pone el acento de la novedad, además de en el ardor, en "los métodos y en la expresión". El debate y la reflexión posterior han ayudado a situar y comprender mejor el sentido y el alcance de esta novedad.
      Se hace aquí también verdad el axioma de las ciencias de la comunicación de que el medio es el mensaje. Aunque el contenido del mensaje sea el adecuado, en la línea de lo expuesto más arriba, si los procedimientos, métodos y expresiones, no se adecuan al mismo o lo contradicen la nueva evangelización no se realizará o al menos no será "nueva".
      Las palabras proféticas de E. Leclerc, puestas en labios de S. Francisco, pueden servirnos de encuadre y punto de partida."El Señor nos ha enviado a evangelizar, pero ¿has pensado ya lo que es evangelizar a los hombres? Mira, evangelizar a un hombre es decirle: "tú también eres amado de Dios en el Señor Jesús". Y no sólo decírselo, sino pensarlo realmente. Y no solo pensarlo, sino portarse con este hombre de tal manera que sienta y descubra que hay en él algo de salvado, algo más grande y más noble de lo que él pensaba y que se despierte así a una nueva conciencia de sí.
      Eso es anunciarle la Buena Nueva y eso no podemos hacerlo más que ofreciéndole nuestra amistad; una amistad real, desinteresada, sin condescendencia, hecha de confianza y de estima profundas. Es preciso ir hacia los hombres. La tarea es delicada. El mundo de los hombres es un inmenso campo de lucha por la riqueza y el poder, y demasiados sufrimientos y atrocidades les ocultan el rostro de Dios. Es preciso, sobre todo, que al ir hacia ellos no les aparezcamos como una nueva especie de competidores. Debemos ser en medio de ellos testigos pacíficos del Todopoderoso, hombres sin avaricias y sin desprecios, capaces de hacerse realmente sus amigos. Es nuestra amistad lo que ellos esperan, una amistad que les haga sentir que son amados de Dios y salvados en Jesucristo"(58).

1. Promover "experiencias fundantes"

      La evangelización intenta "alcanzar y transformar con la fuerza del evangelio los "criterios de juicio , los valores determinantes, los punto de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación "(EN 19) o lo que es lo mismo, dicho en términos de las ciencias sociales, provocar una definición nueva de la realidad procedente de la fe en Cristo.
      Como es sabido la "definición de la realidad" es ese conjunto de nociones de lo real y de lo falso con que se funciona de modo espontaneo en la actividad diaria corriente(59). Es la impregnación mental, la convicción de unos determinados valores que marcan y orientan espontáneamente las decisiones y las conductas, o si se quiere, lo central de la cultura que es esa manera peculiar , espontanea, de sentir e interpretar el mundo, del que se derivan valoraciones, decisiones y conductas.
      Este cambio de definición de la realidad no se realiza por decisión consciente y voluntaria, y menos por indoctrinación, por la enseñanza de doctrinas distintas. Porque afecta a la comprensión de sí mismo y del mundo y a la existencia ordinaria solo se realiza mediante lo que se conoce en psicología social como "experiencias fundantes".
      Una "experiencia fundante" es aquella en la que la persona se siente envuelta desde sus cimientos, en sus propias entrañas, y da un vuelco a su estar en el mundo, produce su conversión.
      Por eso el primer procedimiento de la nueva evangelización tiene que ser promover "experiencias fundantes nuevas", transmitir a grupos o desde grupos experiencias fundantes de la esperanza del evangelio en las que el evangelizando pueda descubrir la novedad del evangelio. La mejor técnica evangelizadora será, por lo mismo, la invitación a participar de una experiencia presente y visible, impactante, que remueva el corazón, en línea diferente de las que se le ofrecen en la vida ordinaria y por parte de la cultura ambiente(60).
      Una primera experiencia fundante habrá de ser la experiencia de comunitariedad. Hacer la experiencia de "minorías proféticas de choque", comunidades de contraste o alternativas..."(61) una comunidad donde se hagan realidad las relaciones del reino, la valoración del otro como prójimo y hermano, donde se realice de veras el compartir lo que se es y se tiene, donde se vive la vida más humanamente, en mayor interrelación, donde se realiza la solidaridad, la búsqueda de la paz, la ayuda al necesitado. Comunidades que sean verdadero "hogar" para todos, donde se supere el anonimato y la rutina. Experiencias de comunidad abierta, no encerrada en sí misma, no de autoexaltación y autoefusión, como suelen ser las de tipo secta o fanatismos, sino una "comunidad en misión". Comunidad acogedora en la que todos y cada uno sean reconocidos por su propio nombre. Y tenga espacio para que los diferentes se sientan en ella como en su propia casa.
       Un segundo tipo de experiencias serán las de una "existencia en cierta medida de automarginación", de "opción radical por los pobres y la pobreza". Vivir en contacto, experimentar y adoptar un tipo de vida claramente diferente de los valores dominantes en la sociedad especialmente en el campo de la relación interpersonal, no mercantilizada, no explotadora, sino fraterna, y en el campo de uso y sentido de la riqueza, de los bienes, mediante un testimonio de vivencia de la pobreza evangélica sin paliativos, del compartir hasta los mismos bienes económicos. Y como parte de esta experiencia, participar en gestos transformadores de la realidad, en gestos de lucha por la liberación de los pobres con todos los riesgos que esto comporta y la felicidad honda, aunque sea martirial, que ello comporta.
      Una cuarta experiencia deberá ser la de celebraciones festivas fascinantes. Son el lugar privilegiado de experiencia del misterio de Dios. No lo son cuando la celebración está marcada por la rutina o constreñida por el ritual o la ceremonia; celebraciones donde se haga verdad la acogida personalizada de los participantes, se incorporen signos, símbolos y gestos comprensibles de las propias culturas, donde el tono festivo ayude a la participación, donde también el silencio posibilite el encuentro con el misterio, donde se haga posible el encuentro interpersonal y la comunicación de la propia fe(62), donde se celebre la vida de los participantes, incorporando, por lo mismo, sus testimonios, las luchas cotidianas, las presencias del Señor en sus vidas; donde se conozcan y se profundicen las visitas del Señor también en las luchas; donde se hagan presentes las necesidades económicas. sociales, culturales, y sean un empuje a la misión(63). Un quinto tipo de experiencias serían las experiencias "de choque". Nos referimos a esas técnicas de evangelización que han existido siempre en la Iglesia aptas para provocar una profunda e integral experiencia de Dios, que sitúen a la persona ante la realidad de la revelación y de la salvación de Dios en Jesucristo de una forma intensiva y apremiante, con un clima de oración y de sinceridad. Piénsese en tipo "ejercicios espirituales" de S. Ignacio, en las "misiones populares" adaptadas a los nuevos contextos, el proyecto palabra-vida en América, los "Cursillos" en su época, los procesos catecumenales intensivos, en los que sea haga posible "venir y ver lo que significa y entraña ser cristianos en la práctica"(64). A estas se podrían añadir otras muchas, como las de "desierto" y silencio, las de "voluntariado" en situaciones de extrema pobreza y marginación atendidas por cristianos, la inserción en algunas de esas comunidades de choque donde sea posible experimentar la comunión existencial y su expresión celebrativa.

      2. Praxis humanizadoras antes que discursos

      Serán praxis personales y también comunitarias, carismático-institucionales, en las que se haga verdad patente y visible "la benevolencia y el humanitarismo de nuestro Dios" ( Tit 3, 4).

"Nuevas situaciones exigen nuevos caminos para la evangelización" (Santo Domingo, 29). El primero de esos caminos en la situación actual es sin duda el testimonio de vida. "El hombre contemporáneo, formulaba ya clarividente Pablo VI, prefiere a los testigos antes que a los habladores o maestros " (EN 41).

      Es el camino emprendido por Jesús que, convencido él el primero de que "el reino de Dios no consiste en palabras"( 1Cor 4, 20), sino en la energía y poder del Espíritu, comenzó a "hacer y a enseñar" (Hech 1,1), "pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio " (Hech 10, 38). Como Jesús el evangelizador ha de convertirse en "evangelio" él mismo. De aquí la apelación a la conversión y a la santidad de vida por parte de los evangelizadores. Una conversión que supone pasar de la palabra a la vida, del decir al hacer, del discurso a la praxis.
      La praxis evangelizadora nueva más adecuada en nuestro contexto histórico no es la praxis conocida habitualmente como "religiosa", sacral, sino la praxis transformadora de la humanidad, acciones que lleven a la humanización de la historia. Serán praxis que continúen la praxis de Jesús de "levantar al hombre", de dignificarlo, de hacer andar a los paralíticos (cf. Jn 5; Hech 3, 1-8), de devolver la palabra a los sin voz (cf. Mc 7, 37), de comer con los pecadores y de inclinarse ante ellos sin erigirse en su juez condenador(cf. Jn 8, 1-8), de aliviar a los hombres de las cargas que pesan sobre sus hombros, de curar a los enfermos y liberar a los oprimidos, de ofrecer gracia a los pobres(cfr. Lc 4)(65).

      3. Desde la demostración de la energía del Espíritu

      La evangelización será nueva también en cuanto se apoyará únicamente en la "energía del Espíritu" ( 1Cor 2, 4).
      La evangelización nueva no volverá a pretender apoyarse en las fuerzas que constituyeron el aval a la vieja en épocas anteriores, a saber, los poderes de este mundo. La evangelización antigua, en efecto, ha contado de ordinario con el sostén o bien de los poderes políticos (piénsese en todas las uniones que se han dado siempre y en todos los países entre el trono y el altar, entre la cruz y la espada, entre "conquista-colonización y evangelización) o bien sociales y económicos o bien culturales. No podrá ni deberá volver a ser ni un proceso de conquista, de re-conquista, ni de cruzada, ni de imposición por la fuerza de las armas.
      La evangelización nueva no se ha de apoyar, como pretendían los griegos y los racionalistas de todos los tiempos, tan actuantes todavía en los nuestros, en la victoria que supone la fuerza de la argumentación (cf. 1 Cor 1, 20), por la demostración ( 1 Cor 2, 4) que vence al oyente ofreciéndole una explicación racional del evangelio. No será una evangelización de tono magisterial, apologético o racional, con la conciencia de superioridad, de ser poseedores de la verdad única, plena.
      No se impone por la fuerza de los signos, de los prodigios, a que aspiraban los judíos, o por el entusiasmo, la verborrea de tipo "carismático" ( 1 Cor 1, 5), los lenguajes misteriosos y sorprendentes ( 1 Cor 12, 8-11). La locura de la buena noticia de Jesús, de su muerte-resurrección, solo se transmite adecuadamente por procedimientos de debilidad, de sencillez, de cordialidad del mensajero ( cf. 1 Cor 1, 26-31).
      Se presentará, sí, con la "energía del Espíritu" (1 Cor 2, 4) que se hace presente "no en los sabios de este mundo, ni en los poderosos, ni en los nobles ni en los fuertes, sino en lo débil, lo despreciable, lo que no cuenta (1 Cor 1, 26-28) y que se caracteriza por la convicción de quien habla de "lo que ha visto y oído"(1 Jn 1, 1-3); por la gratuidad, el deseo de ofrecer un don y beneficiar al destinatario sin pretender sacar el mínimo interés ni de prestigio ni menos económico o de influencia en la sociedad (cf. 1 Cor 3, 5-9;4, 1-4; 9, 16-18; 10, 24-33); por la oferta de sentido del ser y del vivir que proporciona a la persona humana la satisfacción de inquietudes profundas.
      La "demostración de la fuerza y poder del Espíritu" significa también la parresía, la profunda confianza y seguridad, que proporciona al creyente su propia fe vivida y cultivada. El testigo no alardea pero sí afirma y asegura desde la propia convicción. Es lo contrario del apocamiento y del miedo, de una cierta vergüenza y complejo que ha impregnado a los cristianos en los últimos tiempos frente al ambiente y a tantos ataques sufridos desde la racionalidad moderna.
      El evangelizador nuevo ha de cultivar también su fe, hacerla una fe adulta, crítica, descubriendo la fundamentación de la misma acorde con la comprensión actual y no fiada o apoyada solo en autoridades externas, una fe "que sepa dar razón de la propia esperanza"( 1 Pe 3, 15-16). Una fe que se halla orgullosa de sus contenidos, de los valores que afirma y vive, de ser adhesión firme al mejor Hombre que ha engendrado nuestra historia, al movimiento que más ha hecho por los hombres, por la humanización de la historia, una fe que también hoy anima las mejores realizaciones de humanidad en favor de los hombres. Una fe en la que, por todo ello, merece "la pena vivir porque es también una fe por la que merece la pena morir"(66).

      4. La acogida, la cercanía y el encuentro personal

      La evangelización nueva ha de privilegiar el encuentro entre el testigo-mensajero y el hombre.
      Si el modelo antiguo pudo ser el "heraldo" que anunciaba las buenas noticias alzando la voz, con brío (cf. Lc 12, 3; Is 40, 9) desde el estrado de las plazas, desde las atalayas de las murallas, desde los montes o desde los techos de las casas ( cf.. Is 40, 9; 52, 7-8; Mt 10, 27), desde los púlpitos, o desde las cátedras, siempre en posiciones de altura y de distancia, hoy hay que optar y privilegiar procedimientos de cercanía y de encuentro, de contactos personales, de intimidad. Hay que hacer resonar las buenas noticias "al oído" ( Mt 10, 27), "boca a boca".
      Hay que volver a subir al carro del eunuco para responder allí en la intimidad de la conversación viajera a la inquietud y a las preguntas personales del caminante, a sus interrogantes peculiares y profundos (cf. Hech 8, 26-38; Lc 24, 13-35). El ámbito evangelizador acaso tenga que volver a ser la casa, el hogar, la tertulia, el bar, esos espacios donde las personas se encuentran como personas, donde cada uno tiene nombre (cfr. Hech 2, 46), donde acontece la conversación sosegada y amistosa, en los que se supera la máscara y el oficio, donde es fácil la confidencia. Se tratará de recuperar el procedimiento del "contagio", de la "difusión celular", del contacto interpersonal donde el creyente-testigo comunica lo que él ha visto y oído, cuenta la propia experiencia de salvación que en él se ha realizado y que ha transformado su vida y en la que se ha hecho y se muestra verdadero el mensaje.
      Esto implica también pasar de la espera, el silencio, el lamento, la inhibición, a la propuesta, a la exposición, a la afirmación, humilde, pero convencida. Los evangelizadores nuevos "deben salir al encuentro de los que están alejados. Muchas puertas de estos hermanos esperan el llamado del Señor (cf. Apoc 3, 20) a través de los cristianos que... salen al encuentro de aquellos que se alejaron de la casa del Padre" (Santo Domingo, 131). Han de dar prioridad y dedicar las mayores y mejores energías evangelizadoras no tanto a la masa, a las multitudes, a los grandes grupos, cuanto a las personas, a la atención, dirección y ayuda personalizada. En este contexto y desde esta procedimiento se ha de privilegiar de nuevo la casa como el ámbito evangelizador por excelencia, como en la primitiva iglesia. Esta ha de volver a ser "iglesia doméstica" fundamentalmente, y los evangelizadores privilegiarán la visita domiciliaria (cf. Santo Domingo 146)(67).
      En este encuentro interpersonal la comunicación se hace no por el grito, la agresividad, o la solemnidad, sino por "la palabra muy blanda y muy cortés cual de quien atrae y estima mucho", como recogen los Obispos mexicanos tomado de la narración de la aparición de la Virgen de Guadalupe(68)       El encuentro entraña también pasar del imponer al exponer y proponer, del constreñir al ofrecer, de la polémica al diálogo. Es el reconocimiento del otro con sus valores, sus preguntas, su voz, sus convicciones, sus verdades. Evangelizar es, a la vez que comunicar, escuchar, dejarse interpelar, dejarse evangelizar por la verdad y vivencia del otro.
      El encuentro supone también devolver la palabra, "hacer hablar a los mudos" (Mc 7, 37). "Devolver la palabra a los mudos o enmudecidos es crear espacios nuevos donde la vida pueda aflorar con toda su hondura. Es acoger, valorar y respetar otras formas de presencia divina en el corazón del ser humano. Es leer o saber leer los mensajes del alma. Es bajar al misterio único e irrepetible de cada ser humano, donde se guardan los "gritos inenarrables" que solo entiende cabalmente el Espíritu de Dios... Hay muchos mudos. Y nuestra pastoral puede devolver la palabra o hacer enmudecer"(69)
     
      5. El lenguaje narrativo: del discurso a la narración
     
      Dentro de los "nuevos métodos" hay que contemplar también la novedad en el estilo. También aquí es verdad que el medio es el mensaje. La evangelización tradicional ha usado preferentemente el estilo y lenguaje discursivo, propio del tratado teológico y aprendido y difundido en los catecismos.
      Este estilo manifiesta una preocupación doctrinal, magisterial.Usa un lenguaje abstracto, conceptual. Un lenguaje técnico, el de la teología o el dogma o la moral, con frecuencia esotérico, incomprensible para los no iniciados. Ofrece fundamentalmente argumentos, raciocinios, silogismos. Pretende convencer, imponer la aceptación de la verdad por la fuerza de los argumentos, y para ello se esfuerza por demostrar.
      La evangelización nueva, y en esto no hace más que recuperar el método de la evangelización primera, la de Jesús y los apóstoles, que se configuró fundamentalmente como narraciones (cf. el género literario "evangelio"; las parábolas; los discursos de los Hechos; 1 Cor 11, 23ss) prefiere y privilegia el estilo narrativo(70). Se trata de comunicar una buena noticia, un hecho acontecido, una historia de salvación, visitas, presencias y gestos de amor acaecidos en la historia y percibidos en la vida de los hombres, lo acontecido en Jesús de Nazaret y lo que eso entraña para la existencia de los hombres todos. Y todo esto solo se transmite mediante narraciones.
      El lenguaje narrativo se caracteriza por centrarse en las vidas y acciones de la persona narrada tanto y más que en sus dichos, en sus palabras o enseñanzas. Se preocupa por la hondura de esa vida, del sentido de lo acaecido, de la repercusión de sus hechos o palabras. Usa para ello fórmulas frescas, imágenes, y no proposiciones precisas, ni enunciados dogmáticos o morales, no sistemas de verdades claras, explícitas, como las de los catecismos o los tratados teológicos.
      La narración comunica y transmite un suceso, no como un mero informe o crónica sino poniendo de relieve el sentido y el valor de lo ocurrido, fijándose y atendiendo más que a la descripción del suceso tal como ocurrió a la interpretación del mismo, al valor que tuvo para quienes lo vivieron. Precisamente porque es siempre un testimonio de cómo ese gesto y talante de amor en Jesús ha sido percibido en la propia vida y cómo ésta se ha visto afectada y radicalmente transformada solo es posible comunicarla contando lo que ha pasado, como sucede en la escena paradigmática de los discípulos de Emaús: "contaban lo que les había ocurrido por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan " (Lc 24, 35)
      La narración es siempre testimonial. Se narra lo que se ha visto y oído. Es siempre personal, fresca, inmediata. Retoma palabras anteriores, antiguas si se quiere, pero las reinventa desde el hoy vivido, en el lenguaje de la cultura actual. No usa fórmulas estereotipadas, tomadas de otros tiempos. No entiende de verdades formuladas perennemente. Esas verdades, al hacerse historia, las actualiza y reformula para el hoy del oyente desde el hoy de la experiencia de la verdad vivida. La narración hace revivir la historia pasada haciéndola actual para el oyente de hoy, le presenta lo sucedido entonces con su sentido para que el oyente comprenda lo que también hoy sucede aquí.
      Mediante la narración personalizada por el narrador el evangelio, el acontecimiento salvífico de Jesús de Nazaret, podrá entrar en contacto con las experiencias de cualquier cultura y ésta la podrá vivenciar y a su vez expresar desde sus categorías lingüísticas, mentales, vivenciales. Frente a los intentos de siempre de convertir a los hombres y culturas a la cultura del evangelizador, la narración testimonial transmite vida, es portadora de cultura, renueva las culturas y en cuanto sea preciso las vivifica, las transforma(71)
      La narración es creadora de comunidad en cuanto que incorpora al oyente a la experiencia tenida y vivida por los antepasados. La narración provoca la comunión. "Lo que hemos oído, lo que hemos visto os lo comunicamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros" ( 1 Jn 1, 3). La experiencia vivida por el narrador al ser comunicada suscita y provoca una experiencia personal semejante en el oyente. Por medio de las narraciones la comunidad actual conecta, se comunica, empalma y relaciona con los padres, con su misma fe. Al narrarla hace suya la historia de ellos, la asimila. De aquí la permanente referencia de la escritura al "hoy" del oyente (cfr. Dt 1-4). Y la necesidad de fundamentarse permanentemente, con renovado empeño, en la narración bíblica, en la historia de la salvación, en la lectio divina.
      Una noticia que se transmite se hace "buena" para el oyente porque se ve afectado por ella, reflejado en ella, estimulado-interpelado por ella. La narración nunca deja indiferente. Siempre cuestiona. Trae la memoria de lo hecho y dicho por Jesús y esto suscita y provoca la propia existencia, su orientación, su situación, su actuación. La narración se orienta a la experiencia, a la vida, al bien más que a la verdad, a la estética más que a la ética, como hoy se dice.
      La narración de un amor vivido y manifestado mueve a amar(72). Pero la narración no resalta en primera instancia el imperativo de lo narrado, aunque lo lleva consigo, y con una fuerza más íntima y estimuladora que el discurso ascético, espiritualista o moral. Tiene un carácter altamente interpelador. Está siempre remitiendo a la praxis, a la acción, a la conducta, a la actuación, al cambio de vida, a la conversión del oyente, a seguir-imitar-asemejarse a lo narrado. El narrador evoca, insinúa, sugiere, estimula, amenaza a veces, pero nunca impone, apela siempre a la decisión del oyente. "El que tenga oídos, que oiga... Ve, y haz tú lo mismo (cf. Mt 11, 15; Mc 4, 9.23; Lc 10, 37).


58. E. LECLERC, Sabiduría de un pobre, Marova, Madrid 1990.

59. Para todo este apartado nos apoyamos en A. Tornos, la vida cotidiana, campo de evangelización, ST 81 (1993) 437-451.

60. Cf. en el mismo sentido F. SEBASTIÁN, Nueva evangelización,... p.158.

61. Cf. J. MARTIN VELASCO, El malestar... p. 315.

62. OBISPOS de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, Evangelizar en tiempos de increencia, Carta Pastoral,1994, 65.

63. Cf. en esta línea Santo Domingo, Conclusiones, 53.117; OBISPOS Pamplona... Carta...94-96. Es sabido que en todas las culturas uno de los elementos configuradores de la fiesta es la danza. Sin ella la celebración adolece de falta de expresividad de la alegría y del misterio. Cfr. la descripción de la danza de la resurrección frente a la danza de la muerte en las celebraciones antiguas en J. MOLTMAN, Sobre la libertad, la alegría y el juego, en Un nuevo estilo de vida, Sígueme, Salamanca 1981, pp. 55-70.

64. Cf. F. SEBASTIÁN, O. C. p. 160

65. "Los signos de liberación hacen creíble el anuncio evangelizador. Por eso la nueva evangelización tiene que ser testimonial. De ahí la gran importancia de la vida evangélica del evangelizador y de la comunidad evangelizadora. Las prácticas de fraternidad, justicia, solidaridad, comunicación de bienes deben acompañar todo anuncio del evangelio. Por el contrario las prácticas antievangélicas de la Iglesia desacreditan el ministerio de la evangelización y restan credibilidad a la predicación del evangelio... La nueva evangelización implica el compromiso de la iglesia con la causa de la justicia y de la solidaridad. La experiencia cristiana es una experiencia de comunión y solidaridad entre los hombres... La nueva evangelización debe ser esencialmente liberadora. En un mundo atravesado por las relaciones de opresión y dominación de unos hombres sobre otros no es posible anunciar el evangelio de Jesús y el reino de Dios sin denunciar esas situaciones y sin comprometerse con los procesos liberadores" (F.MARTÍNEZ DIEZ, La nueva evangelización "restauración o alternativa? en Inculturación y nueva evangelización, pp. 169-171

66. L. GONZÁLEZ-CARVAJAL, Evangelizar...p. 133.

67. "Hay que combinar la existencia de algunas otras formas de presencia que rompan las barreras de la comunidad de creyentes y vayan a buscar a los hombres y mujeres no creyentes, o al menos no practicantes, allí donde estén. Pienso por ejemplo en las visitas a domicilio con ocasión de algún acontecimiento familiar, visita a los enfermos y necesitados, pequeños grupos domésticos de oración o de lectura del evangelio, escuelas de padres, centros de acogida y reunión para jóvenes, ancianos, matrimonios en dificultades, etc Es indispensable multiplicar pequeños puntos de contacto y de presencia cristiana, apoyándose en comunidades religiosas, o en familias cristianas que quieran ser lugar de apoyo y de encuentro para otras familias" (F. SEBASTIÁN, Nueva evangelización...p. 161.

68. Obispos de México, Mensaje con motivo de la Celebración del V Centenario de la Evangelización de América, N. 8. ECCLESIA, II (1989) 1456.

69. E. CALLE, "Hace hablar a los mudos" (Mc 7, 37). Devolver la palabra,en Jesús y la primera Iglesia. Relatos de "nueva evangelización", SAL TERRAE 79(1991) 909-912.

70. Se resume aquí el capítulo sobre el "estilo narrativo" de mi tesis de doctorado en la Universidad de Salamanca, sobre "funcionalidad, contenidos y método de la exposición de la historia de la salvación". Allí se recogen estas palabras de Rahner: "la teología del futuro se escribirá en romances" y la siguiente de J. B. METZ: "La comunidad cristiana es desde el principio no primariamente una comunidad de interpelación y argumentación, sino una comunidad de recuerdo y narración, recuerdo narrante de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesús". Cfr. en los mismos términos, y más recientemente, en J. Pikaza: "La experiencia originaria de la Iglesia es experiencia narrativa. Si Dios se ha hecho presente en la historia de Jesús sólo hay un modo de adentrarse en su sentido: recordar su historia. Para hacer posible ese recuerdo, el apóstol ( de forma diferente a la que emplea el teólogo)... narra la historia de Dios, de Jesucristo... Esto nos conduce al fondo del problema. Si Dios fuera un ente necesario, deducible por discurso matemático, el lenguaje apropiado a su verdad sería la demostración. Si Dios fuera un ente racional habría que alcanzarle a través de una dialéctica del mismo pensamiento. Pues bien, Dios se manifiesta para los cristianos como historia, en Jesús y en su evangelio. Por eso hablamos de él con lenguaje narrativo. El hombre de Dios no es el científico o filósofo, ni el místico de la interioridad, ni el profeta judío que vive simplemente en la esperanza. El hombre de Dios por antonomasia es el apóstol: aquel que testifica su presencia creadora y salvadora sobre el mundo. Frente a los poderes de la racionalidad (ilustración), la economía o la estructura social, emerge la autoridad primigenia del recuerdo: la palabra fundante de la Iglesia es aquella del testigo. El testimonio y no la argumentación o la teoría sigue siendo el lenguaje del ministro o sacerdote misionero" (J. PIKAZA, Las tres tareas del sacerdote, SEMINARIOS, 39 (1993) 221.

71. "La fe cristiana es un hecho vital antes que doctrinal, pues brota de la experiencia de habernos encontrado con el Dios de la vida, revelado y encarnado en Jesucristo, y con su gracia salvadora. Por eso el anuncio de Jesucristo no se realiza tanto por la transmisión de una doctrina cuanto por la comunicación de una vida. Sin embargo hemos descuidado a veces el testimonio de nuestra propia experiencia de fe y de nuestra vida, convertida y transformada por el Evangelio recibido. Sería una profunda novedad introducir la narración de la propia fe y el testimonio de la propia vida en nuestra pastoral evangelizadora" (OBISPOS Pamplona... Carta,...n. 64.

72. Este era ya el parecer y consejo de S. Agustín a quien le preguntaba por cómo hacer más eficaz la catequesis: "si ergo maxime propterea Christus advenit ut cognosceret homo quantum eum diligat Deus; et ideo cognosceret ut in ejus dilectionem, a quo prior dilectus est , inardesceret, proximumque illo jubente et demonstrante diligeret, qui non proximum, sed longe peregrinantem diligendo factus est proximus; omnisque scriptura divina quae ante scripta est ad praenuntiandum adventum Domini scripta est; et quidquid postea mandatum est literis et divina auctoritate firmatum, Christum narrat et dilectionem monet... Hac ergo dilectione tibi tanquam fine proposito, quo referas omnia quae dicis, quidquid narras ita narra ut ille cui loqueris audiendo credat, credendo speret, sperando amet" (De catechizandis rudibus, n. 8)