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LA NOVEDAD DE LA EVANGELIZACIÓN
EN EL ACTUAL CONTEXTO SOCIO-CULTURAL

II

III. LA NOVEDAD DE LOS CONTENIDOS: LOS NUEVOS PARADIGMAS(13)

      Si la novedad es radical, de "cualidad", de "calidad", quiere decir que ha de afectar también a los contenidos. La evangelización necesita también nuevos "paradigmas", esos esquemas de fondo que configuran la comprensión y la explicitación de ese contenido esencial o sustancia viva del evangelio que la Evangelii nuntiandi definía como "Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo", "testimoniar que ha amado al mundo en su Hijo; que en su Verbo encarnado ha dado a todas las cosas el ser y ha llamado a los hombres a la vida eterna" ( EN 26), "la proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios" (cf. Ef 2, 8; Rom 1, 16).
      Si el mensaje cristiano, el evangelio de Jesús, se sigue comprendiendo y expresando en los viejos esquemas tradicionales, que no le dicen nada al destinatario actual de la evangelización, sea el hombre moderno o postmoderno de nuestro contexto cultural occidental, o el destinatario popular o indígena de las culturas americanas, o el de aquellos que todavía no han oído hablar nunca de El de los otros contextos culturales, africanos o asiáticos, provocará sin duda un rechazo simplemente por su falta de comprensión, por la diferencia y distancia de los respectivos universos simbólicos.
      Algunos han emprendido tímidamente esta reflexión(14). Con todas las dificultades y los límites de un intento como éste me atrevo a sugerir los aspectos en que habría de centrarse la evangelización para que fuera nueva sugiriendo a la vez y de una manera necesariamente esquemática la orientación de dichos contenidos.

3.1. Evangelización integral: el ancho campo del "evangelio"

      Evangelizar es comunicar una buena noticia: la buena noticia o evangelio de Jesús, el Hijo de Dios, muerto y resucitado, salvación para todo hombre que cree en El ( Rom 1, 1-17). Indica la actividad que los seguidores de Jesús están llamados a realizar a lo largo de todos los siglos, por todo el mundo (cf. Mt 28, 16ss) siguiendo el paradigma que es el mismo Jesús, el "evangelizador nuevo" y que se continuó en los primeros discípulos y apóstoles.
      La evangelización realizada por Jesús, y por sus primeros testigos, reviste una actividad múltiple. "Jesús comenzó a hacer y a decir"(Hech 1, 1). Es siempre un entrecruce de hecho y de palabra, de "noticia realizada", noticia hecha buena en su realización efectiva. Y el alcance de la misma es el hombre, todo el hombre, todos los hombres.

      1. La evangelización en cuanto diakonía. Jesús evangeliza, en primer lugar, haciendo llegar con su acción y con su palabra el reino de Dios, haciendo presente "el año de gracia" de Dios (cf. Lc 4, 17-21), su acción salvadora en favor del hombre.
      Jesús se presenta como el hijo del hombre, el siervo de Dios que toma en sus manos la causa del hombre, sabedor de que en la causa del hombre está en juego la causa de Dios, su Reinado. Pasa haciendo el bien y sanando toda enfermedad y toda dolencia(cf. Hech 10, 38), curando a todos los oprimidos (Mc. 7, 37ss, Mt 4, 23ss; 9, 35;10, 1). Para Jesús todo aquello que oprime al hombre, que le impide ser él mismo en plenitud, que le disminuye de su estar llamado a ir erguido, a ser libre, dueño de su destino como imagen y semejanza de Dios, es objeto de su actividad: levanta a hombres postrados, endereza a paralíticos, devuelve la vista a ciegos, el oído a sordos, suelta las ataduras de la lengua a los mudos, desata a los encadenados por el mal, a los oprimidos por la ley les ensancha el corazón, saca a los hombres de las manos de los poderosos.
      En toda esta su obra de liberación del hombre manifiesta él su categoría y su talante de "rey". Su realeza, su poder regio lo muestra en que, por solidaridad con el ser, la suerte y el destino del hombre en el mundo, para devolver al hombre su propia dignidad de "hijo", él, en obediencia al Padre, se hace "siervo": se rebajó hasta someterse a una muerte y una muerte de cruz, perdió su propia dignidad de Hijo de Dios haciéndose uno de tantos (cf. Filp 2, 6-ll). Pone la causa del hombre por encima de su propia vida : los amó hasta el extremo (Jn 13, 1); compartió con los hombres la carne y la sangre (cf. Heb 2, 14), alcanzó así la perfección plena de hombre, su categoría de rey y Señor( cf. Filp 2, 10-11; Heb 5, 7-9). Con su servicio, servicio de rey libertador, consiguió para todo hombre y para todos los hombres, la realeza, la libertad para servir.
      La evangelización es, así, en seguimiento de la de Jesús, proclamación y empeño en establecer el reinado de Dios en el mundo, es decir, lucha por la realeza del hombre, promoción en plenitud del hombre hasta conseguir para él lo que está llamado a ser según el proyecto de Dios, imagen-semejanza de El, dueño de su destino, hijo de Dios. Todo lo que es respeto al hombre, reconocer su dignidad, procurar su libertad, establecer la justicia, defender su vida, su ir erguido, no esclavizado ni humillado ni sometido a nadie, ni a leyes, ni a instituciones, ni a otros hombres,; todo lo que es humanización del hombre, devolverle el "rostro humano", en el que se refleja el rostro del Hijo (cf. 2 Cor 4, 6), personalización del hombre, promoción del hombre hasta llegar a la estatura de "hijo" en el Hijo, es evangelizar.
      Es esta la primera dimensión de la evangelización, la que con el NT hay que llamar "diakonía", en la línea del Jesús-Siervo, diáconos de Dios y de los hombres.

      2. La martiría-testimonio. Como una segunda dimensión de la evangelización aparece la Palabra.
      Jesús y los evangelizadores primeros no se limitan a hacer. También hablan: en el templo, en privado, por las casas, por los caminos, en las ciudades, en los campos (cf.Jn 18, 20-21), proclaman, anuncian, dicen, enseñan, narran, explican, comentan, explicitan el sentido de lo que hacen (Hech 19, 18), dan razones de su hacer y de su decir, exhortan e interpelan, acusan y defienden, consuelan y animan. juzgan y critican.
      De esta manera se muestran profetas, maestros, pero más que nada "testigos"-mártires, que es el testigo acreditado y veraz, que puede llevar su testimonio hasta la misma muerte. "Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra "( Hech 1, 8).(cf. Jn 3, 11; Lc 24, 48).
      No hay, pues, evangelización sin martiría, sin palabra testificante, sin comunicación oral de lo visto y oído, de la buena noticia, sin explicitación y aclaración de la misma, sin dar razón de su credibilidad. Donde reina el silencio no hay actividad evangelizadora.

      3. La koinonía-comunión. Una tercera dimensión es lo que el Nuevo Testamento conoce como koinonía, que traduce en el lenguaje de la primera comunidad cristiana la categoría del Reino de Dios empleada por Jesús en su vida, y que es la meta última de la actividad liberadora de Jesús: "que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti" (Jn 17, 21-23).
      Frente a los "otros" dioses, los ídolos, y sus justificadores, sus "profetas" (cfr. Apoc 11-13 ), el evangelizador nuevo que es Jesús comunica y proclama la "buena noticia del "reinado de Dios", es decir, del establecimiento en la historia por parte de "el Dios y Padre de N. S. Jesucristo", de unas relaciones de familia, de "padre" a "hijos", no de "señor" a "esclavos". El Dios que por su mysterium-santidad puede percibirse como "tremendum", terrible, silencioso, lejano, distante, enemigo, se hace en el Hijo "Padre" (Abba), No es un Todopoderoso que se impone sino Alguien que se hace cercano, se hace próximo, , hace alianza, entra en comunión con los hombres, se hace "familia", los convierte en "hijos en el Hijo"(cf. Rom 8, 1-17); y, como consecuencia, crea entre los hombres unas relaciones de fraternidad en la línea y a semejanza de las relaciones existentes entre el Padre y el Hijo en el Espíritu.
      El reino de Dios, frente al imperio de la bestia, donde el hombre domina y esclaviza al hombre y lo destruye, consiste en la inauguración de una nueva convivencia(15) donde las relaciones no son de señores/esclavos, opreso­res/oprimidos, sino como de hermano/hermano, de igual/igual, desde el reconocimiento no ya solo de la igualdad radical de todos, al tener un mismo origen y un mismo destino, sino desde el cariño que entraña saberse de la misma familia, hijos del mismo Padre. Por esto el reino de Dios es la buena noticia para todos los hombres, especialmente para los más pobres, los excluidos, los marginados, los humillados, los oprimidos, porque es la proclamación de que en Cristo, por El, y en El, ha comenzado una etapa nueva, la última, la definitiva, de la historia del hombre y del cosmos, en la que la suerte de los hombres no se juega desde los poderes humanos, diabólicos, que dominan la historia, no se apoyan en la fuerza del vencedor, en el dominio del poderoso, sino en la igualdad, el afecto positivo, el servicio, donde predomina el perdón sobre la violencia y la venganza, la igualdad sobre las diferencias, el servir sobre el dominar, el liberar sobre el oprimir o someter.
      El reino de Dios ni siquiera se realiza o produce en las prácticas religiosas. "No reina Dios por lo que uno come o bebe" desde prescripciones rituales, como dirá S. Pablo sino por la justicia, la paz, la alegría que el Espíritu Santo, despierta en los corazones de los creyentes "(cf. Rom 14, 17-21). Se realiza y se hace presente allí donde prevalece la misericordia sobre la justicia y la venganza (cf. Mt 5, 38-41); la reconciliación sobre la división y el enfrentamiento; la paz sobre la animosidad y la guerra; la verdad, la autenticidad y la honradez sobre la doblez, las apariencias y la mentira (cf. Mt 5, 33-37; 6, 16-18); el amor sobre el odio ( Mt 5, 43-48), la misericordia sobre el sacrificio; la adecuada relación entre los hombres sobre el culto y los ritos ( Mt 5, 23-24); la amistad y fraternidad sobre las divisiones, enemistades, antipatías y diversidad de orígenes, sexos, razas, religiones, naciones ( Lc 10, 29-37; Mt 15, 21-28; 19, 1-9), hasta formar un solo corazón y una sola alma ( Hech 4, 32).

      4.La leiturgia-liturgia. Y hay un centro unificador, una cima o culmen de toda la evangelización, y a la vez, fuente y origen de la misma, que es la expresión celebrativa de la nueva condición existencial del creyente, de su vida en Cristo, de la adhesión a su Palabra, de la fraternidad realizada, de la liberación obtenida por el servicio mutuo. Es la celebración festiva, la liturgia.
      En ella acontece la bendición y la acción de gracias (eucaristía) junto con el partir el pan por la acción salvadora de Dios en Cristo, y que recoge, prolonga, recuerda -memorial- el gesto salvador supremo de Cristo en la última cena, anticipo de la entrega de su vida por los hombres en la cruz, del establecimiento definitivo del reino de Dios, donde se expresa y realiza la reunificación de todos y de todo en El, y entre sí (cfr. Mc 8, 6; 14, 23.29; Jn 6, 11.23; Mc 15, 36; 1 Cor 10, 16-17; 11, 23-28; Jn 12, 32-33).

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      Comprendida la evangelización en esta línea neotestamentaria necesita hacerse "nueva". Y para ello debe recuperar su integralidad.
      La evangelización, en efecto, se ha quedado "vieja", "anticuada" siempre que se reduce o privilegia o exclusiviza una u otra de esas dimensiones.
      La evangelización ha envejecido cuando se ha privilegiado o reducido a la dimensión de la palabra, y aun más cuando predomina entre las actividades de la palabra, la palabra discursiva, la palabra moralizadora, que "echa cargas insoportables sobre los hombros" de los hombres y lo hace no como consecuencia de una respuesta a un amor previamente manifestado, sino en virtud de unas consecuencias deducidas por una autoridad, en virtud de su misma autoridad o de tradiciones humanas(cfr. Mt 23, 4; Lc 11, 46).
      La evangelización ha envejecido también siempre y allí donde la proclamación de la Palabra no se traduce en unas prácticas efectivas de liberación de los hombres; donde no es respetada la libertad de los hombres por parte de los creyentes; donde los cristianos sin inquietarse por ello en las estructuras de poder, sean sociales, políticas, económicas y su presencia no transforma esas estructuras poniéndolas al servicio de la liberación de los en lugar de servir a sectores o intereses particulares; donde se provocan o toleran situaciones de marginación; donde la dignidad de las personas no es reconocida ni potenciada en su carácter absoluto, divino. Ha envejecido allí donde solo algunos se consideran responsables, donde se mantienen las distancias, las diferencias de rango o clase, de títulos u honores; donde no se viven unas relaciones fraternas; allí donde no se lucha por eliminar todas las fuentes de división; donde en las relaciones predominan criterios de discriminación de personas o grupos por razones de sexo, de raza, de lengua o cultura.
      Ha envejecido, sobre todo, allí donde ha quedado anclada en los ritos, el culto, los "sacramentos". Su "vejez", su "antigüedad" se hace dramática cuando se comprueba que la nueva cultura secular no logra sintonizar precisamente con esa ritualidad, con esa cultualidad; cuando se advierte que la mayor parte de los hombres de hoy, especialmente aquellos que más necesitan de la acción evangelizadora, se mueven en un horizonte mental y anímico totalmente lejano de los esquema mentales y anímicos en que lo ritual se hace comprensible y vivencial.
      Por otra parte, la evangelización habitual privilegia la liturgia, pero como algo aparte, separado, ajeno a la vida, y en muchas ocasiones incluso como algo mágico. El malestar generalizado tanto por parte de los dirigentes como por parte de los asistentes frente a las celebraciones indica claramente que la liturgia así no evangeliza. Que debe cambiar en la comprensión de la misma y en su realización para que sea un lugar manifestativo de la presencia de Dios en la historia y de la fraternidad entre los hombres.
      Por todo ello la novedad de la evangelización, desde este carácter de integralidad, supone y exige dar su lugar a la palabra, el testimonio explícito, frente a tendencias que quisieran reducirla a la pura acción social o política poniendo el acento y reduciendo a la liberación-diakonía. Pero supone y exige con la misma urgencia incorporar todo el esfuerzo de promoción del hombre, de lucha por la justicia y de liberación sociopolítica, que ha sido fruto de la reflexión y actuación del postconcilio especialmente en los contextos de opresión, que clama al cielo, del tercer mundo. Y no se elimina la dimensión celebrativa o litúrgica, sacramental, y aun piadosa teniendo su cima vivencial y expresiva en la celebración eucarística donde el creyente entra en comunión personal con el evangelio personal que es Jesús (Mc 1, 1; Rom 1, 1-3) en su entrega personal al Padre por el hombre, en el que El logra la koinonía plena del hombre con Dios y de los hombres entre sí.

      3. 2. La nueva imagen de Dios

      No basta la novedad de la integralidad. La evangelización nueva necesita también nuevos paradigmas. Sin pretender ser exhaustivos ni en la enumeración ni menos en el desarrollo de la novedad de los contenidos, o de los nuevos paradigmas, sí hay que sugerir algunos aspectos más necesitados de verse afectados por la "novedad"(16).

      1. Un rostro nuevo del Padre

      La imagen de Dios transmitida por la evangelización tradicional, la que aparece y resuena espontáneamente en quienes escuchan esta palabra, ha quedado profundamente tocada, si no destruida, para la mentalidad del hombre moderno, por la crítica de la religión , por el "proceso a Dios" establecido a partir de la ilustración, proseguido por las ciencias sociales y psicológicas, y que ha llegado a hablar de la "muerte de Dios".
      Un rostro nuevo de Dios tiene que abandonar al Dios de los filósofos, lleno de atributos metafísicos, estáticos (el absoluto, el infinito, el todopoderoso, el impasible, responsable de todo lo que ocurre en el mundo, incluido el mal sobre todo el de los inocentes). Tiene que borrar de su imagen el "Dios de los políticos y sociólogos", el guardián del orden establecido, el que justifica la autoridad, el orden social, el que restablece la justicia, premiando a los considerados buenos y castigando a los calificados como malos. Tiene que renunciar al "Dios de los humanistas", el Dios competidor del hombre, enemigo de su libertad y autonomía, el que le impone preceptos y mandatos que coartan su libertad, "celoso" de su honra y honor, vengador de sus rebeliones. Tiene que destruir "el Dios de los psicólogos", proyección de los anhelos del hombre, refugio-providencia mágica del que se espera protección y seguridad y satisfacción de todos los deseos y necesidades que anidan en el subconsciente del hombre(17). Tiene que desautorizar también el "Dios de los predicadores", de los moralistas y espiritualistas, vigilante y atento a las transgresiones del hombre hasta decretar la sanción máxima y definitiva, irreparable, y complaciéndose, para reparar la ofensa recibida de los hombres, en el sacrificio y aun en la muerte de su Hijo.
      La evangelización nueva habrá de recuperar los rasgos fundamentales del Dios que se manifiesta en la Biblia no tanto en sus formulaciones verbales, que, por ser condicionadas culturalmente, a veces participan de algunos rasgos de los esquemas anteriores, cuanto el que se manifiesta en sus actuaciones. Entre esos rasgos del Dios Padre habría que señalar hoy:

- el Dios que en sí y por sí, y desde el principio, es no la soledad del Uno inmutable, sino la comunicación y comunión de los Tres. Se constituye y configura, en cuanto podemos hablar de él y comprenderlo de alguna manera analógica con nuestras experiencias, como el que posee la "riqueza de la diversidad", el reconocimiento de los diferentes, la sintonía y perfecta unión como expresión de la entrega y donación de una persona a las otras, el amor mutuo, la interhabitación mutua. De esta riqueza de su propia vida íntima, de este Dios-comunión de personas, surgen las personas humanas, hechas para la comunión, a imagen y semejanza de El(18).

- El Dios no de muertos y para los muertos, sino vivo y autor de la vida (cf. Jn 6, 58), protector y defensor de los vivientes, vivificador de los hombres.
     Frente a los baales-ídolos de todos los tiempos y de todas las culturas, ciegos, mudos, durmientes permanentes, el Dios de Jesús se perfila como el Dios despierto, el Dios que vela por la vida y los vivientes( cf. Sal 115, 5ss; 135, 15-18) , que no cesa de infundir vida, incluso cuando las energías vitales de los hombres fallan y parece prevalecer la muerte. El es la "absoluta realización de la vida como actualización de todas sus potencialidades intrínsecas de ser, de comunión y de comunicación"(19).
     El motivo y el destino de la acción de Dios, de su palabra, es que el hombre viva y no caiga en la muerte (cfr. Sab 1, 13-15). Es el incubador de la vida, como el ave en el nido ( Salmo 16, 8), el protector de la vida, de los vivientes, a quienes cobija en sus brazos como un padre a su niño (Salmo 26, 1). Esto quiere decir las expresiones que le atribuyen la protección de la enfermedad, de la vejez, de todas las situaciones en que la energía de la muerte se le hace presente al hombre amenazando su vida. Vivifica levantando el ánimo de los "quebrantados de corazón" (Sal 34, 19; 50, 19), esas personas que se hallan en situación desesperada porque vislumbran como única salida la muerte.
     Es el "defensor de la vida", el protector de los vivientes, su abogado, cuando defiende a los pobres en los juicios que los poderosos plantean contra ellos, y que desembocan en la condenación a muerte, como se manifiesta por el profeta Elías en la historia de Nabot (2 Re 21), por Natán en el crimen de David (2 Sam 11), en la defensa de Susana por Daniel (cf. Dan 13; cf. en la misma línea las expresiones frecuentes en los Salmos: Sal 9, 19; 10, 18-19; 34, 5-8). Incluso cuando se habla del "juicio" se entiende que se trata de obtener una sentencia de vida para quienes por el proceso podrían ser llevados a la condena de muerte (cfr. Jn 5, 22-27; 7, 24). Este rasgo de protector de la vida se muestra en su máxima expresión cuando el propio Dios se constituye y presenta como defensor incluso de la vida del malvado y asesino (cf. Gen 4, la historia de Caín) especialmente frente a la venganza, a la espiral de la violencia que lleva a la muerte , a la destrucción, al exterminio (cf. Gen 9, 5ss); cuando se afirma de él que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta para que pueda seguir en la vida ( Ez 33, 11; 37, 11-14).
     Es el rasgo que se hace más patente en Cristo. Jesús se presenta como aquel que salva a la mujer de la condenación a la muerte (cf. Jn 8, 1-8), el que levanta a los muertos que son llevados al sepulcro(cf. Lc 7, 11-17), o que yacen en él(cf. Jn 11), el que por todo ello puede proclamarse como "la resurrección y la vida", como el Camino, que lleva a la Verdad que proporciona la Vida(cf. Jn 14, 6),, el que define su misión entre y para los hombres como aquel que "ha venido para que tengan vida y la tengan en abundancia ( Jn 10, 10). Signo de esa su "vitalidad" es la palabra, que es vivificadora, vitalizadora (cf. Jn 1, 1-18; 6, 64.69; 5, 21; Rom 4, 17; Mt 4, 3-4).

- El Dios "rico en misericordia", que enriquece a los hombres de todo don, que los "bendice con toda bendición "(cf. Ef 1, 3s). La imagen más adecuada que de El nos ofrecen las Escrituras son las de el padre que levanta a su hijo hasta la altura de sus ojos, que le enseña a caminar(cfr. Os 11); la de las entrañas maternas que se conmueven ante la situación del hombre (cf. Os 11; Is. 49, 14-15; 66, 13;). Un Dios que vuelve sus ojos bondadosos y comprensivos a los hombres en todas sus situaciones; que se hace encontradizo al hombre incluso después de la ruptura de éste con él y lo introduce gozosamente de nuevo en su casa y lo sienta a su mesa (cf. Lc 15), que, en su Hijo, se hace samaritano cuidando del hombre malherido, despojado por los que lo convierten en objeto de su latrocinio(cf. Lc 10) ; que se compadece de las muchedumbres que andan dispersas, desorientadas, dilaceradas, como ovejas sin pastor (cf. Mt 9, 36).

- El Dios "de los pobres y afligidos", de quienes no tienen "abogado defensor" y son víctima de los "abogados de los poderosos", que procuran la condena de los pobres y los reducen a esclavitud(20);; que escucha su clamor e interviene, sufriendo en su entraña esas mismas situaciones, solidario con su suerte, con su angustia y su dolor, incluso en la impotencia de suprimir los males que asolan la existencia del hombre, frutos de su condición de carne y sangre, de su naturaleza frágil, o incluso de su pecado. Que le salva en cuanto que se le hace presente como compañía y fortaleza, dando fuerza y energía, para mantener el amor y la confianza incluso allí donde parece que ya no se puede más, donde parece más ausente, como en la Cruz de Jesús (cf. Heb 5, 10). No se hace presente como poder contra los malhechores, los injustos condenadores, no manda legiones de ángeles para suprimirlos o eliminarlos ( Jn 18, 36; Mc 15, 29-32; Mt 26, 53) sino que se muestra como extremo amor para perdonarlos (cf. Lc. 23, 34). Así muestra El que es un Dios de hombres, un Dios-hombre, aliado con nosotros en nuestros sufrimiento y nuestro absurdo(21).

      2.2.    El rostro del hombre que se muestra y esclarece en el rostro de Jesús muerto y resucitado
     
      La evangelización será nueva si no se reduce a ser una buena noticia sobre Dios, sino si se comprende y se convierte también en una buena noticia, desde Dios y en Cristo, para el hombre y acerca del hombre. La nueva evangelización supone un paso desde la teología, por la cristología, hacia la antropología. Como proclamara Juan Pablo II en su primera y juvenil encíclica programática. "El hombre... es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión... Este hombre es el camino de la Iglesia..."(Redemptor Hominis 14).
      Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio de Dios, el Padre, y de su amor, manifiesta plenamente "al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (GS 22). "El, que es imagen de Dios invisible (Col 1, 15) es también el hombre perfecto, el hombre en plenitud, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina... En El la naturaleza humana asumida... ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual..." ( RH, 9). "En Cristo y por Cristo... el hombre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su elevación, del valor trascendental de la propia humanidad, del sentido de su existencia " (RH 11).
      En el Cristo sufriente, humillado y coronado de espinas, con una caña como cetro en las manos, tenemos un símbolo real del hombre. Pilato pudo proclamar solemnemente ante el pueblo,- una proclamación profética, teológica, como la del sumo sacerdote Caifás-: "Este es el hombre" (cf. Jn 19, 5). Es la proclamación de la sublime vocación del hombre, coronado como rey, aun en medio de y a pesar de la máxima humillación, y precisamente por ella y en ella. Es el hombre "regio", entronizado como rey, con corona y cetro, "coronado de gloria y esplendor " (salmo 8; cf. Heb 2, 5-18). Es aquel ante el que el hombre, todo hombre, incluso los poderosos representados en sus soldados, símbolo máximo del poder político-militar, se inclinan, lo homenajean, reconocen su regia, divina dignidad-majestad (Jn 19, 1-5).
      Y este hombre es el que con su conducta ante los hombres, y en nombre del Dios a quien reconoce y proclama como su Padre, es decir, realizando su voluntad, muestra un Dios que no compite con el hombre, ni le humilla, que está orgulloso de él, que reconoce su gloria, que le aprecia y ensalza su dignidad(cf. Sal 22, 25). El se acercó a los hombres, a todos los hombres,- los pobres, los enfermos, los marginados, el deshecho y la vergüenza de la humanidad, a los marginados, a los enfermos, a los leprosos, a los publicanos, las prostitutas, los extranjeros, las mujeres en sus hemorragias, a todos los excluidos de la sociedad, a los excomulgados por los políticos, por los representantes de la religión- y se ha inclinado ante ellos (Jn 8, 6; 13, 5). Con ello les devuelve su dignidad de personas, de imágenes de Dios, de hijos de Dios. En lugar de hundirlos más en el fango, los incorpora, en lugar de excomulgarlos, los abraza e introduce en su comunión, en la del Padre(22). No es necesario ni cristiano que el hombre disminuya para que Dios crezca.
      La buena noticia sobre el hombre es la afirmación de lo humano, de lo genuinamente humano -en lo que no entra el pecado, que en profunda instancia es siempre una negación y destrucción del hombre- como manifestación de Dios. Lo que el hombre es y lo que hace en favor de los hombres es manifestación y revelación de Dios. Procurar la promoción del hombre en todo eso que es genuinamente humano, de acuerdo a su máxima dignidad de hijo de Dios, es la "buena noticia" para el hombre, a la vez que revelación de Dios(23).
      En conclusión, pues, la evangelización será nueva si vuelve a ver y tratar al hombre, y precisamente al hombre de rostro más sufriente y desfigurado, aunque no tenga apariencia humana (cf. Is 53) como lo vio y trató Jesús, como la "cara misma de Dios"(24) .

      3.3.    La "buena noticia" del Espíritu que llena la tierra e inspira y hace germinar la historia

      La nueva evangelización tiene que hacerse eco de la presencia y acción del Espíritu de Dios que "aletea en la creación" (Gen 1-2) y "renueva la faz de la tierra" (Salmo 104; Sab 11, 24 a 12, 1), y penetra hasta lo más profundo del corazón del hombre, dirigiendo así y orientando, aun cuando el hombre no sea plenamente consciente de ello, la historia (cf. 1 Cor 2, 10).

      1. La nueva evangelización, en su dimensión pneumatológica, es, en primer lugar, una "buena noticia ecológica". Esto quiere decir que recupera y proclama la buena noticia de la tierra destinada a todos los hombres, y, por lo mismo, del hombre como administrador de la tierra, y no como dueño de ella.
      La imagen de Dios que es el hombre no se realiza adecuadamente en la perspectiva tradicional del "dominio" explotador de la tierra, que de hecho ha llevado a una visión y un tratamiento mercantilista y productivista de la tierra y del cosmos, con la consecuencia de su profunda degradación y aun destrucción. El poder que se concede al hombre no es la del dueño -siempre seguirá resonando en la perspectiva del creyente el grito de Dios: "la tierra es mía" de la predicación profética (cf.Jer 16, 15), que es la denuncia y oposición a toda apropiación y explotación en provecho de algunos "propietarios" privados(25). La tierra es dada como herencia a los hombres, para que como tal la administre y cuide para poder legarla íntegra y productiva a las generaciones posteriores, a sus herederos.
      La tierra es, además, morada y patria para todos los hombres. La multiplicación de los hombres sobre la tierra , que entra en los planes del Creador, lleva implícita la posibilidad de distribuir el espacio de habitabilidad de los hombres de manera que todos puedan habitar en ella, elegir el lugar de morada por encima de las fronteras establecidas por los intereses económicos o políticos, de unos u otro grupos humanos, por encima de razas, lenguas o fronteras. Proclamar y asegurar ese derecho de todos formará parte de la nueva evangelización. Aun cuando es claro que tal derecho, que justifica la emigración, no justifica ningún "derecho de conquista", en el que tantas veces se apoyó la primera evangelización.
      Asimismo eso entraña que los bienes que la tierra puede producir, o bien directa o bien indirectamente mediante el trabajo del hombre, se destinan también a alimentar a todos los hombres, y no a procurar un bienestar elevado a unos pocos. Como tal, la nueva evangelización ha de insistir en que Yahvé no es un baal-dueño-señor de la tierra para los ricos. Al contrario, él ha tomado partido por los "sin tierra", por los des-terrados, y se ha constituido como defensor del pobre, del forastero, del emigrante, del desterrado
      Un tercer aspecto de esta buena noticia será el reconocimiento y la proclamación del valor simbólico de la tierra, al que son tan sensibles las culturas llamadas primitivas. El Dios de Jesucristo es también un Dios que está en la tierra, su espíritu la habita y la recrea y la renueva, la ama como habitación y paraíso para el hombre, asociada a su destino, la hace tierra-madre (pachamama). En ella, en los valles y en los montes, en el calor y en el frío, en la lluvia y en la nieve, en el viento y en la tormenta, en el cielo azul y en el arco iris brilla la presencia del Dios que ama al hombre y ha hecho alianza con El, está cercano y presente. La tierra es el primer signo de la alianza de Dios con los hombres. La contemplación de la tierra-madre suscita así admiración y alabanza, constituye parte de la felicidad del hombre(26).

      2. Esta "buena noticia" del Espíritu que habita la tierra es, en segundo lugar, una buena noticia sobre el cuerpo del hombre. El cuerpo está habitado por el Espíritu, es el lugar y el medio de expresión y de encuentro interpersonal, destinado también a la vida eterna, injertado y sembrado ya aquí de esa vida "eterna", calificativo que indica no tanto temporalidad (la vida después de la muerte) cuanto cualidad, una vida que procede de Dios, una vida que transforma el cuerpo por obra del Espíritu, que entraña la redención del cuerpo ( Rom 8, 19ss). De esta forma la nueva evangelización supera, corrige y desautoriza el dualismo de materia y espíritu y la identificación que la doctrina y espiritualidad de la evangelización antigua hacía entre materia y cuerpo. El cuerpo no es una cárcel de la que hay que huir y escapar, no es la materia mala que hay que eliminar. Si esto encierra el peligro de exaltación del cuerpo, característica de nuestra civilización, la nueva evangelización descubre en dicha característica una "semilla del Verbo" que nos lleva a descubrir el "gemido del Espíritu" en favor de y en la perspectiva de la corporalidad del hombre.
     
      3. En tercer lugar, la presencia del Espíritu en la tierra y su habitación en el hombre, es una "buena noticia" sobre la historia, sobre las realizaciones del hombre en ella. Buena noticia que parte de la convicción de fe de que el Espíritu del Señor está actuando en el corazón de los hombres y que la está llevando y conduciendo desde dentro hacia la perfección, hacia su consumación en Cristo.
      Así la nueva evangelización estará pendiente constantemente de descubrir en este momento histórico los signos de la presencia y actuación del Espíritu de Dios en la historia, a la vez que discierne los signos de los tiempos ayudando a descubrir y eliminar de ella todo aquello que va contra la gloria de Dios que es el hombre viviente. Así la buena noticia de que siempre que el hombre recomienza de nuevo a pesar de los fracasos, de la destrucción, de la muerte, se hace patente y presente la acción del Padre, que es el origen de todo. Siempre que los hombres tantean relaciones más humanas y fraternas, de mayor reconocimiento de la libertad y dignidad, se percibe la presencia y actuación y el modo de ser del Hijo. Donde se supera la tendencia instintiva a dominar y se "pone la vida" por los demás, actúa el Hijo. Allí donde se percibe el coraje para defender el empeño por la unidad, la acogida, la aceptación del hombre sufriente, la solidaridad, está presente Dios en su Espíritu.
      Cuando los hombres se cierran en sí mismos y organizan la historia y las relaciones desde los intereses de personas y grupos o buscan el poder, el prestigio, la exaltación, el aplauso, o procuran la soledad, la incomunicación, la historia no es la de Dios en el hombre, es la historia del pecado, y lleva a la destrucción del hombre. Todo lo que es manifestación de la necesidad de amor y lo que es expresión del ser amado es icono del amor de Dios, de El procede y a El se orienta. Todo lo que hay de intento de comunión en la diferencia, de respeto y acogida y potenciación de lo original, especialmente la acogida e incorporación de los últimos, de los raros, de los marginales, es presencia de Dios en la historia(27).
      En este sentido la historia, nuestra historia actual, está llena de buenas noticias, en todo el ancho mundo, en la tierra habitada. La nueva evangelización lo reconoce y lo convierte en proclamación evangélica. Esta buena noticia también aquí lo es primordialmente para los pobres, porque son ellos y es en ellos donde se realizan más frecuente y abundantemente esos signos, esos gestos portadores de la presencia de Dios, donde se gesta el futuro en la esperanza, donde se da a luz de nuevo la salvación aun en medio de la apariencia de esterilidad, de incapacidad y de impotencia(28).
     

13. Sobre el concepto de "paradigma" y la necesidad de los mismos en cualquier proceso de repensar y reexpresar cualquier realidad y más en concreto el evangelio, cf. TORRES QUEIRUGA, ¿Qué significa afirmar que "Dios habla". Hacia un concepto actual de revelación. SAL TERRAE 82 (1994)331-337.

14. Cf. CONGRESO "Evangelización y hombre de hoy", Edice, Madrid 1986, pp. 219-227; F. SEBASTIÁN, o. c. pp. 53-56; A. TROBAJO DÍAZ, Nueva evangelización. Un proyecto práctico, Atenas, Madrid 1994 (pp. 23-44:"contenidos teológicos, eclesiológicos y morales"); algunas indicaciones más o menos dispersas en algunos de los números monográficos de varias revistas dedicados al tema, como MISIÓN ABIERTA (N. 5, 1990); Evangelizar en la nueva cultura, CONFER N. 104 (1988); De nova evangelizatione, SEMINARIUM, N. 1 (1991); Evangelización y hombre de hoy, SAL TERRAE Nº. 10 (octubre 1985); ITER. Revista de Teología, Nº 1.(enero-junio 1990).

15. Cf. C. MESTERS, o. c. pp. 24-25.34-35

16. Sobre la necesidad de esta nueva imagen de Dios véase el número monográfico de SAL TERRAE (Nº. 5, mayo 1991), titulado "Imágenes de Dios".

17. Una hermosa exposición de todas estas imágenes puede verse en L. GONZÁLEZ CARVAJAL, Evangelizar... pp. 41-114.

18. En esta línea se mueven los más recientes tratados sobre la Trinidad. Cf. entre otros, B. FORTE, La Trinidad como historia, Sígueme, Salamanca 1988 ; L. BOFF,La Santísima Trinidad, es la mejor comunidad, Paulinas, Madrid 1990; J. MOLTMANN, Trinidad y reino de Dios, Sígueme, Salamanca 1983.

19. L.BOFF, Nueva evangelización. Perspectivas de los oprimidos, Indo American Press, Bogotá 1992, p. 45.

20. "El reto de la nueva Iglesia es ofrecer al mundo la verdadera cara de Dios y de Cristo, la cara del amor, su entrega de socorro y consuelo principalmente a los pobres, a los enfermos, a los marginados, a los más dolientes en general"( G. DEL ESTAL, Nueva iglesia. Postmodernidad y muerte de Dios, LA CIUDAD DE DIOS 207 (1994) 109).

21. "El Dios libertador estaba absolutamente con Jesús en la cruz como lo había estado durante toda su vida, pero era una presencia sin poder o coacción. Dios oculta su poder inmenso sobre el mal y a la vez lo expresa en su inermidad, a fin de concedernos a nosotros espacio para llegar a ser nosotros mismos en solidaridad con los oprimidos" (cf. E. SCHILLEBEECKX, Soy un teólogo feliz, Atenas, Madrid. Esta perspectiva se hace cada vez más frecuente en la actual reflexión teológica sobre Dios, cfr. entre otros J. MOLTMANN, El Dios crucificado, Sígueme, Salamanca 1977. Y más recientemente el excelente tratamiento que sobre el mal hace A GESCHÉ, en Dios para pensar, I.El Mal. El hombre, Sígueme, Salamanca 1995.

22. "Quien en una sociedad donde está dejado de lado como un leproso se encuentra con alguien como Jesús, que viene a él lleno de benevolencia y le ofrece compartir su mesa, se ve arrancado del desprecio que siente por sí mismo a consecuencia de su marginación social. Un hombre humillado, despreciado, segregado, a quien alguien da la bienvenida y le acoge y bebe con él un vaso de vino, queda restablecido en su humanidad, se siente al fin aceptado y puede de nuevo sonreír. Es así como los hombres pobres y despreciados son redimidos y liberados por Jesús, aunque no pueda suprimir su enfermedad o su pobreza o explotación " ( E. SCHILLEBECKX, o. c. 180-181).

23. Cf. esta perspectiva hermosamente expuesta en A. TORRES QUEIRUGA, en Congreso, pp. 244-246. Id. La revelación de Dios en la realización del hombre, SAL TERRAE, 82 (1994) 344-345.

24. Ver la descripción dramática de los rostros desfigurados del hombre en el momento actual en SANTO DOMINGO, 178. Sobre esta perspectiva, cf. G. DEL ESTAL, a. c. p. 132.

25. "Los pueblos, razas y naciones que se afanan por convertirse en dueños del mundo no se hacen imagen, representantes de Dios o "Dios presente en la tierra". Se convierten en ... monstruos " (cf. J. MOLTMANN, Dios en la creación, Sígueme, Salamanca 1987, p. 238)

26. Cf. Santo Domingo, nn. 171-177. V. CODINA, Teología simbólica de la tierra. Lectura del Documento de Santo Domingo, CLAR, Bogotá 1993.

27. B. Forte, La Trinidad como como historia y L. Boff, La Santísima Trinidad es la mejor comunidad

28. Cf. J. Moltmann, o.c., 16