volver al menú
 

EL SEMINARIO, FORMADOR DE PASTORES PARA LA NUEVA EVANGELIZACION

    TERCERAPARTE  

    EL SEMINARIO DEL SIGLO XXI PARA FORMAR AL PASTOR

    DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

    1.Rasgos eclesiológicos que se desearían implementar en el Seminario

     1.1.Rasgos de la Iglesia “ad intra”

    1.1.1.Sentido mistérico

    Un rasgo eclesiológico que se desea implementar en el seminario es el sentido mistérico y simbólico de la Iglesia, de tal manera que los alumnos reconozcan su llamado desde este misterio y desde la fe; este rasgo se manifestará en la vivencia de la oración.

    .1.1.2.Sentido de Comunión y participación

    Un segundo rasgo es el de la comunión y la participación, el cual ha de estar enraizado en el carácter trinitario de la vida eclesial.

    Este rasgo exige profundizar en la formación para la comunión. Mucho se ha avanzado en el favorecer las pequeñas comunidades en el seminario, en las cuales se ha de intensificar la vida de comunión fraterna, pero se ha de crecer aún más, de manera que el sacerdote sea integrador de la caridad pastoral y se manifieste en la fraternidad sacerdotal. Se trata de que la experiencia comunitaria sea liberadora. Una Iglesia que abarque a todos los estratos de la sociedad.

    Es de desear que el seminario sea una comunidad de comunidades donde la responsabilidad de la participación de cada uno de los integrantes del seminario se realice más profunda y comprometidamente, pues se ha de crecer en la conciencia de que el sacerdote será el formador de comunidades.

    Es necesario acentuar la relación interpersonal sobre la base de la vivencia del mandato del amor y en esta línea incrementar los espacios de diálogo y cooperación entre formadores, obispos y alumnos para favorecer un mayor acercamiento y un mejor acompañamiento. Esto exige mayor comunicación interpersonal y perder el miedo a abrirse al diálogo.

    Igualmente es necesario crear cauces concretos de intercomunión y cooperación entre el seminario y el presbiterio diocesano; tanto en lo que atañe a la formación de los seminaristas, como en lo que afecta a la pastoral diocesana.

    Es necesario aprender a trabajar en equipo y que el seminarista y el formador trabajen con equipos de laicos y de otros sacerdotes, así como con comunidades en formación, será importante también el diálogo y la comunión con los diversos movimientos eclesiales. Una tarea importante será asumir y promover la efectiva participación de los laicos.

    En esta línea es de desear que se incremente la presencia del seminario en la vida de la diócesis con iniciativas de formación permanente para los sacerdotes, de ayudas pastorales, etc, tratando de evitar rupturas o aislamientos. Será importante favorecer encuentros con grupos de sacerdotes para que compartan sus experiencias con los seminaristas y por su medio conocer las diversas pastorales específicas.

    Hacer del seminario un lugar de encuentro entre re1igiosos, presbíteros y laicos, apoyando las iniciativas que ya existen y brindando las posibilidades con las que se cuenta.

    Este rasgo eclesiológico deseado nos ha de llevar a fomentar la comunión eclesial entre las diócesis de cara a un proyecto nacional.

    1.1.3.Sentido de conversión

    Otro rasgo eclesiológico deseado es el de la conversión, rasgo que ha de conducir a los seminaristas a vivir procesos de conversión y de maduración auténticas de forma que la vocación al sacerdocio sea vivida de manera responsable y desde lo profundo y no de forma impuesta o por complacer a otras personas; esto favorecerá la coherencia entre la teoría y la vida.

    1.1.4.Sentido celebrativo

    Otro rasgo eclesiológico deseado, que sólo se expresa pero que no se desarrolla, es el de una Iglesia celebrativa.

    1.2.Rasgos de la Iglesia “ad extra”

    .1.2.1.Operativa desde el Magisterio

    Un rasgo eclesiológico, de tipo general, es que se busque la operativización y praxis de la Iglesia desde el Vaticano II y de los documentos del magisterio más reciente.

    1.2.2.Encarnada – inculturada y abierta al mundo

    Se desea una Iglesia más encarnada, inserta en la realidad actual y en diálogo con el mundo y la ciencia. Este rasgo se ha de reflejar en la vida del seminario en un mayor conocimiento de las realidades diocesanas, presencia de formadores de las diversas diócesis, si el seminario es regional, nacional o interdiocesano, así como un conocimiento actualizado de la realidad de la Iglesia universal y particular con una continua referencia a América Latina.

    Una Iglesia pobre, en sintonía con las realidades sociopolítico y económicas en las cuales viven la mayoría de nuestros pueblos. Este rasgo se ha de manifestar en el seminario en el cultivo de una vida austera y pobre; una formación en la que se cultiva el sentido de pertenencia y amor a la iglesia, al pueblo y a los que más sufren.

    Una Iglesia que asume seriamente el reto de la inculturación, autóctona en sus agentes, en sus estructuras y en sus instancias y que respeta las diversas culturas y las diversas tradiciones de los pueblos.

    Una Iglesia que dialoga con el mundo de la cultura y se hace cercana a los universitarios, a los artistas, a los intelectuales. La formación ha de tomar en cuenta esta realidad cultural.

    Una iglesia que asume el reto de evangelizar la ciudad y que no evade la realidad de lo urbano.

    1.2.3.Ministerial

    Se ha de acentuar la dimensión ministerial de la iglesia y, por lo tanto, la dimensión ministerial de la teología de la vocación. Una Iglesia más servidora y una formación que procure desarrollar la disponibilidad al servicio.

    1.2.4.Profética

    Una iglesia y una formación más crítica y profética para saber dar razones de nuestra esperanza y para crear en los seminaristas la conciencia de ser agentes de cambio, de manera que la iglesia acentúe la dimensión liberadora en su acción pastoral.

    El proyecto formativo ha de tener una fuerte participación del dato sociológico que es asumido como punto importante para la construcción del Reino desde un “aquí” y desde un “ahora”.

    1.2.5.Ecuménica

    Una iglesia abierta a las diversas religiones mediante el dialogo interreligioso y abierta el ecumenismo. Es necesario formar para el diálogo y el trabajo ecuménicos.

    1.2.6.Misionera

    Otro rasgo eclesiológico es el misionero. “La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión” (ChL 32).

    Es necesaria una amplia e idónea formación pastoral. Es indispensable la formación en la dimensión misionera de la iglesia, en especial la misión “ad gentes”.

    1.2.7.Creativa

    En el cumplimiento de su misión es de desear que la iglesia sea más creativa, abierta a la acción planificada y que cada día haga más y mejor uso de los medios actuales de comunicación.

    2.Perfil deseado de egreso

    2.1.Dimensión humana

    El presbítero para la Nueva Evangelización ha de tener una buena formación humana que le permita avanzar en el camino de la madurez humana.

    Un hombre afectivamente maduro y equilibrado, menos dependiente y con estabilidad emocional.

    Un hombre que acepta y asume consciente y libremente su existencia personal con su historia y busca integrar, con lucidez y serenidad, todas las características, cualidades y limitaciones que forman el conjunto de su personalidad.

    Un hombre recio, de vida austera, generoso en la renuncia y en el sacrificio y con gusto por el esfuerzo diario.

    Un hombre capaz de asumir el conflicto y los fracasos con serenidad.

    Un hombre capaz de desprendimiento personal, capaz de compartir lo que es y lo que posee.

    Un hombre de criterio equilibrado, con capacidad de escucha y de reflexión, que no sea ingenuo, sino astuto, capaz de discernimiento y de sentido crítico.

    Un hombre con capacidad para guiar y acompañar.

    Un hombre humilde, paciente, disponible y servicial con todos; fiel, coherente y perseverante; optimista dinámico y capaz de desarrollar iniciativas.

    Un hombre afable, sociable y respetuoso que acoge a todos; que establece contacto personal, sabe escuchar y cree en el diálogo.

    Un hombre sensible ante los pobres y necesitados.

    2.2.Dimensión espiritual

    Hombre de fe firme, sólidamente arraigado en la vida teologal, esto es, en comunión de vida íntima con Jesucristo por medio de la fe, la esperanza y la caridad, puesto que la vocación al sacerdocio ministerial se fundamenta en la vocación bautismal.

    Fiel discípulo y amigo de Jesucristo que escucha y sigue a Jesús con alegría y en El se atreve a vivir la condición humana en plenitud.

    Un hombre consciente de su vocación específica, definido y sin complejos, con identidad y autenticidad sacerdotal.

    Un hombre consciente de que Cristo, en su Iglesia, lo ha elegido y consagrado para sí y para colaborar en el anuncio y la construcción de su Reino, de manera que, configurado con Cristo cabeza, con esa potestad enseña, santifica y gobierna.

    Un hombre en tensión a la santidad en la vivencia de la pobreza, la obediencia y el celibato por el Reino y la entrega total a sus hermanos.

    Un hombre consciente de que su ministerio es una entrega de sí a los demás a ejemplo de Cristo que no ha venido a ser servido, sino a servir.

    Un hombre que desea y busca asimilarse a Jesús en sus rasgos de pastor, un hombre de la caridad pastoral. Un pastor según el corazón y las actitudes de Cristo, que en todas sus actividades transparenta e irradia la serenidad y la paz de Cristo que brota de una profunda relación con él y con María. Un hombre que, en medio de un mundo inseguro, sea capaz de transmitir la firmeza de Dios.

    Un hombre de Dios que se distingue por su bondad y su capacidad de amar, por ser una persona de diálogo, de encuentro; un hombre comprensivo y misericordioso.

    Un hombre de profunda vida interior, un hombre de oración en su programa de vida y en su ministerio. Un hombre con profunda experiencia de Dios, abierto al misterio y confiado en la acción divina que se manifiesta en los sencillos y en los pobres. Un hombre muy cercano a Dios y no menos a los hombres.

    Un hombre capaz de reconocer los caminos del Espíritu y de hacer su propio camino en comunión con sus hermanos presbíteros y hombres de buena voluntad.

    Un hombre que suscita en otros hombres la búsqueda de Dios, el servicio y la entrega.

    Un hombre en permanente conversión y con una fuerte espiritualidad Eucarística.

    Un hombre testigo de lo que cree y predica, testigo del amor de Dios, testigo del encuentro con Cristo resucitado, un testigo más que un maestro, un hombre humilde y sencillo.

    Un hombre de corazón abierto, atento y solidario ante los problemas de la creciente pobreza. Un hombre de profunda espiritualidad que sepa equilibrar su vida espiritual y la promoción humana y social.

    Un hombre que viva una austeridad evangélica, cuidando de no acomodarse a su conveniencia, desprendido en sus bienes y en su tiempo, que viva en la sobriedad de modo digno y feliz.

    Un hombre de conciencia eclesial, de profunda comunión con Cristo, con el Obispo, con el presbiterio, los religiosos y con todo el pueblo de Dios. Un hombre fraterno con los presbíteros y con una actitud de sana paternidad con los laicos.

    2.3.Dimensión intelectual

    Competente conocedor de la Palabra de Dios, con capacidad para exponer dicha palabra en el lenguaje actual sin reducciones, de modo que sea maestro de la verdad y de la palabra.

    Profunda formación teológica de acuerdo al Magisterio universal y local de la iglesia, con firmeza doctrinal en las cosas esenciales y libertad en los puntos de vista subjetivos, recordando que el Evangelio no empieza con su época, sino que es administrador de una tradición que ha de ir adaptando a la coyuntura que viven los hombres.

    Hombre de sentido crítico y de criterio equilibrado, con capacidad de escucha y de reflexión.

    Conocedor de los problemas y necesidades de la gente, así como de la cultura en la que vive inmerso.

    Con sentido de la historia universal y no sólo eclesiástica.

    Bien informado en los avances tecnológicos; que conoce, respeta e integra las ciencias humanas.

    Conocedor de las ideas más destacadas y las ideologías más influyentes en nuestra sociedad.

    2.4.Dimensión pastoral

    2.4.1.Pastor según el corazón de Cristo

    Un pastor según el corazón de Cristo, un hombre de la misericordia, de la reconciliación y de la paz; verdadero padre de la Comunidad Cristiana que le es confiada; evangelista y apóstol, presencia viva de Jesús en medio del dolor y la miseria de los destinatarios de su Evangelización.

    Un servidor generoso de la comunidad. Servidor a ejemplo de Cristo, hasta dar la vida.

    Un hombre con característica familiares de cercanía y fraternidad que conoce, ama profundamente, conduce y pastorea a su pueblo y también estima, venera y respeta a sus hermanos porque ve en ellos el rostro de Cristo. Que no refleje un estilo autoritario y prepotente, sino que sea un pastor cariñoso y afectuoso, que anima, inspira confianza y cercanía, se hace amigo de todos, sincero y trabajador.

    Un hombre de gran sensibilidad humana, con capacidad de diálogo y de organización.

    2.4.2. Misionero

    Un hombre apasionado por Cristo y su Iglesia, entregándose totalmente a ellos.

    Evangelizador en una Iglesia Misionera.

    Un pastor que sea capaz de vivificar la fe de los bautizados alejados (que pueden ser los más cercanos geográficamente).

    Que viva el celibato como entrega de toda su vida, la pobreza y la disponibilidad, a semejanza de Cristo, para ejercitar su ministerio donde haga falta según los criterios del Obispo.

    Parte de este servicio es velar para que la comunidad misma sea servidora y trabaje por la extensión del Reino de Dios aún fuera de sus fronteras.

    Es importante que el joven sacerdote cuente con un ministerio de apoyo para sacerdotes.

    2.4.3.Triple dimensión del ministerio

    Capaz de realizar con solvencia la triple dimensión del ministerio sacerdotal.

    Un pastor competente en la comprensión de la Palabra y en relacionarla con la vida del Pueblo, que tenga una palabra profética.

    Un liturgo, que vive lo que celebra y ayuda a que los fieles vivan el Misterio de Dios, que se da en la Liturgia; amante de los cauces para una adecuada inculturación litúrgica; respetuoso de los diversos ministerios que necesita la liturgia para expresar y vivificar la Iglesia.

    Un pastor que sea capaz de promover una liturgia viva, participativa y con proyección a la vida.

    Un hombre que, con profunda fe, esperanza y caridad, preside la Eucaristía, celebra y vive los Sacramentos de salvación y, junto con su pueblo, vive una experiencia intensa del Misterio de la Pascua liberadora de Cristo.

    Un guía seguro del pueblo, capaz de tomar decisiones en comunión con la Iglesia local y universal y con la cooperación y ayuda de la comunidad concreta a la que sirve; sin delegar su autoridad, pero sin caer en el autoritarismo.

    El Presbítero debe buscar con su iniciativa y la colaboración de los miembros de la comunidad responder a las necesidades de la comunidad. Gastarse y desgastarse por la comunidad.

    Preparado para el trabajo pastoral parroquial (administración, organización, formación de consejos, atención a los movimientos, etc.).

    2.4.4.Artífice de comunión y unidad

    El presbítero ha de ser un pastor con un amor profundo a la Iglesia; como colaborador inmediato del Orden episcopal, un solícito colaborador del Obispo; el artífice de la comunión y de la unidad de la Iglesia, especialmente en la diócesis en la cual está incardinado, un pastor insertado en la Iglesia Diocesana; un hermano de la familia presbiteral que trabaje en equipo sacerdotal; hombre de fe que reconoce en Pedro la roca sobre la cual se edifica la Iglesia.

    Un hombre capaz de comunión y apertura, nunca un solitario, de fuerte experiencia de vida comunitaria, de corresponsabilidad; generador de comunión humana y eclesial. Su ministerio de presidir y celebrar la Eucaristía ha de expresar y construir esa unidad eclesial.

    Capaz de trabajar y dialogar con otros, saber trabajar en equipo y acompañar al pueblo más como hermano y compañero, ya que todos los miembros de la Iglesia tienen una corresponsabilidad diferenciada en el cumplimiento de la misión de la Iglesia.

    El presbítero ha de asumir más lúcidamente la opción por la pastoral de conjunto, en un esfuerzo constante de comunión y participación, especialmente con los laicos, sin miedo de potenciarlos a asumir una variedad de responsabilidades y ministerios, promoviendo comunidades, movimientos, servicios, siendo el instrumento y el vínculo de la caridad y de la unidad de todos los carismas, personas y comunidades que expresan así el sentido de Iglesia, de pertenencia a una comunidad local y su vitalidad misionera como comunidad servidora y evangelizadora (cf. Puebla 648 a 655).

    Disponibilidad para trabajar de acuerdo al plan pastoral de cada diócesis.

    Un hombre de comunión y de diálogo, con la misión de establecer entre los hombres relaciones de fraternidad, de servicio, de búsqueda común de la verdad, de promoción de la justicia y la paz (PDV 18). Y por tanto no debe ser “arrogante, ni polémico, sino afable, hospitalario, sincero en sus palabras y en su corazón, prudente y discreto, generoso y disponible para el servicio, capaz de ofrecer personalmente y de suscitar en todos relaciones leales y fraternas, dispuesto a comprender, perdonar y consolar (PDV 43).

    Un hombre en comunión con la Iglesia y, al mismo tiempo, abierto al Reino que supera las fronteras visibles de la Iglesia.

    2.4.5.En diálogo con la cultura y la sociedad

    Hombre inserto, respetuoso e identificado con la cultura; inserto en la realidad en que vive, sin perder su identidad; un hombre capaz de conocer la cultura que le rodea y que en el ejercicio de su misión busca promover la identidad cultural cristiana.

    Con una cultura sólida y amplia que le permita comprender y asimilar los procesos y cambios que se dan en la sociedad.

    Un hombre que responde con audacia al desafío de la inculturación del Evangelio; que ayuda a la sociedad a descubrir los valores de su cultura, a que los aprecie y mantenga como tales, así como a transformar evangélicamente lo que deba ser transformado.

    Lo anterior exige del egresado: por un lado una dedicación permanente al estudio de las ciencias humanas y teológicas, y por otro lado, una encarnación en la cultura, en los valores y en las posibilidades del pueblo, compartiendo las alegrías y las esperanzas, los sufrimientos y las angustias de todos y las expresiones populares; supone que conozca la religiosidad popular, la promueva y la purifique.

    El Presbítero debe seguir muy de cerca el caminar de la Iglesia y del país para responder a los desafíos que se plantean, para colaborar y proponer soluciones.

    Un hombre con claro sentido de la secularidad, en diálogo con el mundo y con un amor apasionado por él, con capacidad de pensar en universal y de actuar en particular.

    2.4.6.Solidario con los pobres

    Un pastor que sea capaz de llegar con una acción evangelizadora a los sectores más vulnerables de la sociedad.

    Un hombre servidor de todos, en especial de los más pobres y con los más pobres, para construir un mundo más justo y más humano ya que será signo en la medida en que comparta con los pobres y defienda sus derechos como exigencia del Reino (Cf. Lib. Nuntius . Lib. Consc.).

    Un pastor que esté informado de las realidades sociales y eclesiales; un hombre de Dios con gran conciencia social que busque promover no sólo la fe, sino todas las dimensiones propias de la persona y los valores de la justicia, la paz, el amor.

    Deber ser el hombre de la solidaridad; la promoción social y la preocupación por el bien de cada persona. Un hombre comprometido con la promoción humana desde el evangelio.

    El presbítero, continuador de la misión de Cristo, ha de vivir una actitud de desprendimiento afectivo y efectivo de los bienes del mundo, ha de ser un hombre sobrio en el uso de los bienes materiales, pues su herencia y su riqueza es el Señor (Cf. PO. 17); con una actitud de verdadero sacrificio, realizando su pastoral de manera gratuita, sin buscar gratificaciones en todo lo que hace.

    2.4.7.Con espíritu ecuménico

    Un hombre abierto a todos los niveles de la Iglesia; respetuoso ante los no cristianos con conciencia ecuménica.

    Un pastor misionero, abierto ante un compromiso apostólico con el mundo no cristiano.

    Un hombre con capacidad de diálogo ecuménico e interreligioso.

    3.El Seminario del Siglo XXI

    3.1Como comunidad educativa en su conjunto

    El seminario ha de ser el centro integrador de la formación. Deberá ser lo más parecido al seminario del Siglo I, ya que el Seminario ha de “ofrecer, a quien es llamado por el Señor para el servicio apostólico, la posibilidad de revivir la experiencia formativa que el Señor dedicó a los Doce...” PDV, 60).

    Ha de tener y favorecer un ambiente familiar, sus estructuras han de permitir e incentivar la vida comunitaria, el diálogo, la confianza, la formación personalizada y la internalización de valores, por lo cual no ha de ser masivo. Debe encarnar los mismos rasgos eclesiológicos que nos presenta el Vaticano II y los documentos latinoamericanos. Un seminario capaz de responder a las necesidades de la iglesia actual, en su formación y en su evangelización. Un Seminario cuya eclesiología nace del Evangelio y se inserta en las realidades del pueblo. Reproducir en lo posible el rasgo eclesiológico de “Pueblo de Dios”: fraternidad, corresponsabilidad, servicio mutuo.

    Se ha de fomentar un espíritu de solidaridad y convivencia comunitaria, que busca conocer la realidad social y eclesial con sentido crítico y positivo evitando caer en la superficialidad.

    Ha de ser una comunidad de hermanos donde se viva la comunión fraterna, la confianza y la ayuda mutua, tanto entre los seminaristas, como entre éstos y sus formadores. Más comunitario y participativo en gestión y toma de decisiones. Una estructura interna más evangélica con más espacios para la vida interior para conocer y amar a Dios.

    El seminario ha de educar en la fidelidad al ser y a la misión de la Iglesia, abierto a descubrir lo que hoy el Espíritu pide para el ejercicio del ministerio ordenado.

    El Seminario ha de tener un rostro latinoamericano.

    EI seminario del siglo XXI necesita el apoyo de los obispos, contar con formadores idóneos y a tiempo completo, con solidez de los equipos de formadores, profesores y directores espirituales, pues no siempre los formadores han sido preparados especialmente para esta misión.

    Autofinanciamiento económico por parte de la Iglesia local.

    El seminario necesita aprovechar y unificar los esfuerzos de los diversos países y de las experiencias pasadas que conforman su tradición.

    Más eficaz, lo que sólo será posible con más competencia y especialización en los formadores, y donde funcionen todos los cauces de cooperación Ha de procurar una mayor exigencia formativa, tanto en los formandos, como en el equipo formativo.

    El joven se ha de valorar a sí mismo en sus limitaciones y potencialidades y aceptarse tal cual es, ha de valorar la soledad, el sufrimiento y las renuncias, buscar una espiritualidad que nace del evangelio y se inserta en la realidad a través de la pastoral.

    No hemos de perder de vista que formamos según lo que la Iglesia nos pide, que la tarea formativa es un proceso vivo, que tiene etapas, que es diversificado y progresivo, que parte de la realidad de los mismo jóvenes que llegan al seminario y de quienes los forman. La formación ha de partir de esa base real que son los jóvenes, quienes paso a paso se van transformando mediante un proceso serio y responsable capaz de traspasar la vida integra del formando proyectándolo hacia el objetivo que lo hace cada día más persona y sacerdote.

    Más abierto a la Iglesia Universal y Particular e integrado en el quehacer de la Iglesia y de la sociedad.

    Con relación frecuente entre Obispo y seminaristas, con mayor cercanía y testimonio de los formadores, con mayor libertad de expresión para hablar con los formadores en todos los planos, sin que se alarmen o condenen. Formadores de vocación que sepan conducir a una vida entregada libremente y feliz.

    Más cambiante, para adaptarse a las necesidades reales, pero suficientemente estable para dar seguridad. Debería estar más involucrado en la vida parroquial. Ver en las parroquias un lugar de formación sacerdotal y, a su vez, de promoción vocacional.

    Como centro educativo del futuro, en la medida de lo posible, deberá ser plural en su función pragmática, en su organización y gobierno; eficiente en sus procesos; solvente en sus recursos; ambicioso en su liderazgo intelectual; perspicaz en sus miras; permeable con su entorno y guardián, no sólo del saber, sino de los valores que ese saber impone; por ello ha de procurar una formación actualizada que dé respuestas a las nuevas exigencias del mundo. Sanamente separado del mundo y sanamente injertado en el mundo. Con amplio sentido profético de su misión y que busque la formación permanente, interactiva y transformadora como estilo de vida.

    Abierto y amplio en su pensamiento, actitud y vivencia. Comunidad que forma en los valores fundamentales del cristiano, en íntima relación con el mundo, propiciando la cercanía del candidato al sacerdocio con la problemática social, dando espacio a la práctica pastoral, asumiendo la metodología “reflexión-acción-reflexión”, facilitar los procesos de personalización y autoconocimiento que capacite al diálogo con todos y favorezca el pluralismo. Comunidad que vive los desafíos con esperanza.

    Se ha de favorecer una sólida formación integral, especialmente se ha de cultivar la espontaneidad, la creatividad y que se viva verdaderamente la autoformación. Se ha de dar un fuerte énfasis testimonial.

    Poseer los medios necesarios y adecuados que va exigir la formación. Una casa en la que se pueda vivir en grupos más pequeños, con una atención mucho más personalizada; un sitio donde se pueda vivir formando equipos de vida y donde el seminarista pueda ser más responsable de su propia vocación. Con presencia femenina como auxiliar en la formación.

    Que facilite la participación de la familia, la parroquia y la diócesis en general.

    3.2.En la dimensión humana

    Ha de procurar un ambiente de familia que posibilite una adecuada maduración para la fraternidad y para la paternidad. Debería incorporarse, en el proceso formativo, a las familias de los seminaristas. Hacer que los hogares sean garantes de las vocaciones. Un mayor contacto con las necesidades de la gente.

    Una verdadera comunidad de autoformación, donde los seminaristas trabajan para mantenerse y estudian en una universidad o centro de estudios eclesiásticos. Acompañado de unos sacerdotes con bastante experiencia en la vida sacerdotal para acompañarlos en su búsqueda de un estilo de vida como testigos de Dios.

    El seminario ha de ofrecer una formación teórica y práctica para el diálogo, la apertura y el respeto al otro. Formación más personalizada, atendiendo a la situación individual. Seguir educando en la libertad responsable. Mayor capacidad de autocrítica y de convicción ante la formación.

    Ha de favorecer la formación integral de la persona humana, de modo que el mismo seminario sea de porte humano, con un estilo de vida más sencillo y austero, para no fomentar el aburguesamiento.

    Formar para el trabajo duro, abnegado, generoso y para la disponibilidad. Mayor experiencia de servicio y de vida austera por opción.

    Seminario facilitador de la madurez afectiva, al considerar que los jóvenes posmodernos manifiestan, como necesidad imperante, encontrar un nido afectivo que proteja su personalidad altamente fragmentada. En los planes de formación se tomará muy en cuenta la importancia que tiene la madurez afectiva, y por ello no se escatimarán recursos para dejarse ayudar por especialistas en la meta de que los jóvenes alcancen una integración progresiva de su realidad psicosexual y afectiva.

    Más humano y solidario, que permita el crecimiento humano íntegro atendiendo a todos los dinamismos y dimensiones humanos.

    3.3.En la dimensión espiritual

    Que la prioridad sea formar verdaderos pastores a imagen de Cristo. Que no se desencarne a los alumnos de su realidad de origen y que favorezca que se inserten en su nueva realidad, asumiéndola y transformándola.

    El Seminario debe ser un ámbito de oración, participación y encuentro con el misterio.

    Ha de tener un claro sentido de Iglesia y su ministerialidad; de la riqueza y complementariedad de todas las vocaciones y servicios en la Iglesia, de fidelidad al magisterio y a la comunión eclesial. Debe haber claridad y convicción en la opción vocacional del candidato. Ha de ser una comunidad donde se viva la fraternidad y se logre un futuro presbiterio más unido, donde cada grupo o persona vea los intereses de la evangelización. Ha de favorecer el servicio comunitario y solidario, así como la vivencia de la comunión. Cada vez más identificado con la experiencia de Jesús con sus discípulos que presenta el evangelio, cuya regla de vida está en el sermón de la montaña y se resume en el mandamiento nuevo del amor.

    Ha de formar en la moral cristiana, teniendo a Cristo como medida de la moralidad, pues se observa en nuestra realidad social un creciente desajuste ético-moral que se expresa en la deformación de la conciencia, en la ética permisiva y de situación, en la propuesta de la llamada ética civil y en la disminución del sentido de pecado. Después del seminario afloran muchas deficiencias que debieron ventilarse durante la formación, también no pocos pierden el ritmo de oración y se descontrolan en el uso de su libertad y en el trato afectivo con las personas.

    Formación hacia un íntimo amor a la Sagrada Eucaristía. Que prepare para una profunda espiritualidad sacerdotal-oblativa, kerigmática, comunitaria (eclesial) y misionera.

    El seminario ha de ser el lugar donde los futuros sacerdotes se preparen para ser buenos cristianos, con cualidades humanas y evangélicas; el lugar donde se vivan y se trabajen el diálogo y la espiritualidad sacerdotal.

    El seminario ha de ser el camino que lleve a la comunión plena con Jesús, viviendo el espíritu de la disciplina, y no la ley.

    El seminario ha de ayudar para que cada seminarista tenga una mayor experiencia de Dios y facilite un encuentro con Jesucristo.

    Ha de formar pastores con una gran espiritualidad e impulsar la fraternidad sacerdotal. Con gran experiencia de oración contemplativa y existencial.

    Ha de favorecer el cultivo de la espiritualidad diocesana secular, también en dimensión social.

    3.4.En la dimensión intelectual

    El seminario ha de vivir en apertura y confianza a la presencia colaboradora de religiosas y de laicos de ambos sexos, que demuestren competencia profesional, sentido pedagógico, confiabilidad y profundo amor a la Iglesia. Atento a los desafíos intelectuales para interactuar con otras disciplinas, en ánimo de diálogo y evangelización más que de confrontación y ruptura.

    Es necesaria una buena estructuración intelectual para comprender y responder mejor a la situación del mundo de hoy. Se estudian todavía muchas cosas clásicas en lugar de cosas modernas. Por ejemplo en filosofía, se da mucha importancia a los filósofos antiguos y la literatura moderna, mientras que el pensamiento de este tiempo queda relegado al mínimo. La sicología y la sociología se reducen a lo mínimo. El estudio de la iglesia americana y del país debiera ocupar un puesto bien importante, más que la iglesia medieval, esto haría de nuestra formación sacerdotal una formación más realista y motivaría a buscar nuevas formas de pastoral.

    Que los profesores estén en una constante renovación y actualización. Elevar el nivel científico y profundizar en la formación teológica y filosófica. Contacto con las universidades eclesiales y civiles, así como contacto más cercano con la realidad social.Que otorguen reconocimiento civil a los estudios realizados.

    Enriquecer la biblioteca y aprovechar los adelantos tecnológicos para apoyar la dimensión académica.

    Que prepare a los alumnos para el análisis de la realidad y la participación política.

    3.5.En la dimensión pastoral

    Ha de ser un seminario con énfasis pastoral y no academicista. Con mayor especialización en el área pastoral y ciencias auxiliares (sicología, sociología, mass media, educación etc.).

    El seminario ha de responder a los desafíos del mundo de hoy, mundo de la comunicación, del pluralismo, de la increencia, del trabajo, de la pobreza y de la exclusión. Debe enfrentar los desafíos de la urbanización, las exigencias del cambio actual, no como ajenos , sino como parte dinamizadora de la formación.

    Integrado a la comunidad, al Pueblo de Dios y al presbiterio, favoreciendo la vivencia presbiteral.

    El Seminario debería implementar nuevos métodos formativos, que tomen en cuenta la madurez y responsabilidad de cada formando.

    Un seminario con sensibilidad misionera para lo cual se ha de abrir o reabrir la cátedra específica de Misionología y, aunque ésta no exista, se haga hincapié en la realidad teológica de que el presbítero diocesano se ordena para la Iglesia. Esto abre más el horizonte pastoral y el joven se va sintiendo parte de una Iglesia Universal no tan limitada por un territorio geográfico como es el de la diócesis. El seminario ha de formar para el intercambio misionero.

    Ha de ser un seminario con sensibilidad ecuménica y abierto al diálogo.

    Ha de reflejar y cultivar una gran sensibilidad, desde el Evangelio, por la opción preferencial a favor de los pobres. Ha de preparar sacerdotes que tengan un espíritu de pobreza, que los lleve a identificarse con los más necesitados.

    Se ha de procurar una inserción auténtica e insistir en una permanente relación con la propia diócesis. Formar para los diversos servicios (parroquia, formadores, seminarios, servicios diocesanos y supradiocesanos diversos y las misiones).

    Ha de estar abierto al mundo con todo sus avances científicos y tecnológicos. Ha de ser una comunidad educativa inculturada y comprometida con la inculturación del evangelio.

    Un seminario que forme sacerdotes en los que la iglesia y el pueblo puedan confiar.

    Un seminario abierto al proceso formativo de toda la iglesia.

.

(Tomado del Boletín OSLAM n.37)