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EL SACERDOTE HOY EN SU REALIZACIÓN EXISTENCIAL
La escisión antropológica como momento de gracia

I

D. Ángel Cordovilla, prof. de la U.P. Comillas

 

Un marco necesario para situar esta reflexión

No es sencillo realizar una lectura teológica que tenga en cuenta los fundamentos teológicos del ministerio apostólico vivido en la Iglesia, los puntos neurálgicos de la antropología cristiana y la situación cultural contemporánea en España que incide sobre el sacerdote en su realización existencial como hombre y como apóstol. No es sencillo porque, en primer lugar, tendría que explicitar cada uno de los tres polos que entran en juego: la teología del sacerdocio (identidad), la antropología teológica (sustrato) y la situación cultural contemporánea (contexto). Pero esto nos llevaría la sesión entera sólo para cada una de esas partes y, en realidad, tampoco habríamos conseguido el objetivo, pues precisamente lo que queremos afrontar no es alguna de estas cuestiones de forma aislada, sino el lugar donde estas tres perspectivas confluyen, que es la vida del sacerdote hoy.

  1. Doy por supuesto, por tanto, una teología del sacerdocio vinculada fundamentalmente al decreto Presbyterorum ordinis, que comprende al sacerdote a la luz del ministerio apostólico y, más radicalmente, al envío del Hijo por parte del Padre para el ejercicio de su misión en el mundo. Se trata, pues, de una perspectiva ontológica, que tiene su base en la cristología, pero que no puede comprenderse en sí misma y para sí misma, sino para la misión. Por esta razón, junto a ella, hay que añadir una perspectiva eclesiológica, que entiende este ministerio apostólico como un carisma que esencialmente es eclesial y que ha de ser vivido en comunión para la misión. Ambas perspectivas confluyen y se alimentan mutuamente desde una perspectiva pneumatológica, pues es el Espíritu quien obra de forma permanente la comunión viva entre Cristo y la Iglesia. De este importante decreto sobre la vida del presbítero tengo especialmente presente el número 3, en el que se habla de la condición de los presbíteros en el mundo. La paradoja de la existencia sacerdotal está expresada de forma significativa al decir: «No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida más que la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres si permanecieran extraños a su vida y sus condiciones». Una paradoja, por cierto, que no es diferente de la que vive o ha de vivir cualquier cristiano en el mundo de hoy. Desde esta perspectiva, en el capítulo I de la exhortación apostólica Pastores dabo vobis, Juan Pablo II ha reflexionado sobre el sacerdote y su formación desde la afirmación de la Carta a los hebreos 5, 3: Tomado de entre los hombres. Desde esta afirmación, subraya la solidaridad radical que existe entre los sacerdotes y los hombres de su tiempo, analizando las esperanzas y los obstáculos que los sacerdotes pueden encontrar en el mundo en el que se encuentran.

  2. La antropología teológica que tengo como trasfondo es aquella que está esbozada de manera magistral en la constitución pastoral Gaudium et spes en los números 12 al 22. Aquí el hombre es descrito en su existencia dramática concreta, en su realidad misteriosa y paradójica. Ésta se desarrolla en el espacio abierto por la afirmación fundamental de que el hombre es creado a imagen de Dios (n° 12) y está llamado a configurarse con la verdadera imagen de Dios que es Cristo (n° 22). En este espacio abierto por estas dos afirmaciones fundamentales de la antropología cristiana se integra lo que la Iglesia dice sobre la unidad psicosomática del hombre compuesto de cuerpo y alma, la dignidad inmanente de su ser manifestada en la libertad, la comunión con todas las realidades de la creación a través de la materialidad de su cuerpo, la realidad del pecado que, escindiéndolo por dentro, lo debilita radicalmente, el enigma insuperable del dolor y de la muerte cuando es comprendido sólo desde dentro del horizonte intramundano.

  3. Respecto a la situación cultural contemporánea es difícil partir de un análisis en el cual todos estemos de acuerdo. Podríamos partir de dos documentos de la CEE que pueden hacer muy bien de marco de referencia más genérico. Me refiero a los documentos: Teología y secularización en España. A los cuarenta años de la clausura del concilio Vaticano II (30.3.2006) y Orientaciones morales ante la situación actual de España (23.11.2006). Ciertamente no son documentos que hablen explícitamente de la situación del clero en España, pero no podemos ser tan ingenuos de pensar que la situación que en ambos textos se describe no nos afecta. Dicho de una forma más provocadora: la secularización interna de la Iglesia y el laicismo que padece nuestra sociedad española no son dos realidades ajenas a la vida concreta que llevamos los sacerdotes españoles. Para bien y para mal, somos hombres de esta generación, marcados por esta cultura, bien porque una veces sucumbimos a su poderosa influencia, bien porque en otras intentamos responder desde un rechazo frontal, bien porque intentamos realizar una diálogo fecundo con ella, aunque sea de forma silenciosa y escondida en nuestra propia vida, hasta en nuestro propio cuerpo. Por otro lado, para los temas más concretos de la incidencia de esta cultura en la vida del sacerdote, me remito al análisis que anteriormente ha hecho Mons. Uriarte y que yo he resumido en la expresión escisión, una palabra cargada de sentido antropológico y filosófico. Decía Hegel que la escisión es constitutiva de la cultura, puesto que es el espíritu quien la crea y la configura, construyéndose en ella. Ella es la fuente de la necesidad del pensar filosófico. Aunque no sea desde esta compleja perspectiva hegeliana, somos conscientes de que la cultura actual tiene una incidencia en el sacerdote de tal calibre que escinde su vida en los fundamentos antropológicos más importantes para poder vivir con garantía y con gozo la vida sacerdotal.

  4. Este marco nos da ya una comprensión de la existencia sacerdotal paradójica. Una paradoja que puede ser vista desde tres puntos de vista: desde la relación dialéctica que se da entre Cristo y la Iglesia, respecto al lugar teológico desde donde entender su vocación y misión; desde la relación que en la antropología cristiana ha existido entre la imagen de Dios que es el hombre en el núcleo original de su ser y la llamada a la semejanza en su existencia concreta, a partir de la configuración con la verdadera imagen de Dios que es Cristo; finalmente, desde la relación que existe entre el secularismo y el laicismo como formas dominantes de comprender la realidad mundana, por un lado, y la comprensión de esa realidad como gramática de la presencia de Dios y destinataria por gracia de la comunión plena con Dios. Estas tres relaciones que llamo dialécticas porque nunca están del todo resueltas, conforman el trasfondo fundamental de nuestra actual situación paradójica como sacerdotes en el mundo. Especialmente en un momento en el que la cultura contemporánea la experimentamos como una escisión en nuestro cuerpo (físico, mental y espiritual), al sentirnos amenazados en nuestras actitudes humanas básicas de cara a desempeñar una vida sacerdotal plena y un ejercicio gozoso de nuestro ministerio.

(Fuente: Comisión del Clero de la CEE, Encuentro de Delegados y Vicarios para el Clero. Madrid, 27 - 29 Mayo de 2009)