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LAS VOCACIONES ANTE LA COMPLEJIDAD CULTURAL Y EL SUBJETIVISMO.

Lectura socio-cultural en relación al fenómeno de la vocación, especialmente en los jóvenes.

Simon DECLOUX, sj.

¿Qué se quiere decir cuando se habla de lectura socio-cultural? Creo que se trata de sacar a luz ciertos condicionamientos de la libertad en la cultura y en la sociedad donde ella se inserta. Para ser fiel al título que se me ha propuesto, me esforzaré en poner de relieve los condicionamientos actuales de la libertad de las personas, y en particular de los jóvenes, en el contexto europeo.

El título dice también que, en esta óptica, dos categorías parecen revelarse especialmente significativas: la complejidad cultural y el subjetivismo. Convendrá examinar, pues, cómo el ser humano se encuentra hoy frente a una notable complejidad del mundo cultural, en el cual debe vivir o insertarse. Igualmente convendrá observar cómo, hoy, el sujeto libre, se deja arrastrar más fácilmente por un tipo de afirmación y de búsqueda de sí mismo, que se podría calificar de subjetivismo, y qué influencia puede tener esta búsqueda en el ejercicio de la libertad.

El camino seguido en mi exposición no coincide, por tanto, con el que propondría un estudio de las causas como se podría hacer en el dominio de las ciencias naturales o "ciencias exactas". En un estudio semejante, bastaría con aplicar a los fenómenos las leyes del determinismo causal.

Se ha soñado con un "modo de hacer" parecido, en el terreno que nos ocupa y que es objeto de nuestra reflexión.

Sin duda que sería tranquilizador y, sin duda que también sería estimulante estar en condiciones de identificar las causas ( en el sentido más profundo) de la disminución del número de vocaciones; porque sería suficiente en este caso trabajar sobre estas causas para deducir inevitablemente una modificación de la curva numérica de las vocaciones.

No obstante, en el terreno de la acción libre, las causas no tienen el mismo alcance ni el mismo género de eficacia. A lo que se puede denominar "causa" pertenece al orden de los condicionamientos de la acción del sujeto libre. Si las condiciones en las que se inscribe esta acción ejercen una influencia indiscutible sobre el sujeto y sobre sus preferencias, no se puede medir y modificar esta influencia mas que esforzándose por comprender el tipo de ayuda (apoyo, protección) o de dificultad que el sujeto libre encuentra efectivamente en los condicionamientos de su acción. El ámbito de nuestra reflexión se situará, pues, en un esfuerzo de comprensión del acto de libertad que está en el inicio de una vocación así como del peso de los condicionamientos que hoy día afectan este acto en el contexto europeo. Nos esforzaremos en comprender qué es lo que significa para un joven llamado a decidir sobre su vida, el fenómeno de la complejidad cultural así como la tendencia subjetivista, en la medida que influyen en el acto libre del sujeto.

Trataremos de comprender en particular lo que significa para los jóvenes que tienen que tomar una decisión en su vida, el fenómeno de la complejidad cultural lo mismo que la tendencia subjetivista en la medida que todo esto pesa sobre el acto libre del sujeto. De esta forma esperamos ayudar no solamente a comprender un poco mejor ciertas bases antropológicas de la crisis actual de vocaciones, sino a sugerir actitudes y maneras de hacer que tienen más en cuenta los condicionamientos citados.

No es extraño, tratándose de vocaciones, que la reflexión propuesta invite a fijar nuestra atención sobre el acto de libertad de la persona y sobre los condicionamientos en los cuáles ésta debe medirse en la Europa de hoy. Hablar de vocaciones, en sentido profundo del término, es reconocer la capacidad que tiene la libertad humana de disponer de sí y de orientar su existencia en un sentido determinado y definitivo conforme a la llamada de Dios.

Los relatos evangélicos de vocación subrayan la naturaleza de la respuesta por la cual una persona llamada por el Señor reacciona a su invitación. Para limitarnos a un esquema común y sencillo, digamos que los relatos de vocación se desenvuelven en tres tiempos sucesivos y constitutivos:

. El encuentro

. La provocación dirigida a la libertad.

. La adhesión personal a AQUEL que llama.

Ciertamente que, todo esto, se vive en una historia y en unos contextos muy variables y, es aquí, donde intervienen los condicionamientos, continuamente cambiantes, de la libertad en el surgir de la respuesta. En nuestra exposición, conviene distinguir dos puntos inscritos en la trayectoria que acaba de ser evocada esquemáticamente, dos puntos por otra parte que se refieren directamente a las dos categorías socio-culturales propuestas en el título del tema.

El primer punto concierne a la capacidad de unificación de la libertad, el poder de integrarlo todo en una opción reconocida por ella como la opción a realizar, opción en la cual la vida entera encuentra su orientación y responde al impulso que en profundidad la atraviesa.

El segundo punto dice relación a la dimensión dialogal de la libertad: la unificación de la libertad implica, en la historia de una vocación, una polarización de su dinamismo en un "Otro" a quien se le reconoce capaz de llenar la expectación interior o el movimiento por el cual el sujeto busca su propia verdad. Nuestra reflexión sobre la problemática de las vocaciones en la realidad actual de Europa debe interesarse antropológicamente en los condicionamientos dados en nuestra cultura para el ejercicio de la libertad cristiana en la perspectiva de una vocación.

Los dos términos de "complejidad cultural" y de "subjetivismo"se refieren directamente, por una parte, a la capacidad de unificación de la libertad, y por otra, a su capacidad de adhesión al "Otro". Tratemos de precisarlo.

Para entrar en la reflexión sobre los condicionamientos actuales de la libertad en el mundo europeo ( cualquiera que sean las situaciones y evoluciones que conoce nuestro continente), evocaremos brevemente, y sin pretender dar definiciones exactas, estos dos universos culturales que, hoy, convencionalmente se designan por "modernidad" y"post-modernidad", dos universos culturales si se quiere, pero que con frecuencia se entremezclan. Dos líneas (direcciones) parecen deducirse de nuestra cultura, dos líneas que evocan esquemáticamente estos dos términos. Y estas dos líneas tienen una parte común, como lo desarrollaremos a continuación, con la complejidad cultural por una parte y con el subjetivismo, por otra. Antes de hablar de la "modernidad" y "post-modernidad", detengámonos brevemente en lo que es la cultura en sí misma y lo que ella representa para la libertad, para sus opciones, para sus compromisos.

El término "cultura" ha sido definido por el Concilio Vaticano II en la Constitución pastoral "Gaudium et Spes", sobre la Iglesia en el mundo actual: "Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano" (n.53).

Así entendido, la cultura incluye la dimensión social, como bien lo precisa inmediatamente después el texto de "Gaudium et Spes". Si hablamos, en el desarrollo de nuestra exposición, de la inserción de la libertad humana y de sus compromisos en una realidad determinada, incluimos en la referencia cultural igualmente la dimensión social, aunando de esta forma la perspectiva socio-cultural evocada en el título de esta exposición.

¿Cómo puede ser caracterizada la modernidad, entendida como tipo particular de cultura?. Esta es la cuestión a la que queremos dar una breve respuesta. La cultura moderna, ni más ni menos que los tiempos modernos, no son de ayer o anteayer.

Nacida hace algunos siglos, esta cultura ha ido progresando paulatinamente, de manera que se ha impuesto al presente, no como la perspectiva propia de una especie de elite intelectual sino como lo que sostiene los acercamientos, las reacciones, las percepciones y exigencias espontáneas de toda una época. Entonces, ¿cómo caracterizar esta cultura?. Ante todo, está marcada por el surto de las ciencias y técnicas, es decir, por el hecho de un cierto modo de conocimiento y de acción.

En el terreno del conocimiento, resaltaríamos particularmente los de la observación, de la información objetiva, del cálculo y de la evaluación cuantitativa, del análisis, de la argumentación y, por de pronto, de la crítica.

En el terreno de la acción, lo que más resalta de manera privilegiada es la eficacia, el rendimiento, la capacidad de transformación y de producción, la organización racional.

El mundo moderno dejándose llevar por los imperativos del conocimiento y de la acción, progresivamente se ha construido tal y como le conocemos hoy. Para ello ha tenido que recurrir a la investigación en los laboratorios, así como a experiencias de toda clase y al registro fiel de datos innumerables de observación. Este mundo moderno se ha construido a través de un desarrollo racional y sistemático de medios y de capacidades de producción así como de una gestión y de una organización cada vez más racional de las cosas y de la sociedad. Brevemente: la modernidad, es una era caracterizada ante todo por una productividad creciente y tendencialmente máxima; se distingue por un dominio, cada vez con más éxito, del hombre sobre la naturaleza, por la organización del trabajo y el uso de múltiples instrumentos y medios más y más sofisticados de producción y de comunicación, todo esto canalizado por una voluntad de eficacia cada vez mayor.

Claro está que, en un cuadro semejante, tienden a prevalecer, junto con la productividad y el rendimiento, los valores de análisis, de precisión objetiva, de organización racional. En este contexto será mucho más difícil reconocer espontáneamente la exactitud de elección y compromiso ya que no se mide fácilmente ni la justificación objetiva ni el alcance en términos de eficacia y de rendimiento. Entre los registros de la existencia humana, el que tenderá a dominar a los otros y a determinar su elección, con certeza que será el control económico: lo que debe ser sopesado ante todo, en toda elección (ya se trate de acción política o de expresión artística), es el impacto, son las recaídas de orden económico que le están ligadas.

Mientras imperaban las ideologías totalitarias en que la historia humana estaba penetrada y orientada hacia un fin, a base de análisis y evaluación interesada se han opuesto o sobrepuesto, valores de otro orden y una exigencia de unificación a través de la variedad de compromisos: en cada uno de estos actos, por muy limitados que fuesen, la voluntad tendía a la realización de un proyecto global y enmudecía en su incapacidad de cumplirlo. Hoy, excepto en el campo religioso, hay que confesar que no es así.

Pero vayamos al concepto de post-modernidad Si la modernidad ignora el sujeto en provecho de un mundo en el que la ciencia y la técnica se centran en percibir las potencialidades objetivas, la post-modernidad al contrario, aparece como una reivindicación de la instancia subjetiva de la persona individual. Sin que sea transformado el mundo específico de la modernidad, no obstante, de manera radical, contra el trabajo productivo y el progreso que promueve, viene a colisionar la perspectiva, en parte nueva, de una civilización definida ante todo por el consumo y el placer. Este deslizamiento tiene una repercusión evidente en el campo de la cultura y de las costumbres. Si la modernidad tendía sobre todo a una homogeneización de formas de la vida social, la post-modernidad se afana en exaltar la subjetividad, el sentimiento, la pasión. Desde aquí lo que toma fuerza es el mundo de la singularidad, de lo efímero, de lo fugitivo; las reglas deben manifestarse o relativizarse para permitir la irrupción de la personalidad singular. Los conceptos de ruptura, de creatividad individual, de innovación, toman el primer lugar en la escena, en detrimento de la continuidad, de la tradición, de la fidelidad a una herencia transmitida. Las conductas personales y sociales tienden a liberarse del "peso" de los hábitos y normas. Tampoco tiene valor lo que promueve el progreso del universo objetivo e histórico y sí lo que va con las esperanzas y reivindicaciones de la subjetividad. Correlativamente a la dedicación a opciones singulares, la sociedad humana se encuentra, de esta manera, invitada a la tolerancia, virtud aparentemente la más decisiva de un universo humano tornado pluralista.

Esta dos dinámicas culturales propias, tanto de la modernidad como de la post-modernidad, podría parecer que se oponen en sus fines, induciendo a inclinarse por una o por otra de estas dos tendencias. Lo que está claro es que hacen "buena pareja" y sin dificultad parecen armonizarse sin esfuerzo en la experiencia global de los hombres de hoy. Se está a favor de la ciencia y de la técnica;gustosamente se identifica - al menos de forma implícita - la verdad y el bien con el universo organizado del cual forman parte y en el cual se apoyan para definir y realizar los valores de sus conquistas o triunfos sobre los que se asienta su fe... Y al mismo tiempo se dirigen a sectores de libertad donde la subjetividad puede confiarse sin límites a sus sentimientos, a sus proyectos, a sus deseos..., dejando por todas partes, en ámbito de tolerancia, la libertad de buscar por otras vías su satisfacción y su realización.

Y es que estos dos descubrimientos puestos en acción por la modernidad y la post-modernidad, nacen de una experiencia y de una misma comprensión de la libertad en las cuales se hacen patentes respectivamente las vertientes objetiva y subjetiva. La libertad que está en la praxis tanto en la organización y el conocimiento del mundo objetivo como en la acogida de los sentimientos del sujeto singular, no es tanto la libertad por la que el sujeto asume su vida y la compromete conforme a sus opciones más fundamentales; es la libertad de "ser en el mundo" que se proyecta tanto en sus estrecheces y en los encadenamientos complejos de la realidad objetiva como en la contingencia de los proyectos individuales.

La libertad así comprendida, no es la libertad llamada a asumirse a sí misma para unificar, a través de sus elecciones,lo que en definitiva quiere ser. La libertad que nos propone el mundo moderno es ante todo aquella que se experimenta y reintegra sin cesar en la multiplicidad de acciones y de compromisos, libertad abierta al mundo para investirlo y transformarlo, a fin de sacar el mejor provecho del mismo en el cual los sentimientos constantemente cambiantes buscan su satisfacción y su saciedad.

Situar a este nivel de encuentro de las libertades la problemática de las vocaciones, sería reducir la llamada de Dios al contenido contingente de cualquier compromiso humano inscrito en la precariedad del mundo económico, profesional o político. Sin embargo, preciso es señalarlo - y volveremos enseguida sobre ello -: la experiencia moderna o post-moderna de la libertad, no sólo no conduce por sí misma a la profundidad del acto libre, tal como puede traducirse en un compromiso de vida, como puede ser el sacerdocio o la vida religiosa, sino que puede correr el peligro de obstruir el acceso a la profundidad espiritual de la libertad. Como hemos recordado a propósito de los relatos de vocación evangélicos, es en el don de sí mismo al Otro donde la libertad puede totalizar la existencia para plenificarla.

Tratemos de explicar de forma más precisa las consecuencias que la cultura moderna puede conllevar en el terreno de las vocaciones. Y, en primer lugar, ¿ cuál puede ser el impacto, en el mundo de los jóvenes, la experiencia de la libertad inscrita en la construcción del mundo moderno y el gozo del que una libertad post-moderna les puede privar?.

La experiencia en cuestión es una experiencia que le hace escapar constantemente de sí mismo, incluso cuando piensa encontrarse a través de sus propios proyectos, dejándose conducir por sus propios sentimientos. Porque esta experiencia de la libertad no interpela a la interioridad de la persona. Para esclarecer esto, nos referiremos ahora a las dos clases de hitos señalados en el título de esta exposición: la complejidad cultural y el subjetivismo.

LA COMPLEJIDAD CULTURAL: Aparece fácilmente en la organización del mundo actual. Un mundo que se abre a los jóvenes, sumamente complejo, articulado en sí mismo y extremamente organizado; es a lo que ellos llaman el "sistema", y donde tienen suma dificultad en encontrar su lugar.

¿Cómo insertarse, en efecto, tal como se es, en el interior de la racionalidad reinante que parece no dejar lugar a una inserción nueva así como a todo esfuerzo verdaderamente creativo?. Sí, una inserción sin dolor no es posible, y pocas iniciativas no "controladas" se hacen posibles en un contexto donde todo tiene su lugar o al menos su orientación bien marcada. Incluso una práctica que, hasta hace pocos años, podía expresar ante todo las preferencias del sujeto, a saber: elegir un trabajo, o una profesión...,hoy, se ha tornado un quebradero de cabeza. Es como si la sociedad estuviese bloqueada por la necesidad imperante de observar las leyes del mercado, de mantener una productividad elevada, limitando los gastos de mano de obra. ¿ Qué hacer ante este Moloc de hoy, tan difícil de apiadarse como es el mundo del empleo?.

Pero si reparamos en la organización política de la sociedad, la desilusión es con frecuencia total. Aquí, más que en cualquier otra área, el "sistema" parece decidido a afirmarse y a defenderse, a recurrir para ello a las leyes de la corrupción para mantenerse al servicio de los poderosos. En épocas anteriores, se podría soñar con la revolución. Hoy, no vale; hay que adaptarse...o mantenerse alejado. Los problemas de la sociedad, por otra parte, parecen estar tan imbricados y sometidos a estudio, decisiones, controles, de personas en activo, que no se acierta a ver cómo se podría modificar la organización de todo lo complejo que es el Estado. Más vale someterse: como el liberalismo en economía, así la democracia en política representa el "sistema" menos descalificado. Esto no quiere decir que les consideremos sistemas ideales. Lo que golpea sobre todo a los jóvenes, cuando quieren insertarse en la sociedad en la cual son compañeros y ciudadanos, lo que tienen que afrontar, casi desarmados, es un poder establecido que les causa inseguridad. Es evidente: la adolescencia tiende a prolongarse en la juventud actual. Es una edad en la cual, aún ejerciendo una autonomía individual, el joven sigue gozando todavía de una seguridad relativa y de la protección que le brinda la familia. Comenzar a volar con sus propias alas, sin otro apoyo que sí mismos, o el nuevo hogar que desearían fundar, es un desafío que dejan para más tarde.

Pero, en esto, ¿qué es lo que concierne a la Iglesia?. ¿Cómo, tratándose de vocación, podremos comprender la complejidad a la que el joven tiene que enfrentarse?. Hablaremos de la complejidad de tomar opciones de carácter religioso en el mundo europeo actual y, después, de la complejidad del mundo de la fe y de la moral cristianas, tal y cómo se les presenta a muchos jóvenes. Debe recordarse, a tal propósito, lo que el fenómeno de la secularización, deslindando cada sector de la vida humana para hacer de él un mundo autónomo, hace de la religión, como de todos los otros ámbitos de expresión y de creación de la libertad, un mundo que hay que organizar conforme a las elecciones libres de cada uno.

Hablemos de la complejidad de opciones con carácter religioso. En parte está ligada al fenómeno del subjetivismo, algo a lo que tendremos que volver en breve. En efecto, el panorama religioso, en el cual los jóvenes de hoy tendrán que encontrar su camino, no tiene la simplicidad de antaño. Ciertamente, antes, en algunos países de Europa, había un dilema a resolver entre la fe protestante y la fe católica, o mejor, entre la ortodoxia y el catolicismo y, a veces, entre el cristianismo y el Islam. Pero, en la mayor parte de los casos, la opción como que se tomaba por anticipado y se transmitía, de alguna forma, de generación en generación. Y el pluralismo relativo, en el cual se podían situar, tenía con frecuencia el efecto de reforzar la adhesión, dando como tomada una convicción más sólidamente establecida. Hoy, no es así. El panorama religioso no solamente es más variado sino que parece exigir de cada uno una serie de elecciones determinadas de las cuales él mismo será el responsable y que deberá justificarse a sí mismo recurriendo, al menos implícitamente, a lo que él cree ser el análisis crítico impuesto por el espíritu "exigente" de la modernidad...,a no ser que esto sea dado por la facilidad, por causa de la preparación y de las preferencias de orden sentimental y subjetivo.

Si los jóvenes reaccionan contra el "sistema" y, por consiguiente contra la estructura organizacional del mundo moderno en el que creen ver el reflejo en toda institución, también en la institución eclesial, su reacción, a su vez y sin saberlo, es ser llevados a poner por obra los imperativos de la racionalidad del mundo moderno ( ...a menos que se trate una vez más, de la reivindicación del subjetivismo del sentimiento religioso).

A menudo y bajo el imperio de una forma de análisis crítico, insuficientemente compensado y equilibrado, es a buen número de creyentes por la fuerza de adhesión de su fe, a quienes la sociedad europea ha puesto en entredicho sus opciones religiosas más arraigadas y hasta el conjunto de sus valores.

Y no son solamente los "intelectuales" los que pretenden someter a su criterio de verificación la fe que les ha sido transmitida. Este análisis, por otra parte, se confía desde su más tierna edad a cada sujeto capaz de pensar. En cuanto a los imponentes instrumentos mediáticos de los cuales dispone nuestra cultura, su papeles abrir lo más ampliamente posible y, especialmente en los jóvenes, toda una gama de opciones posibles, de opciones a tomar, de cuestiones que afrontar,de juicios enunciados por las más dispares personalidades.

Si se trata de la vida de sacerdotes y religiosos, los jóvenes sabrán el número de entradas y salidas en los seminarios y noviciados religiosos, la evolución estadística de sus promociones, las dificultades que han tenido los que dejan el seminario o el convento. Se les iniciará en debates sin fin sobre la conveniencia o no del celibato, sobre las leyes ( o aquello que se considera como tal) del equilibrio psicológico y afectivo... Cuanto más se les insista en estos juicios y llamadas de atención y parezcan ser formulados con "libertad", franqueza y claridad,tanto más pretenderá poner en duda las realidades establecidas y, cada vez más, se afirmará como "anticonformista"...,y menos todavía aparecerá como un juicio "desinteresado"... Y, en todo esto, serán los aspectos secundarios, accesorios o fragmentarios, los contornos más lejanos que incidirán en la elección y que se pondrán en el centro de la consideración o del debate. Hoy, son los informes cuantitativos los que tienden a definir respecto a lo exterior y "objetivo" la verdad de las cosas o los valores a los cuales se van a adherir.

Las estadísticas dirán, pues, lo que es actual y lo que no lo es. ¡Como si actualmente la libertad debiera definirse por la acumulación de opiniones mayoritarias!.

Está claro: la complejidad que caracteriza nuestra cultura deriva de la cantidad de información, información no siempre significativa y que, en todo caso, no llega al fondo de la cuestión. Hoy, un joven, tiene mucha dificultad en hacer una síntesis que, creerá personal, entre lo que ha recibido de la familia y lo que le enseñan sus maestros, en un conjunto que no siempre es el más armonioso, ni el mejor adaptado, lo que es propalado por una "cultura joven", construida, a menudo, artificialmente teniendo en cuenta las exigencias económicas presentadas por la publicidad, y, "last but not least" de las diversas informaciones, con frecuencia contrapuestas que rezuman los medios de comunicación social. ¿Cómo unificar todo esto, de tal forma que se atreva a "jugársela" para hacer una elección cuyo acercamiento "objetivo" habría hecho valer con suficiente peso los pros y los contras?.

Y acontece lo mismo respecto a las elecciones de orden religioso y sacramental: matrimonio religioso, tiempo ideal para el bautismo y la confirmación...como, por otra parte, el mismo contenido de la fe o las reglas de moral consideradas aceptables. En este sentido, ¿no se estará hablando de "religión a la carta?. Puesto que el acto de fe completo, en cierta manera, es descompuesto en sus elementos y apuntalado, con más o menos fortuna o riesgo, por argumentos cuantitativos o por evaluaciones cualitativas que, a menudo revelan, un gusto superficial o un sentimiento subjetivo, con frecuencia inmediato, donde encontrar la fuerza, el impulso, los recursos necesarios para unificar y totalizar en un acto de libertad toda una vida, en tanto que previamente la vacían de su substancia reduciéndola a un conjunto de acciones ocasionales y a los sectores en los cuales parece descomponerse?. ¡Fruto de una mentalidad analítica y fruto también de evaluaciones calculadas en términos de resultados y de eficacia!.

En este último sentido - el de los resultados y eficacia - es muy difícil encontrar alguna razón convincente para el compromiso en la vida religiosa o sacerdotal. Si todo se reduce a acciones, a "hacer", que es lo que parece englobar la realidad "concreta" de la vida consagrada o sacerdotal, las diferentes actitudes efectivamente exteriorizadas por sacerdotes o religiosos, podrían sin perjuicio de nadie ser atribuidas a los laicos. ¿No se ha avocado el Vaticano II a revalorizar la vocación del laico en la Iglesia, y no ha proclamado con ciertos visos de verdad que el siglo XXI será el siglo del laicado?.

Todavía hay, ciertamente, gestos y palabras que, en el universo sacramental, son reservadas a los sacerdotes, hasta el presente. Pero, como la Iglesia dispone, según entiende, ¿no se podría pensar que modifica su "disciplina", en puntos que ella misma estima secundarios y como susceptibles de ser modificados?. En este mundo difícil de vivir, difícil de asumir, difícil de comprender y unificar, se mezcla la experiencia, tan marcada hoy día, del "subjetivismo". Ya que la realidad objetiva, por sí misma no llega a imponerse y a dominar la elección de la libertad, ¿dónde se encontrará el resorte necesario para realizar ciertas elecciones, del que la vida adolece?.

Aquello que objetivamente no conlleva la convicción, da paso a un acrecentamiento de valorización sacado del universo subjetivo. Es la preferencia del sujeto, es la fuerza de los sentimientos que experimenta, lo que ofrece a la voluntad libre la sobrefuerza que necesita para determinarse. El subjetivismo no es otra cosa que esta manera de hacer descansar sobre las preferencias del individuo las elecciones que debe tomar. Ya lo hemos evocado cuando hablando de la complejidad de nuestro mundo cultural, nos pusimos la cuestión de las opciones a realizar en el ambiente pluralista de hoy.

Pero, desarrollemos un poco el lugar, que en el contexto actual de Europa ocupa y reivindica la persona. Lo que parece querer evitar a toda costa, es dejarse forzar o determinar sus elecciones por algo que no sea él mismo. Es él quien debe escoger, es él quien debe actuar; ¿quién podría substituirle en algo que, con toda evidencia, sólo de él puede proceder?. Pues es de él de quien se trata en sus elecciones. Tal es el sentir consciente que se tiene y que necesariamente puede proclamar el sujeto en el ambiente de modernidad y sobre todo de post-modernidad donde se encuentra sumergido. Es preciso recordar que la educación recibida (con frecuencia educación no-directiva) le haya habituado, en el contexto actual, a no esperar más que de sí mismo las elecciones y preferencias con las cuales se podrá comprometer.

A todo esto hay que añadir que, a menudo se es hijo único o no compartiendo mas que con uno o dos hermanos o hermanas el amor paterno y materno, se ha creído el rey del hogar al que deben doblegarse sus padres...¡con tal que sea feliz! Dicha, sin embargo, muy efímera y puramente subjetiva y provisoria y que consiste en la satisfacción momentánea que puede sacar de las cosas y opciones que asume en el de correr del tiempo. Es necesario, sin embargo, no turbar esta especie de bienestar, resultado del gozo tranquilo y apacible que es lo único que puede sacar de la experiencia de su vida vivida en primera persona como individuo libre y dueño de sí.

Se comprende, pues, que el movimiento interior del sujeto, entendido de esta manera, pueda difícilmente llevarle a un compromiso serio hacia la vida religiosa o el sacerdocio. Cuando estas formas de vida todavía podían gozar del admirado reconocimiento del mundo cristiano y de un status reconocido aun en las estructuras del mundo profano, el sujeto que se encaminaba hacia el seminario o al noviciado podía hallar compensación. Pero, actualmente, no es así en la mayoría de los casos. Estos caminos, no suscitan de manera general ni aplausos ni admiración. Y,lo que es más, su pretensión de disponer de toda la vida de algo difícilmente aceptable a los ojos de muchos. ¿Cómo podría asegurar, hoy, lo que va a ser mañana?. El subjetivismo se vive en cada instante; su moral y su entusiasmo tienen un carácter molesto, que se opone a cualquier compromiso "de por vida".No es desconocido que el matrimonio está fácilmente afectado en el mundo actual, por su carácter provisional. En muchos casos, aunque se haya alimentado el deseo y la esperanza de una unión duradera, los jóvenes que se aman, están tentados a preceder a su matrimonio, una especie de "período de ensayo".

¿Cómo, ante una experiencia tan "subjetiva de la libertad", se podrán asumir las afirmaciones, no obstante decisivas, de Jesús en el Evangelio: "Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero, quien pierda su vida por mi causa, la encontrará" (Mt.16,25)?. Por consiguiente, no se trata tanto de vocación religiosa o sacerdotal lo que se sobreentiende en esta declaración de Jesús.

Al momento en que hemos llegado en nuestra reflexión,¿no estaremos tentados de sacar rápidamente conclusiones precipitadas y engañosas?. ¡Se dirá que es preciso aceptar las condiciones en las cuales la libertad de los jóvenes es conducida a ejercitarla en la Europa actual!. ¡Aceptemos, por de pronto, que disminuyan las vocaciones, cada vez más y que sean auténticos milagros inexplicables de la gracia de Dios:"lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios". ¿Pero, razonar de esta forma, no sería ir demasiado deprisa en nuestra tarea?.

Ciertamente, siguiendo el itinerario que nos hemos propuesto, las condiciones para el ejercicio de la libertad que encuentran hoy los jóvenes europeos, parecen muy poco favorables para la eclosión y desarrollo de una vocación. Sin embargo, todas las épocas han conocido condicionamientos, que han pesado duramente sobre las libertades. Pero los condicionamientos, hemos dicho al comienzo de nuestra exposición,no son causas que produzcan infaliblemente sus efectos. Para llevar a término nuestra reflexión, nos falta recorrer dos etapas. La primera, corrigiendo la línea demasiado negativa de lo dicho anteriormente, deben acentuarse los aspectos positivos de los condicionamientos actuales de la libertad. La segunda, y es así cómo se rematará nuestro acercamiento socio-cultural al problema de las vocaciones en la Europa de hoy, esta segunda y última etapa tratará de sacar a luz ciertos aspectos de una pastoral de las vocaciones que parece exigir el contexto socio-cultural de hoy.

El título de esta exposición, al evocar la complejidad cultural y el subjetivismo, nos ha llevado a detenernos sobre todo en dos aspectos negativos de nuestra cultura. Pero cada época ha conocido obstáculos que han oscurecido o apagado las libertades. Cuando la vocación estaba fuertemente apoyada en la realidad social, podía en ciertos casos, descansar en motivaciones no suficientemente personales. El joven que quiere, hoy, responder a lo que percibe como un llamado de Dios a la vida religiosa o sacerdotal, tiene un conocimiento de las realidades que con frecuencia no tenía antes.

Percibe que las cosas no son nada por sí mismas; y para poder saber cómo dar el primer paso a su respuesta, se ve obligado a sintetizar en su espíritu muchas dificultades parciales, confrontarse con dificultades y pruebas previsibles. Es interpelado a exponer de antemano, por sí mismo o por otros, las razones de una opción sobre la cual le van a preguntar, ya que en el mundo de hoy no se sabe presentar esta opción como evidente. Le es necesario aprender a deslindar las razones de su opción no conformista con la que se identifica su vocación. No tiene que hacer demasiado esfuerzo para reconocer que el mundo y sus valores no son suficientes para justificar su decisión, que es necesario para ello una mirada de fe, esclarecida por el Evangelio de Jesús.

Si quiere servir a la Iglesia, sabe también que es llamado a identificarse con ella y, en esta perspectiva, a llevarla en su corazón, tal como es, con sus fragilidades humanas, sus titubeos, pero también con sus certezas de otro orden que le hacen ciudadano de otro Reino. Para comprometerse hoy más plenamente en el seguimiento de Cristo, el joven deberá esclarecer de antemano la esperanza "subjetiva" que tiene, las expectativas que el anuncio del evangelio le ofrece, para sí mismo y para los demás, para poder dar una respuesta adecuada.

En una palabra, su respuesta, deberá ser mucho más personal; no puede hacer suya la decisión de sus familiares o de sus padres. De esta manera, las desilusiones del día de mañana, serán menos numerosas, si desde el comienzo, ha sabido oponer a otras decisiones subjetivas la solidez de una convicción que, poco a poco, se irá afirmando en su corazón. De otra forma y para ser breve, los condicionamientos socio-culturales actuales, llevan al joven que quiere responder a una vocación eclesial a vivir de una manera más madura, más reflexionada ya que es menos evidente, el camino en el cual le compromete la llamada de Dios. Será un camino más profundamente anclado en convicciones que el joven habrá aprendido laboriosamente a hacer suyas y que generosamente habrá abrazado, cualquiera que haya sido la lucha que haya debido sostener contra diversas fragilidades de tipo psico-afectivo. La realidad cultural de hoy, ¿qué exigencias conlleva en relación a una pastoral vocacional?.

El sesgo por el que podemos encarar esta cuestión se inscribe en la secuencia de la reflexión de la subjetividad de los jóvenes. Ciertamente que, hay en el mismo subjetivismo, como una reacción a no dejarse aplastar por la realidad compleja del mundo y por todas las lógicas que le "orientan". La subjetividad subsiste porque no constituye un elemento del mundo. Y si recurre para ello a un universo rico de sentimientos inscritos en lo más íntimo del corazón de la persona, este movimiento, que puede en primer término encerrarle en sí mismo es, al mismo tiempo, el que puede abrirle más allá de sí mismo.

Ciertamente, en este nuestro mundo roto, los sentimientos, revelan a menudo la fragilidad e inseguridad de las personas pero no menos manifiestan su riqueza interior. Acentuando los "arranques" positivos que se hallan en muchos jóvenes europeos de hoy, el Documento de trabajo de este Congreso, evoca en el n.27 la "generosidad", el entusiasmo, el deseo de vivir en grupo o en comunidad, la honestidad, el rechazo del formalismo....El camino a seguir será el que desplace la atención de sí al Otro o a los otros; y en este camino se encontrarán fuertes sentimientos.¿No se puede ver aquí el impacto que pueden tener en los jóvenes ciertos testimonios de vida capaces de despertar lo más íntimo de verdad que llevan dentro de sí, lo más generoso, lo más desinteresado...? Y, reconozcámoslo, los medios de comunicación social pueden, en esta perspectiva, suscitar con frecuencia entre los jóvenes los sentimientos más nobles.

Desde siempre es sabido: la conciencia de la llamada de Dios proviene con frecuencia de una "especie" de contagio; es pues la polarización de la afectividad sobre el Otro lo que constituye el camino obligado. ¿Cómo se podrá hacer esto?. El Evangelio nos muestra a los discípulos "padeciendo" el contagio de Jesús. Antes, bastaba poca cosa: una buena acción realizada en conjunto, una fuerte experiencia de oración, el encuentro con una persona atrayente y "provocadora"...Un rasgo, una participación, un diálogo...podían inducir, como "ex-abrupto" en el universo donde Cristo llegaba a ocupar el lugar central. Hoy, es necesario una seguridad mayor, es necesario derribar las vacilaciones o titubeos, las inseguridades que salpican el camino. La decisión no podrá irrumpir más que a partir de un contagio mucho más envolvente para todo el conjunto de la persona.

Falta que el camino a recorrer sea el que conduce a la rendición de sí al Otro, reconocido como el todo de la vida. No será suficiente anunciarle, ni siquiera afirmarle con fuerza; debe entrar en la experiencia vivida del sujeto. Éste, por otra parte será ayudado a realizar esta salida de sí mismo por el apoyo y la amistad ofrecida por otros. Además de estos otros, cuya amistad le sostiene, los jóvenes deberán sobre todo, ser conducidos al encuentro de este Otro, a quien vale la pena darse sin condiciones.

Además de la experiencia comunitaria, fundada en la amistad compartida, parece que dos caminos se les presentan a los que en ello se empeñan que les conducen, primero, al gesto característico del don y, sobre todo, al don de sí mismo. El otro es buscado y encontrado, sea en una experiencia "tumbativa" e insistente de oración, sea en una experiencia de amor redimido: ya se trate del servicio humilde y atento a los pobres, a los enfermos, o de acogida al extranjero, de la apertura de toda la persona a la humanidad en espera del Dios de Amor...El amor, debe así disciplinar todos los otros sentimientos, calmarles o despertarles...en una lógica que es la de salir de sí mismo. Para retomar lo que decíamos al principio de esta exposición sobre los relatos evangélicos de vocación, la libertad de los jóvenes no llegará a integrar toda su vida en la decisión hacia el sacerdocio o la vida consagrada más que si su arranque se polariza en el Otro a quien darse.

Con frecuencia se ha subrayado que la vida monástica, al menos ciertos conventos, lograrían arrastrar o aglutinar a los jóvenes; pero se sabe por otra parte qué poder de atracción tienen ciertos grupos y movimientos nuevos eclesiales donde, sin duda, el contagio de sentimientos y vida se realiza en ellos más fácilmente. ¿No será esto una invitación dirigida a todos?.

¿No sería urgente encontrar hoy vías concretas donde los jóvenes pudiesen vivir una verdadera experiencia con aquellos que puedan ser llamados a juntarse: participación de vida común, participación de oración, participación de compromiso misionero y de trabajo?.

Kimwenza - Kinshasa