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    «SAN JUAN DE ÁVILA: ESPIRITUALIDAD ESPECÍFICA
     DEL SACERDOTE DIOCESANO SECULAR»

    Gaspar Bustos Álvarez

     

    Introducción

    • El doctorado de San Juan de Ávila nos garantiza de forma específica su magisterio y su vida.

     

    • Es un momento de gracia para los sacerdotes, en general, y para el clero diocesano español, en particular. También, y no poco, para todo el pueblo de Dios.
    • El tema, hermoso y sugerente, requeriría más amplio tratamiento y más aquilatado que el de una sencilla ponencia. En parte hay mucho escrito y bueno. Esperamos que la coyuntura del doctorado suscite estudiosos y santos que lo traten como se merece.

     

    • La expresión “espiritualidad específica” del clero diocesano no está en San Juan de Ávila. Sí está contenida en su magisterio sobre el sacerdocio.
    • Tanto el Vaticano II como Pastores dabo vobis nos han proporcionado una elaboración doctrinal y praxis sobre el tema. No hacemos pues hipótesis. Asumimos de forma asertiva que el “sacerdote diocesano” tiene su “propia espiritualidad”.

     

    San Juan de Ávila, sacerdote diocesano

    • Estudió artes y teología en Alcalá de Henares. Vivió en un ambiente de nueva Universidad abierta al humanismo y al espíritu de reforma de aquel momento.

     

    • Aquella situación despierta en él un gran amor a la Sagrada Escritura y al sacerdocio vivido con exigencia evangélica.
    • Hace elección de estado y, aunque vive y trata, valora y estima a muchos religiosos de gran virtud, él se decide explícitamente por el sacerdocio diocesano, abierto al Espíritu, con un amplio horizonte evangelizador y con unas exigencias evangélicas vividas radicalmente.

     

    • Sus decisiones de primera hora lo definen: vende su patrimonio y lo reparte a los pobres. Se dedica durante un mes a la oración preparándose para su primera misa y se une a un obispo para ir a Méjico a evangelizar.
    • Una sola y gran idea bulle en su mente y en su corazón. Es sacerdote, valora este don como lo más grande, pues le configura con Cristo-Pastor. Su gran amor a Jesucristo le impulsa a vivir con Él y como Él. El sacerdocio vivido con Cristo y como Él totaliza toda su vida y canaliza todas sus potencialidades.

     

    • Esta “vocación” la tipifica en los apóstoles. Los considera como referente primario y esencial. Quiere ser apóstol como los apóstoles del Señor. Apostolica vivendi forma. Santidad de cuño evangélico.
    • No siente necesidad de nada más. Hay detrás todo un designio divino que conduce su vida y que irá clarificando a lo largo de su existencia en actividades y realizaciones diversas. Dios le conduce e inspira. Sueña en lo más. Quiere ir a evangelizar a los más pobres, allí donde haya mucha mies y pocos obreros. Se une a un obispo para evangelizar a los indios de Méjico. Se experimenta miembro de una gran orden religiosa, “la orden de N. P. San Pedro” a la que pertenece todo sacerdote diocesano.

     

    • Pero el sueño no se puede realizar. Se le cierra la puerta de América y sin remilgos, acoge la nueva situación. Evangelizará a “los más abandonados” de Andalucía. Se dedica a dar catequesis a los niños, a predicar, visitar hospitales y cárceles. Comparte durante algún tiempo apostolado y techo con un santo sacerdote sevillano. Comparten el frío, el hambre, la pobreza pero, sobre todo, la oración y el apostolado.
    • Todo queda interferido por la envidia que le lleva a las cárceles de la Inquisición. Allí le espera Cristo. Se le da a conocer en lo más íntimo de su alma y le hace madurar en la santidad. Sale de las cárceles de la Inquisición sin “nota”, pero muy notable en santidad.

     

    • Deja Sevilla cautelosamente y se interna en Córdoba. El Obispo dominico lo acepta. Le dará un “beneficio” simple, que no exige residencia. Su vocación es misionera y no acepta otra clase de beneficios que le impiden evangelizar ampliamente. Queda, pues, incardinado en la diócesis de Córdoba. Será su diócesis hasta su muerte.
    • Comienza su actividad en la capital, pero sobre todo en los pueblos. Se ayudan algunos sacerdotes. Evangeliza “a la evangélica”: Llevan un borriquillo con aguaderas y alforjas para llevar los breviarios, los manteos y los rosarios, medallas y catecismos. Ellos caminan a pie. Predican, confiesan, hacen paces en las discordias, visitan hospitales y cárceles. Duerme en las sacristías y viven de la limosna. Ávila está “en su salsa”. Vive a pleno pulmón su vocación.

     

    • La experiencia misionera le abre nuevas perspectivas. Predican, son un éxito sus misiones pero… ¿Quién continuará cuidando el rebaño? Hay muchos sacerdotes pero para este fin, como si no los hubiera. ¿Solución? Seminarios. Hace unos sacerdotes nuevos, reformados.
    • Recorre Granada, Badajoz, Jaén, Jerez de la Frontera… creando colegios, evangelizando los pueblos y los campos. Se le unen muchos sacerdotes y clérigos. No con obediencia ni votos, ni reglas ni vida común. Son sacerdotes diocesanos. Tienen unas claves comunes: oración — larga oración cada día —, misa — acto central de la jornada —, vida pobre y austera, ejemplo de humildad y servicio, celo ardiente. Programa sencillo, pero de radical exigencia. Los hace enamorados del ministerio y, sobre todo, de la Eucaristía y…. ¡A vivir!

     

    • Ya anciano, se recogerá en Montilla (Córdoba). Según sus fuerzas sigue su estilo de vida. Quizás con sus cartas y consejos sea una época muy fecunda en su vida. En una casita pobre, como cualquier otro sacerdote diocesano, muere san Juan de Ávila en 10 de mayo de 1569 o 1570.

     

    La espiritualidad específica del clero diocesano en San Juan de Ávila

    • ¿A qué sacerdotes se dirige San Juan de Ávila en sus escritos y en su actividad?

     

      • A los que tiene delante y que conocía sobradamente en sus correrías apostólicas por toda Andalucía. Un grupo más bien pequeño que deseaban ser sacerdotes como les pide la Iglesia y se dibujan en el evangelio. Buscaban la perfección y santidad sacerdotal. Otro demasiado numeroso con diversos grados de relajación. No pocos viviendo perdidamente con mujer e hijos. Otra gran masa, ordenados sin vocación y sin formación. Dice San Juan de Ávila “criados en perniciosa libertad, sin maestros, sin recogimiento virtuoso, en el fervor de la edad y en medio de las ocasiones en el mundo, no conocieron otra ley sino sus apetitos” (Memorial primero a Trento 10, Obras Completas II, 491). Muchos ni celebran misa, ni predican, ni confiesan y viven y visten como señores de corte, de forma mundana y vanidosísima. A estos de dirige.
      • Ayudado de los más buenos, trata de hacerlos a todos mejores. Según vamos leyendo sus escritos, pláticas, sermones, descubrimos las diversas situaciones de vida de fe de aquellos a quienes se dirige. A unos sacarlos del pecado y mala vida, a otros animarlos a la santidad.

     

      • De su trabajo apostólico surgen muchos discípulos. Seglares, sacerdotes o clérigos, e incluso religiosos y obispos. Todos sin ningún lazo exterior, sino el afecto a su persona y a su vida y doctrina. Para todos ellos escribió el Audi filia, libro de formación espiritual amplio.
      • Luego, más cerca de sí, tiene un grupito de sacerdotes que le siguen en su forma y vida de santidad. Según los momentos se les llamará “la escuela del Maestro Ávila”. Son los más propiamente llamados “discípulos”. Son todos sacerdotes diocesanos. Les une un mismo ideal de santidad y apostolado. Su vinculación tenía grados diversos y estaban en toda España y Portugal. De ellos dice Santibáñez (escritor jesuita) que eran “pequeñita congregación” de sacerdotes operarios y santos. Este grupo selecto “empapado en los ejemplos y la doctrina del Santo Maestro Ávila, vivían el estado sacerdotal con los fines para los que lo instituyó el Sumo Sacerdote” (L. Muñoz, Vida de san Juan de Ávila, lib. 2º, cap.20).

     

      • También el Licenciado Muñoz, en la vida del Maestro Ávila, habla de estos sacerdotes, unos curas, otros beneficiados, profesores, predicadores, confesores, etc. De ellos dice: “Sacerdotes ejemplares, que coadjutores de los obispos, acudiesen a cultivar las almas… ayudar a los fieles en el camino de la salvación y vida espiritual… Todos ellos tienen un denominador común… predicar el misterio de Cristo, enderezar las costumbres, renovación de la vida clerical, no buscar dignidades ni puestos altos, vida intensa de oración y penitencia, paciencia en las persecuciones y contradicciones, sentido de Iglesia; enseñar la doctrina cristiana, dirección espiritual” (L. Muñoz, Vida de san Juan de Ávila, lib. 2º, cap.1). Como común a todos señala: “no buscar dignidades” y “enseñar la doctrina a los niños”.
      • Por todo el contexto, forma de expresarse y aplicaciones prácticas en los escritos sobre el sacerdocio y los memoriales, amén de muchas cartas, se deduce que habla, ante todo y muy directamente, a los sacerdotes diocesanos.

     

    • El sacramento del Orden y el ejercicio del ministerio: fuente de la espiritualidad sacerdotal diocesana
      • San Juan de Ávila es todo un maestro de ciencia teológica y sacerdotal. Se nutre de la Sagrada Escritura, sobre todo, de los Santos Padres, de los Concilios, etc. No “doctrina” sin más, sino experiencia de Dios en larga y profunda oración. Apoyado en esta doctrina nos va a ofrecer desde el ejercicio del ministerio, una espiritualidad de máximos (no me mínimos) para todo sacerdote diocesano.

     

      • Ante todo, quiere despertar a los sacerdotes a una gran estima del ser sacerdote, presencializador de Cristo Cabeza y Pastor. Una estima que engendra un gran amor a los ministerios sacerdotales, sobre todo Eucaristía, perdón, predicación y oración. A los sacerdotes de Córdoba (1ª plática), empieza diciéndoles: “No sé otra cosa más eficaz con que a vuestras mercedes persuada lo que les conviene hacer que traerles a la memoria la alteza del beneficio que Dios nos ha hecho en llamarnos para la alteza del oficio sacerdotal… Oh, Divina Bondad, que tanto se ha manifestado en levantar hombres a tal alteza que ponga en manos de ellos, su poder, su honra, su riqueza y su misma persona” (Plática 1ª a los sacerdotes, Obras Completas I, 786). “Mirémonos, padres, de pies a cabeza, anima y cuerpo, y vernos hemos hechos semejables a la Sacratísima Virgen María… ¿Por qué los sacerdotes no son santos pues es el lugar donde Dios viene glorioso?” (Plática 1ª a los sacerdotes, Obras Completas I, 790).
      • La celebración de la misa es el centro de su espiritualidad. Escribe:“¿Tan gran cosa es ofrecer incienso y ofrecer panes (en el Antiguo Testamento)…? ¿Para incensar y ofrecer unos panes pedís santidad? Pues ¿qué será para incensar espiritualmente y ofrecer un pan que del cielo vino?” (Plática 2ª a los sacerdotes, Obras Completas I, 800-801).“Si para tratar el Cuerpo de Cristo… no se requiere santidad, no sé para qué sea necesario en la tierra” (Plática 1ª a los sacerdotes, Obras Completas I, 788). La “celebración eucarística” para apreciar humildad de un Dios tan humilde que se viene a nuestras manos: una obediencia tan rápida, una pureza tan eximia, un amor tan intenso y gratitud para el Señor y un quizás dar la vida por Él y por las almas redimidas con su sangre. “¿Para qué Señor? (bajas a la Eucaristía). “Para abajar nuestra soberbia, para que tenga vergüenza el sacerdote de parecer soberbio y desobediente, siendo Dios tan humilde para con él” (Plática 1ª a los sacerdotes, Obras Completas I, 788).

     

      • Con respecto a la oración, citar todos los textos sería nunca acabar. Oración “ministerial”, es decir, la oración del sacerdote como tarea esencial de su ministerio. ¡Que antes de ordenarle le examinen de oración! Ha de tener experiencia de que su oración es tan poderosa delante de Dios que alcanza lo que pide. Oración y larga oración recomienda constantemente. Oración y penitencia humilde. Oración si se quiere permanecer en el camino de la santidad. Señala dos buenos ratos de oración, uno en la madrugada y otro a la primera noche. A veces concreta más: “dos horas” en ambos momentos. Y lo recomienda con gran empeño. La carta 8 es todo un programa de vida espiritual para un sacerdote.
      • La predicación, la caridad pastoral o celo apostólico nace de la larga oración, de ella se nutre y por ella cobra eficacia la predicación. Se trata de “engendrar hijos” para Dios por la palabra y la oración. “A llorar aprenda quien toma oficio de padre” (Carta 1 a un predicador, Obras Completas IV, 7).

     

      • En cuanto a la vida evangélica, el sacerdote debe ser “retrato de la escuela y colegio apostólico y no de esos señores mundanos” (Advertencias al Concilio de Toledo, Obras Completas II, 649). La formación de los candid al sacerdocio debe llevar el espíritu de los sacerdotes diocesanos. Una vida mundana “no es imitar a Cristo, ni a Pedro, ni a los apóstoles, cuyos ellos son sucesores” (Advertencias al Concilio de Toledo, Obras Completas II, 651). “Los mejores son aquellos que dejadas todas las cosas, contentos con virtud y letra, buscan esta dignidad sacerdotal para servir a Cristo imitando a él y a sus apóstoles” (Advertencias al Concilio de Toledo, Obras Completas II, 715). Lo más característico del sacerdote es la caridad pastoral que debe abarcar todos los aspectos de su vida sacerdotal.
      • Los discípulos de San Juan de Ávila eran sacerdotes enamorados de su sacerdocio y del ejercicio del propio ministerio, y de la esencia de su sacerdocio extraían toda su espiritualidad. Esta espiritualidad viene anclada en: larga y constante oración, centralidad en Cristo-Buen Pastor, centralidad en la Eucaristía, mirando al Colegio apostólico, con ascesis de Buen Pastor y radicalismo evangélico. En síntesis: hombres orantes, pobres, humildes, obedientes a sus obispos, puros, castos y trabajadores en la mies del Señor.