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APROXIMACIÓN A LA EXHORTACION APOSTOLICA "VITA CONSECRATA"

Fernando Rodríguez Garrapucho, SCJ.*

Introducción

La Exhortación apostólica de Juan Pablo II que ahora presentamos está elaborada a partir de los trabajos del último Sínodo de Obispos tenido en Roma en el otoño de 1994 (1). Después de treinta años del Concilio Vaticano II y de su decreto "Perfectae caritatis", el cual abría nuevos horizontes y grandes retos a la vida religiosa, la Exhortación postsinodal de Juan Pablo II ha tratado de volver a poner en la palestra de la reflexión eclesial el tema de la vida consagrada (2).

Para conseguir este objetivo, la Exhortación no sólo va dirigida a los religiosos o Institutos de vida apostólica, como han hecho otros documentos posconciliares. Con su Exhortación trata de dirigirse e involucrar a toda la Iglesia en el convencimiento de que cuando ella habla de la vida consagrada "de re nostra agitur": "A todos los fieles -obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, laicos- así como a cuantos se pongan a la escucha..." (n. 4). Muy probablemente es la primera vez en la historia que un Papa pone la vida consagrada en esta respectiva eclesial. El Sínodo celebrado ha sido un Sínodo con un tema de la Iglesia para toda la Iglesia. Con ello, "la vida consagrada y sus cuestiones han aparecido en el horizonte de toda la Iglesia"(3). Pero puesto que ni el Sínodo ni la Exhortación han despertado mucho eco en los medios de comunicación, es de esperar que no ocurra lo mismo entre fieles, religiosos y sacerdotes(4). Desde el principio queremos decir que esta Exhortación merece ser leída, o mejor, meditada en profundidad.

El estilo utilizado

Si la Exhortación apostólica puede ser meditada es sobre todo por el estilo en que está escrita. En ella no se pretende elaborar un tratado sistemático sobre la vida consagrada. Como en anteriores Encíclicas o Exhortaciones papales, Juan Pablo II hace girar toda su reflexión partiendo de un texto bíblico. Con ello, el estilo es meditativo, sapiencial, inspirante, provocador incluso hacia la oración. Para el comentario al texto no usa los métodos de la exégesis moderna, sino que más bien se sitúa en la gran tradición patrística y oriental, donde la doctrina va "manando y corriendo" de la fuente: la vida a la luz de la Sagrada Escritura. En este caso, el texto que quiere servir de motivo inspirante y marco de reflexión a todo el Documento es el de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor (Mt 17, 1-9).

División interna y contenidos

La Exhortación se divide en tres partes o bloques temáticos que corresponden a tres ideas clave: identidad-comunión-misión(5). Veamos de forma resumida el contenido de las tres partes.

1. "Confessio Trinitatis" (identidad)

El icono del Cristo transfigurado es para Juan Pablo II la mejor imagen de lo que la VC (6)tiene como identidad propia: su carácter "cristiforme". Como la imagen de Cristo transfigurado anticipa la gloria que será oscurecida en su pasión y revelada en la resurrección, así la vida consagrada anticipa la condición futura del hombre y muestra la configuración cristiforme de toda la Iglesia: es un signo escatológico del Reino (n. 16). Es éste un aspecto muy importante que ya la LG (cap. VII) señala como parte constituyente del Pueblo de Dios: la condición escatológica de la Iglesia. La Exhortación en el n. 7, hablando de las vírgenes consagradas, dice que "solas o asociadas, constituyen una especial imagen escatológica de la Esposa celeste y de la vida futura, cuando finalmente la Iglesia viva en plenitud el amor de Cristo esposo". Por otra parte, los Institutos de vida contemplativa, "con su vida y su misión... imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura". Todo el n. 26. está dedicado a la índole escatológica de la VC. La señala como uno de los mejores testimonios que hoy ella puede dar ante nuestro mundo eficacista y materialista y ante la propia Iglesia, a veces demasiado afanada en la actividad. La VC se presenta "como anticipación del Reino futuro", con lo cual la VC es un reclamo insustituible para que los hombres no se olviden de que "no tenemos aquí la ciudad permanente", "somos ciudadanos del cielo" y que lo único necesario es buscar el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33).

Para la Exhortación papal, todo parte de la acción trinitaria de Dios en su iniciativa de llamar a la persona consagrada a una vocación especial dentro de la Iglesia. Presenta los consejos evangélicos como "don de la Trinidad" y da mucha importancia al papel de cada persona trinitaria en la configuración e identidad de la vida consagrada. Además, el icono de la Transfiguración sugiere el camino entre dos montañas: del Tabor al Calvario. Así la vida consagrada y su forma de vivir los votos, se enraíza en la experiencia de los apóstoles recorriendo el camino pascual de Jesús, camino que nos desvela el rostro Trinitario de Dios. Camino que revela también la bajada del monte, a la vida cotidiana más dura, y el doloroso camino hasta la cruz. Así pues, la VC aparece en la Exhortación como un espejo fiel y signo privilegiado de lo que la Iglesia es en su esencia. No sólo por su carácter de signo escatológico, sino también porque la VC, por su estructura y misión, hace ostensible con mucha claridad las notas propias de la Iglesia tal como la confesamos en el Credo. Con ello no se está diciendo que la VC sea un sacramento, pero sí que participa plenamente de la condición sacramental de la Iglesia y la muestra ante el mundo como tal. En el símbolo la Iglesia es creída como "una, santa católica y apostólica". Pues bien, la VC, según la Exhortación, hace visible con más patencia que otros estados de vida en la Iglesia la íntima constitución del Pueblo de Dios que señalan las notas. De ahí su función de signo para la Iglesia y para el mundo.

Si esto es verdad, la pregunta entonces es inmediata: ¿es la vida religiosa un fenómeno casual que apareció en la Iglesia y podría no existir, o, por el contrario, pertenece a la entraña de su constitución? En el tercer punto de este bloque (En la Iglesia y para la Iglesia) se trata de dar respuesta a varias de las cuestiones eclesiológicas más debatidas en los últimos años a propósito del lugar que ocupa la vida religiosa dentro de la constitución de la Iglesia. Según la Exhortación la VC no sólo es un fruto carismático más, dentro de la Iglesia. Frente a las discusiones teológicas de nuestros días la Exhortación toma partido de forma inequívoca, a nuestro modo de ver. Y lo hace tomando pie de la Constitución Conciliar LG. La Exhortación afirma que la VC es un estado cristiano de vida en la Iglesia que, por abarcar los elementos esenciales de su constitución, en cierto modo la representa en su forma más nuclear. Así ya desde el comienzo el n. 3 señala que su "presencia universal" y el "carácter evangélico de su testimonio" hacen que ella no sea "una realidad aislada y marginal, sino que abarca toda la Iglesia", "la vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia", sigue diciendo el n. 3, "ya que indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana y la aspiración de toda la Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo" (7) . "De este modo, (cristiforme) la VC es una expresión particularmente profunda de la Iglesia Esposa, la cual, conducida por el Espíritu a reproducir en sí los rasgos del Esposo, se presenta ante él resplandeciente..." (n. 19).

Con estas afirmaciones la Exhortación está recogiendo la doctrina del Vaticano II al respecto, tanto en el decreto "Ad Gentes" como en la Lumen Gentium 44, donde se dice que la profesión de los consejos evangélicos "puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vocación cristiana". Luego la VC está levantada en medio de la Iglesia como un "signo eficaz" para que toda la Iglesia vaya siendo en la vida real y cotidiana lo que ella está llamada a ser. Y eso querrá decir que la constitución de la Iglesia no comprende sólo pastores y fieles, sino que incluye la vida consagrada como algo propio. La vida religiosa no es sólo algo "en" la Iglesia sino algo "de" la Iglesia: "Pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión", repite la Exhortación en el n. 3.

Y ello, porque la profesión de los consejos evangélicos es "parte integrante de la vida de la Iglesia" en cuanto ellos aportan "un precioso impulso hacia una mayor coherencia evangélica" (n. 3). El derecho canónico (c. 588, 207) sólo reconoce clérigos y laicos en la configuración de la Iglesia. Pero LG 13 reconoce a la VC en la estructura de la Iglesia. Y así la Exhortación trata de dirimir la cuestión en favor de esto último: "la VC, presente desde el comienzo, no podrá faltar nunca a la Iglesia como uno de los elementos irrenunciables y característicos, como expresión de su misma naturaleza... El concepto de una Iglesia formada únicamente por ministros sagrados y laicos, no corresponde, por tanto, a las intenciones de su divino Fundador, tal y como resulta de los Evangelios y de los demás escritos neotestamentarios" (n. 29). La Exhortación, vuelve a dejar clara su posición en el n. 60 cuando habla de los religiosos hermanos: "Según la doctrina tradicional de la Iglesia, la VC, por su naturaleza, no es ni laical ni clerical, y por consiguiente la 'consagración laical' tanto de varones como de mujeres, es un estado de profesión de los consejos evangélicos completo en sí mismo... tiene un valor propio, independiente del ministerio sagrado, tanto para la persona misma como para la Iglesia" (8) .

¿Quiere esto decir que entonces la VC está por encima de los otros estados de vida cristiana y sobre todo sobre los laicos, tal como se ha venido concibiendo durante tanto tiempo? Para responder a esta cuestión, en el tercer apartado de este primer bloque la Exhortación aborda el tema de la especificidad de la consagración religiosa respecto a la consagración bautismal (n. 30) y lo que ella aporta como propio en la complementariedad de los carismas y vocaciones en la Iglesia: testimonio de las bienaventuranzas (n. 33), imagen de la Iglesia-Esposa (n. 34), santidad como existencia transfigurada (n. 35-37, 39-40), visibilización de los consejos evangélicos, oración-ascesis (n.38). Si la Iglesia de Dios es "Santa" en su constitución la Exhortación afirma en el n. 32: "Como expresión de la santidad de la Iglesia, se debe reconocer una excelencia objetiva a la VC, que refleja el mismo modo de vivir de Cristo. Precisamente por esto, ella es una manifestación particularmente rica de los bienes evangélicos y una realización más completa del fin de la Iglesia que es la santificación de la humanidad".

Textos como el anterior, a nuestro modo de ver, hacen que la Exhortación mantenga un lenguaje ambiguo a propósito de la pregunta última. En muchas de sus expresiones parece sugerirse esa superioridad del consagrado sobre el laico al situar a aquél en un seguimiento más perfecto o cercano a Cristo. Pero la Exhortación sostiene también otros enfoques que apuntan a la complementariedad de los carismas en la Iglesia para buscar la identidad de cada uno sin superioridades de unos sobre otros, lo cual nos parecen mucho más acertado (9).

En este bloque primero se incluye también la dimensión mariológica de la VC (n. 34) que a nuestro modo de ver, es también una cuestión eclesiológica relevante. El capítulo VIII de la Const. dogmática sobre la Iglesia trata del puesto de la Virgen Maria dentro del misterio de la Iglesia. Sin mirar hacia la madre del Señor la Iglesia no podría comprenderse a sí misma, viene a decir el Concilio, siguiendo la más genuina Tradición. En la Exhortación apostólica aparece la Virgen María como modelo de consagración y seguimiento (n. 28). De nuevo, lo que es propio de la Iglesia se hace más patente en la VC. Lo dice así el siguiente texto: "La relación que todo fiel ... mantiene con María Santísima queda aún más acentuada en la vida de las personas consagradas... En todos (los Institutos de VC) existe la convicción de que la presencia de María tiene una importancia fundamental tanto para la vida espiritual de cada alma consagrada, como para la consistencia, la unidad y el progreso de toda la comunidad" (n. 28). María no es sólo modelo (icono) de la Iglesia sino también "ejemplo sublime de perfecta consagración". Pero al revés también. La VC muestra, con su consagración total a Dios y su virginidad, el rostro de Cristo y de María, así como la función maternal de María y de la Iglesia (n. 57-58).

En todo este bloque que describe la identidad de la VC está presente de modo recurrente el papel del Espíritu Santo como fuente y dador por excelencia del carisma de la VC. No en vano la cuarta parte del bloque lleva por título: "Guiados por el Espíritu de santidad".

2. "Signum fraternitatis" (comunión)

También aquí es la Trinidad el fundamento del signo de comunión que la VC está llamada a dar en la Iglesia y para el mundo. En general, en este bloque se abordan cuestiones más prácticas que en el anterior. En una primera parte se expone todo lo referente a la vida fraterna y la vida común (n.42, 45), el servicio de la autoridad (n. 43), el lugar de las personas ancianas (n. 44). Junto al fundamento trinitario de la vida fraterna se inserta aquí con fuerza la eclesiología de comunión. La Iglesia es "Una" en virtud y a imagen de la Trinidad. De ahí que la categoría de "comunión" sea indispensable para expresar su constitución. Como "communio" se autoconcibió la Iglesia indivisa del primer milenio y así la sigue concibiendo el Oriente cristiano. Es sabido de todos que en la Iglesia católica hemos recuperado esta categoría eclesiológica esencial sobre todo a través del Concilio Vaticano II. De forma muy acertada se van sacando en la Exhortación las consecuencias que esta eclesiología tiene para la VC, si es que ella quiere ser en la Iglesia un signo o parábola de comunión. Sobre este tema, del terreno teológico se pasa también al terreno práctico y se contempla la VC en su inserción en la Iglesia universal y a la vez en la Iglesia particular (n. 47-49), el puesto del Obispo en la comunión de vocaciones en cada Iglesia particular, así como otros círculos que la VC debe ir abarcando en sus inmensas posibilidades de comunión, como son: el diálogo teológico y pastoral entre los diversos carismas y ministerios eclesiales (n. 46), el diálogo entre culturas y estamentos sociales (n. 51), la colaboración entre las diversos institutos (n. 52-53), la colaboración con los laicos y asociados a la VC (n. 54-56), el diálogo ecuménico.

La Iglesia de Cristo es "católica". A este respecto es muy relevante para el Documento la articulación de la VC dentro de la Iglesia universal sin olvidar el papel que ella está llamada a desempeñar en las Iglesias particulares. La inserción en la Iglesia universal es de todos aceptada y es la forma histórica más común entre las Ordenes y Congregaciones. Más problemática ha sido en el postconcilio (sigue siéndolo en la actualidad) su inserción en la Iglesia local. La Exhortación es consciente del problema y afirma: "Las personas consagradas tienen también un papel significativo dentro de las Iglesias particulares ... (por lo cual) aparece con toda evidencia la importancia que reviste la colaboración de las personas consagradas con los Obispos para el desarrollo armonioso de la pastoral diocesana. Los carismas de la VC pueden contribuir poderosamente a la edificación de la caridad en la Iglesia particular" (n. 48). Junto a esto, se reconoce una "justa autonomía" en cuanto a la disciplina y el carisma, que el Obispo debe custodiar y tutelar. Parte de la catolicidad de los carismas de la VC es el resurgir de las Terceras Ordenes o grupos de laicos que participan como laicos del carisma fundacional. El documento lo ve como un futuro esperanzador para toda la Iglesia (n. 54, 56).

La VC como signo privilegiado de la Iglesia-comunión se pone de relieve a lo largo de la doctrina de todo este bloque temático. Afirma la Exhortación que la primitiva fraternidad, de la que el libro de los Hechos nos relata la vida, es y ha sido la fuente de inspiración y el modelo que siempre ha contemplado la Iglesia cuando ha querido revivir sus orígenes. A este respecto sólo señalo un texto significativo: "los que actualmente siguen a Jesús abandonándolo todo por él, imitan a los Apóstoles que, respondiendo a su invitación, renunciaron a todo lo demás. Por esta razón tradicionalmente se suele hablar de la vida religiosa como 'apostolica vivendi forma'" (n. 93). Por tener tal condición: "la VC posee ciertamente el mérito de haber contribuido eficazmente a mantener viva en la Iglesia la exigencia de la fraternidad como confesión de la Trinidad" (n. 41). Por eso se afirma en el n. 46: "se pide a las personas consagradas que sean verdaderamente expertas en comunión, y que vivan la respectiva espiritualidad como 'testigos y artífices de aquél proyecto de comunión que constituye la cima de la historia del hombre según Dios'" (n. 46). La VC como signo de comunión debe tener como propias algunas formas de pensar y obrar, y por eso desarrolla una "espiritualidad de comunión" (n. 46), que se extiende a todos los ámbitos de la Iglesia: la Iglesia local, relación con los Obispos, con el sucesor de Pedro, en la forma de ejercer la autoridad, comunión con los laicos y colaboración entre los diversos Institutos, etc. La Exhortación no carece de realismo y señala también los peligros actuales de la vida comunitaria, denunciando problemas como el dejarse llevar por la rutina o el problema del individualismo que no acepta la autoridad (n. 43).

Este bloque reserva una segunda parte a algunos tratados especiales que afectan a la VC en su vida comunitaria, como son la vida religiosa de clausura femenina (n. 59), el puesto de los religiosos hermanos en las comunidades religiosas tanto clericales como laicales (n. 60), así como lo referente a los institutos mixtos y las nuevas formas de VC que emergen hoy en la Iglesia. El bloque termina dedicando una tercera parte (Mirando hacia el futuro) a la pastoral vocacional y los diversos procesos de formación en la VC (n. 63-71).

3. "Servitium caritatis" (misión)

En este tercer bloque el icono que va a presidir la reflexión va a cambiar. Es el de Jesús lavando los pies a sus discípulos en la última cena (Jn 13, 1-5). Si la VC es "cristiforme" debe bajar, debe llegar al suelo, a los oficios más bajos, si es que su servicio quiere ser como el de Jesús, entrega por amor que no teme la humillación hasta la muerte más infamante. Siguiendo la teología bíblica, la Exhortación propone que toda consagración es para una misión. La VC, "es" misión, en su propia esencia "a imagen de Jesús, el Hijo predilecto 'a quien el Padre ha santificado y enviado el mundo' (Jn 10,36)" (n. 72). Por eso, "en su llamada está incluida la tarea de dedicarse totalmente a la misión... la misión es esencial para cada Instituto" (n. 72).

Me parece muy importante señalar una anotación que la Exhortación sitúa ya en el pórtico de esta tercera parte. Puesto que sobre los Institutos (sobre todo de vida activa) se cierne siempre la sombra de un activismo exagerado que con facilidad "desfonda" a la persona consagrada, en el n. 72 se advierte: "antes que en la obras exteriores, la misión se lleva a cabo en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal. ¡Este es el reto, éste es el quehacer principal de la vida consagrada! Cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace presente y operante en el mundo para la salvación de los hombres".

Por esta razón, el Documento tiene muy claro que el requisito imprescindible de una apostolado eficaz es una intensa espiritualidad que hace posible el amor "hasta el extremo". Una espiritualidad que llama "sólida espiritualidad de la acción" (n. 74) y que está alimentada de la Palabra de Dios, la comunión con Cristo en los sacramentos (sobre todo la Eucaristía) y la vida fraterna (10). Todo ello para poder "amar con el corazón de Cristo" (n.75).

De entre los campos que le son específicos a la misión de la VC la Exhortación señala algunos que, a juicio del Papa, serían los más urgentes. Son como areópagos o lugares de anuncio en los que hoy la VC no puede dejar de hacer oír su voz. El primero es la evangelización en lugares lejanos donde no se conoce a Cristo. La "implantatio ecclesiae" y el arraigo de la VC en estos lugares es misión preferencial (n. 76-78). No falta aquí una referencia al tema tan debatido hoy de la inculturación (n. 79-80). Sigue el anuncio de nueva evangelización en los países tradicionalmente cristianos, donde se señala que aquí no podrá faltar la opción por los pobres, marginados y enfermos (n.81-83) para hacer creíble este anuncio en forma de nueva evangelización (11). Otros areópagos importantes son el mundo de la educación (n.96-97) así como el de la cultura (n. 98) y las comunicaciones sociales (n. 99).

Según la Exhortación, para la VC la misión parte sobre todo de su condición profética, tal como lo señala el título de la segunda parte de este bloque: "El testimonio profético ante los grandes retos". Es éste un tema que ha partido sobre todo de las aportaciones que los religiosos hicieron a la preparación del Sínodo y a su mismo desarrollo (Propositio 39). A este tema la Exhortación dedica varios números que son de una gran belleza teológica y profundidad espiritual (n. 84-95). En ellos se recuerda la íntima unión existente entre VC y martirio, y se vuelven a contemplar los votos en la dimensión profética que adquieren frente a los grandes retos éticos y humanitarios que hoy se plantean en nuestro mundo y ante el futuro.

Mención aparte merece la consideración del punto cuarto de este tercer bloque que trata sobre el servicio que la VC debe prestar al ecumenismo. Dicho punto lleva por título: "comprometidos en el diálogo con todos". El interés ecuménico que Juan Pablo II acaba de mostrar de cara al tercer milenio de la Iglesia (12)es constatable de forma muy patente en todo el Documento. Bajo este punto de vista, considero un gran acierto el que la Exhortación haya situado en el centro de su definiciones de Iglesia la categoría de "comunión". Ello permite situar bien el lugar de la VC en la Iglesia, está en sintonía plena con el Vaticano II y además abre caminos al ecumenismo. En efecto, uno de los aspectos más novedosos y llamativos de la Exhortación es la gran atención que ella presta a la VC de las otras Iglesias, sobre todo del Oriente (13). Es en el n.6 donde se dice de los monasterios de Oriente y de Occidente que ellos "han sido y siguen siendo, en el corazón de la Iglesia y del mundo, un signo elocuente de comunión".

Esta función de signo de la Iglesia-una que se le asigna a la VC se muestra en gran medida por su contribución al ecumenismo. El Vaticano II no concibe ya una Iglesia que a la vez que posee la nota de unidad no sienta dolor por los hermanos separados y, por tanto, una Iglesia que debe hacer todo lo posible por llegar a una plena comunión con ellos. "En el Sínodo se ha percibido claramente la herida de la desunión todavía existente entre los creyentes en Cristo" (n. 100), dice la Exhortación, y constata como hecho relevante para el ecumenismo el reflorecimiento de la VC en las otras Iglesias, incluso entre Anglicanos y Reformados. Y afirma: "el Sínodo ha puesto de relieve la profunda vinculación de la VC con la causa del ecumenismo y la necesidad de un testimonio más intenso en este campo. En efecto, si el alma del ecumenismo es la oración y la conversión, no cabe duda que los Institutos de VC y las Sociedades de vida apostólica tienen un deber particular de cultivar este compromiso. Es urgente, pues, que en la vida de las personas consagradas se dé un mayor espacio a la oración ecuménica y al testimonio auténticamente evangélico, para que, con la fuerza del Espíritu Santo, sea posible derribar los muros de las divisiones y de los prejuicios entre los cristianos" (n. 100). El Papa es rotundo: "ningún Instituto de VC ha de sentirse dispensado de trabajar en favor de esta causa" (n. 101), "desde el momento que el diálogo interreligioso forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia" (n. 102).

A nuestro entender, es ya de una gran relevancia ecuménica el encuadre teológico de todo el Documento, que es siempre trinitario. Esto muestra no sólo una plena confluencia con la teología ortodoxa sino también con la teología protestante actual. Dígase lo mismo de la pneumatología que recorre todo el Documento y de su relación con el lugar que ocupa la VC dentro de la Iglesia. Uno de los elementos eclesiológicos más claros sostenidos por la Exhortación es que el lugar de la VC en la Iglesia está en el orden de los carismas y no de la jerarquía. El n.1 comienza diciendo que ella es "un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu". Continúa el número diciendo que los consagrados, con su modo de vida, "han contribuido a manifestar el misterio y la misión de la Iglesia con los múltiples carismas de vida espiritual y apostólica que les distribuía el Espíritu Santo". Y el n.2 da gracias por el "don de la vida consagrada en la variedad de sus carismas". Citando a LG 44 la Exhortación pone de relieve que el carisma principal de la VC es "representar perpetuamente en la Iglesia aquella forma de vida que el Hijo de Dios escogió al venir al mundo para cumplir la voluntad del Padre". La Exhortación añade que "tal existencia 'cristiforme' ... es posible sólo desde una especial vocación y gracias a un don particular del Espíritu" (n.14). A través de tales afirmaciones puede ya comprenderse fácilmente el origen pneumatológico que el Documento asigna a la VC dentro de la Iglesia, así como el dato de que una rica pneumatología ayuda a situar en su lugar preciso a la VC dentro de la constitución de la Iglesia y constituye siempre un punto de encuentro ecuménico.

Cuestiones pendientes y conclusión

¿Ha colmado la exhortación las expectativas de los religiosos? ¿ha recogido las demandas y sugerencias del Sínodo?

¿Abre caminos nuevos tanto a la vida como a la reflexión? Señalamos al final algunas cuestiones relacionadas con estas preguntas.

Uno de los nuevos caminos que parecen sugerirse con claridad en el Documento es la participación de los laicos en los carismas que el Espíritu concedió a los Fundadores (n. 54-56). En la hora de los laicos en la Iglesia, la Exhortación parece confirmar que la riqueza carismática de la VC no se agota en las familias religiosas que formaron las Fundadoras y Fundadores, sino que los carismas fundacionales son dones del Espíritu para toda la Iglesia.

Otro de lo nuevos caminos abiertos en la Exhortación es la colaboración entre Obispos y religiosos. Fue una petición unánime en el transcurso del Sínodo, en el que se planteó incluso la posibilidad de actualizar y completar el Decreto "Mutuae relationes" de 1978 (Propositio 29) (14). Lo que se propone en el n. 50 de la Exhortación son criterios prácticos y valientes para llevar a cabo una mejor comunión entre religiosos y Obispos o clero diocesano: reuniones conjuntas, invitación de las Conferencias Episcopales a los Superiores mayores y viceversa, estudio de la teología de la vida consagrada en los Seminarios del clero diocesano y viceversa, etc. (15). LLama la atención el refuerzo personal del Papa para esta cuestión: "Es un auspicio que hago mío, para que aumente en todos la mentalidad y la espiritualidad de comunión" (final del n. 50).

La inculturación, tema candente en la teología de la misión y en los nuevos ensayos de implantación del Evangelio en culturas muy diversas de la occidental, recibe en el Documento un impulso decidido y una llamada al terreno práctico, sin olvidar una fundamentación teológica de calidad (n. 79-80). Se da así una respuesta de aliento a los que se esfuerzan en este difícil camino, y de coraje para los que no se atreven a recorrerlo. Se responde a una sentida petición del Sínodo en su Propositio 40a y 40b.

Otro tema, esperado y difícil, era el de la mujer consagrada en la Iglesia. No son pocas las veces que Juan Pablo II se ha manifestado en este sentido, y no son pocas las mujeres que, en este caso, se veían afectadas por sus palabras (la mayor parte de los consagrados en la Iglesia son mujeres). En la Exhortación vuelve al tema con sensibilidad y palabras valientes (n. 57-58). Palabras que recogen las aportaciones que, sobre todo las mujeres, hicieron en el Sínodo y que se aglutinaron en torno a la Propositio 9a. La Exhortación reconoce que hay que superar las discriminaciones, reconoce reivindicaciones sociales y eclesiales de la mujer como justas, da gracias por el papel de la mujer consagrada y le asigna una gran vocación: "ser signo de la ternura de Dios hacia el género humano y un testimonio singular del misterio de la Iglesia, la cual es virgen, esposa y madre" (n. 57). También le propone el ser activa para cambiar visiones deformadas o unilaterales de la vida social, política, económica, pero también de la vida y la acción pastoral de la Iglesia. Para no ser abstractos la Exhortación es clara: "Urge por tanto dar algunos pasos concretos, comenzando por abrir 'espacios de participación' a las mujeres..." (n. 58). La formación sistemática y adecuada a las nuevas urgencias es otro paso importante a dar. Ello abrirá muchos campos de actividad a la mujer consagrada en la Iglesia y en la sociedad. Con palabras de la Encíclica "Evangelium vitae" el Papa declara sin tapujos la necesidad de un "nuevo feminismo" que no cae en la tentación de seguir modelos machistas y lucha en verdad por los derechos de la mujer. Como campo de actividad hace propuestas que abarcan lo antiguo y se abren a la novedad: evangelización, educación, formación de los futuros sacerdotes y consagrados, animación de comunidades cristianas, acompañamiento espiritual, compromiso en favor de la vida y la paz. ¿Y el tema de la ordenación de la mujer? Para el Papa parece que ha quedado suficientemente claro con su Carta Apostólica "Ordinatio sacerdotalis", por lo que aquí el tema ni es mencionado. Tal vez muchas mujeres (y también hombres [16]) no lo tengan tan claro y se hayan visto de nuevo sorprendidas por esta ausencia. Dígase lo mismo del consenso del Sínodo para reforzar la autoridad de las Presidentas de las Federaciones de monjas de clausura (Propositio 23b), cosa que no aparece en el Documento.

Una cuestión candente desde hace años que queda sin resolver en la Exhortación es la cuestión del papel de los hermanos en los Institutos mixtos (como lo es también en los clericales), sobre todo en lo referente a ocupar cargos de dirección y responsabilidad como superiores. La Exhortación se remite a una comisión creada a tal efecto, pero hay que señalar que no es la primera comisión que queda sin decisiones sobre este tema.

Un último aspecto no queda claro y es por qué el Documento ha incluido tantos géneros de vida en la Iglesia bajo una sola categoría, incluso viudos o viudas consagradas, siendo así que no se habla nunca de "vida religiosa" y sin embargo se incluyen bajo la misma categoría géneros de vida ciertamente muy dispares. Es muy positiva la actitud del Documento hacia las nuevas formas de VC que van surgiendo en la Iglesia (n. 60), pero tal vez la consistencia de la vida religiosa con si propia configuración secular, hubiera merecido un tratamiento diverso de otras formas muy loables e innovadoras en la vida de la Iglesia.

Concluyendo podemos decir: una gran oportunidad de estudio y reflexión sobre la vida consagrada que la Iglesia se ha dado a sí misma a través del Sínodo de Obispos y de esta Exhortación apostólica. Un Documento que en plena fidelidad al camino trazado por el Vaticano II abre nuevas puertas y nuevos caminos. Una Exhortación teológicamente bella y profunda, elaborada, llena de admiración y cariño por parte del Papa hacia los religiosos y consagrados, a los que muestra su agradecimiento en nombre de la Iglesia. Una invitación valiente a que la VC continúe ofreciendo a la Iglesia y al mundo los inmensos tesoros de su testimonio de su comunión fraterna y su coraje para la misión. Una llamada seria a trabajar por el ecumenismo a partir de la vida consagrada. Un llamada al compromiso de los religiosos y consagrados para tomar parte activa en las grandes causas de la humanidad actual a partir de la entrega a los más pobres y necesitados, tal como la VC ha mostrado siempre a lo largo de su historia.

"¿Qué sería del mundo si no fuese por los religiosos?", se pregunta el Papa con esta oportuna palabra de Santa Teresa (17). Simplemente la Iglesia y el mundo no serían los mismos, incluso podemos preguntar ¿podría la Iglesia ser ella misma? "Sin este signo concreto, la caridad que anima a la Iglesia entera correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de embotarse, la 'sal' de la fe de disolverse en un mundo de secularización" (n. 105). Son palabras de Pablo VI que el Papa hace suyas para concluir con una palabra de ánimo y aliento a los consagrados. Pero no es sólo a ellos a quien quiere entusiasmar con esta vocación. El Documento concluye apelando a toda la Iglesia (Obispos, presbíteros, familias, los jóvenes) para que, en su conjunto, esté muy atenta al cultivo y promoción de la vida consagrada.

En la conclusión de la Exhortación hay unas palabras que quedarán para la posteridad: "¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa que recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas" (n. 110). Por todo lo dicho, tal vez sea muy cierto que esta Exhortación de Juan Pablo II "servirá como maravilloso libro de ruta para ese itinerario de la vida consagrada hacia el tercer milenio... con el encargo de ser artífices cualificados en la nueva evangelización" (18) .

Sacerdotes Reparadores del Sagrado Corazón de Jesús

Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca.

1    . El Sínodo fue preparado con un intenso trabajo realizado por los Padres sinodales y también por los religiosos y consagrados. Cf. "Instrumentum laboris". La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo, en Ecclesia 2.696-97 (1994) 22-50 y 2.698-99 (1994) 31-50. J. Espeja, Sugerencias sobre el "Instrumentum laboris", en Ecclesia 2.696-97 (1994) 6-7.

2    . De hecho, por ejemplo, la Conferencia Episcopal de Italia se hacía eco de ello con su Documento: Carta a las comunidades cristianas sobre la Vida Consagrada, en: Ecclesia 2.665-66 (1994) 48-50.

3    . V. J. Dammertz, OSB, Presentación de la exhortación apostólica Vita Consecrata, en Vida religiosa 80 (1996) 262.

4    . Cf. F. Lever, Para dar a conocer la Exhortación apostólica postsinodal Vita Consecrata, en: Vida religiosa 80 (1996) 314-320.

5    . El P. Dammertz señala en el artículo antes citado que este orden clásico de plantear el tratado (operare sequitur esse), que aparece en las "Propositiones" del Sínodo, es el inverso del que habían elaborado los religiosos en la Unión de Superiores Generales, donde se optó por un método inductivo: es la misión quien da identidad a un Instituto religioso. Cf. Dammertz, Presentación, 263.

6    . VC = vida consagrada, a partir de ahora.

7    . Cf. también el n. 7.

8    . J. Espeja, Una primera lectura de la "Vita consecrata", en: Ecclesia 2.788 (1996) 6.

9    . Cf. n. 16, donde se hace un intento de definición de lo que es específico en los diversos estados en la Iglesia, porque "en la unidad de la vida cristiana las distintas vocaciones son como rayos de la única luz de Cristo 'que resplandece sobre el rostro de la Iglesia'." Para una fundamentación teológica sobre este tema cf. Lucas Gutiérrez Vega, Teología sistemática de la vida religiosa, Madrid 1976. De hecho, es algo ya reconocido por todos que este Documento debe ser leído a la luz de los dos anteriores Sínodos y sus respectivos Documentos, en los que se trata de reflexionar sobre los otros estados de vida del cristiano: "Christifideles laici" (1989) y "Pastores dabo vobis" (1992). Este tercero completa el ciclo.

10    . Cf. los n. 93-95.

11    . Cf. F. Sebastián Aguilar, Nueva evangelización, Madrid 1991, 17-47.

12    . Cf. Sus dos últimas llamadas: la Carta apostólica "Tertio millennio adveniente" (1994) y la Carta encíclica "Ut unum sint" (1995).

13    . Explícitamente en todo el n. 6, pero con referencias preciosas en otros números, p. ej. 19. Conceptos como la "esichia" (o esiquiasmo), así como el de "filocalia" son propuestos también como modelos para la vida monástica y consagrada del occidente, pero también de la Iglesia entera.

14    . El conjunto de las Proposiciones del Sínodo entregadas al Papa puede verse en, Propositiones del Sínodo al Papa, en: Il Regno XXXIX (1994) 662-673.

15    . Es un paso adelante si se tiene en cuenta que hasta ahora la Santa Sede no practicaba contactos de este tipo amparada en el Decreto Conciliar "Christus Dominus" n. 38 y en CIC c.447ss.

16     Cf. J. Ratzinger, La carta apostólica "Ordinatio sacerdotalis", en: Ecclesia 2.992 (1994) 6-9. Y como contrapunto, Francis A. Sullivan, La strada della tradizione, en: Il Regno XLI (1996) 312-313.

17    . Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, c.32, 11.

18    . Mons. C. Amigo Vallejo, Iconos de Cristo en la Iglesia y en el mundo, en: Ecclesia 2.783-84 (1996) 7.