LIBRO VOCACIONAL RECOMENDADO
volver al menú
 


GARY CROSS

MEN TO BOYS. The making of modern immaturity
(Hombres que se hacen niños. El proceso de la inmadurez moderna)

Columbia University Press, New York 2008, 328 páginas

 

 

Hoy de nuevo presentamos un libro extranjero. De vez en cuando creemos importante el hacerlo porque se nos van dando pistas formativas desde otros ángulos que los habituales. Y eso puede ser enriquecedor.

Y más en este caso. Gary Cross es un extraordinario profesor de Historia Moderna en la Universidad de Pennsylvania, con contrastadas publicaciones sobre este tema.

Y tratando de presentar el libro, diremos generalizando un poco que los mayores parece que siempre le echan la culpa a los jóvenes en la cara menos amable de la vida social. Por eso el autor se pregunta si sus lectores de menos de 40 años no serán escépticos cuando afirmo con mis 63 años que las expresiones de la madurez del hombre han decaído mucho en los últimos 20 años. ¿Quién soy yo para quejarme?

Muchos jóvenes de generación posterior a la II Guerra mundial no aceptaban los valores de sus padres y en los 60 se llegaba a afirmar que no aceptarían consejos de personas con más de 30 años. De hecho, dice el autor, bien se puede afirmar que hoy no hay una preocupación por alcanzar una cierta madurez que pueda medirse desde la responsabilidad familiar que existía antes. 

Los jóvenes a quienes se les consideraba de "dudosa sexualidad" si no estaban casados a los 25 años, ahora ocurre que la media es de 27 años. Y mientras que en 1980 sólo el 6% de los hombres alcanzaban los 40 años sin haberse casado (comparado al 5% de las mujeres), en 2004 el porcentaje ha aumentado a 16,5 en los hombres y a 12,5 en las mujeres. Más aún, 55% de los hombres americanos entre 18 y 24 años viven con sus padres y 13% entre 25 y 34 años. Entre las mujeres sólo el 8%.

Por supuesto, los estudios que se van demorando, el gran costo de las viviendas, y la precaución más a flor de piel por los muchos matrimonios fracasados pueden explicar bastante por qué los jóvenes "no acaban de aterrizar" en lo que llamaríamos una responsabilidad familiar. Como solteros, dentro de unas culturas juveniles similares, los jóvenes tienen mucho tiempo y muchas oportunidades para vivir la vida como si fueran unos hombres-muchachos. La cultura de los hombres-muchachos es menos una etapa de la vida que un estilo de vida, menos una transición de la niñez a la adultez que la opción de vivir como un adolescente "para siempre".

A pesar de la tentación, no quiero culpar hoy a los jóvenes, dice el autor. Ellos no hicieron el mundo en el que están viviendo y por eso reaccionan ante ese mundo. Admite el autor que la generación de los años 40 hicieron un fetiche de la juventud (aunque algunos de nosotros pensamos en su momento que mejoraríamos la definición de lo que significa ser hombre que tenían nuestros padres, pensábamos que tendríamos una relación mejor con nuestros hijos, que reconoceríamos la igualdad con nuestras parejas, y que no necesitábamos imágenes-macho de heroismo y autoridad). Sin embargo, no sólo no llegamos a ser "hombres" y "hombres nuevos" sino que no llegamos a ser como nuestros padres. En su lugar nos deleitamos en nuestro status de "jóvenes" después de haber pasado y mucho la juventud. Se permaneció de muchas maneras los hijos adolescentes de nuestros padres, y algunos de nosotros nunca cesamos de rebelarnos contra nuestros mayores. Y una generación marcada por una cultura estandarizada y de propaganda reforzó todo esto. Mientras que nosotros, nacidos después de la II Guerra Mundial, descartamos las expresiones tradicionales de madurez y tratamos de recuperar nuestra niñez, la generación de nuestros hijos ha hecho de la juventid una forma permanente de vida, al menos en lo que al placer y a los gustos se refiere. 

En el fondo, tras esas muchas rebeliones que alguien ha llamado "huida del compromiso" se escondía una confusión profunda de lo que se suponía que un hombre tenía que ser y hacer, incluso en los años 50, que parecían más propicios a ese descubrimiento. El padre puede haber sido glorificado como providente, pero en casa con frecuencia ha sido relegado al papel de quien se hace cargo de la banca y compañero de juego.

E incluso en los jóvenes de la generación de mi padre, dice el autor, fue emergiendo una cultura de "lo que era importante" que negaba el cambio que se estaba gestando y narrando. Los seriales del viejo Tom Swift y las películas de Andy Hardy fueron reemplazados por comics de superhéroes que ofrecián relatos de una eterna juventud. El crecimiento ideal era tener intensas y variadas experiencias y desdeñar cínicamente sensibilidades de personas educadas.

Este escapar de los estándares tradicionales de madurez se extiende tanto a la generación de mis hijos como a la de mi padre, dice Cross. Nuestra época ha rechazado sistemáticamente el patriarcado victoriano sin encontrar una alternativa adecuada. El deterioro del respeto, el desafío feminista al patriarcado y la aceleración del cambio tecnológico significa que no se ha llegado ni mucho menos a una madurez del hombre en la familia y en el trabajo. Mucho de todo esto ha sido bueno, pero en el proceso algunos hombres han abandonado los ideales tradicionales de la responsabilidad paterna en relación a la familia, la comunidad y la cultura sin reemplazarla con nuevos modelos de crecimiento en la conducta.  Con el tiempo, seguir siendo un niño es mucho más satisfactorio que lo fue en el pasado cuando el joven se sometía a los mayores y los de más edad tenían privilegios distintos. Incluso después de que los hombres asumían funciones adultas, se sentían nostálgicos de su niñez y juventud. Los hacedores del consumismo moderno y la cultura de los medios de comunicación han aprendido a explotar e incluso ampliar este rechazo de los modelos pasados de madurez y desear volver o retener la niñez. Esto hace a la juventud, que en un tiempo fue una etapa de la vida, un permanente y muy deseable estilo de vida. El resultado es que hombres y niños juegan con los mismos juguetes y se sienten atraídos por las mismas novedades y personajes importantes en una cultura de intensidad. El impacto de todo esto en las familias, en la responsabilidad social y en la cultura es incalculable. Darle la vuelta al calcetín no será nada fácil, pero es una responsabilidad que trasciende a una generación.

Recomendamos este libro de cara a la educación del futuro. Aunque parece que no da soluciones, sí las sugiere y da razones para actuar en una línea enriquecedora en la educación.