LIBRO VOCACIONAL RECOMENDADO
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Amedeo Cencini

EL ÁRBOL DE LA VIDA

Hacia un modelo de formación inicial y permanente

San Pablo , Madrid 2005, 430 páginas

Este libro de A. Cencini es continuación de su libro anterior La formación permanente. Lleva un subtítulo significativo: “Hacia un modelo de formación inicial y permanente”. ¿Qué pretende el autor con el nuevo libro? Intenta definir el modelo formativo en torno al cual se pueda construir un proyecto de formación permanente. Desde este objetivo inicial, comienza señalando los modelos del pasado y del presente que han existido en los últimos decenios en lo que a la realidad formativa se refiere: 1) el modelo de la perfección; 2) el de la observancia común; 3) el modelo de la autorrealización; 4) el de la autoaceptación y 5) el modelo del módulo único (o de la no integración). En la página 115, el autor nos ofrece un esquema de los diferentes modelos teniendo en cuenta el objetivo, la modalidad, los aspectos positivos y los puntos dudosos.

Presentados estos modelos, en la segunda parte se centra en el modelo que le parece más adecuado para el camino de formación inicial y permanente: el modelo de la integración.

En este modelo de integración quiere unir la perspectiva psicológica y la teológica. Esto ya es un indicador metodológico relevante. Y siguiendo el esquema que el autor propone en la página 115, diríamos que el modelo de integración busca como objetivo: la recapitulación de la vida en torno a la cruz; como modalidad: la asunción creyente de la propia realidad; tiene como aspectos positivos: la integridad personal y la transformación de lo negativo; y como puntos dudosos: esfuerzo por integrar ciertas heridas del pasado.

Descrito el modelo de la integración, el autor trata de ofrecer indicaciones razonadas y practicables para quien se dedica hoy a la difícil tarea de la formación. Cencini va señalando estos indicadores: integrar la propia historia, aunque sea una historia a trozos, saber escuchar porque la vida habla, darse cuenta de que lo que no se integra se convierte en desintegrador, ver los agujeros negros o meteoritos sin rumbo en nuestro universo intrapsíquico. El autor intenta, después de señalar estos indicadores, mostrar los elementos fundamentales del camino educativo que conduce a la integración de la propia historia. Para ello descubre, en primer lugar, la realidad del “homo responsabilis”, viendo los componentes y fases que llevan a la integración de la vida. Vistos estos componentes y fases, surge la pregunta: ¿cómo seguir al Señor? Responde a ese “cómo” con estos epígrafes: como el Hijo- Siervo- Cordero.

Unas vez aclarado el objetivo pedagógico del modelo de la integración, constituido por la responsabilidad del individuo concreto, el autor va buscando cuál es la facultad que debe gestionar esta operación. Esta facultad es la memoria. Y expresa los distintos significados que puede asumir el hecho de recordar, para intentar captar el modo de recordar típico del creyente. Es interesante el ejercicio práctico que hace de ver la vida como memoria de la Pascua y el concepto de memorial. Da unas pinceladas sobre el “olvido de los creyentes”, “los virus de la memoria” (esta última connotación expresada de una forma muy práctica), los “agujeros negros” de la memoria (vacíos). Cencini señala las tres modalidades fundamentales del recordar: a) la memoria afectiva; b) la memoria racional; c) la memoria bíblica. Estas tres modalidades se van compenetrando, una no puede existir sin las otras. Y las tres inciden en la memoria espiritual que favorece los procesos de personalización de la fe y curación de la memoria en una conciencia pascual.

En la tercera parte del libro, el autor va mostrando algunos puntos sobre el aspecto pedagógico de esta integración. Y el inicio pedagógico comienza con el conocimiento del sujeto: “la verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Para ello hay que señalar un posible itinerario de integración del mal (resistencias, temores, aceptación). El autor en este momento invita al joven a “dibujar” su árbol psicodinámico (imaginar su mal como un árbol con raíces, tronco, ramas con hojas y frutos). Esto constituiría la fase educativa y de aquí pasa a la fase formativa: “Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Flp 2, 5). Esto supone el paso de la educación a la formación. Llegados aquí el autor se pregunta: ¿qué puede significar en concreto la integración del mal en un proyecto formativo? Nos tiene que llevar, siguiendo el simil del árbol de la vida, a producir nuevos frutos: nueva identidad, nueva experiencia de Dios, nuevas relaciones, nuevas esperas y expectativas

Desarrolladas las fases educativa y formativa, pasa a ver la fase transfiguradora “presumiré de mis flaquezas”: de la formación a la trans-formación. En este apartado nos expresa esa transición con la verdadera historia de la conversión de Pablo y cómo la forma del Resucitado caracteriza el final de la transformación. “Forma” –dice Cencini- como nueva manera de ser y de vivir, como nueva identidad y actitud relacional, como relación con Dios y con el propio ideal de vida, como forma-huella-norma.

Recomendamos vivamente el libro en línea formativa. Libro ciertamente sugerente.

Francisco Lansac

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