LIBRO VOCACIONAL RECOMENDADO
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José Antonio Marina            

POR QUÉ SOY CRISTIANO

Teoría de la doble verdad

Anagrama, Barcelona 2005, 152 páginas

 

           José Antonio Marina, Por qué soy cristiano. Teoría de la doble verdad, Anagrama 2005, 152pp.

Las obras que leído del profesor Marina me han parecido sorprendentes, no sólo por la inteligencia (más allá de toda erudición aséptica) que derrochan, sino también por su capacidad de incidir en la trayectoria vital de nuestra sociedad española. La obra que ocupa nuestra atención transita estos senderos. El lector descuidado que prescinda del subtítulo puede pensar que se trata de una autobiografía espiritual del autor. Todo lo contrario. Estamos ante un libro netamente filosófico cuyo centro neurálgico se haya ocupado por lo que el autor llama la “teoría de la doble verdad”; de manera que la apelación del título a la primera persona y su referencia cristiana, pretende ilustrar el funcionamiento de dicha teoría. Eso sí, las consecuencias posibles rebasan el límite teórico y abren un campo experiencial y vital omnipresente en la cotidianidad de los hombres y mujeres del hoy. Más aún si atendemos a las múltiples polémicas en torno al lugar público de lo religioso que salpican nuestros medios de comunicación.

Hagamos una breve síntesis. Considera el profesor Marina que sólo la ciencia y la ética pueden reivindicarse como ámbitos promotores y garantes de verdades universales, es decir, absolutas, admisibles y extensibles al conjunto de la humanidad. Se trata de un marco poderoso, de contrastada objetividad, bajo el cual es posible considerar en su justo alcance otros dominios del saber cuyo fundamento son experiencias individuales. Dígase de las verdades religiosas.  Carece de todo sentido aplicar a las mismas cualquier  criterio entorno a su verdad o falsedad. Hablamos de percepciones muy personales de acontecimientos provocadores de una llamada subjetiva a y del ámbito de la trascendencia. Este es el dinamismo original y originante de toda experiencia religiosa, y por tanto también de la cristiana. Ahora bien, prosigue el profesor Marina, “el conocimiento de Dios, que abría el paso a toda suerte de experiencias privadas, fue suplantado por el conocimiento de un credo”. Es decir, el mensaje vital de Jesús (el fundador religioso) empeñado en mostrar el rostro de su Dios-Abbá a través de un estilo de vida subversivo de todo atentando contra la dignidad del que es imagen del Abbá (el hombre), es convertido en teología que transforma la vida en gnosis. La inserción en el Occidente greco-latino de la propuesta de Jesús, acaba por rebajar su tono existencial, para ahogarse en reivindicaciones farragosas y extremadamente teóricas de su divinidad, así como de la legitimidad de la deriva institucional de su propuesta. De modo que la verdadera esencia del cristianismo fundamentada en la afirmación de la caridad y el ágape cede protagonismo a una “interpretación gnóstica” de la experiencia cristiana empeñada en “afirmar verdades absolutas que, sin embargo, sólo podía fundar en evidencias privadas”.Hasta aquí, en sus grandes titulares, el nudo. ¿Qué consecuencia se deriva de la aplicación al fenómeno cristiano de la teoría de la doble verdad? La respuesta se repite últimamente y desde distintos ámbitos, lo que distingue el tono de la del profesor Marina es la honradez intelectual y afectiva con la que se plantea. “No quiero expulsar de mi mundo la religión. Usted puede hacer lo que quiera en el suyo. Me limito a hablar de mis evidencias privadas. Lo que para mí significa la religión es el rechazo total a encerrarme en el mundo de lo fáctico y lo trivial”. Cómo despachar sin más a aquella que ha sido la directora de las grandes utopías de la humanidad. “La religión ha acompañado desde el principio la irrupción de la creatividad en el mundo”. La duda pues no recae sobre el qué, sino el sobre el cómo. La religión  – sea cual sea– hoy sólo es posible como religión de “segunda generación”, es decir, en la renuncia a una hipertrofia dogmática que ha esclerotizado la experiencia práxico-ética que está al origen de la propuesta de Jesús, de Mahoma o de Buda a la posteridad. Sólo así la religión retoma el camino de lo privado que nunca debió abandonar; igualmente, sólo así podrá oponer trincheras de sentido ante el secularismo ranpante que la asedia. Secularismo que puede ser entendido como una de las creaciones parricidas surgidas del propio útero religioso a consecuencia de la extralimitación de lo religioso sobre la humanidad a la que debía servir y promover.

Sería un despropósito comenzar a descalificar sin más la propuesta del autor. No creo que sea este el lugar. Por otro lado las sesenta y cuatro páginas de notas marginales y bibliográficas publicadas por el profesor Marina en su web (www.joseantoniomarina.net) como prehistoria intelectual del libro, avalan la amplitud de sus conocimientos y la capacidad de atención hacia argumentos que escapan a su competencia directamente filosófica. Ahora bien, como todo buen libro, y éste lo es, suscita una batería de reflexiones y argumentos que llaman a una profunda y ulterior reflexión de las ideas esbozadas. Permítaseme apuntar alguno de ellos, surgidos al calor de la lectura de esta obra y de otras de cariz similar que vienen surcando desde hace años el mar revuelto de la intelectualidad europea, cristiana o no:

  1. En la página 79 el profesor Marina esboza esquemáticamente una “cartografía de la experiencia cristiana” en la que pasa de modo inmediato de “las experiencias personales de salvación” a la “interpretación” múltiple de esas experiencias y recuerdos sobre Jesús. Echo de menos en esa cartografía la mención de la Ecclesia o asamblea que protagoniza la aventura inicial de la fe cristiana. Desconocer este dato fundamental es obviar la realidad de una experiencia de fe y de vida que va más allá de los horizontes personales-individuales de percepción; al tiempo que los integra.
  2. A lo largo de algunas páginas del libro parece poco riguroso el uso que se hace tanto de planteamientos dogmáticos como histórico-críticos. La investigación histórica sobre Jesús y la riqueza de la cristología sistemática parecen fundirse de modo bastante impreciso en algún paso del libro. Igualmente el profesor Marina opta por la línea de investigación histórica más carente de credibilidad incluso para teólogos y exegetas ajenos al ámbito católico: me refiero a la trayectoria del Jesus Seminar o a la de autores como J. Hick.
  3. A nivel filosófico cabría indagar hasta qué punto el actual proceso de descomposición metafísica a la que ha sido sometido todo el espectro conceptual de Occidente, ha afectado a aquellas áreas donde se supone anidan las verdades absolutas. ¿Acaso el consenso ético o científico en torno a multitud de campos no se desvanece? Sería interesante verificarlo en el nivel más cotidiano de la existencia.
  4. No carecería de interés confrontar las distintas posturas que interpretan las consecuencias del llamado “laicismo ético”: ¿vuelta del paganismo más exacerbado, o un nuevo molde expresivo de lo religioso a través de la fijación de una serie de principios éticos universales más allá del particularismo dogmático?
  5. Finalmente: parece innegable el hecho de que la fe cristiana ha de atender a la peculiaridad de la actual configuración cultural y social si pretende participar en sus procesos y aportar su palabra significativa. La fe cristiana ha sido siempre una fe creadora y promotora de una iniciativa cívica, cultural, dialogal en orden al reconocimiento de la positividad de lo ajeno. Dicho esto, no es legítimo pedirle a la Iglesia-institución, como representante visible de esa matriz cristiana de Occidente, que se despoje literalmente de todo aquello que construye su identidad, de aquello que hace que sea tal fe cristiana: el carácter decisivo de su Revelación, la esplicitación dogmática de la misma como expresión de su virtualidad salvífica, la prolongación creativa en la tradición espiritual, teológica, magisterial y sapiencial que alimenta en cada época la compresión humana de los signos de la revelación o presencia de Dios entre los hombres. Es verdad que la actual secularización puede convertirse en signo de los tiempos y en lugar teológico, tal y como lo señalan tantos documentos del último magisterio, sin embargo al diálogo en tal contexto la fe acude con aquello que le es propio, es decir, con el plus de sentido trascendente que la anima y sostiene en su última esencia y valor. Olvidarse de esto es disolverse o hacerse insignificante entre la insignificancia reinante. En este sentido la revelación no es democrática y nunca lo será. Bien distinto es el discurso en torno a las formas concretas (intelectuales e institucionales) de explicitar este núcleo de riqueza; formas que habrán de estar siempre atentas y ser respetuosas de  los usos humanos y los esquemas de pensamiento y acción vigentes. En este sentido estamos de acuerdo con el profesor Marina.

 

Las indicaciones críticas nunca están de más y siempre han de ser tomadas en serio cuando se construyen desde el rigor al servicio de la verdad. Ojalá que ésta y otras obras similares sigan ayudando a profundizar y esclarecer aquello de lo que muchos millones de seres humanos no quieren prescindir, la referencia religiosa de su existencia personal y comunitaria.

Juan Manuel Cabiedas Tejero