SOCIEDAD DIVINAS VOCACIONES (VOCACIONISTAS)
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La Sociedad de las Divinas Vocaciones (Vocacionistas), fundada por el Padre Justino María Russolillo, es una congregación religiosa clerical de derecho pontificio, cuyos miembros intentan vivir tras las huellas de Jesús redentor, siguiendo su forma de vida de castidad, pobreza y obediencia, y tienen por su primer deber el de estar con él.

Su fin especial es guiar y dirigir a sus hijos, y por medio de ellos a todas las personas, hacia la perfecta unión con las divinas personas, mediante la comunión con el Corazón de Jesús.

Para la realización de esta unión divina, la S.D.V. trabaja para la santificación universal, promoviendo la vida ascética y mística y la propagación de la vida religiosa en cada categoría de personas.

Para la realización de la santificación universal, "considera al mundo entero como un gran santuario" (padre Justino), y trabaja directamente para fomentar todas las obras ascéticas parroquiales, diocesanas y pontificias.

Dentro de la Iglesia, la Sociedad de las Divinas Vocaciones abraza, como su propia misión particular, la búsqueda y formación de las vocaciones al ministerios ordenado y a la vida consagrada, especialmente entre los más pobres, a través de su obra característica: el VOCACIONARIO

A través de este carisma recibido del Señor, ella quiere servir a la Iglesia en las diocesis fomentando las vocaciones locales, sea para el clero diocesano, sea para la vida religiosa.

Imitando la misericordia del Buen Pastor, ella intenta rehabilitar en el divino amor a cuantos han abandonado el sacerdocio y la vida consagrada.

La Iglesia, la sagrada Familia y la Trinidad son el centro y el eje de la Sociedad de las Divinas Vocaciones. El vocacionista trabaja en la Iglesia, con la Iglesia y para la Iglesia. El imita la sagrada Familia en las relaciones de alma-hija (del Padre), alma-esposa (del Espíritu Santo) y alma- madre (del Hijo) de Dios trino.

El espíritu del vocacionista hacia Dios nuestro Señor es el de una viva imagen y semejanza de él y una relación personal de amor con él, mediante la docilidad a las divinas inspiraciones controladas y aprobadas por la Iglesia.

Para con el prójimo, el espíritu del vocacionista es el de un siervo humilde, fiel y tierno quien, en cada ministerio, se hace todo para todos, viviendo las notas características del buen siervo, como se encuentran en la revelación del Antiguo y Nuevo Testamento, para unir a todos al Señor como verdaderos religiosos de Dios.

Para con uno mismo, el espíritu del vocacionista es el de una diaria conversión al evangelio en el silencio de todo su ser y en la multiforme oblación de sí mismo al Señor, para ser totalmente absorbido en su gloria, amor y voluntad.