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Misión y Espíritu
La Misión
La Compañía de San Sulpicio se ha propuesto como
misión: el servicio de "aquellos que son ordenados
para el ministerio presbiteral", sacerdotes y futuros sacerdotes.
A fin de estar cercanos a aquellos a quienes tienen la misión
de servir, los sulpicianos siempre han querido seguir siendo
sacerdotes diocesanos y permanecer incardinados en su diócesis
de origen. No hacen ni votos ni promesas. Están unidos
entre sí por la caridad sacerdotal y por la voluntad
de cumplir su ministerio bajo la autoridad de sus superiores,
con la ayuda y las exigencias de la vida común.
Eso es lo que recuerdan las Constituciones de la Compañía
:
Dedicada a Jesucristo,
Sumo sacerdote, la Compañía de Sacerdotes de San
Sulpicio, nacida del apostolado de Jean-Jacques Olier, su fundador,
es una sociedad de sacerdotes diocesanos que tienen como vocación
el servicio de aquellos que son ordenados para el ministerio
presbiteral.
Con esa preocupación fundamental se entregan al discernimiento
de las vocaciones, a la formación inicial y permanente
de los sacerdotes, o ejercen otros ministerios. Lo hacen con
la preocupación de educar para la "vida interior"
y de formar "el espíritu apostólico".
La Compañía es una sociedad de vida apostólica
de derecho pontificio
(art. 1).
Colaborando con los
Obispos, la Compañía quiere comulgar con la preocupación
de toda la Iglesia y participar en los intercambios entre las
Iglesias particulares. Por eso, sus miembros pueden ser llamados
a ejercer sus funciones en países alejados de su país
de origen. Donde quiera que se encuentren, orientarán
su solicitud pastoral de manera que sea útil a la expansión
del Evangelio entre los no cristianos
(art. 3)
Ese servicio de la formación busca
un mismo fin último: ayudar a los candidatos al ministerio
a arraigarse en el espíritu de Cristo, Maestro, Sacerdote
y Pastor, y a hacerse aptos para ejercer el ministerio de la
enseñanza, de la santificación y de la dirección
del pueblo de Dios
(art. 12).
La pedagogía
La pedagogía puesta en práctica por la Compañía
es el fruto de una experiencia larga y reflexionada. Se la puede
resumir en los puntos fundamentales siguientes:
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1.
El ejercicio colegial
de las responsabilidades, que se aplica en primer lugar
al equipo de los formadores, pero reclama también
la colaboración de los candidatos al ministerio,
del presbiterio diocesano y de los otros miembros de la
comunidad cristiana.
2. Una vida de comunidad real entre formadores y candidatos,
de manera que se constituya una "comunidad
educadora" que prepare para la corresponsabilidad
y que permita las confrontaciones necesarias y un mejor
discernimiento de las vocaciones.
3. Una iniciación progresiva a la vida
espiritual personal, que se realiza más particularmente
por medio de una dirección espiritual seguida.
4. Una gran preocupación por la libertad
espiritual de los candidatos, favorecida por la clara
distinción entre la responsabilidad del Consejo
de formadores y la del Director espiritual...
5. La búsqueda constante de la unión
con Cristo, en quien los sacerdotes encuentran la unidad
de su vida... (art. 14). |
La pedagogía de San Sulpicio reposa sobre la comunidad
de vida con los seminaristas :
Persuadidos de que
compartir su vida sacerdotal es la enseñanza más
profunda y eficaz, Los Sacerdotes de San Sulpicio vivirán
en comunidad estrecha con los candidatos al ministerio. Favorecerán
el diálogo verdadero que permita a todos sentirse responsables
de la única comunidad
(art. 25).
Una espiritualidadEn su servicio a los sacerdotes y a los futuros
sacerdotes, los Sacerdotes de San Sulpicio se apoyan sobre la
Espiritualidad de la Escuela Francesa, en particular tal como
la vivió y formuló Jean-Jacques Olier. Por supuesto
que no se proponen de ninguna manera imponer a los futuros sacerdotes
diocesanos una espiritualidad derivada de una escuela particular,
pero encuentran en ella una inspiración común,
y un espíritu singularmente favorable para el respeto
y la educación de una verdadera libertad espiritual.
Esta espiritualidad está totalmente centrada sobre la
unión con Jesucristo, sobre la comunión con sus
misterios, sus disposiciones, sus actitudes interiores, y en
primer lugar su amor filial hacia Dios, su Padre. Vivir
intensamente para Dios en Jesucristo,
propone de entrada el Pietas
Seminarii, síntesis
de la espiritualidad del seminario de San Sulpicio en sus orígenes.
Esta unión con Jesucristo implica una gran docilidad
al Espíritu Santo. Jean-Jacques Olier empleaba gustoso
la expresión: Abandonarse
al Espíritu (Se laisser à l'Esprit) para expresar la disposición permanente hacia la cual
hay que tender. La vida
interior no es más
que la unión con Jesucristo, en la docilidad al Espíritu.
Es una espiritualidad básicamente apostólica y
misionera. Todos los miembros de la Compañía deben
estar listos para ir a donde los lleve la
impetuosidad del Espíritu.
Pero ese espíritu apostólico se alimenta de esa
contemplación que Jean-Jacques Olier quiere difundir
en el clero.
Esa vida espiritual se alimenta de la Eucaristía y de
la Palabra de Dios. Integra una devoción, profundamente
dogmática y filial, hacia la Virgen María.
Formación y entrada progresiva en la Compañía
La Compañía solamente admite sacerdotes ya ordenados,
que hayan obtenido de su Obispo la autorización para
hacer parte de ella. Ella no en propiedad casas destinadas a
su formación antes de la ordenación. Pero después
de la ordenación les asegura una formación doctrinal,
pedagógica y espiritual para prepararlos para su ministerio
e iniciarlos en su espíritu y un tiempo prolongado de
vida común para arraigarlos en la tradición espiritual
de San Sulpicio.
La entrada en la Compañía se hace por etapas.
Comporta en primer lugar una toma a su cargo de los candidatos,
con miras a su formación y eso siempre después
de la aceptación explícita de su Obispo. La práctica
de la provincia canadiense quiere que esta toma a cargo no se
presente sino después de dos años de ministerio
en la diócesis de origen. Luego, el candidato hace una
experiencia de la vida común en un equipo de San Sulpicio.
En seguida, el candidato participa en el Mes sulpiciano que
tiene lugar habitualmente en julio, en París, y que agrupa
a los candidatos de las 3 provincias: Francia, Estados Unidos
y Canadá. Esa sesión tiene 3 objetivos:
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conocimiento recíproco de los diversos candidatos,
de sus países y de su Iglesia de origen,
historia y tradiciones de san Sulpicio,
visita de los lugares sulpicianos de los orígenes
en Francia. |
Después del Mes, un programa de formación de 4
meses reúne a los candidatos de las provincias de Francia
y del Canadá. De agosto a diciembre de 2001 tuvo lugar,
en la Casa sulpiciana de Oka, esta Solitude franco-canadiense.
Acogía a 6 candidatos de la provincia de Francia (2 franceses,
1 vietnamita y 3 africanos) y a 8 de la provincia canadiense
(4 canadienses y cuatro colombianos).
Después de un tiempo de experiencia y de formación,
tiene lugar la admisión temporal que confiere la calidad
de miembro, con todos los derechos y los deberes que le son
ligados. Normalmente, algunos años más tarde,
se concede la admisión definitiva. Inclusive después
de esta última etapa los sulpicianos permanecen incardinados
a su diócesis. Al no estar vinculados ni por votos, ni
por promesas, pueden libremente dejar la Compañía,
previa advertencia al superior provincial. Si la dejan voluntariamente
o son jurídicamente excluidos de ella, regresan a su
diócesis de incardinación.
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