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Juana |
Si yo llevo un mensaje de Dios, ¿quién va a ponerse en contra mía? |
Caballero |
Todos. |
Juana |
¿Por qué, señor? |
Caballero |
Porque llevas un mensaje de Dios. |
Juana |
No os entiendo. |
Caballero |
Lo sé. Tienes 17 años, ¿verdad? Un día entenderás. Procura que no sea demasiado tarde. |
Juana |
¿Qué tendré que entender? |
Caballero |
Que los hombres están contra los elegidos. Que la felicidad no tiene nada que ver con la victoria. Que hay que encerrarse en la felicidad si se quiere tenerla. |
Juana |
¿Y dejar que Francia se pierda y que sigan cayendo campanarios? |
Caballero |
Sí. Dejar que Francia se pierda y que sigan cayendo campanarios es el único medio de lograr que quede alguno en pie. |
Juana |
Estáis mintiendo. No puede ser realidad nada de eso. |
Caballero |
Sí, niña. Y me alegro de decírtelo a tiempo. Este paso que quieres dar es algo muy distinto de un juego.
Es entrar en la hoguera, en la locura.
Quejumbrosa, casi derribada y a punto de llorar |
Juana |
No puede ser verdad. |
Caballero |
¿Te gustarla -ahora que tienes tiempo- ver en sueños tu vida si aceptas dar el paso? |
Juana |
Sí. |
Caballero |
Piénsalo. Y luego elige:
la vida en este bosque, las ovejas, tus juegos, o ...
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Se oye la voz de la madre de Juana que viene buscándola. Corta la palabra del caballero que se aleja de escena |
Madre |
¡Juana! ¿Dónde te metes, hija? Llevo una hora buscándote. |
Juana |
Madre: tengo una gran noticia que daros:
Ha venido un ángel.
Riéndose |
Madre |
¿Pierre?
Desconcertada |
Juana |
¿Qué Pierre? |
Madre |
¿Qué Pierre va a ser? Tu novio. |
Juana |
No, madre, no, un ángel de verdad.
Riéndose de nuevo |
Madre |
Me gusta verte así, alegre, soñadora. |
Juana |
Si no son sueños, madre. Ha venido de veras un ángel y me ha dicho que vaya y salve a Francia. |
Madre |
¡Ah, qué bueno! ¡Simón! ¡Simón! Oye esto: Nuestra hija ha visto un ángel y va a salvar a Francia.
Ha entrado Simón, el padre de Juana.
Habla bromeando, aun sin ironía |
Simón |
Me gusta eso. Es una gran idea. Y a Francia... le hace tanta falta que la salven.
Pero... espero que el salvar a Francia no te impida ayudarme a cortar leña. |
Juana |
No queréis creerme.
Ha venido un ángel, un ángel de verdad, San Miguel,
y me ha dicho que corone al Delfín.
Soñadora
Será en Reims.
Llevaré la corona sobre un cojín bordado, y brillará de mil colores iluminada por todas las vidrieras de la catedral, bajo un relámpago de armas y estandartes.
Sonará el órgano y yo diré al Delfín: Rey de Francia, Señor, Rey de Francia por la Gracia de Dios y Juana de Arco. |
Simón |
Me gustarla ver mi nombre en los libros, pero los leñadores no salen en los libros.
Y las niñas soñadoras tampoco. |
Juana |
Yo saldré. Por la gracia de Dios sobre un caballo rojo
voy a recorrer Francia como se corre un prado.
Mi dulce país no soporta ya el peso de las botas inglesas;
vamos a sacudir sus praderas como un mantel después de una comida,
y los ingleses rodarán hacia el mar corno las migas que se dan a los perros. |
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Juana ha ido inflamándose y habla como en sueños. Su padre ahora se acerca a ella sin que Juana realmente le vea. La coge por los hombros, la sacude |
Simón |
Basta de sueños, niña.
Tú has nacido para bordar manteles y no para soñarlos. |
Juana |
¿No me creéis? |
Simón |
¿Quién te llenó de pájaros la cabeza? He visto a un caballero venir hacia estos prados.
¿Te habló acaso de guerra? |
Juana |
No, padre, hace tiempo que quería decíroslo.
Llevo meses y meses así.
Cada mañana vienen San Miguel, Santa Catalina, Santa Margarita, y me dicen siempre lo mismo:
Ve, Juana, vete, vete, salva a Francia. |
Simón |
¿Y tú qué les respondes?
¿No pudieron elegir a alguien más importante para salvar a Francia?
¿Acaso crees que Dios puede pensar en ti para guiar un ejército?
Cada hombre nace en su sitio, corno metido en un cajón.
Querer salir de él es un pecado.
Los príncipes nacen de los reyes y los soldados de los soldados.
Tú naciste para tener hijos, cortar leña, lavar ropa y morirte de cansada. Nada más. |
Juana |
No sé, señor, soy una niña, tengo 17 años.
Pero las voces me dicen otra cosa. |
Simón |
No es verdad, Dios no puede hablar contra Dios.
Si te quería soldado pudo hacerte nacer en otro seno.
Naciste aquí y serás como los padres de tus padres y los abuelos de tus abuelos.
¿O acaso eres demasiado orgullosa para “limitarte” a tener hijos? |
Juana |
¡Tener hijos! Hace ya muchos años que los sueño:
Uno se llamará Pierre como mi novio, otro Simón, como vos, luego vendrá una niña
a la que vamos a llamar Margarita ...
Era hermoso de soñar, os lo juro.
Pero he aquí que, de pronto, las voces me han llenado los senos de otros hijos. |
Simón |
¿Acaso... estás enamorada de un soldado
y es eso lo que te hace seguir a los ejércitos? |
Juana |
Estoy enamorada de Francia, de esta misión que ni siquiera entiendo. |
Madre |
¿Estás loca? |
Juana |
Pobre Juana de Arco,
pobre Juana de Arco a la que todos van a llamar loca, y que quizá lo sea.
Se acerca por detrás, cariñosa |
Madre |
Niña mía: no pienses que tus padres te quieren mal,
pero, entiéndelo: todo eso son sueños y tus padres deben velar por ti.
Deja al mundo que ruede como rueda.
Tú no podrás cambiarlo, no es tu oficio.
Aquí en casa tenemos felicidad suficiente para nosotros.
Si vienen los ingleses seremos campesinos ingleses:
el pan sabe lo mismo con un rey o con otro,
lo importante es vivir, vivir, ¿comprendes?
También yo un día fui joven, y soñé:
iba a ser santa, o princesa, o gran dama.
Después vino la vida, maduré.
He tenido una pequeña vida y unos hijos.
Te juro que eso es suficiente.
La ambición es muy mala consejera.
Deja correr los años mientras vivas, no quieras
construir el cielo aquí en la tierra. La tierra está podrida, podrida.
No la vas a curar tú de su lepra.
Espera, espera, el cielo vendrá luego. |
Juana |
¿Y Francia morirá? ¿Y la injusticia pondrá sus tiendas en medio de nosotros sin que nosotros movamos un dedo? |
Madre |
Tú obedece a tus padres:
quien obedece nunca se equivoca. |
Simón |
Así es: Dios no puede mandar algo distinto de lo que manda un padre. |
Juana |
¿Y si un padre mandase algo distinto de lo que manda Dios? |
Madre |
Tú no preguntes. Tú déjate guiar por quienes son mayores que tú, que no has vivido.
Algún día sabrás que en esta tierra sólo hay un modo de ser feliz: callarse, hacer lo que
a ninguno moleste: lavar, colgar la ropa, coser, fregar, morirse ...
Arriba triunfaremos. No hay que tener prisa. |
Juana |
¿Y la obra de Dios no será hecha? |
Madre |
Tu obra de Dios es tener hijos, Juana.
Ahí tienes a Pierre, díselo a él, pregúntale.
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Ha entrado Pierre. Es un muchacho poco mayor que Juana |
Juana |
¿Es hermoso tener hijos, Pierre? |
Pierre |
Sí, Juana, es hermoso.
Es ver cómo la vida se te llena de jugo,
es arar los campos como si en ellos se cosechara nuestra sangre,
es amasar el pan como si fuera un hijo nuestro.
Ella repite, soñadora |
Juana |
Es ver cómo la vida se nos llena de jugo ...
Es amasar el pan como si fuera un hijo nuestro ...
¡Debe ser hermoso, Pierre!
¿Y morirse virgen, Pierre, es triste? |
Pierre |
Sí, Juana, es triste.
Es morirse como si la vida no hubiera servido para nada,
es morirse como morirse del todo,
como un árbol cortado por la mitad del tronco. |
Juana |
Pierre, en un árbol cortado por la mitad del tronco
puede sentarse un día un caminante cansado, ¿no? |
Pirre |
Un caminante que no será hijo tuyo, Juana. |
Juana |
¡Quién sabe! ¡Todos somos hijos de todos! |
Pierre |
No te entiendo, Juana:
Yo soy un hombre que tiene una piedra en la mano y sabe que tiene una piedra en la mano. De sueños no entiendo. |
Juana |
¿Acaso un caminante cansado es un sueño?
¿Acaso una fuente perdida en un bosque es un sueño? |
Pierre |
No lo sé. Yo prefiero la fuente en mi casa. |
Juana |
Yo también. Pero no somos nosotros quienes elegimos el sitio donde hemos de brotar. |
Pierre |
¿Tú no puedes brotar dentro de casa? |
Juana |
No, Pierre: En casa beberíamos tú y yo de mi agua.
Yo necesito estar en un camino, y que beban de mí todos los que pasen por los siglos de los siglos. |
Pierre |
¿Tanto piensas vivir? |
Juana |
Viviré siempre, Pierre. |
Pierre |
¡Pero no en tus hijos! |
Juana |
Pierre, hay muchos hijos que nos nacen fuera de las entrañas.
¿Lo has decidido así? ¿Es que no me amas?
Te amo, Pierre. Pero no a ti solo. |
Pierre |
¿Pues, qué, tienes amor para tantos? |
Juana |
No hace falta mucho amor para poder repartirlo, Pierre.
¿No has visto como una hoguera puede prender cien mil? |
Pierre |
¿Otra vez con tus sueños?
El amor de los hombres, Juana, no es una hoguera, sino un pan que se come.Y un mismo pan no puede alimentar a dos personas.
Apréndete bien esto: cuando un pan no se come, se endurece, y al cabo de algún tiempo ni los perros lo buscan. |
Juana |
¿Seré entonces una piedra caída en cualquier zanja? |
Pierre |
Sí, y las piedras son lo más infecundo y lo más solitario de este mundo. |
Juana |
¿Es entonces la soledad el premio del que ama demasiado? |
Pierre |
No el premio del que ama demasiado, sino el castigo del que se enamora de sus sueños.
Suplicante
Sal de tus sueños, Juana, vuelve a la vida.
Yo te esperaré en ella para fecundarte. |
Juana |
¿Acaso no es fecunda la esperanza? |
Pierre |
No, Juana, quien se desposa con una ilusión tan solo dará a luz un desencanto.
Ha ido descendiendo, ahora casi asustada y a punto de llorar |
Juana |
¿Acaso fueron ilusión mis voces? |
Pierre |
Yo no te daré voces sino hijos,
hijos que se puedan tocar y acariciar,
que tendrán el color de tus ojos y el calor de mi sangre.
Le corta. No puede soportar ya más |
Juana |
¡Calla, por favor, Pierre!
Y suplicante, como si temiera fallar si Pierre sigue hablando
¡Vete! ¡Vete!
Más tierno y suave que nunca |
Pierre |
Piénsalo bien, mi niña. Aún te amo y me amas. |
Juana |
Yo te amaré siempre, Pierre. |
Pierre |
¡Quédate entonces! |
Juana |
No, no puedo. |
Pierre |
¿Por qué no puedes? |
Juana |
Porque Dios me ha llamado.
La voz de Pierre se ha ido cargando de veneno |
Pierre |
¡Dios! ¿Crees acaso que Dios te amará más que yo?
¿Crees que sus caricias serán más suaves que las de tus hijos?
Dios es duro y cruel con los que ama.
Fíjate bien cómo trató a su Hijo. |
Juana |
Pierre, yo no amo a Dios porque me sepa dulce,
sino porque es Dios. |
Pierre |
¿Y porque sea Dios puede jugar con los hombres,
traerlos y llevarlos,
enamorados para luego no dejarles amarse, abrir su corazón para cerrar su seno? |
Juana |
¡Calla, Pierre! ¿Qué sabemos nosotros?
El nació de una Virgen
y sabrá hacer fecunda mi virginidad. |
Pierre |
¿Lo has decidido así? |
Juana |
Sí, Pierre. |
Pierre |
Adiós, entonces.
Y que rus sueños sean de provecho. |
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Él se va. Ella se da cuenta ahora de lo que está sucediendo. Tiende las manos hacia donde él se fue. Quiere hablar, vacila. Habla al fin, al ausente, sin darse cuenta casi de que ya está sola. Implorante, casi entre lágrimas |
Juana |
Pierre, escúchame,
tienes que comprenderlo,
es preciso que lo comprendas.
Yo quiero que me ames, Pierre,
yo quiero… |
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