De camino

 

 

  ...”Y cuando llegue el día, del último viaje
      y esté al partir la nave que nunca ha de volver,
      me encontrareis a bordo, ligero de equipaje,
      casi desnudo como los hijos de la mar…”
A. Machado

 

         Yo soy de la época de la Transición española. Me ordené un 21 de diciembre de 1975. Un mes después de morir Franco. En un tiempo lleno de incertidumbres y de esperanzas. Todo parecía cambiar. Además en la Iglesia el concilio Vaticano II traía nuevos aires al catolicismo. Esto marcó mi vida y mi dedicación pastoral. Pero lo cosa no se presentaba fácil. D. Mauro, mi obispo, dijo de mí que era un cura algo bohemio. Y eso que no vio un par de desnudos femeninos de Modigliani que había retirado unos días antes de que me hiciera una visita en la primera parroquia que me encomendó. Aquella Transición conciliar duró tres telediarios. Y aún está por realizar. Pero la historia vuelve a repetirse y parece ahora que con Bergoglio se está imponiendo otra pequeña transición que costará como la otra pero que está llenando de esperanza e ilusión a los de mi generación algo perdida.
         Tengo que recalcar que tanto entonces como ahora me siento lleno de optimismo y de amor a la vida y a las personas. Que soy de natural afable, amoroso y solidario. Y que he permanecido fiel a aquellos valores y sentidos iniciales que marcaron mi vocación. Lo que me movía y hacía entonces sigue presente en mí. He hecho siempre lo que tenía que hacer y podía hacerlo. Con gran espíritu de libertad e independencia, me gusta mucho vivir, busco ante todo la amistad y la felicidad de los que trato, creo en su medida justa en la condición humana. Sé quién soy. Y estoy convencido de que quien me tenga que sustituir en este mundo va a tener que esforzarse mucho en hacerlo con mi personalidad y mi estilo.
         Pero bueno… intentaré ayudarle desde la eternidad.

 

   

Lunes

Con los mayores
        Desde que nos permitieron salir del Teologado a tener contacto pastoral me ha gustado siempre acercarme y pasar tiempo con los ancianos.
        En la Parroquia donde me encuentro hay una Residencia Familiar y todos los lunes me acerco a charlar con ellos, a cantar, a escucharles, a reír. Ellos me esperan con ansiedad y eso que yo les aporto poco. Algunos días al llegar me dicen los cuidadores que ha habido alguna baja. Se marchan sin apenas ser notados. El resto les ignora prontamente. Con sus débiles manos y el corazón arrugado se aferran a esta vida, a la mecánica del vivir casi inconscientemente, a las demandas de sus deterioradas naturalezas. Pero sus miradas están vivas y me transmiten muchos sentimientos. Este pasar el día sentados, mirando sin ver la tele, esperando la siguiente toma, siendo llevados al servicio… esta monotonía de no pensar en nada, de no esperar ya nada, de hablar solo de dolores, artrosis, operaciones y pastillas, es dura de aceptar y sobrellevar. ¡Cuánto me hubiera gustado que el buen Jesús hubiera completado su encarnación llegando a viejo, padeciendo también el despojo y el abandono de la tercera edad… la plenitud de este sinsentido que culmina las edades del hombre…!

 

Martes

Con el Teléfono de la Esperanza
        Va a hacer ya diez años que trajimos esta ONG a Salamanca. Además de promotor soy orientador voluntario, hago mis turnos de escucha, acompañamientos presenciales, coordino cursos de Desarrollo Personal y algún que otro servicio. Con mucho gusto. Solórzano, un dominico amigo de toda la vida, decía de mí que no sabía escuchar. Era cierto. El Teléfono me ha aportado muchas habilidades y en él he aprendido a escuchar lo que la gente nos dice y lo que no nos dice. Al desaparecer los confesionarios y los ratos de acogida de muchas parroquias las personas acuden a nosotros para que les escuchemos y orientemos.
        Como en otros voluntariados es más lo que recibimos que lo que damos. Sobre todo el dedicar tiempo a la acogida de tantas soledades, heridas psicológicas, problemas del alma para los que no existen pastillas, incomunicaciones, distintos niveles de depresión y angustias… Damos esperanza, ganas de vivir, aceptación de problemas y dificultades. Consejos no, porque nuestros llamantes saben muy bien lo que han de hacer, aunque no tengan fuerza para realizarlo…
        ¡Qué buen servicio este de enseñar a vivir en plenitud y a ser felices…! Y ¡qué labor tan humana y  gratificante la que prestan nuestros voluntarios…¡

 

Miércoles

Entre excluidos y desestructurados
      Gran parte de mi tiempo lo he dedicado siempre a acompañar, acoger y hacer un seguimiento en su circunstancia vital a personas jóvenes con diversas dependencias y trastornos de conducta. Es una tarea dura, inestable y compleja… pero apasionante. Gente con diversos tipos de dependencias, trastornos mentales, desequilibrios emocionales y tratados duramente por la vida y sus condicionamientos familiares o sociales. Transeúntes, sin techo, con problemas de drogas y de cárcel. Desmotivados, perdidos… sin recursos humanos ni culturales. He colaborado con diversas entidades que trabajan con ellos y actualmente lo sigo haciendo con mucho cariño. Desde mi figura de ayudante voluntario y en plan formativo o de acogida de fin de semana, de clase o de compañía amistosa y solidaria durante alguna parte de su trayecto de crecimiento y maduración personal o de su integración en distintos niveles de la sociedad. Tengo entre ellos grandes amistades. No me han faltado también experiencias negativas que me causaron momentos de dolor y algún que otro trauma.   Siempre me pregunto el porqué de este interés educativo mío con ellos y este sentirme tan a gusto a su lado, aún sin hacer nada especial. Después de largos años he comprendido que hay parte de mí mismo en sus vidas: como ellos me siento un inadaptado, a quien la soledad y el desarraigo persiguen y alcanzan; un ser desplazado de los gustos de tantos contemporáneos. A veces excluido y algo perdido entre tantos desiertos. A la intemperie. Ellos, con sus miradas, me enseñan a valorar lo esencial de la existencia. Les estoy muy agradecido.

 

Jueves

Con las artes y la cultura
        También desde hace años ando metido en el mundo cultural (no cultureta…) con una Asociación que pretende usar las artes, la literatura, la fotografía, los viajes… para hacer a las personas más abiertas y universales. Ya decía D. Quijote que “el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos…”. Hemos recorrido España entera y parte del extranjero en excursiones familiares y artísticas. Participamos en actividades culturales de la ciudad, charlas, exposiciones, museos…Es una experiencia de convivencia fraternal que acerca mucho a los socios, crea nuevos lazos, abre los espíritus a lo universal y nos ayuda a entendernos y entender algo mejor al mundo y a las personas. Con un equipo de colaboradores montamos cada primavera una exposición de arte en la misma iglesia parroquial mezclando las artes con la espiritualidad, siendo visitada por muchos grupos y asociaciones. He sido testigo del crecimiento interior de aquellos que viven esta dimensión y cómo a través de este despertar cultural se han hecho mejores personas y más creyentes. Mis críticos afirman que mucha cultura pero que luego no aparecen por los actos de culto ni están en la parroquia. Tendrán razón… pero ni a mí ni a ellos nos condiciona este hecho. Los caminos de la espiritualidad verdadera no terminan siempre en los templos.

 

Viernes

En medio de la naturaleza
        Me considero una persona solitaria. De estar solo nunca me cansaría, como decía la madre Teresa. Pero mi soledad se llena cuando me sitúo en la naturaleza. Necesito ir a ella de vez en cuando. Cerca tengo la sierra de Francia, Gredos… y otros lugares alejados y salvajes a los que me escapo siempre que puedo. Cargo la mochila con unos bocatas, agarro mi querido palo y me sumerjo en los picos y los bosques.
        Contemplo, respiro, repaso mis quehaceres, rompo ataduras, hago mi higiene espiritual y camino en silencio. Me encanta percibir el cambio de la luz sobre el paisaje a lo largo de las horas. Entre los rumores de los regatos, el sonido de las aves, el correr del viento y de la brisa, el olor de las jaras y el tomillo, la tonalidad tan variada de las hojas, el descubrir las distintas especies del arbolado o los brillos del sol sobre las rocas, o la sinfonía inacabada de las olas cuando me sitúo en el mar… voy relativizando todo lo accesorio y descubriéndome en lo esencial de mi vida, que cada vez es menos y más simple.
     Sin estos paseos en calma, sin estas miradas a los horizontes y al movimiento de las nubes, sin este identificarme con los bichos, la lluvia, los calores… sin esta respiración relajada y profunda por las montañas y los mares… no podría ser yo. La buena salud –física y emocional- que poseo la debo a esta integración con la naturaleza. Mi capacidad de relación con las personas –amistosa y solidaria- sería puro oficio si no volviera tan a menudo a esta soledad integrada en la naturaleza. Si he descubierto algo del Misterio ha sido gracias a ella.

 

Sábado

El afán pastoral de cada día
        La higiene mañanera, un rato de interiorización, Martina que viene a ver si necesito algo del súper, echar a las gallinas, las primeras llamadas en el móvil, un rato de despacho, preparar los folios para los grupos, diseñar la hoja parroquial del domingo, poner las verduras en la olla, Inés que viene a por una partida de bautismo, preparar una lavadora, pasar un poco la fregona, acercarme a la ciudad a hacer las fotocopias, grabarle a Manolito el último cd de India Martínez, prepararme la comida, más llamadas de teléfono, acercarme a charlar con Pedro enfermo de cáncer, repartir las catequesis de comunión a las madres, repasar el acta de la reunión del Arciprestazgo, sacar (¿o me saca él a mi…?) al perro de mi vecina que está impedida, controlar mi correo electrónico, cursar una petición de ayuda a Cáritas para una familia, estar puntual a una cita de seguimiento personal como profesional en mi Ong, sacar un rato para plancharme unas camisas, hacerme presente con los transeúntes de Apared, más llamadas de móvil y whatsAppp, el curso de Inteligencia Espiritual, programación de actividades con el equipo de la Asociación, mi turno de escucha en el Teléfono, recoger los huevos del gallinero, podar la higuera, trabajar unas fotos en mi ordenata, hoy me toca oración de la tarde con mis mujeritas, mañana un cabo de año, preparar la visita cultural de la próxima semana, ir a la Caja que me quedé sin pasta, revisar el aire de las ruedas de mi peugeot, la gasolina en el Leclerc que es más barata, se me han terminado las manzanas, interesarme por la salud de un amigo cura, ¿cuándo terminaré el libro de Pikaza…?, ¡qué fría se me habrá quedado la casa…¡, un día de estos me toca cortar las uñas del canario, a la vuelta tomaré una caña con el bueno de Carlos que acaba de separarse, reírme con el último titular del papa Francisco en RD, tengo que contemplar la luna que está llena estos días, ¿me quedará algo para la cena…?, vuelvo al ordenador, palpo el silencio de esta última hora en el pueblo, me relajo con Carole King, hago alguna última llamada a personas que quiero…¡Y me acuerdo ahora que tengo la cama sin hacer desde esta mañana…!
        Cuando estudiaba Teología Dogmática no me hablaron de estos afanes cotidianos. Ya se encargó la vida de enseñarme. Me queda el consuelo de que con tanto ajetreo el alzheimer tardará un poco más en alcanzarme.

 

Domingo

Día del Señor y de mis relaciones personales
        Recuerdo la oración del sacerdote el domingo por la tarde de Michel Quoist en la que aceptaba su soledad con madurez y se la ofrecía con su persona al Señor. Yo no llego a tanto. Le dedico la mañana, pero la tarde siempre he procurado aprovecharla para mí y mis amistades personales. Cuido con esmero este espacio. Quedo con los amigos. Vamos a pasear o al cine. Nos tomamos unas buenas pizzas y nos reímos juntos. Prefiero dedicar este tiempo a una sola persona. Y preparo la cita desde mitad de la semana. Nos acercamos a algún pueblo a descubrir otros rincones o visitamos a otros conocidos.
        Es una tarde para no hacer nada importante. Es decisivo para mí cuidar estos aspectos emocionales, acortar distancias y lejanías con las personas con las que compartimos camino desde hace tiempo. Es como recrear otro tipo de familia en la que apoyar los sentimientos, los afectos, la necesidad de ser aceptados y acompañados. Yo me trabajo mucho la soledad pero la tarde del domingo para mi es de encuentro, de fraternidad, de relaciones personales, de trasvase de empatía y cariño con los demás. Me gusta aparecer como alguien que necesita ser querido, escuchado y tenido en cuenta. Soy un ser necesitado de ayuda y no me cuesta nada pedirla. Y soy muy fiel a las personas que amo, nunca las olvido, van conmigo a todas partes aunque hayan cambiado de lugar o de interés. Me gusta dar y ofrecer pero espero también correspondencia, que necesiten de mi como yo necesito de mucha gente. A fin de cuentas somos de la misma condición y como buenos arrieros necesitamos caminar juntos.

        Al repasar estas líneas veo que no he hablado de Dios… ¡un cura que no habla de Dios…! que no he echado una homilía ni he fundamentado mis afirmaciones con teología o citas bíblicas… Lo cierto es que soy un poco laico, que por otra parte es una excelente actitud ante el Misterio… Pero estoy seguro de que, el lector algo habrá intuido de Él entre mis líneas y lo que no haya dicho, sobre todo porque he escrito desde el corazón.

        Bastará mirar los ojos de estas personas que he fotografiado y con las que he compartido retazos de mi vida, para ver a Dios.
        Que Él nos bendiga.

 

Texto y fotografías: Moncho Campos

515

«Las historias que usted cuenta, señor JSV, son demasiado bonitas. La vida no es así. Haga el favor de ser más realista». Yo pienso que la realidad es según el corazón con que se ama. Para variar de voz he pedido a amigos míos que cuenten sencilla y realísticamente 7 días de su vida de «cocineros de los cristianos».- J.S.V