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CONCLUSION
Hacia el Jubileo
38. Este documento se dirige a todas la Iglesias de Europa en
el momento en el que el pueblo de Dios se está preparando
a celebrar un tiempo de gracia y misericordia, de conversión
y renovación en el Jubileo del año 2000. También
el Congreso vocacional es parte de este camino de preparación
y, en algún modo, contribuye a orientarlo. En dos direcciones.
La primera es una invitación a la conversión.
La crisis vocacional que hemos vivido, y estamos viviendo todavía,
no puede sino hacernos reflexionar también sobre nuestras
responsabilidades, en cuanto creyentes y llamados a difundir
el don de la fe y a favorecer en cada hermano la disponibilidad
a la llamada.
Todos, en modo diverso, debemos admitir el no haber respondido
plenamente a esta llamada, el haber hecho a la Iglesia, las
Iglesias de nuestras familias y de los ambientes de trabajo,
de nuestras parroquias y diócesis, de nuestras
religiosas e institutos seculares, menos fieles al deber de
mediar la voz de Dios que llama a seguir al Hijo en el Espíritu.
Saldremos de la crisis vocacional en la medida en que este proceso
de conversión sea sincero y dé frutos de cambios
de vida.
La segunda dirección que este documento querría
contribuir a imprimir en la peregrinación de la Iglesia
hacia el Jubileo, es una invitación a la esperanza. Invitación
que emerge de todo el Congreso y que quisiéramos ahora
afirmar con toda la fuerza de nuestra fe. Quizá no exista
sector en la vida de la Iglesia que tenga tanta necesidad de
abrirse a la esperanza como la pastoral vocacional, especialmente
allí donde más hiriente se hace sentir la crisis.
Por esto nosotros reafirmamos, al término de esta reflexión,
nuestra confianza en que el Señor de la mies no dejará
que falten a la Iglesia trabajadores para su mies. Antes bien,
si la esperanza está fundada no sobre nuestras previsiones
y nuestros cálculos, que a menudo la historia pasada
no se ha preocupado en desmentir, sino « sobre tu palabra
», entonces podemos y queremos creer en una renovada floración
vocacional para las Iglesias de Europa.
Este documento quiere ser como un himno al optimismo de la fe
llena de esperanza, para despertarlo en los niños, adolescentes
y jóvenes, en los padres y en los educadores, en los
pastores y en los sacerdotes, en los consagrados y consagradas,
en todos aquellos que dan la vida junto a las nuevas generaciones,
en todo el pueblo de Dios que está en Europa.
Rogamos al dueño de la mies
39. Nuestro documento, que se abrió con la acción
de gracias al Señor Dios, no puede cerrarse sin una oración
a la santísima Trinidad, fuente y fin de toda vocación.
« Dios Padre, fuente de amor, que desde toda la eternidad
llamas a la vida y la das en abundancia, vuelve tu mirada sobre
esta tierra de Europa. Sigue llamándola todavía,
como la has llamado en todo tiempo; pero haz, sobre todo, que
sea consciente de tu llamada, de sus raíces cristianas,
de su responsabilidad derivada de ello. Hazla consciente de
su vocación a promover una cultura de la vida, el respeto
por la existencia de todo hombre en todas sus formas y en cada
instante de ella, la unidad entre los pueblos, la acogida al
extranjero, la promoción civil y democrática de
la vida civil, para que siempre sea más una Europa unida
en la paz y en la fraternidad.
Verbo Eterno, que desde toda la eternidad acoges el amor del
Padre y respondes a su llamada, abre el corazón y la
mente de los jóvenes de esta tierra para que aprendan
a dejarse amar por Aquél que los ha pensado a imagen
de su Hijo y, dejándose amar, tengan el valor de realizar
esta imagen, que es la tuya. Hazles fuertes y generosos, capaces
de arriesgar sobre tu palabra, libres de volar alto, fascinados
por la grandeza de tu seguimiento. Suscita entre ellos anunciadores
de tu evangelio: presbíteros, consagrados y consagradas,
religiosos y laicos, misioneros y misioneras, monjes y monjas,
que con su vida sepan a su vez llamar y proponer el seguimiento
de Cristo Salvador.
Espíritu santo, amor siempre joven de Dios, voz del Eterno
que no cesa de resonar y llamar, libra al viejo continente de
todo espíritu de suficiencia, de la cultura del «
hombre sin vocación », del temor que impide arriesgar
y hace la vida anodina y sin gusto, del minimalismo que crea
hábito a la mediocridad y mata cualquier impulso interior
y el auténtico espíritu juvenil en la Iglesia.
Haz descubrir a nuestros jóvenes el sentido pleno del
seguimiento como llamada a ser plenamente ellos mismos, plenamente
y por siempre jóvenes, cada uno según un proyecto
pensado exclusivamente para él, único-singular-irrepetible.
En una Europa que corre el peligro de ser siempre más
vieja esparce el don de nuevas vocaciones que sepan testimoniar
la « juventud » de Dios y de la Iglesia, universal
y local, del Este y del Oeste, y sepan promover proyectos de
nueva santidad, para el nacimiento de una nueva Europa.
Virgen santa, joven hija de Israel, que el Padre escogió
como esposa del Espíritu para engendrar al Hijo en la
tierra, engendra en los jóvenes de Europa tu mismo valor
denodado; el valor que un día te hizo libre para creer
en un proyecto más grande que tú, libre para esperar
que Dios lograría realizarlo en ti. A ti que eres la
madre del Sacerdote eterno confiamos los jóvenes llamados
al sacerdocio; a ti que eres la primera consagrada del Padre,
confiamos a los jóvenes y a las jóvenes que eligen
pertenecer totalmente al Señor, único tesoro y
bien sumamente amado, en la vida religiosa y consagrada; a ti
que viviste como ninguna otra criatura la soledad de la intimidad
más plena con el Señor Jesús, confiamos
a quien deja el mundo para dedicar toda su vida a la oración
en la vida monástica; a ti que engendraste y asististe
con maternal amor a la Iglesia naciente, confiamos todas las
vocaciones de esta Iglesia, para que anuncien, hoy como entonces,
a todas las gentes que Cristo Jesús es el Señor,
en el Espíritu santo, para gloria de Dios Padre. Amén
».
Roma, 6 de enero de 1998, Solemnidad de la Epifanía del
Señor.
Pío Card. Laghi
Prefecto
José Saraiva Martins
Arzobispo tit. de Tubúrnica
Vicepresidente
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