 |
 |
 |
 |
 |
 |
|
CAPÍTULO VI
FORMACIÓN PARA
EL APOSTOLADO
Necesidad de la formación
para el apostolado
28. El apostolado
solamente puede conseguir plena eficacia con una formación
multiforme y completa. La exigen no sólo el continuo
progreso espiritual y doctrinal del mismo seglar, sino también
las varias circunstancias de cosas, de personas y de deberes
a que tiene que acomodar su actividad. Esta formación
para el apostolado debe apoyarse en las bases que este santo
Concilio ha asentado y declarado en otros lugares (45). Además
de la formación común a todos los cristianos,
no pocas formas de apostolado, por la variedad de personas y
de ambientes, requieren una formación específica
y peculiar.
Principios de la
formación de los laicos para el apostolado
29. Como los laicos
participan, a su modo, de la misión de la Iglesia, su
formación apostólica recibe una característica
especial por su misma índole secular y propia del laicado
y por el carácter espiritual de su vida.
La formación para el apostolado supone una cierta formación
humana, íntegra, acomodada al ingenio y a las cualidades
de cada uno. Porque el seglar, conociendo bien el mundo contemporáneo,
debe ser un miembro acomodado a la sociedad de su tiempo y a
la cultura de su condición.
Ante todo, el seglar ha de aprender a cumplir la misión
de Cristo y de la Iglesia, viviendo de la fe en el misterio
divino de la creación y de la redención movido
por el Espíritu santo, que vivifica al pueblo de Dios,
que impulsa a todos los hombres a amar a Dios Padre, al mundo
y a los hombres por El. Esta formación debe considerarse
como fundamento y condición de todo apostolado fructuoso.
Además de la formación espiritual, se requiere
una sólida instrucción doctrinal, incluso teológica,
ético-social, filosófica, según la diversidad
de edad, de condición y de ingenio. No se olvide tampoco
la importancia de la cultura general, juntamente con la formación
práctica y técnica.
Para cultivar las relaciones humanas es necesario que se acrecienten
los valores verdaderamente humanos; sobre todo, el arte de la
convivencia fraterna, de la cooperación y del diálogo.
Pero ya que la formación para el apostolado no puede
consistir en la mera instrucción teórica, aprendan
poco a poco y con prudencia desde el principio de su formación,
a verlo, juzgarlo y a hacerlo todo a la luz de la fe, a formarse
y perfeccionarse a sí mismos por la acción con
los otros y a entrar así en el servicio laborioso de
la Iglesia (46). Esta formación, que hay que ir complementando
constantemente, pide cada día un conocimiento más
profundo y una acción más oportuna a causa de
la madurez creciente de la persona humana y por la evolución
de los problemas. En la satisfacción de todas las exigencias
de la formación hay que tener siempre presente la unidad
y la integridad de la persona humana, de forma que quede a salvo
y se acreciente su armonía y su equilibrio.
De esta forma el seglar se inserta profunda y cuidadosamente
en la realidad misma del orden temporal y recibe eficazmente
su parte en el desempeño de sus tareas, y al propio tiempo,
como miembro vivo y testigo de la Iglesia, la hace presente
y actuante en el seno de las cosas temporales (47).
A quiénes
pertenece formar a otros para el apostolado
30. La formación
para el apostolado debe empezar desde la primera educación
de los niños. Pero los adolescentes y los jóvenes
han de iniciarse de una forma peculiar en el apostolado e imbuirse
de este espíritu. Esta formación hay que ir completándola
durante toda la vida, según lo exijan las nuevas empresas.
Es claro, pues, que a quienes pertenece la educación
cristiana están obligados también a dar la formación
para el apostolado.
En la familia es obligación de los padres disponer a
sus hijos desde la niñez para el conocimiento del amor
de Dios hacia todos los hombres, enseñarles gradualmente,
sobre todo con el ejemplo, la preocupación por las necesidades
del prójimo, tanto de orden material como espiritual.
Toda la familia y su vida común sea como una iniciación
al apostolado.
Es necesario, además, educar a los niños para
que, rebasando los límites de la familia, abran su alma
a las comunidades, tanto eclesiásticas como temporales.
Sean recibidos en la comunidad local de la parroquia, de suerte
que adquieran en ella conciencia de que son miembros activos
del pueblo de Dios. Los sacerdotes, en la catequesis y en el
ministerio de la palabra, en la dirección de las almas
y en otros ministerios pastorales, tengan presente la formación
para el apostolado.
Es deber también de las escuelas, de los colegios y de
otras instituciones dedicadas a la educación, el fomentar
en los niños los sentimientos católicos y la acción
apostólica. Si falta esta formación porque los
jóvenes no asisten a esas escuelas o por otra causa,
razón de más para que la procuren los padres,
los pastores de almas y las asociaciones apostólicas.
Pero los maestros y educadores, que por su vocación y
oficio ejercen una forma extraordinaria del apostolado seglar,
han de estar formados en la doctrina necesaria y en la pedagogía
para poder comunicar eficazmente esta educación.
Los equipos y asociaciones seglares, ya busquen el apostolado,
ya otros fines sobrenaturales, deben fomentar cuidadosa y asiduamente,
según su fin y carácter, la formación para
el apostolado (48). Ellas constituyen muchas veces el camino ordinario
de la formación conveniente para el apostolado, pues
en ellas se da una formación doctrinal espiritual y práctica.
Sus miembros revisan, en pequeños equipos con los socios
y amigos, los métodos y los frutos de su esfuerzo apostólico
y examinan a la luz del evangelio su método de vida diaria.
Esta formación hay que ordenarla de manera que se tenga
en cuenta todo el apostolado seglar, que ha de desarrollarse
no sólo dentro de los mismos grupos de las asociaciones,
sino en todas las circunstancias y por toda la vida, sobre todo
profesional y social. Más aún, cada uno debe prepararse
diligentemente para el apostolado, obligación que es
más urgente en la vida adulta, porque avanzando la edad,
el alma se abre mejor y cada uno puede descubrir con más
exactitud los talentos con que Dios enriqueció su alma
y aplicar con más eficacia los carismas que en el Espíritu
santo le dio para el bien de sus hermanos.
Adaptación
de la formación a las varias formas de apostolado
31. Las diversas
formas de apostolado requieren también una formación
conveniente.
a) Con relación al apostolado de evangelizar y santificar
a los hombres, los laicos han de formarse especialmente para
entablar diálogo con los otros, creyentes o no creyentes,
para manifestar directamente a todos el mensaje de Cristo (49). Pero
como en estos tiempos se difunde ampliamente y en todas partes
el materialismo de toda especie, incluso entre los católicos,
los laicos no sólo deben aprender con más cuidado
la doctrina católica, sobre todo en aquellos puntos en
que se la ataca, sino que han de dar testimonio de la vida evangélica
contra cualquiera de las formas del materialismo.
b) En cuanto a la instauración cristiana del orden temporal,
instrúyanse los laicos acerca del verdadero sentido y
valor de los bienes materiales, tanto en sí mismos como
en cuanto se refiere a todos los fines de la persona humana;
ejercítense en el uso conveniente de los bienes y en
la organización de las instituciones, atendiendo siempre
al bien común, según los principios de la doctrina
moral y social de la Iglesia. Aprendan los laicos, sobre todo,
los principios y conclusiones de la doctrinal social, de forma
que sean capaces de ayudar, por su parte, en el progreso de
la doctrina y de aplicarla rectamente en cada caso particular (50).
c) Puesto que las obras de caridad y de misericordia ofrecen
un testimonio magnífico de vida cristiana, la formación
apostólica debe conducir también a practicarlas,
para que los fieles aprendan desde niños a compadecerse
de los hermanos y a ayudarlos generosamente cuando lo necesiten (51).
Medios de formación
32. Los laicos que
se entregan al apostolado tienen muchos medios, tales como congresos,
reuniones, ejercicios espirituales, asambleas numerosas, conferencias,
libros, comentarios, para lograr un conocimiento más
profundo de la Sagrada Escritura y de la doctrina católica,
para nutrir su vida espiritual, para conocer las condiciones
del mundo y encontrar y cultivas medios convenientes. Estos
medios de formación tienen en cuenta el carácter
de las diversas formas de apostolado en los ambientes en que
se desarrolla.
Con este fin se han erigido también centros e institutos
superiores, que han dado ya frutos excelentes.
El sagrado Concilio se congratula de estas empresas, florecientes
en algunas partes, y desea que se promuevan en otros sitios
donde sean necesarias.
Establézcanse, además, centros de documentación
y de estudios, no sólo teológicos, sino también
antropológicos, psicológicos, sociológicos
y metodológicos, para fomentar más y mejor las
facultades intelectuales de los laicos, hombres y mujeres, jóvenes
y adultos, para todos los campos del apostolado.
NOTAS:
45. Cf. c. d. LG cc. 2, 4, 5; l. c., 12-21; 37-49; cf. también d. cit. UR 4, 6, 7, 12, l. c., 94, 96, 97, 99, 100; cf. también supra, n. 4.
46. Cf. Pius XII Alloc. Ad VI Conferentiam intern. "boy-scouts" 6 iun. 1952 AAS 44 (1952) 579-580; Ioannes XXIII, e. MM l. c., 456.
47. Cf. Conc. Vat. II, c. d. LG 33, l. c., 39.
48. Cf. Ioannes XXIII, e. MM l. c., 455.
49. Cf. Pius XII, Epist. Encycl. Sertum laetitiae 1 nov. 1939 AAS 31 (1939) 635-644; cf. Idem, Ad "laureati" Act. Cath. It. 24 mai. 1953 AAS 45 (1953) 413-414.
50. Cf. Pius XII, Alloc. Ad Congressum Universalem Foederationis Mundialis Iuventutis Fem. Cath. 18 april. 1952 AAS 44 (1952) 414-419. Cf. Idem, Alloc. Ad Associationem Christianam Operariorum Ital. (ACLI) 1 mai. 1955 AAS 47 (1955) 403-404.
51. Cf. Pius XII, Ad Delegatos Conventus Sodalitatum Caritatis 27 apr. 1952 AAS 44 (1952) 470-471.
52. Cf. Ioannes XXIII, e. MM l. c., 454. |
|
|
 |
 |
 |
 |
 |
 |
|