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Fue el primer uruguayo que conocí. Estudiaba teología. Vino de Montevideo y en clase se sentó a mi lado.
Poco a poco fui acostumbrándome a su habla dulce y a sus gestos cariñosos que contrastaban enormemente con la hosca sequedad de estas latitudes.
Al felicitarme por Navidad, junto a mi nombre, puso «TQM». Cuando le pregunté por el significado de la sigla en cuestión, dijo: «¡Pero si está muy claro!: Te Quiero Mucho».
Ahora, al abrir cada día el periódico, echo un vistazo para ver si en medio de tanta sigla de partidos aparece la de mi amigo: TQM.
Porque a la hora de votar estoy dispuesto a apuntarme al partido que en vez de la lucha de clases proclame descaradamente la defensa del amor y de la vida. Que ya san Juan de la Cruz avisó con tiempo: «A la tarde te examinarán en el amor».
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