REGALO volver al indice
 

     «Su verdadera vocación es la contemplación. Pero no la puede realizar de momento a causa de su padre, a quien tiene que atender» (de una carta).
     De momento yo no hablaría de «su verdadera vocación» sino de «su actual ilusión».
     Porque si no puede —por razones intrínsecas o extrínsecas— no puede ser llamada, no tiene vocación. Quizá llegue a tenerla (quizá llegue a ser tenida por la llamada). Ya se verá.
     Además, es bastante frecuente que Dios ponga en la vida de las personas una ilusión irrealizable, una añoranza imposible. Es como si les hiciese el extraño regalo de un «despertador» imperdible, de un elevador constante frente a la constante tendencia humana a planear a ras de suelo.
     Y este extraño regalo no se da sólo en las personas, sino también en comunidades e institutos.
     Tal miembro ingresó en tal instituto hace tiempo. El instituto, sensible a los signos de los tiempos, ha ido virando por caminos insospechados hace diez, veinte años. Y hay religiosos que creen deben emigrar por sentirse a disgusto.
     Yo no se lo aconsejaría. Su presencia insatisfecha (irrequietum cor) —con tal que sea fraterna, amorosa, sin crispaciones, sin cabezonerías— es un verdadero aunque extraño regalo del Señor: puede servir de contrapeso de los posibles exagerados balanceos institucionales.