PROPIO volver al indice
 

     Al terminar la conferencia, un par de jóvenes, bolígrafo en ristre, me formularon unas cuantas preguntas para el periódico local.
     Preguntas algo capciosas, como correspondía al momento, que procuré contestar sin desentonar mucho. Excepto una.
     —¿En qué consiste esencialmente la respuesta a la propia vocación?
     —Hablar de propia vocación es como decir círculo cuadrado. La vocación nunca es propia, siempre es ajena.
     Quedaron tan sorprendidos que allí terminó la entrevista.

     Sí, ya sé que para ellos «propia vocación» quería decir vocación personal, vocación de cada uno. Pero ese «de» encierra con tanta frecuencia el matiz de propiedad, de posesión, que conviene evitar inmediatamente todo equívoco.
     Propio, perteneciente a uno que tiene la facultad exclusiva de disponer de ello, dice el diccionario.
     Pues no. Nadie puede disponer en exclusiva de su vocación. En 1939 escribía Lavelle en El error de Narciso (¡qué título tan significativo!):

«La vocación aparece en el momento en que el individuo reconoce que no puede ser para sí su propio fin, que sólo puede ser el mensajero, el instrumento y el agente de una obra con la que coopera y en la que el destino del universo entero se halla interesado».

     ¡Abajo la propiedad particular de toda vocación! Y no creo que nadie que rece el Padrenuestro se atreva a acusarme de comunista.