OSTIARIO volver al indice
 

     Ostiario — que se escribe sin «h» y ni por asomo sabe a interjección irreverente — equivale etimológicamente a «portero» (en latín puerta se dice «ostium»).
     Hasta hace muy poco los peldaños por los que se subía al sacerdocio eran seis. Cuatro pequeños (ostiariado, lectorado, exorcistado, acolitado; las llamadas órdenes menores) y dos más grandes (subdiaconado y diaconado; que junto con el presbiterado formaban las órdenes mayores).
     Como la meta era siempre el sacerdocio, los peldaños eran eso, peldaños. Con lo que se convertían en simbólicas estaciones de paso sin que prácticamente nadie se apeara en ellas.
     Acompañé el verano pasado a un obispo condiscípulo y amigo. Viajaba fuera de su diócesis para conferir órdenes previas al presbiterado.
     Durante la larga ceremonia me distraje mirando los santos de las vidrieras. Había muchos. Pero eché de menos a san Alfonso Rodríguez. Porque aquellos jóvenes que dos semanas después llegarían a sacerdotes, en su vida sacerdotal se apearían muchas veces a abrir y cerrar ventanas, a encender y apagar luces, a abrir y cerrar puertas.
Pedí por ellos al santo portero de Mallorca. Y al primero de los papas, que según las crónicas celestiales tampoco le hace ascos a la portería