ORACIÓN volver al indice
 

     Escribí a Iván Noerdinger interesándome por una referencia bibliográfica. Junto con lo que buscaba me regaló un volumen titulado Sans yeux et sans mains (Sin ojos y sin manos).
     Por cumplimiento y sin el más mínimo interés empecé a leerlo. Pero inmediatamente sin cumplimientos he devorado las 266 páginas de un tirón.
     En la batalla de El-Alamein, durante un descanso, un soldado distraídamente pasa a su compañero, de 20 años, una bomba de mano a punto de estallar. Para no herir a nadie, hay mucha gente alrededor, el joven no la arroja. Explota la bomba. Y queda ciego y sin manos.
     El libro cuenta la pasión, las tinieblas y los destellos de luz de ese hombre animoso que cree en la vida. Y busca la Vida.
     Pensando en varios amigos míos he traducido una de las páginas del libro. Es una oración escrita a manera de diálogo entre el herido y Dios.

Tenía ojos y veía.
Tenía dos fuertes y hermosas manos
con las que aprendí a trabajar,
con las que sembraba trigo para mis hermanos...
Una inmensa pena agarrotó mi garganta
y exploté en terrible cólera.
¡La desesperanza es lo peor de todo!
Me encaré con Dios y le dije:
«¿Por qué me quitaste las manos y los ojos?
Por qué creaste el mal?
¿Por qué hiciste posible que la maldad
anidara en el corazón del hombre?».

«¡Qué tonto eres!, dijo Dios.
¿Quién te ha dicho que yo he creado el mal?
Yo no puedo crearlo.
Pero si quería que los hombres me amasen
era preciso que pudieran no amarme.
El mal es lo contrario de mí
Es mi ausencia»
.

Y comprendí que Dios era realmente bueno...
Y volví hacia El mis órbitas vacías...
Ofrecí mi alegría a Dios
y Dios me dio su paz.
Sí, Dios vino a mí
y en mí se quedó ciego y sin manos,
cargó con mis sufrimientos
y mi carga se volvió ligera.

     Ahora me doy cuenta que es una oración poco original. Muchos la han rezado antes de que yo la tradujese del francés. Muchos. Pero no deja de ser reconfortante descubrir que los cristianos coincidimos en muchas cosas.