MILAGRO volver al indice
 

     Llama a media mañana Antonio, desde Orihuela. Me dice que pronto se ordenarán once nuevos sacerdotes. Le felicito de todo corazón.
     Luego, durante la comida, he comunicado la buena noticia a mis colegas. «Once nuevos sacerdotes de golpe en una diócesis en estos tiempos es un milagro», ha sido el comentario común.
     Durante el resto del día me he acordado repetidas veces de la noticia y del comentario. Ha sido un recuerdo agridulce. Sin saber por qué.
     Creo que ya he descubierto de dónde procedía el sabor amargo. No se trata de ningún milagro. Los de Orihuela no tienen por qué enorgullecerse. Es normal que once muchachos sean hechos sacerdotes.
     Lo anormal es lo otro: que en tantas diócesis, en tantos institutos religiosos, la vida se haya corrompido hasta el punto de no dar vida.