MARGARITA volver al indice
 

     Nombre de una flor. Y de una muchacha que conocí hace tiempo. Dudaba si hacerse religiosa. Veía que sí, que el Señor bien se merecía su cariño. Pero tenía miedo. «¿Y si no persevero?», decía.
     ¡Cuántas margaritas por los campos en primavera, y cuántas Margaritas en la Iglesia hoy! Necesitan estar seguras. Querrían un certificado en el que les constase indefectiblemente la voluntad de Dios. No saben que el amor —tanto el humano como el divino— es un riesgo, una aventura. Una deslumbrante aventura.