KIERKEGAARD volver al indice
 

     Esto o algo así es lo que oí de él cuando cursaba historia de la filosofía: «Filósofo y teólogo danés, nacido en Copenhague en 1813. Murió a los 42 años. Padre del existencialismo. Autor de El concepto de angustia, estudio del que se desprende una filosofia pesimista de la existencia».
     Pese a lo anterior y a un libro tan feamente titulado como La joroba de Kierkegaard que me regalaron hace tiempo, a mí este danés siempre me ha caído simpático. Supongo que por su nombre: Sören. Nunca he sabido lo que pueden significar esas cinco letras con los dos puntitos sobre la o. Esto de Sören me sonaba alegre. Quizá fuese porque mi padre se llamaba con un nombre persa algo parecido.
     Pero es sobre todo desde hace unos años cuando además de simpático Sören Kierkegaard me suena a agua bendita. Y de la buena.

     Era el 18 de enero. Pasaba por Bruselas, camino de México. Para aprovechar la larga escala, me lancé a visitar monumentos artísticos de la hermosa ciudad. Hasta que agotado entré en una iglesia. Había bastante gente. Rezaban no sé qué ni para qué. Al cabo de un rato lo comprendí: era el primer día de la semana de la unidad.
     En esto repartieron una hoja. Todos los asistentes, puestos de pie, recitaron:

        Señor, danos ojos débiles
        para cuanto carece de importancia
        y ojos claros penetrantes
        para tu verdad toda
.

     Sentí un escalofrío.

     Desde entonces rezo esta oración muchas veces. Y la hago rezar.
     Desde entonces quiero más a su autor: Sören Kierkegaard.
     Hasta he llegado a pensar que de haber tenido un hijo, palabra, habría intentado ponerle por nombre «Sören». No sólo por los dos puntitos sobre la o, claro.