AGOSTO, 21 volver al indice
 

     Pasaba unos días en un monasterio en plan de hesicasta. Fue hace años.
     El día había sido terriblemente caluroso.
     Después de la cena, antes de las últimas oraciones y el canto de la Salve, nos reunimos en el claustro para escuchar un fragmento de la regla de san Benito.
     Fue el 21 de agosto. Cada año lo recuerdo, porque lo que oí fue como una bocanada de aire fresco, un puro refrigerio:

«El abad prefiera siempre la misericordia a la justicia...
Odie los vicios, ame a los monjes.
Y en la corrección misma proceda con prudencia y en nada sea excesivo,
no sea que queriendo raer demasiado la herrumbre, se quiebre el vaso;
tenga siempre en cuenta su propia fragilidad
y acuérdese que no debe quebrantar la caña hendida...
Procure ser más amado que temido...
Y ora se trate de cosas de Dios o del siglo,
discierna y modere la tarea que asigna
pensando en la discreción del santo Jacob, que decía:
Si fatigare mis rebaños haciéndoles andar demasiado,
morirán todos en un solo día»
.

     A san Benito le llamaron «padre de Europa». Y con razón. Habrá que empezar a preparar el corazón para celebrar el año que viene el XV Centenario de su nacimiento. Fielmente. Pareciéndonos a él.