HOMENAJE AL SACERDOTE CATÓLICO DE TODOS LOS TIEMPOS

No hace mucho asistía a la celebración de las Bodas de oro sacerdotales de un presbítero ejemplar,  que durante estos cincuenta años de ministerio  ha prestado grandes servicios a su diócesis, a la región eclesiástica y a la Santa Sede en diversas encomiendas. Siendo mucho el trabajo pastoral realizado, mayor es su testimonio de entereza y confianza en Dios cuando en estos últimos veinte años se encuentra disminuido por una ceguera casi total. Esta cruz no le ha reducido su ilusión sacerdotal, las ganas de seguir trabajando por la salvación de las almas y sobre todo su gran pasión por la Iglesia. Cuando se le pregunta de dónde saca su permanente alegría repite una y otra vez: “¡Sólo en Dios! ¡Únicamente por la oración!”  Esta es una simple muestra de los innumerables testimonios de sacerdotes íntegros que jalonan la larga marcha de la historia de la Iglesia.

Sin embargo, los tiempos que corren no son favorables al reconocimiento social de todo el bien que hace un sacerdote católico. Lo que ahora se estila es estigmatizarlo con el último tópico del pensamiento secularista dominante. Es presentado, en muchos de los “altavoces” de la cultura mediática, como algo anacrónico y próximo a un parásito social. En cambio, la realidad de los hechos es muy distinta. ¡Sigue habiendo muy buenos curas! Entregados las veinticuatro horas del día a su ministerio, que viven austeramente, que son fieles hasta la muerte en sus promesas sacerdotales, que se multiplican en la caridad hacia los más pobres. ¿Cuántas personas públicas  les deben a la Iglesia, y en concreto al cura de su pueblo, la educación y formación que poseen? Muchas de las instituciones docentes, sanitarias y samaritanas de las que en la actualidad  goza la sociedad son frutos  de la creatividad y la audacia de numerosos pastores. Pero como dice el refrán popular: “¡no hay peores ciegos que aquellos que no quieren ver!”. Además, no hay que olvidar lo que Jesús dijo a sus discípulos: “si el mundo os odia, recordad que primero me odió a mí” (Jn 15,18).

    Es verdad, que “este tesoro se lleva en vasija de barro” (2Cor 4,7) y que en cualquier momento se puede romper como consecuencia de la fragilidad de la condición humana. Sin embargo, quiso Dios encarnarse en esta “arcilla”, para que se manifieste que la grandeza y la dignidad sacerdotal no viene de los hombres sino que es un don del Señor para la Iglesia y el mundo. Esto es lo que vamos a celebrar el próximo día 29 de junio, cuando toda la Iglesia Universal nos unamos en comunión de fe y oraciones con Benedicto XVI en su sesenta aniversario de la Ordenación Sacerdotal.

Incontables son las iniciativas espirituales, pastorales y litúrgicas que ha suscitado esta efeméride en todo el orbe católico. Pero lo más importante es que, con la ayuda divina, todas ellas vayan encaminadas a suscitar que el pueblo de Dios valore mucho mejor a sus sacerdotes y no caiga en la tentación de desestimar su misión. Que los mismos presbíteros vivan de  la centralidad espiritual de su triple munus (oficio), ardan en celo apostólico y brillen por su coherencia de vida. Que los jóvenes católicos no tengan miedos, superen los prejuicios del mundo, y sean generosos para elegir  el camino del sacerdocio. ¡En fin, que todos sepamos dar gracias a Dios porque en estos tiempos convulsos, el Señor ha regalado a su Iglesia, un Sucesor de Pedro que es modelo de sacerdote “bueno, sabio y santo”!

*Monseñor Juan del Río Martín es el arzobispo castrense de España 

CONFESIONES DE BENEDICTO XVI EN EL SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO DE SU ORDENACIÓN

Benedicto XVI dejó espacio a las confidencias este miércoles (29.06.2011), día en el que celebró los sesenta años de sacerdocio, al presidir en la Basílica Vaticana la concelebración eucarística de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, patronos de la diócesis de Roma

“Ya no os llamo siervos, sino amigos”, esta palabras de Jesús constituyen, como él mismo confesó, el recuerdo más íntimo de aquella estupenda jornada de verano, en la que junto a 43 seminaristas, entre quienes se encontraba su hermano Georg, recibió la ordenación sacerdotal de manos del cardenal Michael von Faulhaber (1869-1952), en la catedral de Freising, cerca de Munich.

Las pronunció el purpurado, gran opositor al nazismo, a los nuevos sacerdotes al final de la ceremonia de la ordenación, y Joseph Ratzinger sintió que el mismo Cristo se las dirigía a él.

“Yo sabía y sentía que, en ese momento, esta no era sólo una palabra 'ceremonial', y era también algo más que una cita de la Sagrada Escritura. Era bien consciente: en este momento, Él mismo, el Señor, me la dice a mí de manera totalmente personal”, confesó ante los peregrinos que llenaban el templo más grande del catolicismo.

Entre ellos, se encontraban los 41 arzobispos metropolitanos de todo el mundo nombrados en el último año, a quienes les entregó el palio, símbolo de su comunión con el papa, en ese mismo rito.

Asimismo, estaba presente una delegación del patriarcado ecuménico de Constantinopla, un gesto con el que el patriarca Bartolomé I se une todos los años en “el día del papa”, confiriendo de este modo al encuentro un claro carácter ecuménico.

Benedicto XVI evocó cómo en la ordenación comprendió que Cristo “me llama amigo”.

“Me acoge en el círculo de aquellos a los que se había dirigido en el Cenáculo --explicó en la homilía--. En el grupo de los que Él conoce de modo particular y que, así, llegan a conocerle de manera particular. Me otorga la facultad, que casi da miedo, de hacer aquello que sólo Él, el Hijo de Dios, puede decir y hacer legítimamente: Yo te perdono tus pecados”.

“Él se fía de mí: 'Ya no os llamo siervos, sino amigos'. Me confía las palabras de la Consagración en la Eucaristía. Me considera capaz de anunciar su Palabra, de explicarla rectamente y de llevarla a los hombres de hoy. Él se abandona a mí”, siguió diciendo al sintetizar seis décadas después la emoción de su primera misa.

Esta evocación se convirtió después en una súplica humilde y muy personal: “Señor, ayúdame siempre a conocerte mejor. Ayúdame a estar cada vez más unido a tu voluntad. Ayúdame a vivir mi vida, no para mí mismo, sino junto a Ti para los otros. Ayúdame a ser cada vez más tu amigo”.

El papa ha tenido la alegría de poder celebrar este aniversario con su hermano, monseñor Georg, gran músico, quien fue durante años director de los niños cantores de la catedral de Ratisbona (Domspatzen). Precisamente la música sacra de algún disco compacto debía ambientar momentos de su encuentro en el Palacio Apostólico, ayudándoles a revivir más íntimamente el día más importante de sus vidas.


LA FSSPX SIGUE ORDENANDO SACERDOTES DE FORMA ILÍCITA

La FSSPX llevó a cabo ayer (03.06.2011) la ordenación de cuatro nuevos sacerdotes en la localidad alemana de Zaitzkofen, al sur del país, pese a la oposición del Vaticano, que las considera una violación del Derecho Canónico. El obispo Bernard Fellay fue el encargado de presidir la ceremonia en la pequeña localidad germana cercana a Ratisbona.

 

 



 

 

 

 

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