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NOTAS TEOLÓGICO-PASTORALES SOBRE LA IGLESIA DIOCESANA, FUENTE DE VOCACIONES

XLVIII JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
15 de mayo de 2011 – IV Domingo de Pascua

Como es sabido por casi todos los que andamos atentos a la realidad vocacional, cada año, el cuarto domingo de Pascua, el Papa ofrece un mensaje para la Jornada de Oración por las Vocaciones. Y ya son cuarenta y ocho. Lógicamente, cada papa y en cada año intenta ofrecer una motivación, principalmente de acuerdo a aspectos significativos, necesidades, sugerencias o preocupaciones de la realidad vocacional del momento. Por otra parte, hay que decir que estos mensajes son también un buen termómetro para poder tener una perspectiva histórica del devenir de la pastoral vocacional en la Iglesia. Será provechoso, por tanto, que en algún momento releamos los distintos mensajes.

Y aunque hay una variedad temática en las ideas centrales de los mensajes, si tomamos como referencia inicial el Vaticano II y terminamos en nuestros días, se puede percibir o intuir un hilo que va uniendo los diversos aspectos de la preocupación vocacional en cada momento, y aunque no podamos llegar a presentar unos ciclos temáticos vocacionales, sí se pueden percibir unos textos descriptiva y funcionalmente bastante homogéneos.

Y al tratar de percibir y concretar este hilo conductor, evitando por supuesto rigideces de interpretación, podemos decir que en un primer momento posconciliar se hizo más hincapié en la identidad de las distintas vocaciones en la Iglesia. Se intentó ver cuáles eran los ejes, contenidos y ubicaciones teológicas y eclesiales de las vocaciones, sobre todo sacerdotales y religiosas. Es verdad que los expertos vocacionales más lúcidos nunca dejaron de ver la necesidad de configurar y tomar en serio la vocación laical en la Iglesia.

Siguió una etapa en la que la pastoral vocacional se centró más en disfunciones emocionales. No es momento de explicitar esta realidad, pero tuvo y sigue teniendo su decisiva importancia, sobre todo desde el punto de vista de maduración humana y del equilibrio en las relaciones interpersonales, desde donde se ha ido vivenciando poco a poco la realidad teológica de la comunión eclesial y de la fraternidad que iban a adquirir una gran relevancia hermenéutica.

Posteriormente ,y siempre pisándoles los talones, aparece más visible la realidad de la formación y formación ubicada en las diferentes latitudes y culturas del mundo. Aquí entran en juego las dimensiones personales, institucionales y sociales, que van destilando poco a poco lo que es y significa para la Iglesia su realidad constitutiva de la evangelización. Es verdad que, en contextos cada vez más multiculturales, la incertidumbre tendió y tiende a maximizarse, como es lógico.

Y ya observando el mensaje de Benedicto XVI para el 2011, vemos que se da un paso más para tratar de concienciar a las Iglesias locales (obispos, sacerdotes, religiosos, catequistas, agentes pastorales…. ), si es que no lo estaban ya, de la necesidad y exigencia que les incumbe de proponer ardua y exultantemente las diferentes vocaciones de la Iglesia. Y el Papa lo hace resaltando y remitiendo a tres referencias fundamentales de la vida vocacional: el Señor Jesús, la Iglesia y la vitalidad vocacional de la oración, que forman un todo desde el que se vislumbra más fácilmente el aspecto de misterio y de don de la vocación, que tanto y tan certeramente se ha resaltado y se va asumiendo como fundamental.

Situándonos pues en el momento actual, basta decir que, si hemos jalonado la pedagogía vocacional en la Iglesia en nuestra etapa posconciliar, es sencillamente para ver cuáles serían puntos fundamentales a tener en cuenta en la pastoral vocacional, ya que todos los aspectos que hemos señalado son transversales y tienen que darse explícitamente en cualquier momento histórico. Por supuesto que se podrían señalar muchos más puntos de referencia, pero una sobrecarga temática puede soslayar los elementos realmente importantes.

Adentrándonos en el mensaje, y sin olvidar la trayectoria que acabamos de ver, el Papa trata de rehabilitar y reforzar un nuevo sujeto vocacional: la realidad inexcusable de la Iglesia local en la convocación y el sostenimiento de las
vocaciones. Es verdad que siempre ha sido así. Por eso, el Papa no podía dejar de darle toda su importancia, en un lenguaje claro y bien estructurado, ya que la Iglesia local es sujeto activo de llamada, de vivencia y de compromiso con todas las vocaciones y carismas. La vocación nace en la Iglesia, se vive en la Iglesia y se ofrece en la Iglesia. Permanentemente estará ahí como búsqueda y exigencia el cómo actuar de la Iglesia local en lo que se refiere a su compromiso vocacional. Para responder a ese cómo, hay que empezar por decir que la Iglesia con sus agentes vocacionales ha intentado ir preparándose durante tiempo con una gran avidez pastoral, ha trabajado con diferentes proyectos y actualizaciones pastorales, con sus herramientas, medios y estrategias, para pasar en la actualidad a darle sin reservas y sin ambigüedades la prioridad a Jesús, a quien el Papa lo presenta con un perfil vocacional concreto y ejemplarizante a través de unos verbos, fáciles de entender y recordar: llamó a algunos, les mostró su misión mesiánica, los educó con la palabra y con la vida, les confió el memorial de su muerte y resurrección y los envió a todo al mundo con un mandato claro (Mt 28, 19). Nosotros aprenderemos a entender y a vivir la pastoral vocacional a través de la pedagogía del ejercicio vocacional de Jesús, presente en todo momento de su vida y siempre unido a la realidad del Reino.

Asumidos estos puntos fundamentales, el Papa urge para que toda Iglesia local se haga cada vez más sensible a la pastoral vocacional, incluso como exigencia constitutiva, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo. Y esto sin olvidar las dificultades que conlleva, especialmente en el contexto actual, en el que se sufre una parálisis de la voluntad y de la fidelidad, en el que la voz del Señor parece ahogada por otras voces y en el que la cultura vocacional queda soslayada y solapada por la cultura profesional. Por eso, en la pastoral vocacional nada puede darse por sentado, ella siempre será un desafío, una imaginación activa y una audacia, con el contrapunto de que la capacidad de cultivar las vocaciones es un signo muy claro de la vitalidad de una Iglesia local.