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            ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL Y PASTORAL DE LAS VOCACIONES

II

                                                                                  P. Mark Rotsaert, S.J.

 

EN EL CORAZÓN  DEL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL ESTÁ  LA  RELACIÓN CON  DIOS.

1. La relación con Dios

Si el acompañamiento espiritual se refiere al hombre en su totalidad, el punto de mira del acompañante espiritual es la relación Dios-hombre, Creador-creatura. Es muy importante darse cuenta de que el acompañante no tiene soluciones para mis problemas ni respuestas para todas mis preguntas. El acompañamiento, sobre todo, supone una relación, no los problemas. Pero la solucióan a mis problemas recibiránuna nueva luz precisamente como resultado positivo de esa relación.

1.1 Vivir esta relación.

El acompañamiento espiritual pretende ayudar al joven a crecer en la relación con su Dios. Esta relación es buscada, cultivada incluso, no porque ella me reportará algo o porque puede darme solución a mis problemas; esta relación es buscada y deseada por sí misma, en razón del amor que Dios me ofrece. Se trata, pues, de una relación de amor. El papel del acompañante no consiste en tratar de comprender mejor esta relación, sino de vivirla mejor y dejarse comprometer más y más. Si creo que Dios es realmente el fundamento de mi vida, es evidente que en la medida en que esta relación se expanda, toda mis vida se desarrollará. Cuanto más carne y hueso se haga esta relación con Dios, tanto más marcará ella mi vida concreta. Ante una elección que me veo obligado a realizar, como es la elección de vida, la cuestión fundamental no es: ¿"Qué debo yo elegir?" sino "¿Cómo influye en esta elección mi relación con Dios?". A partir de que la experiencia de esta relación con Dios sea más o menos intensa y viva podré hacer una buena elección. La relación acompañante-acompañado, de la que estamos tratando, está por tanto en función de esa relación primordial entre Dios y el hombre.

1.2. Purificar la imagen de Dios

En la esencia del acompañamiento espiritual no se trata de teorías acerca de Dios o sobre la relación con Dios; de lo que se trata es de una experiencia de Dios. Al principio esta experiencia puede ser todavía mínima en el joven que acompañamos, pero gracias precisamente a la tarea de acompañamiento, ella podrá desarrollarse. Normalmente será también necesario que se vaya purificando la imagen que el joven tiene acerca de Dios. Pero no es tarea del acompañante la de llevar a purificar la imagen del joven sobre Dios. Esta purificación se irá haciendo, poco a poco, a lo largo del acompañamiento. Y, como ya he sugerido anteriormente, lo que verdad importa aquí, es la imagen que el acompañante lleva en sí mismo. Dos tipos de imagen -falsas- acerca de Dios que se encuentran frecuentemente son: el "Dios-gendarme" y el "Dios-espejo". (Cf. André Louf, La grâce peut davantage. L'accompagnement spiritual, DDB. 1992.


El "Dios-gendarme" es una especie de proyección de nuestros miedos, dudas y angustias. Es como la cristalización, frecuentemente inconsciente, de todos los surcos que ha dejado marcados la experiencia de la autoridad en la vida de cada uno. Es como una instancia interior que desempeña el papel de censor (juez), tarea moralizadora  (s’il en est)por pequeña que sea (donde las haya!). Éste se encontrará sobre todo entre aquellos que persiguen un ideal de perfección, que quierren hacerlo todo sin fallo alguno, que anhelan tenerlo todo en orden, que tienen pavor a cometer un error. El gendarme interior logra que cada fallo, cada debilidad nos culpabilice. Juega un papel depresivo. El acompañante tiene que poner cuidado especial en no pasar a ocupar el lugar del gendarme interior, que existe, quizás también en su propio inconsciente. Tened presente todo cuanto os he dicho acerca de la libertad interior, necesaria para poder ser un buen acompañante. ¿Qué deberá hacer el acompañante cuando se encuentre con un joven  motivado por una instancia interior de este tipo? No hay soluciones hechas. Lo verdaderamente importante en estos casos está en la calidad de la relación entre acompañante-acompañado. Si el acompañante posee el arte de saber acompañar, también sabrá amar de modo que gracias a ese amor que lleva dentro de sí, irá logrando poco a poco neutralizar a este censor interior, o, al lo menos, reducir su poder. Porque cuanto más tiempo mantenga su fuerza el censor interior, menos espacio dejará para el trabajo en profundidad del Espíritu Santo, ese verdadero "Maestro interior".

La imagen del "Dios-espejo" es la de un Dios a mi imagen y semejanza. Se trata en este caso de una proyección de mis necesidades. El espejo refleja el proyecto ideal que he hecho sobre mí mismo, de aceptar mi propia realidad. Este espejo narcisista bloquea el camino hacia mis deseos profundos, lo cual tarde o temprano se vengará. Será especialmente importante en este momento que el acompañante desconfíe de todo aquello que le va contando el joven al que acompaña: si le muestra el espejo que refleja su imagen ideal, o si se confía de verdad. Si sólo le muestra el espejo, el acompañante deberá tener cuidado de no seguirle el juego ( con riesgo de reforzar más aún su imagen ideal). El acompañante deberá esperar pacientemente y estar pendiente del momento en que "Saulo caiga del caballo", momento en el que la imagen, un tanto farisaica de sí mismo se rompa en mil pedazos. Porque es algo que tiene que suceder un día u otro. Pero no es, precisamente, el acompañante quien tiene que fijar la fecha, ni provocar el suceso. También, en estos casos, lo importante es la calidad de la relación acompañante-acompañado, la calidad de cuanto lleva en su interior el acompañante. De esta manera, en el momento en que aparezca la crisis, -cuando el espejo al fin se haga añicos- la calidad de presencia del compañante podrá ayudar a cicatrizar la herida que se haya producido. El acompañante podrá, entonces, ser como el sacramento del reencuentro con la misericordia de Dios.


Estos dos casos que acabo de describir brevemente pueden parecerles, tanto uno como otro, un poco abstractos... Sin embargo son casos frecuentes y que no tienen nada de extraordinario. No es raro encontrar jóvenes en cuya persona se descubra un censor interior bastante pronunciado, o que tienen una imagen idealizada de sí mismos; el uno, incluso, puede reforzar el otro. Creo que lo importante es, de cara al discernimiento de una vocación, estar muyatentos a esta clase de fenómenos.

 2. El lugar de la oración

Es imprescindible que el joven en búsqueda descubra que no puede dar un paso ni hay otro medio para llegar a ser cristiano que no sea contando con Cristo. En efecto, el fundamento del cristianismo no es una ideología ni una moral, sino un encuentro con Cristo resucitado. Y un lugar privilegiado para que se realice este encuentro es el Evangelio. San Juan nos dice, al fin de su Evangelio, en el cap 20, que ha escrito su Evangelio con la finalidad de que nosotros podamos encontrarnos con el Cristo viviente, creer en el y vivir de su plenitud. Y para nosotros, cristianos, sólo podrá desarrollarse nuestra relación con Dios a través de este encuentro con Cristo.

Es necesario, pues, enseñar al joven a rezar desde el Evangelio. El acompañante tendrá que enseñarle a mirar detenidamente a Cristo en el Evangelio. Mirarle y dejarse aprehender por él. Mirarle, contemplarle largamente, hasta que él me transforme, hasta que experimente su mirada posada sobre mí, hasta que él, me convierta hacia él. Siempre y continuamente el acompañante debe propone al joven no que se preocupe en la oración por sus propias inquietudes y problemas, sino que reoriente su mirada hacia Cristo. Pues es a partir de un conocimiento interior de Cristo -y del camino por él elegido- cómo el joven podrá descubrir su propia vocación.

Nos encontramos actualmente con que jóvenes de 20 a 25 años no han tenido ninguna iniciación a la oración personal. Será preciso, entonces, seguir una cierta pedagogía para ir introduciéndolos en la misma. Esta tarea sí pertenece al trabajo del acompañante espiritual. Sin querer dar un curso acerca de la oración, considero muy útil proponer algunas indicaciones breves para ayudar a la práctica de la oración. Y más adelante él podrá avanzar progresivamente. El ideal sería, no dar al joven más que aquello que es capaz de asimilar y de llevar a la práctica, según la situación que viva, y dejarse guiar por la experiencia del joven, para más tarde, hacerle progresar.

3. La nueva lectura (relectura)


3.1. Relectura de la oración
Nada se ha inventado aún que sea capaz de sustituir a la oración personal, la mirada puesta sobre el Cristo en el Evangelio. Pero no es suficiente el contemplar intensamente a Cristo, no es menos importante que el joven aprenda igualmente a estar atento y sensible a cómo le afecta a él esta mirada sobre Cristo, cómo le sacude y trabaja . ¿Qué es lo que pasa en mí cuando miro y contemplo a Cristo?

El acompañante deberá estar atento para  cuidar aquellos rasgos o detalles que muestran por donde va la experiencia de oración del joven. La relectura de la oración no es un conjunto de reflexiones a propósito de la plegaria, sino un intento de comprender qué es lo que ha pasado en el mismo acontecimiento de la oración. Es importante que me dé cuenta de qué he recibido y cómo lo he recibido. Un primer conjunto de cuestiones para ayudar a hacer esta revisión se refiere todo al "contenido"  de la oración: ¿qué palabras del evangelio han despertado especialmente mi atención? ¿Qué palabra, qué gestos, qué símbolo? ¿Qué luces he recibido en torno al texto meditado? ¿qué aspecto de mi vida se ha iluminado? Una segunda serie de planteamientos se refiere primordialmente a"la calidad afectiva" de la oración: ¿ qué gustos, qué deseos han surgido en mí durante la oración? ¿Qué atractivos han brotado en mí a propósito del texto meditado? ¿Qué sentimientos: paz, gozo, alegría, o temor, resistencia, disgusto? Por último, hay una tercera serie de cuestiones que conciernen a mi "comportamiento" en la oración: ¿he cumplido el tiempo propuesto? El lugar elegido, ¿ me ha ayudado, lo mismo que la posición de mi cuerpo? ¿Cómo he reaccionado ante las distracciones? La oración, ¿ha sido fácil o difícil y por qué? Etc.
La revisión de la oración ayudará al joven a descubrir poco a poco su  verdadera personalidad espiritual; ella le ayudará a descubrir cómo Dios mora en él durante la oración. Adentrarse en el trabajo de la revisión de la oración, es entrar en una actitud de discernimiento. Y cuanto más consciente se vaya haciendo de lo que le pasa en la oración, más fácilmente se logrará el impacto en su vida de la oración de todos los días.

3.2. Relectura (revisión) del día


Si la relectura de la oración nos enseña a descubrir cómo Dios nos habita en la oración, la relectura de la jornada nos enseñará a descubrir a Dios presente en todos los actos de mi vida. Esta revisión es algo más que un simple ejercicio de memoria, es una verdadera oración. Y como toda oración, la revisión es más que nada un ejercicio de descentramiento de nosotros mismos; ya no soy mi propio "centro", es Dios quien está en el centro de mi vida. Cuando Ignacio de Loyola habla de esta revisión, insiste mucho sobre una actitud de reconocimiento, de agradecimiento como puerta de entrada en esta oración. Precisamente es esta actitud de reconocimiento la que me descentra de mí mismo; yo no me he dado la vida, ni ayer ni hoy, yo la  recibo cada día.
La cuestión más importante y que hay que situar en primer lugar es la siguiente: Dios, ¿en qué lugar estabas estabas tú presente a lo largo del día de hoy en mi vida? ¿Dónde he visto en tal persona y en tal otra o en tal situación una invitación de tu mano? La mirada se vuelve en primer término hacia Dios, incluso si no he tenido la experiencia de su presencia. La relectura diaria puede enseñarme lentamente a ver algo más de lo que percibo normalmente, a prestar atención más allá de las apariencias. No se trata, ciertamente, de un ejercicio fácil, que consistiría en acoplar la palabra Dios a no importa qué... Se trata más bien de un ejercicio de oración que desea dar profundidad a mi relación con Dios. Por eso me parece importante situar el planteamiento en la segunda persona del singular: Dios, ¿dónde has estado presente hoy en mi vida? Yo me dirijo a Dios,  entro en relación directa con Él.

La segunda cuestión no tiene sentido más que cuando se ha realizado la primera: ¿cómo he respondido yo a tu presencia, cómo he respondido a tu invitación? Yo repaso mi jornada no como un experto contable -apuntando lo que he hecho bien o lo que he hecho mal- sino como un amigo que habla con su amigo.


Cuanto más consciente me haga yo de la presencia de Dios en mi vida, tanto más me sentiré reconocido, tanto más pediré perdón por mis rechazos a entrar en relación con él, lo mismo si se trata de mi oración como del servicio a los demás. La relectura cotidiana me prepara a vivir el mañana de una manera más consciente, más en unión con este "Dios, amigo de la vida".
La revisión de la oración y la del día son ejercicios de discernimiento. Me ayudan a discernir la presencia de Dios, la presencia de Cristo resucitado en nuestra vida.

4. El discernimiento de los espíritus

No puedo entrar con todo detalle en el arte del discernimiento de espíritus; me detendré solamente sobre aquello que pueda servir de alguna utilidad a los jóvenes que acompañamos. En sus Reglas para el discernimiento de los movimientos interiores, Ignacio de Loyola nos dice que, para los principiantes en la vida espiritual, es necesario poner más atención en las desolaciones que en las consolaciones.

4.1 Sanar la desolación
Los jóvenes a los cuales nosotros nos dirigimos deben sentirse sobre todo reforzados. Es necesario que ellos aprendan a descubrir qué es lo que les entibia (desanima) y qué cosa amenaza con apagar la pequeña llama de una vocación naciente. Al principio, dice Ignacio, el peligro no se sitúa generalmente por el lado de la consolación. Al contrario, la consolación -alegría, paz interior, agradecimiento, etc.- fortifica y permite avanzar por el camino que se ha iniciado. Pero la desolación es más peligrosa en un primer momento; es decir, todo aquello que deprime, que quita confianza, cada desconcierto interior, cada duda, una resistencia interna, cualquier melancolía etc.
El acompañante debe ayudar al joven a no dejarse apoderar por estos sentimientos negativos. Estas son algunas reglas prácticas:


* Si un joven se encuentra en una situación de desolación (prolongada), lo primero que hay que hacer es intentar ver -si es necesario con su acompañante- dónde está la causa de esa desolación. Pues si la causa se encuentra dentro del mismo joven, él mismo puede encontrar la solución. Por ejemplo: había decidido algo acerca de su oración o de su compromiso social, pero no logra poner en práctica su prpósito. En este caso él puede hacer algo al respecto. O resulta que está en desacuerdo con tal o cual persona; también en esto la solución estáen sus manos en gran parte. Pero, con bastante frecuencia, la causa no se halla dentro de él. Entonces, ¿qué hacer? Que intente vivir esta desolación como un test de generosidad: ¿ Acaso sólo soy generoso con Dios y con los demás cuando me colman de gracias? Perseverar en el bien, en aquello que me había propuesto hacer -aun en tiempo de desolación- es una experiencia que puede ampliar el horizonte de mi fe. El acompañante intentará mostrarle, en la experiencia misma del joven, cómo una desolación, bien vivida, puede llegar a ser purificadora. Pero es cierto que esto no puede descubrirse hasta después de haber recibido el golpe.

* Es necesario advertir al joven en desolación que no debe tomar en ese momento decisiones importantes, ni cambiar una decisión que él hubiera tomado en tiempo de consolación. Que espere a que la desolación pase. Es muy raro acertar con una buena decisión mientras se está en oscuridad y desolación.

* Lo que se puede hacer es cambiar uno mismo. Es decir: cambiar algo en su manera de vivir, en su estilo de vida, y hacerlo de tal manera que este cambio camine en el sentido opuesto a aquél en el que lo ha colocado la desolación. Por ejemplo; un joven comprueba que cada vez que entra en desolación, se debilita en sí mismo y comienza a preocuparse. Cambiar él mismo en este caso quiere decir dar pasos concretos hacia los demás, ya en la  propia familia, en el ambiente de trabajo o de los amigos, realizar pequeños servicios, por ejemplo. Todo el arte consiste en encontrar pequeños pasos de los que soy capaz, en esta desolación, pues por definición, en desolación, no soy capaz de dar el paso importante. De todos modos, es necesario sanar la desolación de manera activa.


* Además, el acompañante sabe por experiencia que en tiempos de desolación somos más vulnerables y que toda clase de tentaciones pueden arrastrarnos más fácilmente  hacia su terreno. Por eso el acompañante estará especialmente atento a que el joven se ejercite, en tiempos de consolación, en las actitudes que le ayudaron en tiempos de desolación. Una primera actitud que debe adoptar es la de una gran resistencia interior, es decir, no querer satisfacer inmediatamente y siempre todos sus deseos. Otra actitud que debe adquirir es la de la apertura, y especialmente hacia su acompañante. Ciertas dificultades son más fáciles de sobrellevar cuando se puede hablar con alguien en quien se tiene depositada toda la confianza. Finalmente, es preciso ejercitarse en el conocimiento de sí mismo. Importante sobre todo conocer las propias limitaciones, asumirlos y respetarlos. Es éste el único medio para ir, poco a poco, cambiándolos.

4.2. Verdadera y falsa consolación

Cuando el joven ha aprendido a sanar de verdad la desolación, dará comienzo una nueva etapa en la vida espiritual. Ahora se trata de discernir si una consolación es verdadera o falsa. Se trata de un discernimiento más sutil que el primero y que ayuda a reconocer la desolación y a sanarla perfectamente. Como los jóvenes de los que venimos hablando, se  encuentran al principio de su vida espiritual, no me adentraré mucho en detalles acerca de este discernimiento más sutil. De todas maneras, el acompañante espiritual tiene que ser un hombre o una mujer experimentados también en este aspecto.

5. Criterios de discernimiento de una vocación

Quiero reunir un buen  número de criterios en torno a tres aspectos diferentes: madurez humana, experiencia cristiana e historia de la vocación. Evidentemente, en la realidad viviente del candidato estos tres aspectos forman un todo único. Como criterio general, yo preguntaría: la vocación o la solicitud para poder entrar en un seminario o en un noviciado  ¿se corresponde con el fondo de mi naturaleza? Esta cuestión, ¿está integrada en mi historia personal? Mi vida espiritual, ¿está arraigada en mi modo concreto de vivir?

5.1. Madurez humana


Como he comenzado mi exposición sobre el acompañamiento espiritual diciendo que este acompañamiento concierne a la persona "toda entera", en su globalidad, comienzo de la misma esta enumeración de criterios para el discernimiento de una vocación en todo cuanto se refiere a la madurez humana. Para cada aspecto haré subdivisiones, plantearé algunas cuestiones y señalaré a la vez sus contraindicaciones. Estos criterios no son absolutos; uno refuerza al otro, y sobre todo, se aplican a una situación que es la mi país.

.- Conocimiento de sí: ¿Cuáles son sus experiencias positivas y cuáles las negativas? ¿De qué modo utiliza sus cualidades y cómo palía sus defectos? ¿Qué idea tiene de sí mismo? ¿Qué capacidad de relativizar tiene? ¿Hasta qué punto es capaz de quererse a sí mismo? ¿Cómo supera sus dificultades y desengaños? -Contra-indicaciones : posibilidad de una imagen demasiado negativa de sí mismo, querer tener siempre la razón, desear mostrarse demasiado original...

.- Raciocinio y juicio: ¿Cuál es su salud mental? ¿Tiene un juicio equilibrado sobre las personas y las situaciones? ¿Es abierto de espíritu o más bien demasiado rígido? ¿Es prudente o taxativo en lo que dice? ¿Tiene capacidad para vivir con sus puntos de vista controvertidos o poco populares? ¿Tiene sensatez?.- Contra-indicaciones: personas de  ideas fijas, ideólogo o profeta, quien se cierra a toda idea nueva.

.- Salud física y psíquica : ¿Cómo es su relación con su cuerpo, con su salud? ¿Tiene tendencia a la depresión? ¿Es capaz de vivir con sus necesidades no satisfechas? ¿Se siente lleno de vida o ha tenido dificultades con su salud? .- Contra-indicaciones : excesiva preocupación por su salud.


.-Vida afectiva y de relación: ¿Qué clima vive en el hogar? ¿Qué relación tiene con sus padres? ¿Cuál es su relación con la autoridad? ¿Tiene amigos/as? ¿Qué significan pará él estas amistades y como influyen en su vida? ¿Ha estado enamorado? ¿Ha tenido experiencias sexuales o eróticas y cómo habla él de ellas? ¿Cómo controla sus sentimientos positivos y negativos? ¿Es capaz de vivir cierta soledad? ¿Es capaz de trabajar en equipo? ¿Lo ha experimentado ya? )Se siente aceptado en su ambiente de trabajo o de estudio? .- Contra-indicaciones: alguien que no sepa manejar sus contactos y encuentros, un solitario o un gran egocéntrico...

.-Sociabilidad: ¿Cómo reacciona frente a la parcialidad de su propio ambiente? ¿Qué intereses políticos sustenta? ¿Tiene algún compromiso concreto hacia los pobres, los marginados en nuestra sociedad? ¿Forma parte de alguna asociación? Cuáles son los valores, las ideas que le motivan? .- Contra-indicaciones: una huida del mundo, un reformador nato, alguien sin sentido social

.-Apertura intelectual y cultural: ¿Cuál es su actitud ante los estudios? ¿Cuál fue la motivación en la elección de tales o cuales estudios? ¿Hacia dónde se vuelven sus intereses culturales? ¿Posee bastante flexibilidad para dejarse orientar? ¿Cuáles son sus hobbys?

5.2. Experiencia cristiana

.- Espiritualidad: ¿Tiene una vida de oración, de qué clase? ¿Se deja ayudar en la oración? ¿Cómo habla de su oración? Su religiosidad ¿es más bien un vago sentimiento religioso? ¿Quién es Cristo para él? ¿Ha tenido ya una experiencia de Dios? ¿Cuál es su imagen de Dios? ¿Cómo se manifiesta que su fe está en estrecha relación con su vida concreta de todos los días? .- Contra-indicaciones.: Esperar a entrar en el seminario o el noviciado para trabajar su fe, pero también jugar ya a novicio o seminarista...

.-Sentido de Iglesia: ¿Cuál es su actitud ante la Iglesia? ¿Cómo se sitúa él mismo en la Iglesia? ¿Es capaz de vivir cierto pluralismo en la Iglesia? ¿Se manifiesta activo a nivel parroquial o en los grupos de vida cristiana? ¿Qué significan para él los sacramentos, y cuál es su práctica, sobre todo del sacramento de la eucaristía y de la reconciliación? ¿Descubre en la Iglesia algunas cosas que le entristecen? ¿Cómo vive esta realidad? .-Contraindicaciones: la intransigencia.

5.3. Historia de la vocación


- ¿Cuál es la historia de su vocación? ¿Qué personas o comunidades han jugado un papel importante? ¿Cuáles han sido sus motivaciones, tanto primarias como secundarias? ¿Ha hecho una elección voluntaria y libre acerca de la vida celibataria? ¿Cómo han reaccionado su familia y sus amigos?

.- Su vocación, ¿ es una vocación clara y definida para tal o cual Orden, Congregación, monasterio o seminario? ¿Está convencido de que es el Señor quien le llama? ¿Cuáles son los pasos que va a dar para llegar a un discernimiento decisivo? ¿Desea ingresar para poder realizar sus proyectos o está con deseos de ponerse al servicio de la diócesis, de la Orden, de la Congregación o del monasterio? ¿Cómo va a reaccionar si no es aceptado?

Es evidente que las respuestas a todos estos interrogantes mostrarán lo que hay de positivo y negativo. Nadie es perfecto. Pero en su conjunto, la balanza deberá inclinarse del lado de lo positivo.