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EL ESPÍRITU RENUEVA LOS MINISTERIOS

Mensaje pastoral del Sínodo de Obispos de Québec

.UNA SITUACIÓN NUEVA

Inspirados en el Concilio Vaticano II y teniendo muy presente la evolución de la situación de la Iglesia y de la sociedad de Québec, las diócesis y parroquias se sienten dispuestas, después de veinte años, a realizar grandes cambios a fin de adaptar sus servicios pastorales.

Poco a poco, los fieles no ordenados han ido participando en el ejercicio de la tarea pastoral y, con frecuencia,han contribuido al resurgir de nuevos servicios para poder dar respuesta a las nuevas situaciones creadas. De este modo han ido apareciendo ministerios, basados en el bautismo y la confirmación, al mismo tiempo que se implantaba de manera estable el ministerio del diaconado permanente.

Esta evolución se ha desarrollado no precisamenete partiendo de un plan sistemático o de ideas preestablecidas, sino más bien a medida que las necesidades reales iban apareciendo sobre el terreno. Esta evolución no se ha realizado, sin embargo, al azar; ha venido acompañada de una reflexión que tiene en cuenta, al mismo tiempo, tanto la vida de la Iglesia como las exigencias de su misión y de su naturaleza comunitaria.

Los cambios no han sido siempre fáciles. Sacerdotes y laicos han contribuido a abrir nuevos caminos, afrontando a veces resistencias e incomprensión a su alrededor. A fuerza de paciencia y caridad, de flexibilidad y de creatividad, las ideas se han abierto camino y se traducen en hechos. Rendimos nuestro homenaje a todas las personas que han hecho posible que este progreso tuviera lugar y haya fraguado.

Nos parece llegado el momento de analizar la situación para tomar conciencia de lo conseguido, precisar algunos matices y escrutar las pistas más seguras de cara al futuro.

LOS MINISTERIOS VERDADERAMENTE NUEVOS

Conviene hacer notar, de entrada, que los nuevos ministerios, según su propia naturaleza, no son soluciones de momento para paliar la escasez actual de sacerdotes. Se trata, más bien, de una nueva puesta al día de recursos que siempre han existido en la Iglesia. Esta renovación se aplica también a los ministerios ordenados, que necesitan adaptarse constantemente a las circunstancias.

El diaconado permanente se restauró en Québec ya hace veinte años. Los obispos han querido que este ministerio sacramental esté orientado, entre nosotros, al servicio de la caridad en el interior de la realidad social de cada ambiente, sin por ello excluir el servicio a la palabra de Dios y a la celebración de la fe.

Una de las grandes novedades de nuestra vida eclesial es la aparición de ministerios ejercidos por laicos. Se ha seguido, pues, un reparto de tareas, unas mirando hacia la condición propia de los sacerdotes, otras a la condición propia de los laicos. Se ha llegadoasí a que una funciónde suplencia sea realizada por unos o por otros y esto por diversas razones.Esto está todavía por llegar; pero fundamentalmente, los laicos no reemplazan a los sacerdotes ni los sacerdotes a los laicos.

LO CONSEGUIDO

Estos nuevos ministerios permiten a los sacerdotes delimitar en qué consiste su propia tarea. Se clarifica progresivamente conjugando la experiencia con la reflexión teológica. Mediante la ordenación, el obispo, el presbítero y el diácono están habilitados para ejercer una función, como la celebración de los sacramentos, el pastoreo, la evangelización. Se convierten y son también un signo para llamar la atención sobre el hecho de que la Iglesia no se crea a sí misma, que es un don de Dios. El aspecto sacramental del ministerio ordenado es ciertamente una realidad que no se puede perder de vista.

Con los nuevos ministerios se hace también el aprendizaje de la colaboración y de la corresponsabilidad en el ejercicio de la misión pastoral. La coparticipación hombres-mujeres en las tareas eclesiales adquiere una gran resonancia. Se descubren y se ponen de relieve los recursos humanos y espirituales que de otro modo correrían el riesgo de permanecer ocultos. El ministerio se beneficia las experiencias de la vida laica y secular.

Se da una tendencia, cada vez menor, a oponer sacerdotes y laicos y a tener a los primeros como único polo de referencia. La mira se pone ahora, sobre todo, en la comunidad cristiana, en su misión y en cómo se articulan los diversos ministerios para cumplir con su misión. Recomendamos proseguir en este sentido, en espíritu de fidelidad al Concilio Vaticano II, privilegiando el aspecto comunitario de la Iglesia.

A través de cuanto se vaya creando con imaginación y generosidad, se irá verificando un discernimiento y se impondrán las clarificaciones.En la Iglesia todo ministerio es un servicio, pero no todo servicio es necesariamente un ministerio. El ministerio es un servicio concreto ligado a la animación de las comunidades cristianas. Supone una responsabilidad real reconocida. Un ministerio compromete a una persona de manera estable después de un discernimiento vocacional, una formación específica y un "envío" pastoral o su equivalente. Todo ello no debe subestimar, incluso si no conserva el nombre de ministerio, cada uno de los servicios desempeñados en la Iglesia. Por encima de todo, lo que verdaderamente importa en la Iglesia es el espíritu de servicios.

UNA BÚSQUEDA ABIERTA EN TORNO A LA MISIÓN

Exhortamos a las comunidades cristianas a mantenerse en una disposición acogedora hacia los nuevos ministerios. No los consideramos como un remedio para salir del paso ante la falta de clero numeroso y omnipresentecomo se daba hasta hace poco. El Espíritu trabaja en nuestras comunidades y hace surgir en ellas algo nuevo. Sería de desear que cada comunidad tuviera el deseo de encontrar y formar en su seno los recursos ministeriales que pueda necesitar.

Entre estos recursos están los sacerdotes. Ellos son y serán siempre necesarios en la Iglesia católica. Por otra parte, una evolución generosa y racional de los ministerios no ordenados, no dejará de suscitar llamadas a los ministerios ordenados.

La preocupación por conferir nuevos y significativos ministerios no debe replegar a la Iglesia sobre sí misma y sus necesidades internas. Los ministerios no están solamente al servicio de su vida interna sino también de su misión. Ellos traducen el espíritu misionero que anima a nuestra Iglesia y que esperamos continúe haciéndolo.

Se nos requiere seguir investigando en la acción de gracias y en la esperanza. No queremos sentirnos envueltos en ninguna maniobra de repliegue sino más bien en un impulso para recorrer caminos nuevos que nos va haciendo descubrir el Espíritu de Pentecostés.