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    Cómo mejorar nuestra predicación sagrada

     

    Ahora aterrizamos en la parte operativa: cómo hacer en la práctica la predicación, sea homilía, discurso, panegírico, reflexión eucarística, meditación, etc. Se trata de la preparación práctica de la predicación.

    Primer consejo: no se debe preparar esa predicación la víspera. Hay que prepararla al menos durante toda la semana. La homilía o el discurso no se hace; surge, crece, madura. Y todo crecimiento necesita tiempo de fecundación. Una semana o quince días, mínimo. Sólo así esa predicación tendrá el perfume de la intimidad con Dios y la preparación consciente y seria. Habría que dedicar un buen rato en la semana a leer las lecturas del domingo o fiesta correspondiente; leer también algunos comentarios a la lecturas; ver qué problemas de la vida cristiana y humana de mis parroquianos quedan afectados por esas lecturas.

    ¿Qué método? Depende mucho de los talantes y talentos personales y de las diversas circunstancias. Es bueno fijar por escrito las ocurrencias y puntos de vista que a uno le han ido sobreviniendo durante el proceso de la preparación, pues lo que no se fija por escrito se olvida. Y sobre todo, hay que fijarse desde el inicio el objetivo de esa predicación: ¿qué quiero conseguir con esta predicación? ¿Explicar, persuadir, motivar, demonstrar, emocionar, convencer?

    ¿Cómo hacer: partir del texto bíblico al hoy; o partir del hoy al texto bíblico y volver al hoy?

    Unos prefieren partir del texto bíblico y después aplicarlo al hoy. Está bien y es lógico. Otros prefieren partir del hoy para ver si ese texto bíblico ilumina ese hoy. Es el método inductivo que siguió la Gaudium et spes del concilio Vaticano II. Este método es psicológicamente más eficaz hoy día, porque el oyente viene con todos sus problemas del hoy.

    Siguiendo este segundo método psicológico, ¿cuál sería el esquema a seguir?

    - Motivación: hay que preparar al oyente antes de presentar los problemas y las soluciones. Esto se puede lograr narrando una vivencia que genere interés, un hecho histórico, una anécdota bien narrada, una noticia mundial, que venga a cuento con el tema que trataremos en la predicación. Así se logra lo que los clásicos llamaron “captatio benevolentiae” del oyente, es decir, que el oyente me escuche y se suba al tren de mi predicación. Si no, fácilmente desconecta y baja.

    - Presentación del problema: se formula el problema vital que afecta al oyente y que exige solución. Por ejemplo: “La pena de muerte es un problema que nos preocupa a todos. Tengo aquí unas estadísticas espeluznantes de los estados que han permitido la pena de muerte en pleno siglo XXI…..Delante de esto, ¿qué dice Dios, la Iglesia, nuestra conciencia?”.

    - Objeciones al tema: se presentan las dificultades al respecto, las objeciones en contra de la fe o en contra del objetivo de la predicación. Esto hace san Pablo en Rm 3, 1-8.

    - Oferta de solución: el predicador presenta una solución adecuada al problema en una forma y lenguaje comprensibles, de modo que la cuestión tratada encuentre aquí una respuesta. La solución tiene que venir de la Sagrada Escritura o de la tradición de fe, si el tema es espiritual. O de la ciencia y filosofía, si el tema es científico o especulativo.  

    - Refuerzo de la solución: se da la solución para las situaciones concretas. La predicación no puede terminar con generalidades. La solución tiene que provocar cambios en la vivencia práctica de los oyentes. Es una invitación como resumen de lo dicho, pero que toque ya la situación concreta. Aquí se dan ejemplos de cómo vivir esa verdad que expliqué en la solución.

    Continuaremos…