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LOS RELIGIOSOS, EVANGELIZADORES NUEVOS

III

Luis Rubio Morán**

 

III. ALGUNAS “EPIFANÍAS” DEL AMOR DE DIOS, PECULIARES DE LA VIDA RELIGIOSA

Sin pretender entrar en todos y cada uno de los “servicios del amor” propios de la vida religiosa, cosa imposible dada la abundancia y peculiaridad de cada uno de los carismas congregacionales, sí se deben indicar algunas de las epifanías del amor de Dios que están más en sintonía con el paradigma teológico expuesto, con los rasgos existenciales señalados y con los contenidos, el estilo y el talante de la nueva evangelización.
A este respecto parece obligado incluir un doble capítulo: lo que podríamos llamar “los criterios para las opciones de presencias y actuaciones”, y algunas de las “opciones de actuación”, o, como los llama la Exhortación Vita Consecrata, los “aréopagos” más urgentes de la misión115.

1. Criterios de opción de presencias y actuaciones.

1.1. La vida religiosa realiza su función evangelizadora fundamentalmente, como se ha advertido, desde su propio ser, desde su propio significar. Por lo mismo, la máxima urgencia es el que la vida religiosa lleve su carácter parabólico y lo haga presente en todos los campos de su actuación, teniendo en cuenta tanto el lugar donde lo realiza (centro-periferia), como los destinatarios a los que sirve (ricos-pobres), como, sobre todo, el modo de realizarlos, del que forma parte sustancial el que nunca se consideren ni muestren como “profesionales”, sino siempre como “testigos”. “Hoy día nuestros pueblos necesitan “nuevas parábolas” en favor de una humanidad no discriminante, que no valore al hombre solo por su capacidad intelectual, por sus ideas religiosas, por su gratitud, por su educación, por su dinero, por su poder social. Parábolas que hablen de Dios con el lenguaje de nuestros contemporáneos. Pero del Dios que hace salir su sol sobre buenos y malos, que tiene siempre abierta la puerta de la casa para el hijo pródigo, que no arranca la cizaña (qué sería una institución educativa o sanitaria en esta clave?)”116.

 1.2. En segundo lugar, la vida religiosa debería evitar la acumulación de presencias de actuación en los mismos lugares, sobre todo, cuando, como ya hemos indicado, se trata de presencias semejantes, que se superponen y aun a veces entran en competencia entre ellas y luchan por la conquista del espacio evangelizador117.

1.3. Cualquier opción ha de situarse en el ámbito de la “opción por los más pobres”, por los más débiles, por los más marginados y excluidos. Han de privilegiar, atender y cuidar las nuevas pobrezas. Entre todos los llamados “terceros” y “cuartos” mundos, se señalan con razón la acogida a los emigrantes y desplazados, la atención a los proscritos por las nuevas enfermedades, el cuidado de todos aquellos que no encuentran acogida en la sociedad actual. “Que en sus decisiones otorguen un lugar privilegiado a los enfermos más pobres y abandonados, así como a los ancianos, incapacitados, marginados, enfermos terminales y víctimas de la droga y de las nuevas enfermedades contagiosas” (VC 83)118.
Como una parte de este mundo de los excluidos-marginados, comienza a apuntarse la necesidad de presencia en el mundo de los “desilusionados”, generado por esta sociedad que se ha apartado de lo comunitario y solidario y se ha refugiado en el “autismo social, en el solipsismo psicológico y en el subjetivismo absoluto, y ha generado el mundo de los solitarios, de los desilusionados, de los desesperanzados, que perdieron el sentido existencial de la vida, los faltos de sentido de la trascendencia, instalados en el inmanentismo, en el consumismo; los desempleados estructurales, con sus secuelas de ansiedad, soledad, sentimientos de inutilidad (cfr. VC 103)”119.

1.4. Estar en las fronteras obliga a la vida religiosa, como vimos también, además de al permanente discernimiento de sus lugares y modos de presencia y de actuación, a un esfuerzo constante de ima ginación y creatividad frente a las nuevas demandas y preguntas. “El (el Espíritu) llama a la vida consagrada para que elabore nuevas respuestas a los nuevos problemas del mundo de hoy. El coraje, la valentía, la confianza en la providencia, de la que hace gala la vida religiosa, debería colocarla permanentemente en una movilidad y movilización para “dar las respuestas más apropiadas incluso a las más espinosas cuestiones” (VC 73). Si siempre se les ha encontrado a lo largo de la historia en las avanzadillas de la misión, este deberá continuar siendo su talante a pesar de las dificultades actuales procedentes de la disminución de sus efectivos numéricos y de la edad cada vez más avanzada de sus miembros. El peligro mayor es resignarse a un repliegue sobre sí mismas, sobre sus problemas, para terminar por encerrarse en “residencias de ancianos”. Cuanto menos son menos deben preocuparse por “sobrevivir”. Más deben abrir el horizonte de su expansión misionera y creativa sin encerrarse en espacios de “seguridad social” y de lo ya conocido y experimentado.

1.5. Hay que subrayar la necesidad de que la vida religiosa pase de la curación de las heridas del mundo a resanar organismos y sistemas, estructuras e instituciones. Que no se reduzca a ofrecer servicios, por urgentes, necesarios y competentes que sean, sino que también intente influir en las estructuras de aquellos ámbitos en los que se mueve, especialmente en los educativos y sanitarios. Si es verdad que la transformación de las estructuras será la tarea de los laicos, los religiosos tendrán su propia acción: crear conciencia y denunciar las heridas del organismo social del sistema como tal, ofrecer siempre nuevas utopías de funcionamiento y estructuración, “infundir espíritu”, animar a su transformación especialmente en eso que se conoce como “humanización” de las mismas, es decir, ponerlas al servicio del hombre, y no de otros intereses120.
Esta transformación de las estructuras tiene su aplicación específica en el campo de la sanidad en “evangelizar los ambientes sanitarios” en que trabajan, “tratando de iluminar... el modo de vivir, sufrir y morir de los hombres de nuestro tiempo. Es tarea propia dedicarse a la humanización de la medicina...” (VC 83). “Se trata de “humanizar el servicio”, reconocer la identidad de los enfermos, estimular su defensa. Una perspectiva crítico-dialogal constructiva frente al progreso científico tecnológico. Crear conciencia del absoluto del destinatario del servicio por encima de los intereses profesionales de los servidores. Hacer vocacionados a los “trabajadores” del campo”121. Y, sobre todo, en “crear comunidad” en ese ambiente, es decir, luchar y contribuir al establecimiento de relaciones fraternas, cordiales, entre todos los componentes de la estructura sanitaria, entre los profesionales de la salud y de ellos con los enfermos a quienes atienden122.

En el campo de la educación (cfr. VC nn. 96-97) serán ellos también los impulsores de la “comunidad educativa”, “dar vida a ambientes educativos impregnados del espíritu evangélico de libertad y de caridad, en los que se ayude a los jóvenes a crecer en humanidad bajo la guía del Espíritu” (GS 8) (VC 96). Convertir la institución educativa en una institución-parábola: por la calidad de las relaciones en la comunidad educativa, entre los profesores y los alumnos, la dirección y los colaboradores; por el sentido vocacional del crecimiento y de las opciones profesionales de los alumnos; por formar para la no competitividad y la no violencia, sino para el servicio, para la colaboración, para la gratuidad; porque predica y se convierte en “artista de la libertad” frente al anhelo de poder y de dominio; porque realiza una verdadera “pedagogía del misterio”, de la vida, de la existencia humana, del Dios presente en la historia; por su opción por la vida; por la sensibilidad para los pobres, por la cultura y los valores de la solidaridad123.

El tercer ámbito de este ejercicio es el de la lucha por la justicia y contra la pobreza y explotación de los pobres. “Es misión de la vida consagrada iluminar las luchas populares por un nuevo orden mundial basado en la justicia de la alteridad y de la internacionalidad, y no apenas la defensa de la justicia de la imparcialidad y de la racionalidad. Al mismo tiempo hacer alianzas con grupos que luchan por la justicia, por la paz y por la integridad de la creación: los derechos y las necesidades de los pueblos y los derechos de la naturaleza, como fuerzas iluminadoras, modelos de amparo y articuladores de protagonistas teniendo como presupuesto teórico la teología de los excluidos”124.

1.6. Desde la conciencia y la vivencia de la gratuidad, que es una de las señales del reino, y especialmente de la vida religiosa (cfr. VC 104-105), ésta deberá cuidar que el valor y la práctica de la gratuidad estén presentes y patentes en todos los servicios que preste o las estructuras en las que se inserte. Deberá evitar, por lo mismo, la “economización” de sus servicios, cualquier tipo de actuación que pueda aparecer como negocio, como búsqueda de la rentabilización económica, como explotación.

1.7. Es evidente que cada congregación debe mantenerse dentro de las líneas fundacionales del propio carisma (cfr. VC 36. 37.49.81). No se trata de atender a cualquier tipo de necesidad, como si fueran todas aptas para cualquier servicio y obligadas a atender todas las llamadas y urgencias de la historia, sino mantenerse dentro de los ámbitos de las pobrezas para las que nació, que habrán adquirido hoy nuevos rostros.

1.8. Finalmente, no se puede olvidar que toda evangelización comporta un anuncio explícito de Jesucristo(EN 22.42). “Entre los posibles ámbitos de la caridad, el que sin duda manifiesta en nuestros días, y por un título especial el amor al mundo “hasta el extremo”, es el anuncio apasionado de Jesucristo a quienes aún no lo conocen, a quienes lo han olvidado y, de manera preferencial, a los pobres” (VC 75). Aquí no hay lugar, como en el caso de los laicos, a la polémica de los cristianos “de presencia” y los cristianos “de mediación”125. La vida religiosa es explícitamente confesante. Siempre, en todos sus lugares, para todos sus destinatarios, son cristianos de “presencia”.

2. Algunos servicios o areópagos específicos.

2.1. Maestros y escuelas de oración
La vida religiosa en cualquiera de sus manifestaciones ha de privilegiar el prestar a la Iglesia y a todos los cristianos el “magisterio de la oración”, tanto la oración litúrgica como la oración individual de tipo meditativo y contemplativo.
Como es claro que a orar se aprende orando, participando en oraciones organizadas, bien orientadas, preparadas, la comunidad invita a orar con ella y enseña a orar con su implicación y participación vital en la oración, con la comunicación abierta, espontánea y auténtica de su experiencia de Dios y de fe, por la actitud de escucha de la Palabra y su permanente referencia a ella, por la permanente expresión de su sensibilidad ante las necesidades del entorno.
Para ello, hay que abrir las puertas de las casas, y organizar los horarios de manera adecuada para que los otros cristianos puedan participar en sus tiempos de oración comunitaria.
No basta este servicio. Han de promover además, “del modo más acorde al propio carisma, la creación de “talleres” o “escuelas de oración”, de espiritualidad y de lectura orante de la Escritura (lectio divina) (cfr. VC 94).
Estas “escuelas de oración” se convierten por sí mismas en escuelas de discernimiento y de acompañamiento vocacional. “No hay auténtica escuela de oración que no conduzca a la persona a tomar conciencia de la propia vocación bautismal y a hacer las consiguientes opciones evangélicas. No se puede limitar... a enseñar a hacer la oración. Las opciones evangélicas responden a las preguntas fundamentales de la propia vida: ¿qué quiere Dios de mí? ¿Dónde me llama?... La escuela de oración ofrece a cada persona una ayuda para discernir la llamada de Dios”126.
En este ámbito de la oración hay que insistir también en otro servicio que la vida religiosa, por su propia peculiaridad comunional, está llamada a ofrecer al mundo hoy. Son los encuentros de oración inter-cristiana e interreligiosa. Este encuentro oracional interreligioso se está demostrando, desde el decidido paso dado por Juan Pablo II en este sentido, en uno de los espacios fundamentales de encuentro y actividad ecuménica127. Con este servicio de la oración la vida religiosa presta una “respuesta de espiritualidad a la búsqueda de lo sagrado y a la nostalgia de Dios” (VC 103), tan presente de nuevo en nuestro mundo y que está en el origen de la “huida a las sectas” que tanto se lamenta y contra la que tan poco se hace.
Dicho servicio implica un talante de acogida cordial, de disposición y preparación para acompañar personalmente a los que llegan, sin discriminación de personas, con especial atención para los más pobres, que, en este campo, son los más alejados, los que tienen menos experiencia de orar.

2.2. Experiencias y escuelas de diálogo.
 Un segundo servicio, en el que la vida religiosa puede y debe significarse como maestra, es el del “diálogo”. El ejercicio del diálogo intracomunitario prepara a los religiosos para el diálogo reconciliador entre las plurales diferencias y diversidades que enfrentan a los hombres en nuestro mundo. Se señalan a este respecto especialmente el diálogo interreligioso (VC 102), el diálogo ecuménico (VC 101), el diálogo entre varones y mujeres, el diálogo entre jerarquía y religiosos, entre religiosos y laicos.
Especialmente urgente y significativo en el actual contexto sociorreligioso y cultural será el diálogo fe-cultura. Los religiosos y religiosas deberían unir fuerzas y energías para propiciar y posibilitar, también aquí en los ámbitos de los propios carismas, y preferentemente en realizaciones intercongregacionales, “foros permanentes de encuentro” entre los agentes de cultura, especialmente artistas, intelectuales, profesionales de los medios de comunicación social. “No se puede realizar una seria y válida evangelización de los nuevos ámbitos en los que se elabora y transmite la cultura sin una colaboración activa con los laicos presentes en ella” (VC 98; cf. también 99).
Un aspecto especial del diálogo, al que ya hemos aludido, y del que la vida religiosa debe ser escuela, es el del diálogo entre pueblos y culturas, entre razas y religiones. Con especial énfasis, dado el actual contexto de rebrotes de los nacionalismos violentos y excluyentes en tantas partes, con visos de racismo, en lo que la Exhortación VIDA CONSAGRADA llama la “catolización” de los nacionalismos (VC 51).
Dentro del diálogo, un particular empeño de la vida religiosa ha de ser el dedicar personas preparadas para el acompañamiento espiritual personal, para la dirección espiritual y el servicio o ministerio de la reconciliación sacramental y/o existencial128.

2.3. El reto de la “feminidad”
Es sabido que la opción por lo femenino es señalada ya como una de las características del actual momento sociocultural. Lo ha de ser también de la vida religiosa no solo por eso sino por el dato sociológico bien conocido de que la mayor parte de la vida religiosa está constituida por mujeres.
Sin caer en los extremismos ridículos a que ha llegado alguna corriente feminista, incluso entre religiosas, con el consiguiente desprestigio e invalidación de una causa de por sí noble, la vida religiosa femenina debe aportar su reflexión serena, desde dentro, y, a la vez, cuando corresponda, su denuncia con energía y valentía, sobre el ser de la mujer y especialmente de la mujer consagrada, sobre su auténtico rostro, sobre su significatividad en el ámbito de la existencia humana y su traducción en la existencia cristiana, sobre el simbolismo del género en el campo de la revelación de Dios, del misterio trinitario, cristológico, del ser y condición de la iglesia y, por consiguiente, de la ministerialidad más adecuada y coherente con esa su especificidad.
La vida religiosa femenina tiene un especial ámbito de actuación no ya solo en ese “rescatar lo femenino” desde la reflexión, sino, sobre todo, en proclamar y conseguir la autonomía con relación a lo masculino, en concreto, de los religiosos y de los sacerdotes o capellanes, que tanto y tan penoso papel han desempeñado en tantas ocasiones manteniéndolas en una sumisión absoluta en estructuras, orientaciones y normativas. “La inmensa mayoría de los religiosos en Europa son mujeres y, sin embargo, el elemento masculino y clerical predomina injustamente en la reflexión teológica sobre la vida religiosa y en la ponderación canónica. Numerosas fundaciones religiosas, tanto antiguas como modernas, poseen una complementariedad e igualdad fundamentales entre una rama masculina y una rama femenina; sin embargo, en la vida religiosa se ha impuesto una funesta dependencia de las mujeres respecto a los varones”129.
Dentro de este campo de actuación de la mujer consagrada apuntamos uno especialmente importante y significativo: su presencia e intervención en los procesos de la formación de los sacerdotes, tanto la formación inicial como la formación permanente. Esto, que ha tenido ya un reconocimiento oficial, tanto en la Pastores dabo vobis (cfr. n. 66) como en la Vita consecrata (cfr. n. 58), ha de urgirse por los beneficios que comporta para el nacimiento y consolidación de ese nuevo tipo de presbítero “nuevo evangelizador” que la comunidad cristiana precisa130. Ellas, plenamente incorporadas a esos procesos, no meramente en el área del “servicio doméstico”, de la cocina y la limpieza, sin contacto ni influencia ninguna en la educación, - lo que con toda razón ha llevado a las religiosas a abandonar esta presencia en cierta medida humillante y en muchas ocasiones hasta explotadora-, y tampoco sólo en el campo de la enseñanza, como parece ser la tendencia e interpretación restrictiva del texto de la Pastores dabo vobis, aportarán en la formación de los sacerdotes la dimensión de la ternura (cfr. VC 57), lo que influirá sin duda en crear un tipo de presbítero-jerarca menos autoritario, más cercano y sensible a los problemas de los hombres. Asimismo contribuirá con su intuición al discernimiento vocacional, especialmente en el área de todo lo que afecta a la formación y vivencia del celibato pastoral.

2.4. El servicio en la ecología
La vida religiosa apostólica no puede desentenderse de prestar su propio y específico servicio en el campo de la ecología, dado que, como vimos en el capítulo primero, lo que en él está en juego no es solo la defensa de la naturaleza, sino “la comprensión misma de la creación y con ella del hombre y de su lugar y actuación en el cosmos. En la ecología se trata fundamentalmente del deterioro de las relaciones humanas”, y del rescate de lo femenino en cuanto que “el desequilibrio ecológico traduce el predominio de lo masculino, del dominio, de la fuerza, del poder, de la explotación, por encima de la contemplación”131.
El compromiso específico de la vida religiosa con la ecología complementa el de los laicos132. Por una parte, y desde su opción radical por la pobreza, como acentúa la Exhortación Vita Consecrata en las dos breves referencias que a este compromiso dedica (Cfr. VC 79a; 90a), ayuda a crear y rescatar el sentido de pertenencia que usa, respeta y ama frente al de posesión, que destruye y aniquila. Infunde y acentúa el sentido del misterio de Dios creador, de su Trascendencia, de su señorío único, de su amor a la tierra y al cosmos. Representa y simboliza la complacencia de Dios en y ante la contemplación del misterio y de la organización-belleza del cosmos.
Por otra parte, y desde su carácter de “parábola de la nueva humanidad” y de “experta en relaciones fraternas”, regenera las relaciones, trabaja y rescata la dignidad de las creaturas todas, en una relación cordial contemplativa con ellas, y especialmente la dignidad de cada persona, evitando toda utilización y manipulación para servir intereses propios. “Sólo puede existir fraternidad humana si hay fraternidad en relación a las demás criaturas y sólo puede haber esta fraternidad realmente universal si los seres humanos asumen su condición creatural. Dios, como el origen común de todo, es el único punto de partida para la conquista de nuevas relaciones humanas”133.
Dentro de esta regeneración de las relaciones humanas, adquiere especial relieve en este compromiso ecológico, la de las relaciones hombre-mujer, masculino-femenino. “La armonía de la creación, de las criaturas, pasa por la armonía de las relaciones hombre-mujer”. “La mujer es la respuesta de Dios al anhelo de comunión del hombre y del mundo. El hombre y la mujer son la presencia de Dios creador e inventor, uno para el otro y para las demás criaturas. La mujer es la garantía de la continuidad de la vida en la tierra con la ternura original de Dios. Los demás seres creados son necesarios para que los objetivos divinos puedan perseverar. De hecho, la relación femenino-masculino es de fundamental importancia para el establecimiento de una relación armoniosa entre todos los seres. Una mala relación entre hombre y mujer afecta a toda la creación; una buena relación es gracia para todo lo creado”134.

 

NOTAS


115Una respuesta altamente autorizada en linea de criterios y opciones ha sido dada por la UNIÓN DE SUPERIORES GENERALES en el Congreso sobre “La vida consagrada hoy” celebrado en Roma del 22 al 27 de noviembre de 1993, como preparación al Sínodo sobre la vida consagrada. Puede verse el texto en DOCUMENTATION CATHOLIQUE n. 2100 (1994) 792-796.
116J. C. REY GARCIA DE PAREDES, El reto de la evangelización a la vida religiosa apostólica, SEMINARIOS 35 (1989) 164.

117“Deberíamos evitar la acumulación de signos, el exceso de personal y de servicios en algunos lugares, porque entorpece la función significativa. Menos religiosos y religiosas en Europa, menos en las grandes ciudades y más en los lugares no evangelizados, más pobres, menos accesibles... Hemos de acoger aquellas llamadas que nos sitúan allí donde nos convertimos en reclamos para toda la iglesia, en pioneros de una nueva misión, en iniciadores de lo que después seguirá siendo realizado por otros” (J. C. REY GARCIA DE PAREDES, Un largo amanecer. El futuro carismático de la vida religiosa, VIDA RELIGIOSA 74 (1993) 454.
118Cfr. J. C. REY GARCIA DE PAREDES, a. c. p. 454. “Es determinante afirmar la solidaridad con los que están en el lado inferior de la historia: los pobres, los excluidos y los oprimidos en segundo grado; los marginados de la sociedad, sin posibilidades de acceso a las conquistas humanas, sin memoria, sin recuerdo, olvidados de la fama, del gozo, del asiento en la mesa y del nombre, siendo apenas vulgo, masa. Estos tiene sed y hambre de justicia de Dios”.(Id. Ibid. 458).
119S. GIALDI, Vida consagrada: renovação ou fragmentação, CONVERGÊNCIA 30 (1995) 393. “Heredamos una tradición de un Dios que se commueve con el grito de los excluidos (cfr. Ex 3, 7). No es posible seguir adecuadamente a Jesucristo si no se oye el grito de los excluidos. En cuanto religiosos o religiosas tenemos necesidad de escuchar, a semejanza del Siervo de Yave, para poder consolar y sugerir caminos (cfr. Is 50, 4).... El grito de los excluidos no siempre se hace a través de la voz ni de la palabra. En general ese grito no está articulado en palabras, sino que surge de modo inarticulado..., es en la audición interna que se halla el “decir” de nuestro pueblo. El pueblo apenas habla por medio de los canales oficiales. Revela poco también por sus expresiones formales. Pero si nos colocamos en su universo de su escucha escondida oiremos mucho. Lo decisivo no es lo que está escrito sobre el pueblo sino lo que en él está inscrito...” (J. ARDUINI, Destinaçao antropologica, Paulus, S. Paulo 1989, p. 120). “La escucha del grito de los excluidos requiere mucha atención para captar el “grito de esperanza y de angustia” que emana del subterraneo antropológico en que podemos encontrar a los preferidos de Dios. Hoy hay millones que marcan la historia con sus manos, su sudor y su sangre. Los religiosos y religiosas son llamados a asociarse a su causa. Este desafío se hace cada día nuevo...” (D. L. MERIN, Vida religiosa: solidariedade com os excluidos, CONVERGÊNCIA 30 (1995) 112.114).
120F. GIANOLA, Insieme al servizio della redenzione, VITA CONSECRATA 31 (1995) 733-734.

121L. A. de MATTOS, Serviço do(a) religioso(a) nas instituiçoes hospitalares. Emfoque etico-religioso, CONVERGENCIA 27 (1992) 560-561.
122Para una ampliación y profundización en este aspecto puede verse AA.VV. Religiosos al servicio de los enfermos, Publicaciones Claretianas, Madrid 1982; J. ALVAREZ GOMEZ, Lo específico de la vida religiosa sanitaria, VIDA RELIGIOSA 55 (1983) 68-79.
123P. M. ZULEHNER, Arriscar na fe por un mundo mais justo e humano, CONVERGÊNCIA 29 (1994) 120. Puede verse el número monográfico de VIDA RELIGIOSA dedicado a los Religiosos en misión educativa 52 (1982) 403-476.

124S. GIALDI, a. c. 461-562. Véase el volumen AA.VV. Responsabilidades eclesiales y sociales de los religiosos, Publicaciones Claretianas, Madrid 1978. Asimismo E. VIGANO, La misión profética de los religiosos en el compromiso de la promoción humana, VIDA RELIGIOSA 44 (1978) 296-302.
125Cfr. L. RUBIO, Los cristianos laicos, nuevos protagonistas de la evangelización, SEMINARIOS n.150 (1998) pp.391-439.

126A. LIPPI, Un ruolo centrale della comunità religiosa: diventare “scuola di preghiera”, VITA CONSECRATA, 31 (1995) 347.
127“Es urgente que en la vida de las personas consagradas se dé un mayor espacio a la oración ecuménica... para que con la fuerza del Espíritu Santo, sea posible derribar los muros de las divisiones y de los prejuicios entre los cristianos” (VC 100).

128“La nueva caridad apostólica no se expresa sólo en presencias e intervenciones asistenciales, sanitarias... Asume también las formas de acercamiento a las personas, hecha de atención, comprensión, amor, amistad, guía... La acción apostólica de los consagrados es praxis excepcional de apertura, amistad, acogida, escucha, disponibilidad en tiempo y en dedicación” (P. GIANOLA, a. c. 731).

129H. SCHALÜCK, a. c. 263.
130Cfr. el Editorial La mujer en la formación de los futuros presbíteros, que publicamos en SEMINARIOS 41 (1995) 149-159.
131A. MOSER, Ecologia e vida religiosa, CONVERGÊNCIA 27 (1992) 283.285.
132Cfr. en el capítulo 3?, pp.

133A. MOSER, Ibid. 292. Cfr. en la misma linea A. CASAGRANDE, Ecologia e inserçâo, CONVERGÊNCIA 30 (1996 ) 215-221.
134A. CASAGRANDE, a. c. 220.