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LA FORMACIÓN EN LA PEDAGOGÍA JESUÍTICA
Ha existido una tradición acerca de los colegios de los jesuitas. «Ser educado entre los buenos padres», como se decía, era evocar edificios austeros, el rigor de la disciplina, una forma de elitismo académico y social. Y se trataba por supuesto sólo de chicos. «Para la mayor gloria de Dios», según su lema.
Cinco nociones claves
Esta herencia está encarnada de forma especial en los “Ejercicios espirituales” del Fundador. Se basa en cinco conceptos claves: el contexto, es decir, una atención a cada persona, en su medio ambiente, para conducirla a lo mejor de su vida; la experiencia: es la persona entera, el cuerpo, el espíritu y el corazón, que reclama ser educada, y teniendo en cuenta que todo saber debe ser interiorizado, experimentado; la reflexión: conocerse a sí mismo, para buscar el sentido de su vida, y hacer una elección coherente; la acción, para crear el deseo de participar eficaz e inteligentemente en el bien común; y finalmente la evaluación, o la segunda lectura, por el profesor y por el alumno mismo, para sacar partido tanto de sus éxitos como de sus fracasos y dificultades. He aquí los fundamentos, sólidos y contrastados durante siglos.
Los azares de la historia, y en el siglo XX en particular, con el desarrollo de una educación nacional laica y gratuita, el descenso de las vocaciones religiosas, más particularmente las docentes, condujeron a los jesuitas a reconsiderar sus prioridades, así como la organización de sus colegios. Se ha hecho hincapié en una corresponsabilidad con los laicos para llevar adelante esta espiritualidad y esta pedagogía.
Los colegios mixtos han sido introducidos, a menudo más tarde que en otros centros, «pero se ha reflexionado mucho sobre ello, no abriendo clases mixtas en torno a un tercio de chicas, y preservando espacios no mixtos para los colegiales, a la edad en la que la diferencia de madurez es más grande entre chicas y chicos».
En 1996, el P. Kolvenbach, Superior general, escribía: «funciona a través del mundo una red de universidades, de institutos, de colegios y de escuelas que, en su gran diversidad, remiten a (…) una educación ignaciana. 2 000 instituciones se reconocen en esta orientación ignaciana, sin que sea necesaria la presencia de jesuitas.»
(Fuente: La Croix) |