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APORTE DE LA CLAR PARA LA V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO

1. Dentro de la tradición de los discípulos de Jesucristo surgió en la historia de la Iglesia la vida de los hombres y las mujeres que buscaban un seguimiento peculiar de Jesús, que con el transcurrir del tiempo se llamará Vida Religiosa, carisma del espíritu que forma parte de la vida y santidad de la Iglesia (LG 44).

Igualmente otras formas de consagración, desde la vida laical, fueron construyéndose como comunión de consagrados y consagradas que han estado activamente presentes en la evangelización e América Latina y el Caribe y han seguido floreciendo.

Para ser, más que para hacer, para vivir una pasión por Jesucristo que se expresa como pasión por la humanidad. Estos discípulos y discípulas continúan buscando hacer realidad el sueño de una Vida Consagrada, anclada en el evangelio, en los crismas fundacionales y abiertos a los signos de los tiempos (PC 2).

La Vida Religiosa y las diversas formas de Vida Consagrada dentro de la Iglesia, tienen su fundamento en su condición de seguidores y seguidoras de Jesucristo, fuerza carismática y profética que supera los límites de su utilidad pastoral, sobre todo parroquial, para dejar oír su voz dentro de la Iglesia, en espíritu de comunión con el magisterio latinoamericano y caribeño.

Es una vivencia en la historia de la comunidad trinitaria que expresa la diversidad de servicios y ministerio en la unidad fundamental de un mismo espíritu, el Espíritu de Dios que nos conduce a vivir en la unidad de un solo cuerpo. Una espiritualidad encarnada e inculturada será la expresión histórica de estas dimensiones.

2. Se va desarrollando, entre luces y sombras, una Vida Religiosa que mantiene su fidelidad a la opción preferencial por los pobres urgida por las Conferencias Episcopales de Medellín, Puebla y Santo Domingo, la cual ha llevado a algunos y algunas hasta el martirio.

En fidelidad a las pobrezas de siempre y a las nuevas pobrezas y exclusiones, los consagrados y consagradas se comprometen y caminan en comunión con todos los rostros señalados por Puebla y los nuevos rostros que ahora llegan a ser parte de ella: indígenas, afroamericanos, jóvenes de los sectores populares.

La Vida Religiosa y la Vida Consagrada, buscan recuperar lo esencial de sus vidas, se repiensan como estilos de vida en búsqueda continua de lo esencial, desprendidos de lo superfluo, esencial que hace de la experiencia de que “sólo Dios basta” de los místicos y místicas.

Envuelven así todas las dimensiones como protagonistas de estas historias: psicológicas, afectivas, eclesiales, comunitarias, formativas, teológicas, sociales y políticas.

3. Los desafíos sociopolíticos y eclesiales repercuten en la Vida Religiosa y Consagrada pidiéndoles tomar posición. Ellas viven igualmente desafíos internos como una experiencia de cierto cansancio y alta de entusiasmo, disminución de vocaciones y envejecimiento, dificultades en la vida afectiva y comunitaria, activismo, problemas de la formación de las nuevas generaciones, clericalización y parroquialización de la Vida Religiosa masculina, problemas económicos.

Al mismo tiempo, afloran nuevas dimensiones: profetismo, inserción de la Vida Religiosa y la vida consagrada en el pueblo de Dios, colaboración con los laicos, apertura a lo diferente y a la alteridad, vivencia de una nueva espiritualidad liberadora e inculturada, surgimiento de vocaciones de los medios populares, indígenas y afroamericanas.

4. La Vida Consagrada percibe que vive el sueño o los sueños, si es fiel y creativa en la búsqueda, si sigue buscando. Lo que intenta, no es tanto encontrar respuestas, crear otros modelos de Vida Religiosa y Consagrada, sino mantenerse en búsqueda.

Este proceso de recuperar los sueños del Vaticano II, Medellín, Puebla y Santo Domingo, se ha puesto en marcha en América Latina y el Caribe a través del caminar de la CLAR, que ha impulsado en promover una Vida Religiosa mística y profética, igualmente todos los esfuerzos de la CICSAL por abrirse a los signos de los tiempos.

Esta experiencia místico-profética está conduciendo: una mayor profundización de la experiencia espiritual del misterio de Dios en estrecha conexión con la vida del pueblo, su historia y sus luchas.

Una mística de ojos abiertos a una mayor respuesta profética a los nuevos desafíos de hoy, que llevan, a no solo dar, sino a recibir y aprender de las nuevas relaciones: desde la resistencia del pueblo a pesar de las nuevas pobrezas, las culturas autóctonas, mestizas y modernas, el diálogo intercultural e interreligioso, las mujeres: su marginación y su aporte como sujeto en la sociedad y en la Iglesia, las nuevas relaciones de género, los jóvenes y su sed de autenticidad y crítica, los ancianos y su aporte como sabiduría, en nos momentos en que la emigración en América Latina rompe los vínculos; la ecología como una nueva relación entre el ser humano y la naturaleza.

Y todo ello en una búsqueda itinerante de un nuevo estilo de vida que recupera su identidad y raíz laical, en una dinámica de comunión intercongregacional y eclesial.