volver al menú
 

ACOMPAÑAMIENTO Y DISCERNIMIENTO VOCACIONAL

por P. José Hidalgo (Ecuador)

I. VENID Y VEREIS

Toda vocación nace de un encuentro. De la misma manera que una vela recibe de otra el fuego y la luz, así es necesario un encuentro personal para que una vida ilumine y se encienda con el fuego de una nueva razón de vivir.

Toda pastoral vocacional que no se fundamente en el encuentro interpersonal, es pura teoría, planificación ineficaz, técnica de conquista y proselitismo, que a pesar de una aparente eficacia, no conducirán a un verdadero y decidido seguimiento de Jesús. Pues la vocación no es otra cosa que un encuentro y un seguimiento de Cristo. La pastoral vocacional tiene un punto de partida: la invitación. Invitación que no hace cualquiera, sino alguien que fascina por su forma de vivir. A los primeros discípulos jamás se les hubiera ocurrido preguntarle a Jesús: "Maestro ¿dónde moras?", si antes no les hubiese entrado ganas de conocerle de cerca, de entrar en contacto personal con él. Nadie busca la amistad y la confianza de otra persona si antes no ha visto en ella algo que convence, que atrae, que da sentido a las aspiraciones más profundas del corazón.

Una vez que se ha dado esta fascinación y atracción, viene un segundo paso: la invitación.Al que busca algo más de lo normal, al que aspira a una intimidad más profunda y personal, y no sólo se interesa, sino que pide un mayor acercamiento interpersonal, a ese el Maestro: sacerdote, hombre o mujer consagrado, cristianos, luz del mundo y sal de la tierra, le contesta y responde diciendo: "Ven, mira dónde y cómo vivo. No te quiero engañar. Comprueba tú mismo si lo que tú esperas de mí, lo vas a encontrar de verdad en mi forma de vivir. Ven a conocerme de cerca, para que no te hagas ilusiones y luego te decepciones".

Este primer encuentro, a solas en la intimidad, cara a cara o en un pequeño grupo, es decisivo. Es un punto de partida irreemplazable de toda pastoral vocacional, de todo proceso de acompañamiento y discernimiento vocacionales.

II. SE QUEDARON CON EL

Una invitación respetuosa de la libertad personal no busca sólo conquistar a alguien, por muchas cualidades que tenga y por muy idóneo que nos parezca para el sacerdocio o la vida consagrada. Un seguimiento a Cristo forzado por técnica de sugestión y aun psicológicamente impecable, aunque tenga una fuerte simpatía y admiración por parte del aspirante es algo muy peligroso. Puede ser el comienzo de un seguimiento despersonalizado, no libre ni maduro. Algún día pueden sorprendernos con decisiones que no comprendemos. Y es que en el acompañamiento y discernimiento vocacionales, lo más necesario pero al mismo tiempo lo más difícil es ayudar a madurar en libertad una decisión personal que lleve a optar por el seguimiento de Jesús.

Esto no invalida el hecho pastoral irrefutable de que nadie va a seguir a Jesús sin una experiencia personal y comunitaria aunque elemental e incipiente, un encuentro. ese alguien con quien es preciso encontrarse no es el Cristo resucitado, sino alguien que lo encarna, que lo lleva dentro: tú, yo, la comunidad cristiana.

Todos los que han dedicado sus vidas a la pastoral vocacional saben muy bien que son muchos los jóvenes que alguna vez en su vida han sentido el deseo de entregarse a Jesús y a su Iglesia, pero son pocos los que han sido verdaderamente, adecuadamente invitados. Y, son todavía menos aquellos que han aceptado la invitación y han visto y se han quedado. Porque, en verdad, sólo los testigos de un amor sin límites, son dignos de ser escuchados y de ser seguidos. Y esos testigos faltan a la Iglesia de hoy.

Vocaciones no faltan. Dios llama a todo ser humano a vivir un proyecto de vida según su eterna voluntad. Pero los hombres ignoran el plan de Dios. Falta tomar conciencia de quien es Dios y cuál es su voluntad concreta para cada persona en particular. Por eso la pastoral vocacional necesita estar presente en toda la pastoral de la Iglesia.

Para que no falten vocaciones en la Iglesia al sacerdocio y a la vida consagrada es preciso que tengamos muchos cristos vivos, iconos vivientes de Jesús de Nazaret, como Francisco de Asís y tantos otros modelos de seguimiento e imitación de Cristo que la Iglesia propone a nuestra contemplación y veneración.

La pastoral vocacional de la invitación, del acompañamiento y del discernimiento exige que seamos santos, que irradiemos un gran enamoramiento de Cristo, que a nuestro lado sientan los jóvenes que Jesús es la única razón de ser de nuestra vida, que nuestra vida es plenitud de gozo y esperanza. Una persona verdaderamente feliz y pacificada, atrae, fascina, contagia...Jesús necesita esta clase de personas que, como San Pablo, exclamen: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí". "Desde que le conocí, todo me parece basura en comparación con El".

III. IBAN CON EL POR TODAS PARTES

El acompañamiento es inseparable del seguimiento. No se puede acompañar a quien no quiere. La presencia, los consejos y el ejemplo de la vida del pastor de las vocaciones sirven para evitar desviaciones peligrosas y desánimos, que con un prudente acompañamiento pueden evitarse. Pero que quede claro: no es posible un acompañamiento sin un seguimiento, por incipiente que sea.

Este seguimiento de Jesús y el acompañamiento por parte del responsable de la pastoral vocacional no deben excluir ninguna dimensión de la vida y de la existencia. Tiene que llegar a ser una vida que acompaña a una vida, un seguimiento unido a otro seguimiento.

Sin esta forma de acompañamiento global es muy difícil el discernimiento. Esto implica una presencia de Maestro a Discípulo en la familia, en los centros educativos o de trabajo, en la calle y lugares de recreación y, sobretodo, en el seno de la comunidad cristiana; comunidad parroquial, movimiento o asociación apostólica.

Aunque nos inclinemos a dar una importancia muy especial a la vida dentro de la comunidad familiar y en el seno de una pequeña y verdadera comunidad cristiana, no deben, en absoluto, ignorarse los otros ámbitos de la vida de un joven. El mejor principio de acción pastoral es no ignorar nada de lo que realmente es espacio existencial del joven, por muy insignificante que parezca.

Jesús no fundó ningún seminario ni mayor ni menor. Lo que sí fundó fue un seminario itinerante. Los que se pusieron a seguirle le acompañaban a todas partes; comían lo que él comía, dormían donde les cogía la noche, se hacían amigos de los amigos de Jesús; tenían en común lo que les daban; cuando estaban solos, Jesús les explicaba los misterios del reino...El acompañamiento vocacional de Jesús ofrecía a sus seguidores la posibilidad de

con-vivir, en el sentido etimológico de la palabra; era una verdadera participación en su vida, en su historia personal, con todos los riesgos, alegría y gozos, la escasez de medios económicos, amenazas y conflictos propios de una vida recta y sincera.

Esta forma de acompañamiento, haciendo partícipes de nuestra propia vida sacerdotal o religiosa, llegando a un verdadero CON-VIVIR, es algo insustituible e imprescindible para llegar al verdadero discipulado de Cristo. Solo caminando juntos con los vocacionados al sacerdocio o a la vida consagrada se aprende a seguir a Jesús. Nadie podrá llegar a ser discípulo si no entra en la escuela del seguimiento de Cristo, con-viviendo con los que le acompañan y le muestran el camino de Cristo, con el ejemplo y la vida.

El maestro que tiene la difícil tarea de conducir a otros por la senda estrecha del seguimiento de Cristo, debe ir delante. Debe estar adelantado en la imitación de Cristo, pues de otro modo el seguimiento de quienes empiezan a caminar por los caminos del Evangelio será incierto, inseguro.

En cuanto al discernimiento no hay que preocuparse tanto. Si existe un verdadero caminar junto, sobre la marcha se irá manifestando quién es quién. De la forma como se realiza el acompañamiento dependerá la posibilidad de un verdadero discernimiento. En esto creo que tenemos que volver más y más radicalmente a las fuentes: a la forma como Jesús vivió y plasmó el ideal de un seminario itinerante, una verdadera escuela del discipulado.

IV. ¿CÓMO CONCRETAR ESTE ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL?

Es muy tentador el querer ofrecer recetas y soluciones hechas. Todos tendemos a lo más fácil y a asegurarnos automáticamente éxitos aplicando algunas técnicas o planes detalladamente elaborados. Muchos buscan unos materiales de trabajo ya elaborados, pero que se puedan aplicar sin mucha necesidad de reflexión personal y de estudio concreto de cada caso y de cada situación.

En la pastoral del acompañamiento vocacional hay que confiar mucho más en la creatividad que nace del encuentro interpersonal y del con-vivir que de las técnicas y estrategias que se puedan copiar y aplicar. Hay un elemento imprevisible en todo acompañamiento vocacional que exige nuestra creatividad pastoral. No es que haya que improvisar a la ligera, pero sí hay que responder desde el corazón y desde la experiencia personal a los interrogantes y a las situaciones que la vida misma va a ir planteando.

Estructuras de acompañamiento

No hay acompañamiento sin comunidad. Y entre todas las formas de comunidad del joven y del adolescente, las más importantes son la familia, la escuela-colegio y la comunidad cristiana.

La estructura ideal del acompañamiento es la familia, a condición de que esta sea una verdadera "ecclesia domestica". Ella constituye la célula madre, el seno materno de la vida humana y cristiana. Nunca se insistirá lo suficiente en el papel que desempeña la familia en el acompañamiento vocacional. Yo creo que no exageramos si consideramos a la comunidad familiar en el centro y cumbre de nuestra pastoral vocacional. El Papa Juan Pablo II en el mensaje para el día de las vocaciones lo dice de una manera bellísima y convincente. Esto nos lleva a afirmar que el primer acompañamiento vocacional debe realizarse en la familia y desde la familia. Si la familia llega a ser una verdadera iglesia doméstica, allí nacerá y crecerá la semilla de la vocación como en tierra fértil, como en el mejor de todos los seminarios. A este respecto quisiera contar lo siguiente: "El día de la ordenación sacerdotal de un joven, un obispo saludó a sus padres y los felicitó por la vocación de su hijo. Cuando les felicitaba preguntó a la mamá:"¿desde cuánto tiempo tiene vocación su hijo? La madre respondió:-Sí monseñor, desde el día en que nació yo se lo entregué a Dios. Yo le pedí que me lo aceptara e hiciera de él un sacerdote". este hecho muestra la realidad de la misión imprescindible de la familia en la pastoral vocacional.

Por eso, concluyendo, hay que decir que todo lo que se haga en favor de la familia para que se convierta en una verdadera iglesia doméstica, es la mejor forma de asegurar el acompañamiento vocacional.

Los centros educativos

Cuando una escuela o un colegio (prescindo de la etapa universitaria pues reviste unas características muy especiales) prescinden totalmente de la dimensión comunitaria y sólo son centros de aprendizaje, constituyen un riesgo muy serio para el acompañamiento.

En cuanto a los colegios y escuelas católicos, hay que reconocer grandes deficiencias en lo que respecta al acompañamiento vocacional. Curiosamente -habría que tener unas estadísticas serias- la mayor parte de las vocaciones vienen de jóvenes, alumnos de colegios no católicos. Habría que reflexionar seriamente en las razones y causas de estos hechos.

Las vocaciones son el signo y el termómetro de una verdadera vida de comunidad cristiana. Quizás en los colegios católicos falla precisamente el elemento comunitario y cristiana.

Sería importante preguntarnos cómo se enseña a orar y cómo se ora en nuestras escuelas y colegios católicos. La enseñanza de la religión ¿no prescinde demasiado del contacto directo y vivo con la Biblia como palabra de Dios?. El testimonio de los que dirigen e imparten enseñanza en esos colegios y escuelas, ¿no es pobre y hasta contrario al evangelio?.

Quizás haya que revisar la razón de ser y el modo de concebir las escuelas y colegios católicos; no sólo como comunidades educativas y de transmisión y creación de cultura, sino como verdaderas comunidades cristianas educativas al servicio del anuncio del Evangelio.

¿Cómo hacer posible este cambio? Mucha imaginación, creatividad y riesgo apostólicos son necesarios.

Hay colegios católicos, dirigidos por comunidades religiosas que no han dado ni una sola vocación a la misma congregación que los regenta. Esto no es normal.

Pequeñas comunidades

Junto con la familia, es la pequeña comunidad cristiana la clave de la pastoral vocacional. En esto hay que ser muy amplios de miras y muy abiertos a la acción del Espíritu. Todavía existe un clericalismo dominante, sobre todo de ciertos párrocos que no han comprendido que el futuro de la parroquia sólo puede concebirse como una "comunidad de comunidades". Y cuando se habla de pequeñas comunidades cristianas no hay que excluir a ninguna; pues allí donde dos o más están reunidos, con o son párroco, allí está Jesús en medio de ellos.

Hoy día es ya evidente que la gran mayoría de las vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada, sobre todo en los países más ricos y secularizados provienen de los nuevos movimientos y de las pequeñas comunidades, estén o no bajo la dirección directa de un párroco. Todo lo que contribuya a fomentar, promover y acompañar al crecimiento y maduración de estas pequeñas comunidades cristianas tendrá ciertamente un efecto muy alentador en el nacimiento, crecimiento y maduración de las vocaciones.

El tiempo libre

Cada vez es más grande el tiempo libre de que dispone el hombre moderno y sobre todo el joven. Una pastoral de acompañamiento vocacional no puede en absoluto dejar de lado todo ese espacio dedicado al esparcimiento, a los medios de comunicación, al deporte. Una pastoral vocacional de acompañamiento debe, como decíamos, englobarlo todo, todos los espacios en donde vive y se existe. En este sentido son una ayuda insustituible los movimientos y organizaciones juveniles, misione, campamentos. Si la iglesia, y pienso en cada uno de nosotros los sacerdotes, los religiosos y religiosas, perdemos la legitimidad y la capacidad de acompañar a los jóvenes en su crecimiento y maduración, para insertarse en la vida social y en la iglesia como adultos maduros y responsables, si esto llegase a suceder, habríamos perdido la batalla del futuro.