PSiendo Juan de Ávila «mozo de edad de catorce
años, le envió su padre a Salamanca a estudiar Leyes,
y poco tiempo después de haberlas comenzado
le hizo nuestro Señor merced de llamarle con muy
particular llamamiento. Y, dejado el estudio de las
Leyes, volvió a casa». Estas palabras de fray Luis de
Granada dan la clave para entender al Maestro Ávila.
Aquel joven destinado a éxitos y honores se retira
a su casa de Almodóvar del Campo. Allí considera lo
que le ofrece el mundo y opta por servir de veras a
Dios. Estos años de soledad cambiarán su existencia:
estudia Teología en Alcalá, se ordena sacerdote
y acude a Sevilla para ir de misionero a México. Pero
el arzobispo Manrique, al comprobar el celo de este
evangelizador apasionado y teólogo brillante, lo retiene
como colaborador; entonces se revelará como
un excelente predicador, maestro y consejero espiritual
en la nueva misión de aquellas tierras.
Mas este hombre del Renacimiento no hubiera sido
universal sin el segundo retiro, esta vez obligado,
en la cárcel sevillana de la Inquisición. Aquel aparente
fracaso aceleró su madurez como creyente y forjó
su vocación como escritor. Allí concebirá el Audi, filia,
su primera y gran obra, a la que seguirán libros,
memoriales y cartas que extenderán sus ideas por
España, Europa y el Nuevo Mundo.
Apóstol de Andalucía, patrono del clero secular
español, doctor de la Iglesia, Juan de Ávila (1500-
1569) sigue siendo maestro y compañero de camino.
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