LIBRO VOCACIONAL RECOMENDADO
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SUSAN K. WOOD

EL SACRAMENTO DEL ORDEN. Una visión teológica desde la liturgia

CPL, Barcelona 2008, 218 páginas

 

Todos los grandes tratados de antropología ponen de manifiesto que el ser humano posee, entre los atributos que cualifican su peculiar modo de existencia sobre el mundo, capacidad simbólica, es homo simbolicus; es decir, capacidad de intuir diversos planos de la realidad a partir de aquello que pertenece a su experiencia inmediata, ya se trate de acontecimientos, vivencias o elementos materiales. La sociedad de la imagen, de las nuevas autopistas de la información y la realidad virtual ha tenido, y aun está en pleno desarrollo, un fuerte impacto negativo en la capacidad simbólica del ser humano. La facultad imaginativa humana ha pasado a depender por completo de los productos estéticos y audiovisuales de la sociedad contemporánea. Productos que, a pesar de su sofisticación, van agotando progresivamente el horizonte de sentido de la existencia humana; pues ésta ha quedado reducida a los límites impuestos por las producciones tecnológicas. La cotidianidad ha dejado de ser fuente de inspiración. Las mismas expresiones artísticas contemporáneas exploran universos estéticos y, en último término, de sentido, que dicen querer huir de la ruindad de una realidad ya agotada en su evidencia.

La experiencia religiosa no es ajena a esta evolución. Es cierto que «la religión ha acompañado desde el principio la irrupción de la creatividad en el mundo» (J.A. Marina); pero no es menos cierto que, en la actualidad, muchos observadores perciben su capacidad creativa agotada y carente de recursos para atraer la atención de la saturada imaginación del hombre contemporáneo (incluido el propio cristiano). Tanto la teología litúrgica como la sacramentología de los últimos decenios son conscientes de esta situación. Tras el impulso dado por el Concilio Vaticano II son muchos los trabajos dedicados a la liturgia y los sacramentos que han advertido, tanto en perspectiva teórica como práctica, el potencial pedagógico que encierra la liturgia cristiana como encarnación vital de la inteligencia de la fe y la auto-comprensión de la Iglesia, y como instrumento de evangelización de un Pueblo de Dios necesitado de revitalizar el sentido profundo y el alcance existencial de aquello que celebra.

Pues bien, esta es la convicción de fondo desde la que la profesora norteamericana Susan K. Wood ha escrito la obra que presentamos: una exposición de la identidad teológica del sacramento del orden que toma como punto de partida y referencia fundamental la caracterización litúrgica de este sacramento en la praxis celebrativa de la Iglesia Católica. No es el primer estudio contemporáneo de este tipo, como pone de manifiesto la bibliografía que culmina el texto, pero sí constituye una valiosa aportación como prueba fehaciente de la enorme riqueza que atesora la eclesiología conciliar y su manifestación en la praxis celebrativa de la Iglesia (/ex orandi, lex credendi). De hecho, al acabar la lectura del libro, nos queda la impresión de que aún nos encontramos en los albores de la recepción del Vaticano II, cuya magnitud aún no ha eclosionado del todo en el seno de la comunidad cristiana.

Basta echar una ojeada al índice para advertir que la autora ha decidido escribir este estudio afrontando el sacramento del orden como una realidad viva, dinámica y especialmente ligada a la sacramentalidad básica de la Iglesia (cf. Lumen Gentium, 1) y a la percepción teológica que ésta tiene de sí misma. A esta caracterización responde el encuadre del sacramento del orden en el seno de la eclesiología contemporánea (capítulo I), y el repaso a la articulación del rito litúrgico de la ordenación de obispos, presbíteros y diáconos (capítulos II, IV y VI). El repaso que se lleva a cabo de la trayectoria histórica de cada rito de ordenación (acudiendo en muchas ocasiones, no sólo al último magisterio conciliar sino también a la rica enseñanza de los Padres) y el análisis minucioso de las perspectivas teológicas y eclesiales que encierran oraciones, símbolos y gestos litúrgicos, se alza sobre una doble convicción: una convicción a la que ya hemos aludido y pertenece al corazón de la tradición cristiana: la reciprocidad entre rito litúrgico y teología. Y otra ampliamente asumida por la  sacramentología contemporánea:  la identidad fundamentalmente eclesiológica del ministerio ordenado (El ministerio ordenado no puede ser entendido por sí mismo aisladamente o relacionado exclusivamente con Cristo. Debe encontrear su identidad en la relación con la Iglesia, ya que existe para servir y construir la Iglesia, p. 13). Esta segunda convicción constituye la tesis desde la que se elabora el presente estudio. Nuestro cometido no es el de juzgar lo de esta opción. Sí cabe decir sin embargo que la autora funda su visión en afirmaciones claras del magisterio conciliar, así como del ritual de ordenación.  De modo que el lector podrá juzgar las posibles limitaciones d el modelo reflexivo, no la honestidad y el rigor intelectual de la reflexión (compartida, por otra parte, por figuras significativas de la teología del siglo XX Schillebeeckx o K. Rahner). De hecho, la misma autora es plenamente  consciente de que existen diversas concepciones eclesiológicas que iluminan diversos aspectos inclusivos del ministerio ordenado (modelo monárquico, eucarístico, colegial, comunional, sacramental...).

Fijemos nuestra atención en algunos detalles concretos, entre los muchos posibles. En algunos pasos del libro se hace referencia a diversos aspectos que afectan al sacramento del orden y continúan siendo cuestiones pendientes de  resolver en el terreno teórico y práctico. Así por ejemplo: (1) la dimensión relacional del  carácter sacramental de la ordenación (la ontología del carácter sacramental de  la ordenación es inseparable de la relación del ministro ordenado con la comunidad... Las metáforas de una 'marca'  o 'sello" indelebl e pueden ser erróneamente identificadas como si efectuasen un cambio en una persona independientemente de la relación eclesial y cristológica, cuando el cambio efectuado es precisamente esta relación, p. 94). Más adelante insiste en que el carácter sacramental es una participación en el sacerdocio pero este sacerdocio está relacionado con el sacerdocio del Pueblo de Dios, por esta razón es una configuración específica con Cristo como Cabeza, y no simplemente una configuración con Cristo. El carácter constituye al sacerdote en relación con la comunidad eclesial, p. 108; (2) la necesidad de revisar la  práctica de la ordenación de obispos titulares, es decir, sin responsabilidad directa sobre  una Iglesia particular. Cuestión que depende del modo en que se entienda la  relación entre  la Iglesia particular y la Iglesia universal (huelga decir que estamos ante una de las cuestiones más espinosas de la eclesiología contemporánea, y a partir del propio tratamiento del Concilio; cf. LG 21; (3) la transitoriedad del  diaconado como paso hacia el presbiterado. Lo que, en cierto modo, impide el reconocimiento de su especificidad como servicio a la  Iglesia. Y ello, aun habiéndose restaurado el diaconado permanente; (4) la relación entre los  presbíteros religiosos y el obispo local, etc.

Desde el punto de vista crítico sí me gustaría hacer referencia a un paso del libro que, a mi modo de ver, queda  poco aclarado por la autora. Me refiero a su advertencia de que el Concilio puede haber estrechado inadvertidamente una teología del presbiterado a través de su enseñanza sobre la sacramentalidad de la consagración episcopal,  ya que el sacerdocio del presbítero está subordinado al del obispo, p. 141. Entiendo que ese posible estrechamiento, y creo que así lo entiende también la autora, no responde a las afirmaciones teológicas explícitas de los documentos conciliares. De hecho en el libro se pone de manifiesto cómo el Vaticano II avanza sobre Trento al contemplar la sacramentalidad episcopal no como poder o autoridad sino como signo de la naturaleza colegial de la Iglesia como comunión de comuniones, p. 90. Otra cosa muy distinta es que, en su ejercicio práctico, la sacramentalidad se contemple exclusivamente como poder o autoridad. Sin embargo, si el sacramento del orden es visto como una ordenación a la Iglesia... la relación de un presbítero respecto al obispo aclara la identidad del presbítero más que disminuirla, ya que un presbítero ejerce tanto la 'episcope' como el sacerdocio de una manera limitada, circunscrita a una parroquia, p. 144.
Por último. Echamos de menos en el texto la referencia al menos a algunos de los documentos posconciliares más significativos en torno a la teología del presbiterado, como por ejemplo: Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores Dabo Vobis, Roma 1992; Id., Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores Gregis, Roma 2003.

El libro de la profesora Susan Wood es sugerente. No es un libro destinado tan sólo al ámbito académico. Resultará de provecho para todos aquellos que encarnan en su vida el sacerdocio ministerial y han de ser plenamente conscientes de la riqueza que entraña, tanto en su configuración teológica como en su vertiente eclesial y existencial.

 

Juan Manuel Cabiedas Tejero
Pontificio Colegio Español de san José. Roma.
(Fuente: revista Seminarios, n. 192)