En directo...

 

 

     

En directo, con un joven de hoy que se plantea seriamente la vocación sacerdotal

    Me piden que me comunique contigo, que eres un joven que te has planteado la vocación sacerdotal, y que lo haga no en un programa diferido sino en directo; y lo primero que puedo decirte es que este encargo es el más fácil que se me puede pedir. Lo hago a mis 54 años de estancia en el Seminario de Vitoria como formador y director espiritual y te respondo entre tanda y tanda de Ejercicios espirituales; quiero decirte con esto que nuestro ministerio no tiene prevista una fecha de caducidad, se la pone el Señor, ya que en su Nombre actuamos, y te aseguro que tiene futuro.

    La reacción primera que he sentido ante tu planteamiento ha sido felicitarte de todo corazón y expresarte mi convicción de que vas muy acertado, ya que el ministerio del sacerdote es el mejor servicio que se puede hacer en nuestro mundo: te adentra en el misterio de Dios y te acerca a la realidad profunda del hombre de hoy. Nadie puede unir mejor estos dos extremos que el sacerdote; con estos extremos en tus manos se desarrollará plenamente tu vida. Vete familiarizándote con que nuestra identidad es el amor a Dios y a los hermanos.

    Me dicen que te planteas seriamente la vocación al sacerdocio. No sé qué es para ti plantearte en serio la vocación; pero sí puedo decirte lo que para mí es un buen planteamiento vocacional. Te lo concreto en tres párrafos:

    - Que cuentes desde el principio con el aval y el apoyo de algún sacerdote que te conozca bien y con el que te hayas abierto en verdad. Y no es suficiente el ánimo que pueda ofrecerte ocasionalmente la persona que acaba de enterarse de tus planes. El primer paso hacia el sacerdocio necesita la garantía de un apoyo firme.

    - Te diría que contaras, también, con un conocimiento suficiente -no completo, porque no es posible, pero sí ajustado- de tu persona: cuáles son los móviles de tu vida, tu capacidad de respuesta, la firmeza de tus decisiones, la fuerza de tu emotividad y el lugar de tu fe. Se explica que hagamos este subrayado sobre el sustrato psico-físico espiritual para evitar en todo lo que se pueda todo tipo de engaños. Damos por supuesto que sobre esta base se da la acción de Dios, que siempre es generosa, y más en el caso de las vocaciones.

    - Te digo, además, que mires el origen de tu planteamiento al sacerdocio, es decir: si partes de la perspectiva atractiva que te ofrece el ministerio que tiene el sacerdote, o si tu punto de partida es la relación que ya vives con Cristo. Insisto en ello, porque, a mi juicio, hay diferencia, y mucha, en ambos planteamientos. No veo completo el planteamiento que parte sólo de la importante misión que corresponde al sacerdote llevar a cabo en nuestro mundo; me parece más completo partir de la relación con Cristo que incluya ya la valoración del ministerio. Es en Cristo donde debe descubrirse el ministerio; y en la relación de Cristo, debe vivirse.

    Gracias por tu acogida. Esta comunicación me ha resultado fácil y gratificadora. Desearía que te haya servido. Gracias.

    Saturnino Gamarra

En directo, con un diácono en la víspera de su ordenación sacerdotal

    Entro en diálogo directo contigo, que ya eres diácono desde hace unos meses y que te encuentras a punto de ser ordenado sacerdote. No me sorprende que ante la ordenación estés viviendo una experiencia especial y que te sientas como flotando y sin hacer pie. Te insisto en que no debe extrañarte esa sensación, porque tiene su porqué.

    Te doy esta clave por si puede ayudarte a comprender algo de lo que, un tanto sorprendido, estás viviendo. Ya sé que conoces de cerca la vida de los sacerdotes por tu condición de diácono, pero te falta lo fundamental para su plena comprensión; te falta el ser sacerdote y vicenciarlo. Ese nuevo ser de sacerdote te lo dará el Espíritu en la Iglesia con la ordenación. Y lo vivirás como gracia, que está más allá de tus valores y de los apoyos que puedas tener para ser sacerdote. No te extrañe que en este momento te sientas como en el aire y sin seguridades: es pura gracia lo que vas a recibir y ser, aunque te corresponda poner de tu parte todo lo que tengas y sepas. ¿Entiendes ahora tu inseguridad y tu nerviosismo? El cambio en tu persona y en tu vida va a ser radical. No olvides que aquí entra la fe. Al sacerdote hay que verlo también desde la fe.

    Lo primero que a uno se le ocurre decir a quien estrena el sacerdocio es lo que lleva dentro de sí como lo más urgente y necesario; esto es lo que te comparto. Espontáneamente me han salido estas tres palabras: Fidelidad a Cristo y a su Iglesia, cercanía a la gente de hoy, al estilo del Papa Francisco, y responsabilidad ante la misión que se te confía en la comunidad cristiana. No te desarrollo su contenido, porque solamente con el enunciado te habrás percatado del alcance que tienen, y más en este preciso momento. Pero falta algo por decir: tanto la fidelidad, como la cercanía y la responsabilidad tienen su peculiaridad y su especificidad al partir del ser sacerdote. Se trata de la fidelidad de sacerdote, la cercanía de sacerdote y de la responsabilidad de sacerdote. Lo que acabo de afirmar me lleva a subrayar dos puntos que considero irrenunciables para que te entiendas a ti mismo:

    - Eres sacerdote en Cristo Sacerdote y Pastor. Está muy claro: no eres sacerdote por tu cuenta, sino en Cristo. Si insisto en ello es porque no hay otra base para tu nueva vida; tú lo sabes muy bien. Esta relación con Cristo -la de ser sacerdote en Cristo- es de nuestra identidad. ¿Cómo te suena esta frase de la Homilía de Benedicto XVI en la clausura del Año Sacerdotal: “Por tanto, el sacerdocio no es un simple ‘oficio’, sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar a su favor”?

    Debo confesarte que a mí me dice muchísimo ver el sacerdocio como sacramento de Cristo Sacerdote y Pastor, y te indico las razones: por la seguridad que me supone que sea Él quien actúa en el ministerio; por la identificación con Cristo a la que me llama; por la exclusión del protagonismo centrado en uno que supone; por la humildad que incluye; por la fidelidad que exige (posponiendo siempre lo de uno mismo); por la vida en sintonía que pide.

    - Eres sacerdote en comunión. Sabes que ésta no es una afirmación cualquiera. Eres sacerdote en la Comunión de Cristo y de la Iglesia; tienes un ministerio de comunión y eres persona de comunión. ¿Te parece poco? Y hay más: esto es posible desde la relacionalidad propia del sacerdote. ¿No ves que hay una antropología propia del sacerdote también hoy? ¿Tú la aceptas? Ya somos dos. ¡Cuánto lo siento, pero hay que terminar!

    Saturnino Gamarra


En directo, con un joven sacerdote

    Ya en directo, entro en comunicación contigo, sacerdote joven, con unos pocos años de ministerio en tu haber. A mi saludo, ¿qué tal estás?, ¿cómo te encuentras?, me respondes con un “¡Bien!” animoso, rebosando satisfacción. Seguiría preguntándote por tu ministerio pastoral, tu creatividad apostólica, la entrega que vives y los resultados que ves. Pero nunca me ha gustado en los años de acompañamiento que llevo  ser “preguntón”, he preferido que me comuniquen las cosas. Por eso, aparco las preguntas, y paso a compartir contigo algo que me parece muy básico en el sacerdote y que debe ejercitarse bien desde el comienzo, que es el discernimiento.

    En este punto del discernimiento espiritual es donde el sacerdote se la juega todo. Hay un discernimiento meramente humano, de sentido común, que se necesita, pero que es insuficiente para un sacerdote. Está el discernimiento humano-evangélico que busca compaginarlo todo con el evangelio en una cómoda adaptación, que en ocasiones puede valer, pero que no basta. Y está el discernimiento evangélico-espiritual que cuenta con el Evangelio y trata de secundar la actuación del Espíritu frente a otros espíritus que se dan. Te lo digo sin rodeos: el sacerdote es lo que sea su discernimiento. Toda tu vida va a depender del plano en el que te pongas y del criterio de discernimiento que utilices. ¿No te parece que es aquí donde está la diferencia entre cura y cura? Veamos dónde está esa necesidad y esa urgencia:

    - La urgencia y la necesidad del discernimiento se ven en la misma estructuración de la persona del sacerdote. Esta tarea de configurar la persona y la vida del sacerdote es irrenunciable. Es verdad que cada uno  configura su vida de sacerdote, ¿pero desde dónde lo hace? Una cosa es ser sacerdote y otra es configurar la persona y la vida desde el sacerdocio de Cristo; lo cual requiere un tiempo, la acción del Espíritu y un discernimiento muy cuidado.

    - También se palpa esa necesidad de discernimiento en la posición que el sacerdote debe adoptar dentro de la mentalidad actual tan diferenciada y plural, con la dosis de ambigüedad y de confusión que contiene. El lugar que el sacerdote debe ocupar en este ambiente necesita un discernimiento muy atinado y permanentemente actualizado.

    - El discernimiento es urgente y necesario dentro de la comunidad eclesial. No es tan fácil en algunos contextos mantener la misión propia del sacerdote en la comunidad sin abdicación alguna. Su posición debe discernirse tanto desde la identidad del sacerdocio ministerial como desde la identidad de la comunidad eclesial; y esto a veces es complejo.

    - Es igualmente necesario para que el sacerdote se sitúe de forma definida en el presbiterio. Esta posición dentro del presbiterio debe ser atendida con un cuidado especial. No puede olvidarse que la vida del sacerdote, que tiene una dosis de intemperie, es decir, que no está cubierta del todo, debe vivirse siempre en comunión muy estrecha con el presbiterio.

    La consecuencia es evidente: si es necesario el discernimiento, es igualmente necesario cuidar la capacidad de discernimiento del sacerdote, que incluye: la referencia a Cristo y a la Iglesia -referencia esencial en el discernimiento cristiano-; el criterio de objetividad y de verdad -hay que moverse en certezas-; hay que contar con el corazón sin aferrarse a él; una interioridad limpia, en la que no haya intereses ocultos; una capacidad pronta para la respuesta; y contar siempre con la referencia al Espíritu.

    Termino. Es necesario discernir, pero no te “pases” discerniendo.

    Saturnino Gamarra

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Satrunino Gamarra
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«Suponte que estás en tu casa, enfermo lleno de cuidados y atenciones, pero un día vieras pasar debajo de tu ventana a Jesús. Si vieras que Jesús te llamaba y te daba un puesto en su séquito, y te mirase con esos ojos divinos que desprendía amor, ternura y perdón, y te dijera: “¿Por qué no me sigues?”. ¿Qué harías? ¿Acaso le ibas a responder: Señor, te seguiría si me dieses un enfermero, te seguiría si estuviese sano y fuerte para poderme valer? No. Si hubieras visto la dulzura de los ojos de Jesús te hubieras levantado de tu lecho sin pensar en ti para nada, te hubieras unido a la comitiva de Jesús y le hubieras dicho: Voy Señor». - Beato Rafael