XILÓFONO volver al indice
 


     Siempre firmaba con una «X». Sólo.
     Mister X, le llamábamos.
     Cuando le preguntábamos por el por qué de aquella firma misteriosa, se limitaba a sonreír.
     Un año, un compañero puso en la cartelera la víspera de su cumpleaños esta frase: «Se acerca el cumpleaños de Ned Dunstan y cada año, por esas fechas, Ned experimenta un shock durante el cual presencia escenas de despiadadas matanzas perpetradas por un misterioso y malévolo ser vestido de negro, al que Ned llama Míster X. Dunstan ha regresado a su ciudad natal, Edgerton, impulsado por la premonición de que su madre se está muriendo. Antes de perder la vida, ella le revela el nombre de su padre y le advierte que corre un grave peligro».
     No se enfadó, siguió sonriendo.
     Cuando celebró sus Bodas de oro sacerdotales, en la homilía, en vez de recordar, como otros, sus andanzas apostólicas, desveló con toda sencillez el misterio misterioso de aquella X:
     Los de mi curso siempre bromeaban conmigo porque firmaba con una X. Lo empecé a hacer de seminarista tras leer en el diccionario la definición de «xilófono»: «Instrumento de percusión formado por una serie de listones de madera de dimensiones debidamente graduadas, para que den sonidos correspondientes a las diversas notas de la escala». Le dije a Nuestro Señor que quería ser su xilófano. Nunca me atreví a decir el por qué de la misteriosa X, pensando que todos se reirían de la cursilada. Ahora, tras cincuenta años de sacerdote, creo que es una buena síntesis de mi vida: he tratado de ser un pequeño instrumento que al ser percutido por el Señor emitiera los armónicos de su Palabra.
     X nunca fue persona que presumiera de fina y elegante sin serlo. Estaba dotado de gracia, nobleza y sencillez. Y de buen gusto el Señor, para escogerle como su instrumento musical.