SANTA volver al indice
 

     Llevábamos mucho rato hablando.
     —Yo no soy creyente, terminó diciendo.
     —Usted quizá sea una santa, le contesté.
     Seguro que si alguien hubiese escuchado este diálogo se habría escandalizado pensando que un clérigo hecho y derecho como yo se le estaba declarando a aquella «pagana», o que el tal clérigo estaba pero que muy majareta.
     No me consta ni lo uno ni lo otro, por ahora. Y espero que por siempre.
     Sabía lo que me decía, porque tenía muy presentes aquellos versos de J. M. Valverde:

Y muchos que ni quieren oír la palabra «Dios»,
gastada, sucia, hecha un látigo
o una piedra para terror del hombre,
quizá sean creyentes y santos
ante otra secreta faz divina.
Escrito está: muchos
que no creyeron jamás ser creyentes,
a la hora de la verdad serán proclamados benditos
para su asombro
—«¿Quién, nosotros, Señor? No sabíamos»,
y es que pusieron su vida en fe por los demás,
aun sin [decirse que ahí anduviera la palabra «Dios»
la imagen con [barba,
sólo por compasión y decoro,
por lo que está bien que se diga;
mientras que muchos que rezaban en alto
con título de «creyentes» y desdén a los demás
se verán echados atrás, estupefactos.